La obra analiza la Alianza del Pacífico (ap), con textos de México, Colombia, Perú y Chile, proporcionando información relevante, enfoques teóricos y elementos de crítica. La ap busca “un área de integración profunda para avanzar progresivamente hacia la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Asimismo, impulsar un mayor crecimiento, desarrollo y competitividad de las economías de las partes, con miras a lograr un mayor bienestar, la superación de desigualdad (sic) socioeconómica y la inclusión social de sus habitantes” (p. 42).
La iniciativa fue del entonces mandatario Alán García, dos veces presidente de Perú y quien fue acusado de corrupción, y fue apoyada por Felipe Calderón, impulsor de una guerra contra la delincuencia que ensangrentó a México y abundó en violaciones a los derechos humanos. Por Colombia se sumó Juan Manuel Santos, quien como ministro tuvo a su mando a las fuerzas armadas que cometieron abusos, violaciones a los derechos humanos y asesinatos, denunciados internacionalmente. La cuarteta se completó con el chileno Sebastián Piñera, millonario, defensor de Augusto Pinochet y sus secuaces.
Desde su inicio la ap es un proyecto cuestionable y contradictorio. Detrás del ambiguo concepto de “integración profunda”, cuestionado por E. Vieira en su capítulo, está sólo un gran acuerdo comercial, que incluye bienes, servicios, capitales y personas, suponiendo que su libre circulación impulsará el crecimiento, el desarrollo, la competitividad y una sociedad inclusiva e igualitaria. Pero, como señala G. Marchini, no basta con que todo circule mercantilmente, también es precisa la inserción exitosa de las economías nacionales en las cadenas globales de valor que mueven la economía global y que a su vez permitirían una provechosa presencia en los mercados de Asia- Pacífico. Sin embargo, aclara Marchini, esto no se puede lograr de inmediato. Además, como en las cadenas globales de valor operan actores poderosos que ejercen la gobernanza, sería posible una integración subordinada, que sólo agravaría problemas actuales, como el extractivismo y la reprimarización de las exportaciones.
Por otra parte, se mencionan estudios que han demostrado que la apertura de los mercados no ha producido los benéficos efectos supuestos, en particular en economías subdesarrolladas. Además, en el adjetivo “libre” hay una manipulación ideológica de las palabras, pues ese libre mercado erosiona y puede aniquilar la libertad de la sociedad, de los seres no humanos del planeta y de la naturaleza misma. Es más, se sigue pensando que los problemas actuales se resolverán con “crecimiento y desarrollo”, que no son más que fabricar más mercancías, ahora para el Pacífico asiático, lo cual implica más consumo de energía, mayormente no renovable, agotamiento de los “recursos naturales”, más contaminación y calentamiento global, así como peores condiciones de vida para las generaciones actuales y futuras.
Es criticable que los creadores de la ap ignoraran la historia de sus propios pueblos, así como la propuesta del “Buen Vivir”, nacida en países vecinos como Ecuador y Bolivia e incluso en el mismo Perú, que en realidad sí constituye un modelo diferente, una alternativa a la sociedad subordinada al mercado, como la que busca reproducir la ap. Si se quiere profundidad, el camino no es liberalizar los mercados, ni mercantilizar el mundo, sino una visión radicalmente distinta. Aunque la ap ha sido mantenida por los sucesores de sus fundadores, no ha dejado de ser un proyecto caudillista, apoyado en el arbitrio de los mandatarios en turno.
El nexo entre la ap y la discusión teórica sobre integración regional se discute por I. Rodríguez. Para comprender el mapa geopolítico mundial actual, sirve el texto de A. Rocha y D. Morales, quienes hacen un balance de las capacidades materiales y semi-materiales de los miembros del acuerdo. Los vínculos comerciales con Asia-Pacífico son tratados por A. Roldán y A.S. Castro; la integración financiera y la fusión de los mercados accionarios se abordan por A. Cobos y J. Recabarren en cuyo texto tratan la escasa participación de los partidos políticos y las organizaciones empresariales chilenas en la ap. La competencia entre Brasil y México por el liderazgo es presentada por I. Witker y D. Leiva. Finalmente, Yun Tso Lee analiza los intereses económicos y geopolíticos de China y Estados Unidos en la ap, para preguntar dos cosas básicas: 1) ¿Es la ap un caballo de Troya al servicio de los norteamericanos, o por lo menos, un oportuno mecanismo para que Washington mueva cuatro peones a su arbitrio en el tablero del tpp?, y 2) ¿Podría la ap ser aprovechada por China para fortalecerse en el comercio mundial?
La obra ayuda a reflexionar sobre los caminos que estas naciones han seguido para salir del “subdesarrollo” y también plantea una pregunta básica: ¿es una alianza comercial la solución a los principales problemas que enfrentamos?
Según un estudio del Centro de Investigación y Docencia Económica (cide), presentado por Schiavon en numerosos foros, para los mexicanos los tres principales problemas son: 1) El narcotráfico y la violencia e inseguridad anexas; 2) El calentamiento global, y 3) El acceso y la escasez de los alimentos.
Se desconoce un estudio similar para los otros tres países, pero seguramente también sus ciudadanos sufren los mismos problemas. La pregunta es: ¿cómo puede la ap contribuir a una la solución?
El libro no da la respuesta, quizá porque no es lo que la ap pretende resolver, pero si es así, ¿para qué sirve un proyecto que no ataca lo más grave que estamos padeciendo?, ¿cómo hablar del Estado de Derecho (Rocha y Morales, 2015: 112), cuando fenómenos como el narcotráfico han conducido al “Estado fallido”, verbigracia México y Colombia. Aunque el libro aporta información macroeconómica, no se dan datos sobre pobreza, salud, obesidad, desnutrición, prostitución, suicidios, fenómenos que están impactando a las sociedades de los miembros de la ap y que deben considerarse si realmente se desea profundizar en un proyecto que no sólo sirva a intereses empresariales, sino nacionales.
Lo que necesita nuestra América no es una ap, guiada por las obsesiones neoliberales sino, como dice V. Shiva, una pacífica alianza de reconciliación con la Tierra, que nos lleve más allá del “crecimiento” y deje atrás las guerras contra el planeta, por el acopio de sus tierras y riquezas, las guerras contra el agua y la atmósfera, los bosques y las selvas, las guerras para controlar semillas y alimentos. Por el contrario, la única alternativa segura es establecer la paz con la Tierra, sabiendo que los seres humanos no existimos aparte de nuestra morada planetaria y sus criaturas, pues somos uno solo con ella. Su vida es nuestra vida, su agonía sería nuestra muerte.