Sr. Editor:
En el pasado número de mayo, Luengo Tabernero et al presentan, con el título «Tirotoxicosis en una gestación inducida por yodoprofilaxis» (Pog Obstet Ginecol. 2007;50:320–2) un caso clínico de hiperemesis gravídica con elevación de hormonas tiroideas y enzimas hepáticas en el primer trimestre de gestación.
El hipertiroidismo transitorio del embarazo asociado a hiperemesis gravídica o tirotoxicosis gravídica es una entidad clínica definida y reconocida en la literatura1–3 médica. Se trata de gestaciones normoevolutivas en mujeres previamente sanas, que cursan con títulos anormalmente altos de gonadotropina coriónica humana, cuyo efecto estimulante sobre el tiroides determina un cuadro clínico de hiperfunción tiroidea en el primer trimestre de la gestación, acompañado de vómitos como síntoma característico.
El hipertiroidismo, en este caso, es funcional, en presencia de una glándula tiroidea sana, y autolimitado toda vez que los valores séricos de gonadotropina coriónica descienden transcurrido el primer trimestre. El pronóstico es excelente. Incluso se ha descrito una variante familiar de esa afección4.
El hipertiroidismo inducido por yodo, como se comenta en el trabajo de Luengo Tabernero et al, suele presentarse en una glándula tiroidea previamente alterada (bocio, nódulos tiroideos) en personas de edad avanzada5 o tras exposición a dosis elevadas (miligramos e incluso gramos) de yodo, o mantenidas durante períodos prolongados6,7.
En este sentido, la determinación de gonadotropina coriónica humana en sangre es de gran utilidad para establecer el diagnóstico diferencial entre dos formas de hipertiroidismo de etiología sustancialmente diferente8.
La yodoprofilaxis, o suplementación con dosis farmacológicas (microgramos) de yoduro potásico, es la única forma reconocida como eficaz y segura de garantizar un aporte regular y continuo de yodo para cubrir las necesidades de yodo de la madre y el feto en períodos cruciales del desarrollo neurológico fetal9.
Los posibles efectos maternofetales del yodo como micronutriente se han revisado extensamente y evidenciado en innumerables estudios experimentales, clínicos y epidemiológicos10–13. Igualmente, ha quedado establecido que las ventajas de la suplementación con yoduros superan a los posibles riesgos14. La gravedad y trascendencia de los efectos en la descendencia que ocasiona la deficiencia de yodo impiden cuestionar la necesidad de una profilaxis universal15,16.
Por ello los organismos internacionales (Organización Mundial de la Salud, UNICEF)17, gobiernos (Recomendaciones del Ministerio de Sanidad y Consumo y Consejerías de Salud de Andalucía, Asturias, Galicia, País Vasco)18 y sociedades científicas (International Council for Control of Iodine Deficiency Disorders, Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, Asociación Española de Pediatría y SEGO, entre otras)19,20 han ratificado reiteradamente el derecho de la mujer gestante a un aporte adecuado de yodo que permita el óptimo desarrollo neurológico del hijo no nacido.
Como especialistas responsables del control y seguimiento del embarazo, debemos comprometernos sin reservas a garantizar un adecuado aporte de yodo durante los períodos de embarazo y lactancia, así como a identificar de manera correcta las posibles disfunciones tiroideas que puedan aparecer durante la gestación.