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Vol. 25. Núm. 3.
Páginas 169-178 (diciembre 2016)
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Vol. 25. Núm. 3.
Páginas 169-178 (diciembre 2016)
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Necesidades percibidas en el trabajo doméstico y de cuidados: un estudio cualitativo
Perceived needs in domestic work and care: A qualitative study
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Luz M. Martínez, Alba Catalá-Miñana
Autor para correspondencia
alba.catala@uab.cat

Autor para correspondencia.
, M. Carmen Peñaranda
Departamento de Psicología Social, Universitat Autónoma de Barcelona, España
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Tabla 1. Criterios de inclusión en los grupos de discusión
Tabla 2. Descripción de los participantes de los grupos Amas de casa y Responsables del hogar
Tabla 3. Descripción de los participantes de los grupos Empleados/as del hogar y Trabajadores/as familiares
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Resumen

El estudio se centra en la comprensión del concepto de trabajo doméstico y de cuidados. Las investigaciones tradicionales no tienen en cuenta panorámicas amplias sobre los aspectos subjetivos y experienciales de quienes llevan a cabo esta clase de tareas en condiciones diversas. El objetivo de este estudio es explorar las necesidades percibidas en el trabajo doméstico y de cuidados para su adecuada ejecución desde la experiencia subjetiva de los cuidadores. Se recoge una muestra de 37 cuidadores de diferentes tipologías: amas de casa con dedicación exclusiva, responsables del hogar que trabajan también fuera de este, empleados del hogar sin formación específica y trabajadores familiares con formación y titulación profesional. El método cualitativo de descripción densa se emplea para analizar 5 grupos de discusión. Los resultados que se presentan muestran 3 aspectos comunes destacables en todos los grupos relacionados con las necesidades percibidas en el trabajo doméstico y de cuidados (tener en cuenta su complejidad, centralidad del componente emocional y relevancia del cuidado de los cuidadores) y 2 puntos en común en 2 grupos específicos (definición integral del concepto y necesidad de establecer redes de apoyo). Se concluye que es imprescindible tomar iniciativas para garantizar todos los elementos necesarios en el cuidado integral.

Palabras clave:
Crisis del cuidado
Cuidado
Cuidadores
Necesidades percibidas
Trabajo doméstico
Abstract

Traditionally, studies of domestic work and care did not include subjective perspectives of workers and carers and what they perceive as being necessary to carry out these tasks. A total of 37 caregivers of four different types were interviewed in 5 focus group discussions: housewives, responsible of household and workers, domestic assistants without specific certification, and family workers with specific certification. The results show 3 common points in all groups in relation to the perceived needs in domestic work and care: considering domestic work as a complex task, the importance of emotions, and the need for care for caregivers; and 2 points in common in 2 specific groups (a comprehensive definition of care and a need for social support). It is essential to ensure that all necessary elements are provided in comprehensive care.

Keywords:
Crisis of care
Care
Caregivers
Perceived needs
Housework
Texto completo

Entre las múltiples transformaciones sociales que se están dando en la actualidad, cabe destacar las transformaciones en la organización y distribución de las tareas domésticas y del cuidado. Tradicionalmente, en la organización de este tipo de tareas se impuso, desde un sistema patriarcal, un modelo en el que las mujeres eran las responsables de la actividad doméstica, es decir, del llamado ámbito privado, mientras que los hombres se responsabilizaban del ámbito público y, principalmente, de la actividad laboral remunerada (Carrasco y Domínguez, 2011; Lee y Waite, 2010; Lewis, 2001; Sáez, Valor-Segura y Expósito, 2012). Las transformaciones que se han dado a raíz de los movimientos feministas, como la entrada de las mujeres en al ámbito laboral y sus cambios de expectativas de desarrollo personal, han conllevado modificaciones en esta organización y distribución de tareas (Carrasco y Domínguez, 2011; Lewis, 2001). Cabría esperar que estos cambios hubieran resultado en una mayor distribución de las tareas domésticas entre hombres y mujeres (Artis y Pavalko, 2003). Sin embargo, y aunque con la entrada de las mujeres en el ámbito laboral su dedicación física a las actividades del hogar haya disminuido en cierta forma, la dedicación de los hombres a este trabajo ha aumentado apenas ligeramente, o al menos de manera en absoluto proporcional a la disminución del tiempo físico de actividad doméstica de las mujeres (Artis y Pavalko, 2003; Bianchi, Sayer, Milkie y Robinson, 2012; Cha, 2010; England, 2010; Lewis, 2001; Sayer, Bianchi y Robinson, 2004). Una de las explicaciones aportadas es que la reducción del tiempo dedicado a las tareas domésticas de las mujeres no se sustituye con una mayor participación de los hombres, sino con el contrato de personas externas al hogar (Bianchi, Milkie, Sayer y Robinson, 2000; Carrasco y Domínguez, 2011; Robinson y Godbey, 1997; Vega, 2009). Así, a causa de estas transformaciones, vinculadas también a cambios socioeconómicos globales, demográficos y de tipologías familiares, se están produciendo diversas modificaciones y resistencias a la hora de llevar a cabo las tareas domésticas y del cuidado de la familia, resultando las unidades familiares en muchas modalidades de cuidado que se integran tanto en modalidades remuneradas como no remuneradas o mixtas (Vega, 2009).

Sin embargo, el proceso de externalización al que se recurre de forma preferente conlleva una serie de limitaciones: a pesar de contratar servicios domésticos externos, parece que el componente afectivo es difícilmente delegable y difícilmente separable de la parte instrumental (Vega, 2009). Así, a este fenómeno de cambios y reestructuraciones en el trabajo doméstico y del cuidado, con resistencias de género y soluciones a menudo privadas, se le ha denominado crisis del cuidado, e indica que las necesidades de cuidado que en el modelo social tradicional estaban garantizadas, ahora se encuentran en riesgo (Pérez Orozco, 2005; Precarias a la deriva, 2004). Por tanto, este fenómeno social alude a que, debido a transformaciones sociales, demográficas y económicas, no se están garantizando todos los aspectos del cuidado (Ezquerra, 2011; Pérez Orozco, 2005; Precarias a la deriva, 2004).

Sin duda, el trabajo doméstico y de cuidados es un aspecto central en la vida de las personas, tan relevante que llega a ser un elemento clave para garantizar el bienestar social (Torns, 2008; Vega, 2009). Sin embargo, a pesar de ser una tarea compleja e imprescindible, es percibido a menudo como un trabajo desprestigiado y que nadie desea realizar, mostrando la doble moral y los discursos contradictorios que lo atraviesan. Como consecuencia, ha sido tratado como un conjunto de tareas relegadas a lo invisible, escondidas y dadas por hechas a nivel social (Ribbens y Edwards, 1995; Torns, 2008; Vega, 2009). Estas características, junto con las continuas transformaciones sociales mencionadas, plantean dificultades incluso para delimitar qué elementos se consideran trabajo doméstico y de cuidados. Entre estas dificultades, Vega (2009) detecta la falta de «análisis de una realidad común» (Vega, 2009, p. 25). Entonces, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de trabajo doméstico y de cuidado?

En cuanto al concepto de trabajo doméstico, se puede decir que no existe consenso ni en cuanto a su contenido ni en cuanto a su valor. En un intento de clarificarlo, Torns (2008) delimita las tareas domésticas a aquellas actividades que tienen como objetivo atender y cuidar del hogar y la familia, proporcionando bienestar cotidiano a sus miembros. De esta forma, las tareas comprendidas incluirían desde las actividades más visibles, como comprar, limpiar, preparar alimentos, cuidar y atender, a otras menos visibles, como la gestión y organización del hogar (management familiar), la mediación emocional entre familiares y servicios y la representación familiar (Carrasquer, Torns, Tejero y Romero, 1998; Torns, 2008). En esta definición se evidencia la vinculación que existe entre tareas domésticas y cuidados, pues la ejecución de las tareas domésticas tiene como objetivo último el cuidado de las personas. Se destaca, además, que las tareas domésticas pueden tener diferentes significados y ser cambiantes en el tiempo (Twiggs, McQuillan y Feree, 1999).

Por otra parte, el cuidado es un concepto polémico porque en su definición y sus usos puede acoger múltiples acepciones y abarcar diferentes perspectivas y connotaciones. De hecho, existe una falta de acuerdo a la hora de delimitar su definición concreta (Torns, 2008). Letablier (2007) destaca que se trata de una actividad principalmente femenina y que se reduce a las tareas domésticas y familiares con el objetivo de atender a los demás miembros. Otros autores, con una perspectiva más general, hacen alusión a las actividades de apoyo, asistencia y ayuda a las personas dependientes, entendidas como personas que no son o no pueden ser autónomas (Sarasa, 2000). Según Izquierdo (2004) y Pérez Orozco (2005), el concepto tradicional del cuidado se sustenta en los siguientes principios: 1) el cuidado como una cuestión individual; 2) el cuidado basado en la dependencia, y 3) el cuidado prestado de manera unidireccional. Sin embargo, estos principios han sido cuestionados por diferentes autores, especialmente desde perspectivas de orientación crítica (Fernández, 2003).

En general, el concepto de trabajo doméstico y el de cuidado son difícilmente separables y aparecen muy relacionados en la literatura (Vega, 2009). Numerosos autores resaltan la enorme influencia de los diferentes contextos relacionales, sociales, culturales, de clase y temporales a la hora de delimitar los significados y las prácticas de este tipo de tareas (Coltrane, 2000; Goldberg, 2013; Mannino y Deutsch, 2007; Perry-Jenkyns, Newkirk y Ghunney, 2013; Shelton y John, 1996; Sullivan, 2013).

Esta dificultad a la hora de delimitar el concepto del trabajo doméstico y del cuidado plantea también dificultades a la hora de estudiarlo. Uno de los recursos más utilizados por los expertos en el área es la medición del tiempo utilizado para llevar a cabo estas actividades, comparando diferencias entre hombres y mujeres y calculando la estimación económica que el trabajo doméstico-familiar supone (Bianchi, Robinson y Milkie, 2006; Coltrane, 2000; Folbre y Bittman, 2004; Kan, Sullivan y Gershuny, 2011; Lachance-Grzela y Bouchard, 2010; Sullivan, 2013; Torns, 2008). A la hora de calcular esta cantidad de tiempo se basan en la lista de actividades homologadas por Eurostat, en la que se incluyen, en la categoría de trabajo doméstico, tareas como cocinar, lavar platos, limpiar, planchar, el cuidado de los niños, el cuidado del jardín y las mascotas, compras, etc. (Eurostat, 2006). Sin embargo, los estudios realizados a partir de la medición del tiempo se limitan al recuento de las tareas más visibles –descritas previamente– y no tienen en cuenta las menos visibles –como el management familiar–, de las que siguen encargándose las mujeres mayoritariamente (Doucet, 2015; Torns, 2008). Esto supone no tener en cuenta aspectos cualitativos centrales del trabajo doméstico y de cuidados, tales como la subjetividad del cuidado en sus motivaciones y obligaciones, lo que deriva en la necesidad de añadir a los estudios del tiempo otros de carácter cualitativo que, entendiendo las transformaciones y la diversidad de las tipologías del campo, puedan captar la pluralidad de posiciones, experiencias, percepciones y significados subjetivos que puede presentar el concepto al que hacemos referencia (Coltrane, 2000; Doucet, 2015; Hufton y Kravaritou, 1999; Torns, 2008).

Así, algunos autores remarcan que la investigación del ámbito doméstico no puede estar completa sin considerar estudios cualitativos que tengan en cuenta las distintas posiciones sociales desde las que se lleva a cabo y los factores subjetivos en la experiencia de realizar este tipo de tareas (Klumb, Hoppman y Staats, 2006; Ribbens y Edwards, 1995). Legarreta (2008) resalta que el análisis del trabajo doméstico y del cuidado no puede limitarse a la materialidad, sino que han de tenerse en cuenta otros aspectos no contemplados habitualmente, como son los aspectos subjetivos, morales, emocionales y relacionales. Estos aspectos, además, son centrales en el desarrollo de las actividades objeto de estudio. Por tanto, aun siendo uno de los grandes logros de análisis y de visualización de la realidad desigual de los hogares a nivel macro y microsocial, los trabajos basados en el cálculo del tiempo utilizado presentan al menos 2 tipos de limitaciones: 1) la falta de consenso previo en lo que respecta al concepto de trabajo doméstico y de cuidado, ya que los resultados son diferentes según lo que se tenga en cuenta, y 2) que la medición del tiempo utilizado en tareas domésticas no tiene en cuenta cuestiones menos visibles, tales como la obligación, la implicación subjetiva, las cuestiones morales y relacionales o el management familiar (Legarreta, 2008; Torns, 2008). Todo ello, y a raíz de los cambios y las heterogeneidades que se están produciendo en la organización y la distribución de las tareas domésticas y del cuidado, se pone en evidencia la necesidad de profundizar en el significado que este concepto tiene para las personas que lo desarrollan a través de diversos roles, cuestión necesaria para entender la reiterada infravaloración que comporta tanto para quien desempeña esas tareas como para quien se beneficia de ellas (Torns, 2008).

Debido a la falta de consenso observado a través de estas líneas para delimitar el trabajo doméstico y de cuidado, los continuados cambios sociales que producen transformaciones en su significado y la necesidad de incluir aspectos subjetivos a la hora de estudiar este fenómeno, el objetivo de este trabajo es explorar las necesidades percibidas en el trabajo doméstico y de cuidados para su adecuada ejecución, desde la experiencia subjetiva de los cuidadores. Concretamente, en este estudio nos centramos en el concepto de cuidado ubicado en el sistema doméstico, según la clasificación de Durán (1999), considerando el trabajo doméstico y de cuidado como parte de una misma cosa (Carrasco y Domínguez, 2011). De forma más específica y siguiendo las dimensiones aportadas por Thomas (1993), el concepto de cuidados con el que trabajaremos queda acotado a cuidadores familiares responsables del hogar y a profesionales del cuidado, lo que implicará tanto actividades remuneradas como no remuneradas, así como labores de cuidado tanto de personas dependientes (por ejemplo, personas adultas no autónomas e hijos) como no dependientes (resto de los familiares adultos autónomos), y apelará tanto a las necesidades instrumentales como al estado emocional que comportan las tareas, ubicadas en este estudio en el ámbito privado o en el hogar. Para ello, se analizan las entrevistas grupales realizadas a personas responsables de su propio hogar (amas de casa y personas activas laboralmente que también son responsables del hogar propio) y personas que trabajan realizando servicios domésticos y de cuidado externalizados (empleados del hogar sin formación específica y trabajadores familiares con titulación específica).

MétodoMaterial y procedimiento

Dado el objetivo de investigación planteado, se ha utilizado una metodología cualitativa. Con ello, se pretende: 1) profundizar de manera comprensiva e interpretativa en los procesos psicosociales vinculados a las tareas domésticas y de cuidado, permitiendo un mayor potencial explicativo, y 2) dar importancia a las personas como agentes sociales para recoger y construir el significado que otorgan a las acciones e interacciones sociales en las que participan. En este sentido, estos métodos se interesan por situaciones cotidianas de la vida diaria de las personas, prestando especial atención a las explicaciones que proporcionan en situaciones particulares. El método concreto utilizado ha sido el método lingüístico, ya que permite obtener información sobre cómo las personas interpretan los acontecimientos en los que participan o presencian, cómo elaboran aquello que es relevante para ellos o para los demás, cómo dan sentido a sus experiencias y vivencias y cómo construyen los significados compartidos y los evalúan y valoran.

Para la selección de los participantes se utilizó la técnica de bola de nieve, lo que permitió acceder a una muestra con mayor diversificación (Plaza, Padilla, Ortiz y Rodrigues, 2014). Esta técnica consiste en contactar y conocer a algunos informantes y conseguir que pongan en contacto a los investigadores con otros posibles participantes (Taylor y Bogdan, 1984). En este trabajo, las autoras contactaron con informantes potenciales según los perfiles especificados en la tabla 1, que permitieron acceder a los entrevistados y que han sido de 2 tipos: 1) contactos personales que mantienen algún tipo de relación personal o laboral con informantes potenciales, y 2) contacto con asociaciones y entidades que trabajan en el ámbito del trabajo doméstico y el cuidado o mantienen vínculos con él. Concretamente, para configurar el grupo amas de casa en exclusiva se contactó con agrupaciones vecinales, asociaciones culturales y contactos personales; para formar los grupos responsables del hogar y trabajadoras/es fuera del hogar se utilizó la técnica de bola de nieve entre los contactos personales mayoritariamente; para formar el grupo empleados/as del hogar se utilizó como punto de conexión asociaciones dedicadas a la búsqueda de empleo relacionado con el trabajo doméstico; y por último, el grupo trabajadores/as familiares fue configurado mediante el contacto con una cooperativa del sector de atención a las personas vinculada al gremio de los trabajadores familiares. Cabe apuntar que se aceptó en el estudio a todos los participantes que mostraron su voluntad de colaborar atendiendo exclusivamente a los criterios planteados en la tabla 1. Por tanto, la información relacionada con los datos sociodemográficos se debe a una composición natural y no manipulada.

Tabla 1.

Criterios de inclusión en los grupos de discusión

Grupo  Nombre  Criterio 
Amas de casa en exclusiva  Personas que durante al menos 10 años se han dedicado a las tareas domésticas y del cuidado como actividad principal 
2 y 3  Amas de casa y trabajadoras/es asalariadas/os  Personas activas en el mercado de trabajo que se autodefinen como responsables principales de las tareas domésticas y del cuidado en su hogar 
Empleados/as del hogar  Profesionales del trabajo doméstico, personas que reciben una remuneración por las tareas domésticas y del cuidado sin una formación específica 
Trabajadores/as familiares  Profesionales del cuidado y el servicio doméstico con formación específica en el área 

Una vez realizada la toma de contacto, los participantes fueron divididos en grupos de discusión de manera homogénea según el rol que cumplían en relación con las responsabilidades domésticas y del cuidado: 1) tareas domésticas no remuneradas y actividad central de la persona; 2) tareas domésticas no remuneradas combinadas con trabajo remunerado; 3) tareas domésticas remuneradas sin formación específica, o 4) tareas domésticas y de cuidado remuneradas con formación específica. El propósito de obtener grupos homogéneos en cuanto al rol es permitir hablar y compartir una experiencia que es común y que todos pueden entender. Antes de comenzar las sesiones en grupo, cada participante rellenó una ficha con preguntas relacionadas con los datos sociodemográficos que se exponen en el apartado «Participantes».

La técnica de recogida de información ha sido la entrevista grupal mediante grupos de discusión. Se trata de una técnica cualitativa basada en entrevistas colectivas y semiestructuradas, dirigidas a interrogar y hacer accesibles las experiencias, las opiniones, las creencias, las actitudes y las emociones de las personas de un colectivo, con el propósito de que estas puedan elaborar de manera conjunta sus percepciones y las vivencias concretas respecto a una temática específica, mostrando su acuerdo, su desacuerdo o precisando y matizando (Ibáñez, 1979; Ruiz-Olabuénaga, 2007). Los grupos de discusión tuvieron una duración aproximada de 2h y fueron dirigidos por miembros del propio equipo de investigación debido a su experiencia y formación en el ámbito objeto de estudio. Los grupos de discusión fueron llevados a cabo mediante una entrevista semiestructurada, agrupando los temas a debatir en 4 bloques: 1) necesidades del ámbito doméstico de acuerdo con el rol que se ejerce: tareas, competencias, vivencias, valoraciones y otras cuestiones que hacen específico cada rol; 2) organización y vivencia del tiempo; 3) procesos de transformación y cambio percibidos (de hábitos, tecnológicos, ideológicos, etc.), y 4) identidad de rol. En el presente trabajo, concretamente se analizan los resultados relacionados con el primer bloque, cuyo guión constaba de los siguientes puntos: 1) ¿qué necesita un hogar para funcionar?; 2) narraciones sobre distribución de tareas y responsabilidades; 3) valoración/reconocimiento del trabajo de cuidado; 4) redes de apoyo al cuidado, y 5) factores psicosociales implicados. No obstante, debido a la variedad de roles en los grupos de discusión, el guión fue adaptado a cada grupo, siempre con base en los 4 bloques temáticos descritos.

Todos los participantes dieron su consentimiento para la utilización de los datos con fines de investigación en función de la siguiente información: 1) presentación de las investigadoras; 2) breve descripción del estudio y de su procedimiento; 3) garantía de que la participación era voluntaria; 4) garantía de confidencialidad de la información y los datos proporcionados, y 5) compromiso de mantener el anonimato de las opiniones expresadas. Finalmente, todas las personas participantes dieron su consentimiento para la grabación de las entrevistas grupales.

Participantes

La muestra quedó conformada por 37 personas residentes en Cataluña, concretamente en la provincia de Barcelona, consideradas responsables de las tareas domésticas y de cuidado en el hogar sin retribución o cuidadores y empleados domésticos retribuidos y ajenos al hogar (esto es, no familiares). Así, se distribuyeron en 5 grupos de discusión que fueron compuestos de manera intencionada según su rol en las tipologías mencionadas: un grupo de 5 amas de casa (personas responsables de las tareas domésticas y del cuidado y con este trabajo como actividad central), 2 grupos de 11 y 7 personas que se autodefinen como responsables de las tareas domésticas y del cuidado en su hogar y activas laboralmente, un grupo de 7 empleados en el trabajo doméstico sin formación específica en el área y un grupo de 7 trabajadores familiares (profesionales del cuidado y del servicio doméstico con formación específica). El grupo de responsables de las tareas del hogar y trabajadores/as fuera del hogar, al ser más numeroso, fue dividido en 2 grupos según disponibilidad horaria para facilitar la participación de todos los asistentes. En la tabla 1 se puede observar el criterio de inclusión que se utilizó en cada uno de los grupos de discusión.

A continuación se describen las características de los participantes. En la tabla 2 se describen las características de los participantes que forman los grupos amas de casa y responsables del hogar.

Tabla 2.

Descripción de los participantes de los grupos Amas de casa y Responsables del hogar

Grupo  Edad en años  Sexo  Procedencia  Convivencia con pareja/tiempo en años  Convivencia con hijos (número)/tiempo  Convivencia con personas mayores (número)/tiempo 
1. Amas de casa en exclusiva70  Mujer  España  Sí/52  Sí (2)/25 y 29 años  Sí (4)/4 años 
82  Mujer  España  Sí/60  Sí (1)/58 años  Sí (1)/8 años 
68  Mujer  España  Sí/48  Sí (1)/26 años  Sí (2)/9 y 17 años 
78  Mujer  España  Sí/48  Sí (2)/26 y 22 años  Sí (1)/35 años 
77  Mujer  España  Sí/49  Sí (1)/27 años  Sí (1)/6 años 
2. Responsables del hogar y trabajadoras/es fuera del hogar67  Mujer  España  Sí/34  Sí (2)/20 y 21 años  Sí (1)/rotativo 
77  Mujer  España  Sí/1  No  Sí (1)/68 años 
66  Mujer  España  Sí/40  Sí (1)/3 años  No 
56  Mujer  España  Sí/31  Sí (1)/28 años  No 
10  77  Mujer  España  Sí/61  Sí (2)/37 y 22 años  Sí (2)/77 años 
11  75  Mujer  España  Sí/49  Sí (2)/26 y 24 años  No 
12  63  Mujer  España  Sí/39  Sí (2)/32 años  No 
13  75  Mujer  España  Sí/48  Sí (3)/25 y 30 años  Sí (1)/15 años 
14  72  Mujer  España  Sí/42  Sí (2)/24 y 31 años  No 
15  79  Mujer  España  No  No  Sí (1)/79 años 
16  76  Mujer  España  Sí/24  Sí (3)/33 años  No 
3. Responsables del hogar y trabajadoras/es fuera del hogar17  44  Mujer  España  Sí/11  Sí (2)/8 y 6 años  No 
18  58  Hombre  España  No  No  Sí (1)/4 años 
19  37  Mujer  España  Sí/3  No  No 
20  37  Hombre  España  No  No  Sí (1)/5 años 
21  54  Mujer  España  Sí/25  No  Sí (1)/10 años 
22  61  Mujer  España  Sí/38  Sí (2)/23 y 24 años  No 
23  45  Mujer  España  Sí/19  Sí (3)/14 años  No 

En la tabla 3 se describen las características de los participantes que forman los grupos empleados/as del hogar y trabajadores/as familiares.

Tabla 3.

Descripción de los participantes de los grupos Empleados/as del hogar y Trabajadores/as familiares

Grupo  Edad en años  Sexo  Procedencia  Experienciaa  Número de hogares en los que trabaja  Promedio de horas de trabajo semanalesa 
4. Empleados/as del hogar38  Mujer  Camerún  2 años  33 
35  Mujer  México  Un año y 6 meses  12 
43  Hombre  Argentina  6 años  14 
29  Mujer  Paraguay  5 años  30 
42  Mujer  Bolivia  4 años y 10 meses  26 
41  Mujer  Bolivia  4 años y 9 meses  32 
65  Mujer  Colombia  Experiencia previa  Trabaja en una residencia de personas mayores 
5. Trabajadores/as familiares40  Hombre  España  7 años 
33  Mujer  España  2 años 
10  44  Mujer  España  6 años 
11  59  Mujer  España  21 años 
12  54  Mujer  España  2 años 
13  59  Mujer  España  10 años 
14  35  Mujer  España  2 años y 6 meses 
a

Se contabilizan los años de experiencia y las horas de trabajo relacionadas exclusivamente con las tareas domésticas y del cuidado.

Análisis

El material utilizado para el análisis fue el conjunto de transcripciones de las grabaciones de las entrevistas grupales. Los idiomas empleados en los grupos de discusión fueron el catalán mayoritariamente y el castellano. Para analizar la información obtenida se ha utilizado el método de descripción densa (Geertz, 1973), ya que se ha considerado como el método más idóneo para perseguir los objetivos del estudio. Se trata de un método que permite visibilizar estructuras de significación que parecen irregulares, no explícitas o inconexas, y que el investigador tiene que conectar. En este estudio tratamos de buscar puntos de convergencia entre los grupos en estas estructuras de significación en las que los participantes dan sentido y viven sus prácticas domésticas y del cuidado. Para realizar el análisis se han seguido los pasos recomendados por Braun y Clarke (2006). En primer lugar, transcribir la información y leer los datos repetidamente ha permitido una mayor familiarización con los datos y la extracción de ideas iniciales. En segundo lugar, se han generado códigos en forma de palabras clave al detectar patrones de significados recurrentes, clasificando la información en dichos códigos. Una vez agrupada la información, se definió el tema al que hacía referencia cada código según la información incluida. Posteriormente, se revisaron los datos para comprobar que concordaban con los temas definidos. Finalmente, se seleccionaron los fragmentos considerados más adecuados para ejemplificar cada uno de los temas y mostrarlos como resultados. Para poner a prueba la validez del análisis se realizó una triangulación entre las investigadoras (Suárez Relinque, del Moral Arroyo y González Fernández, 2013), contrastando y confirmando las inferencias realizadas por al menos 3 miembros del equipo. Se consideraron como inferencias válidas aquellas en las que las investigadoras expresaron un acuerdo unánime en la interpretación de los datos. Una vez obtenidos los resultados, los extractos de texto utilizados para mostrar aquellos que constaban en catalán fueron traducidos al castellano.

Resultados

Las necesidades percibidas y sentidas por los distintos grupos dedicados al trabajo de cuidado y las labores domésticas desde posiciones tan diferentes como haberlo realizado siempre como trabajo familiar exclusivo, haberlo compatibilizado con un trabajo remunerado o haberlo realizado de forma asalariada como empleados del hogar o como trabajadores familiares convergen, pese a sus diferencias, en 3 puntos fundamentales: a) se subraya el trabajo doméstico y el cuidado como una tarea compleja; b) se evidencia la importancia del componente emocional, y c) se revela la necesidad de cuidar al cuidador o cuidadora. Además, los grupos de amas de casa (grupo 1) y de trabajadores familiares (grupo 5) expresan 2 puntos más en común: d) una definición integral del cuidado y el trabajo doméstico, y e) la necesidad de contar con redes sociales de vinculación y apoyo.

El trabajo doméstico y el cuidado como una tarea compleja

En principio, no todos los grupos y los participantes parten de una conciencia reflexiva de las tareas que implica el cuidado, pero van trasladando la idea práctica, a medida que se desarrollan los diálogos, de que cuidar es un trabajo complejo que implica forjar una organización que pueda ser flexible de cara a transformarse con rapidez y eficiencia y adaptarse a los cambios requeridos en el día a día. Se trata de organizar y velar «por todo», realizar labores diarias y programar otras más profundas, seguir jornadas de largos horarios en las que se van encadenando tareas de índole diversa sin parar y, mientras, se va pensando a la vez en la siguiente. Así lo reflejan los distintos grupos. En la tipología de cuidadores no asalariados, el grupo de amas de casa en exclusiva (grupo 1) subraya tareas en cuanto a la condición material de ese trabajo:«Siempre te buscas una tarea. Digo yo por las mañanas, desde que me levanto hasta que me siento a comer, así que no paro un momento; cuando no es una cosa es otra. Un día voy a la compra, un día hago la casa. Si tengo que hacer algunas gestiones, entonces ese día procuro no hacer mucho en casa y hacer las gestiones de fuera. (...) Cuando llego a casa, hago la comida. Cuando he comido, arreglo la cocina y se ha acabado. No porque se haya acabado la faena, es porque se ha acabado el día [risas colectivas]» (P2, G1 147-151, 155-157).

Los grupos de responsables del hogar que a su vez son trabajadores/as fuera del hogar (grupos 2 y 3) subrayan el factor administrativo en el cuidado en las nuevas formas de familia:

«Sigo trabajando en casa, en casa... lo que es la limpieza, organización de comidas, ropa, todo eso lo llevo yo. Después, otras cosas puede ser... pagos, el banco, otras gestiones del coche, de aparcamiento, de cosas así, de eso se ocupa él. Pero... yo pienso que... lo fundamental de la casa lo sigo llevando yo» (P4, G3 215-219).

Dentro del grupo de cuidadores asalariados, el grupo de empleados/as del hogar (grupo 4) también refleja esa complejidad organizativa y de diversidad de tareas:

«Lo que pasa es que aquí, por ejemplo,... los lunes tengo que ir a comprar tal cosa. Tienen todo programado. Nosotros, nosotros no [risas]. Todo programado, tal día. No sabemos en qué momento vivimos y hacemos lo que vamos haciendo. Por ejemplo, a mí me da igual poner mi cama así, poner... Pero ellos tienen: no que... de verano, que de... bajo la cama, esto en verano, esto en invierno, esto porque... [risa]» (P4, G5 978-983).

«Porque claro, angustiarte en un sitio, 24 horas, aunque no trabajes tienes que estar ahí, tienes que estar ahí» (P4, G5 388-389).

Por último, el grupo profesional de trabajadores/as familiares (grupo 5) –también dentro del grupo de asalariados–, que realizan su trabajo con personas identificadas legalmente como dependientes, realmente es el que refleja más claramente una conciencia manifiesta de la complejidad de su trabajo, en un espacio que muestra el cuidado en su intersección de bienestar social y sanitario:

«Organizar con ellos un poco la vida diaria» (P2,G6 341); «(...) tenemos que saber cómo manejar situaciones difíciles» (P1, G6 126); «(...) intentar dar seguridad» (P1, G6 127); «(...) apoyo emocional» (P1, G6 131); «(...) brindar confianza» (P1, G6 132); «(…) hago higiene y apoyo emocional, razono» (P1, G6 145); «(…) tengo que negociar. Convencerla para llevarla hasta el baño» (P1, G6 156-157); «(…) negociar la salida» (P1, 158); «(…) convencerla para que se meta en la ducha» (P1, G6 276); «(…) peleando para que se cambie la camisa» (P1, G6 312-313); «(…) respetar su espacio» (P1, G6 314).

Componente emocional

Todos los grupos, sin excepción, aunque desde sus diferentes perspectivas, señalan como algo destacable de su trabajo el carácter emocional y los aspectos inmateriales. Se hace referencia a que tanto realizar servicios familiares como ser un apoyo del núcleo familiar cercano o realizar comidas y tareas de limpieza, de organización y de orden requieren tener presente en su gestión y ejecución el componente emocional. O lo que es lo mismo, el de hacer que las personas de un hogar se encuentren a gusto y reconocidas. Las acciones se planifican siempre para contentar, complacer, educar o apoyar las necesidades de otros. Así se refleja el agrado y el vínculo emocional en el grupo de amas de casa en exclusiva (grupo 1):

«La pequeña porque es de mal comer, porque es más dura, pero la mayor: “iaia que, iaia qué bueno”. Todo lo hago bueno. La otra no es porque no le guste lo que le hago, sino que ella escoge lo que quiere que le haga. Bueno, ¿escoge? Yo sé el día que viene si eso no le gusta. No le gusta el arroz, le tengo que hacer macarrones, porque el arroz no se lo come. Los macarrones, ¡perfecto!, u otra cosa» (P4, G1 351-356).

O en los 2 grupos de responsables del hogar con empleo fuera del hogar (grupos 2 y 3), para quienes el valor de lo afectivo, es decir, del amor, la comprensión, la escucha, la disposición y el consejo es primordial, tanto para realizar el trabajo como para resistirlo:

«Bien, es que la alimentación y la limpieza es lo que más pesa, pero, para mí, lo que más valoro o puede ser lo que más se nos ha valorado es, en el momento necesario…, en el momento necesario, o un buen consejo o una ayuda. Siempre nos han tenido, a los 2» (P4, G2 533-536).

«Y otra cosa que, bien, supongo que se da por hecho, ¿no?, igual queda como un poco cursi, pero a mí me parece fundamental que haya amor. No, en general. Ya sé que... se da como por hecho, pero, claro, las tareas de cuidado no son... es que... a mí me parecen inseparables de esto, la verdad» (P2, G3 477-481).

Ese vínculo afectivo se percibe de otra forma cuando la posición grupal de los cuidadores es asalariada, pero se sigue subrayando. Por ejemplo, el trabajo emocional y psicológico es un aspecto complejo y difícil para los/as trabajadores/as familiares (grupo 5), pero fundamental para orientar todo logro que puedan conseguir y que se refleja en la consecución de cualquier cota de autonomía:

«Trabajo de apoyo emocional» (P2, G6 336); «(…) la parte emocional hay que trabajarla mucho con estas personas porque son muy vulnerables» (P2,G6 425-426); «(…) intentar… estabilizar la parte emocional» (P2, G6 429); «(…) velar por que él esté bien» (P5, G6 543); «(…) establecer un vínculo, una empatía (P3,G6 600-601); «(…) vamos a llevarles un poco de calidad de vida» (P4, G6 710); «(…) establecemos una relación de ayuda» (P3, G6 606-608); «(…) intentamos escuchar, que ella hable. El 99% de las veces siempre son reproches hacia los padres» (P5, G6 1011-1012).

El grupo de empleados/as del hogar (grupo 4) muestra también la importancia de lo emocional, pero subrayándolo como una necesidad percibida que falta por cubrir en la relación de cuidados que les involucra, desde la cualidad del reconocimiento y de una relación laboral de confianza que no refleje esa sensación de ser meramente utilizados por sus empleadores. Es decir, en este grupo se enfatiza una percepción del cuidado basada en la necesidad y en la poca consideración a nivel emocional que experimentan dentro de una relación laboral en la que sienten la carencia de sus necesidades materiales (de tiempo y fisiología) y de trato (equitativo y de amabilidad y respeto). En este grupo, a su vez, destaca la imposibilidad de ofrecer cuidado emocional debido a la distancia impuesta entre empleadores y empleados:

«Me quiero sentir valorada, no… ir solamente a lo que tengo que hacer» (P4, G5 1310).

«Porque yo veo que… te pagan por lo que hay que hacer, pero en el momento que ellos no te necesitan más te dicen: bien, hasta aquí y ya se ha acabado» (P4, G5 329-331).

«Ella está en su sitio y de ahí no pasa» (P3, 498); «(…) no hay conversación» (P3, G5 526); «(…) cada uno está en su lugar» (P3, G5 537).

Necesidad de cuidarse a sí mismo

Todos los grupos muestran también de formas distintas las necesidades sentidas de su rol: la necesidad de cuidarse a sí mismo, imprescindible para todo cuidador. Se trata de poner límites, de no «perderse» en el darse a los demás, de tener un tiempo de cuidado personal en los casos no asalariados, y de no «entregarse» a las exigencias de las familias empleadoras en el caso remunerado, e incluso de llegar a desvincularse o solicitar apoyo externo en el de los trabajadores/as familiares. Así expresan la necesidad de poner límites a su tarea las amas de casa en exclusiva (grupo 1), saliendo del hogar, simplemente para no seguir trabajando:

P4: «Lo necesito, porque si estoy sentada en casa, si estoy sentada en casa –me gusta mucho la casa, me gusta mucho la cocina y me gusta la casa, ¿eh?–, pero yo si estoy sentada en casa, cuando estoy sentada habiendo comido –como dice esta señora– yo necesito mi descanso. Eso seguro, ¿eh?, eso seguro. Sea el tiempo que sea. Aunque sea poco, aunque sea muy poco, porque voy a buscar a las nietas al colegio. Y es poco, pero lo necesito. Pero pasa que el día que no tengo nada que hacer y estoy en casa sentada en el sofá, estoy así: estoy pensando “aquello está por hacer, esto otro está por hacer”. Ocurre eso. Ocurre eso. Entonces, vale más salir que estar siempre haciendo alguna cosa, porque así, estaríamos haciendo siempre alguna cosa». P3: «no se acaba nunca» (P4 y P3, G1 177-188).

Siendo la carga doméstica pesada, las amas de casa en exclusiva (grupo 1) expresan la necesidad sentida de salir y diversificar los espacios de vida como un tiempo de cuidado propio:

«Cuando mis hijos eran pequeños, mi tiempo libre era totalmente para ellos. Es lo mejor… cuando ya crecieron, algún momento, porque ya cogí tiempo para lo que a mí me gustaba» (P2, G2 634-636).

Los responsables del hogar y los trabajadores/as fuera del hogar (grupos 2 y 3) también sienten como necesario dedicarse al cuidado personal y pensar en sí mismos, reivindicando un cuidado propio y un tiempo personal:

«Yo con los años me estoy dando cuenta en qué punto yo podría haber explotado, en qué otro yo podría haber explotado y haber salido volando y no lo hice y aguanté la familia» (P6, G2 545-547).

«Yo como vivencia, tenía mis hijos y mi marido, teníamos coche, ya que cogíamos los domingos y nos los llevábamos a la playa o a la montaña. Y era el día más feliz porque allí, mira, comíamos lo que les hacía yo: tortilla y carne rebozada y yo estaba ese día feliz porque podía hablar con mi marido y unas amistades que tenemos… (otro matrimonio que venía con nosotros)» (P6, G2 656-660).

En este grupo queda clara la dificultad percibida de ser cuidadas sin pedirlo, o del reparto de tareas entre hombres y mujeres estando ambos en las mismas condiciones de trabajo laboral fuera del hogar:

«(Yo) llegaba a las doce o a la una de la mañana, que acababa de trabajar, (él decía) “¿te ayudo en algo?” Y la cocina… no había nada limpio, nada en su sitio, nada. Pues tú mismo. (…) cuando (él) no trabajaba por la mañana, ni al mediodía, ni por la tarde, solamente por la noche. Y dices: mmm… Yo solamente he ensuciado 2 tazas de café» (P6, G3 1474-1476, 1479-1480).

Los límites en los grupos de trabajo asalariado se vinculan más a las condiciones laborales. En el caso del grupo de empleados/as del hogar (grupo 4), se trata de cuidarse a sí mismo pensando en su bienestar frente a la vulnerabilidad en la que son colocados por sus condiciones de irregularidad legal en este caso concreto, de necesidad percibida por los otros y de precariedad económica:

«Lo que pasa es que cuando tú quieres que te hagan el contrato siempre te dan problemas porque dicen… que hay que pagar mucho a la seguridad social» (P5, G5 1065-1067). «(…) no quiere comprometerse» (P4, G5 1076); «Y a algunos sí que le dices de papeles y no quiere saber nada» (P4, G5 1078). «No, no es que…¡cuánto dinero!, sino que piensan que tú al tener papeles los dejarás» (P4, G5 1083-1084). «No se tiene estabilidad» (P1, G5 1577). «(…) no tengo papeles. Y eso te cierra muchas puertas todavía» (P3, G5 896-897). «Y a la que no tenía papeles a veces le decía: S., mira, te tienes que quedar 2 horitas, no podía decir que no. Me decía, no puedo decir que no porque tengo un hijo y necesito trabajar. Es como que juegan también un poco con la necesidad de la persona» (P5, 1619-1622).

También se trata de rechazar la infravaloración por cultura y género que reciben, el racismo y el prejuicio como cuidadoras a que son sometidas por sus condiciones de clase, género y extranjería:

«Te tratan de menos. Le trata de menos, le trata como si no supiera nada y especialmente a la gente de fuera» (P4, G5 340-342). «(…) establecen jerarquías» (P6, G5 345). «Y después…, puede ser son las formas, cómo te dicen las cosas, ¿no?... Por ejemplo, al principio yo recuerdo una situación que decía: “es que las sudamericanas no limpian”. O sea, ¿yo no limpio?» (P6, G5 905-908). «(…) vosotras no sabéis hacer… eeeh… la limpieza como nosotros, ¿no?» (P1, G5 937-938).

El grupo de trabajadores/as familiares (grupo 5) es, a diferencia de los demás, el que explícitamente, como parte de su rol profesional, habla de poner en marcha estrategias de cuidado personal, como tomar distancia o cambiar de hogar tras un tiempo, y reivindica como necesidad sentida un trabajo de equipo y un apoyo a los y las profesionales del gremio que llevan a cabo el cuidado de dependientes. Porque el vínculo afectivo que se establece con las personas con que se trabaja y los logros lentos y mínimos de sus condiciones de trabajo suponen un desgaste del que hay que protegerse:

«Cuidarse del vínculo emocional excesivo» (P3, G6 558-559) «(…) las personas que vamos durando en este trabajo es porque sabemos ponernos límites. Estos límites es eso, así que nos ponemos unos límites mentales, pedimos cambio de servicio cuando hay alguna… dependencia emocional, ¿por qué?, porque solamente puedes durar en este trabajo, a diferencia de otros trabajos en que hay una deformación profesional, en este trabajo solamente se dura si no te deformas profesionalmente» (P3, G6 1393-1399) «(…) ni ellos son mi familia ni yo soy su familia» (P5, G6 1421-1422); «(…) este margen, esta distancia la tenemos que marcar porque, si no sí que…» (P5, G6 1453-1454).

«Y cuando tienes un problema, entonces no sé, a nivel de equipo de trabajo, decir: “me pasa esto, aquello”» (P4, G6 762-763).

Tras analizar cada uno de los grupos, se observa concretamente que el grupo de amas de casa en exclusiva (grupo 1) y el de trabajadores/as familiares (grupo 5), además de compartir las cuestiones ya comentadas con los demás grupos, se diferencian del resto en que manifiestan explícitamente 2 cuestiones añadidas y que consideran fundamentales a la hora de realizar el trabajo doméstico y el cuidado: la definición integral del cuidado y la necesidad de contar con redes sociales.

Definición integral del cuidado

Ambos grupos tienen en cuenta una definición integral sobre qué es el cuidado y un acusado sentido del deber y el trabajo bien hecho. El grupo de amas de casa en exclusiva (grupo 1), por ejemplo, lo toma como una actividad constante en el transcurso de la vida de la cual se encargan, y no externaliza todo lo relacionado directamente con el vínculo, aunque externalice otras tareas:

P6: «Yo sí, yo como la hija estaba mala, me venía alguien a casa. Sobre todo, para hacer lo de arriba». P3: «Sí, yo antes también tenía una». P6: «Pero la nena, vinimos aquí que tenía 4 años. Tenía 4 años la nena, y yo he tenido cada semana que me ayudaba, pues, a las cosas grandes, cristales –porque mi espalda también es un cromo–, pero bien, cristales y eso. Ahora, el resto, pues ya mi marido, claro».

El grupo de trabajadores/as familiares (grupo 5) entiende el cuidado de forma integral, porque aun con tareas cotidianas y anodinas, también trabajan el detalle, la motivación y la relación de cara a la autonomía personal.

«Trabajamos de forma integral. Eso significa que trabajamos no solamente la tarea física como puede ser la higiene, sino que aprovechamos la higiene y aprovechamos, por ejemplo, hacer la compra, etc., para trabajar la parte psicológica» (P3, G6 595-598); «(…) establecer un vínculo, una empatía» (P3, G6 600-601); «(…) «establecemos una relación de ayuda» (P3, 606-608); «Yo trato de luchar mucho a nivel psicológico, mucha paciencia, hablarles muy claro, cara a cara, poco a poco, decir que vamos para ayudarles» (P4, G6 827-829).

Necesidad de contar con redes sociales

Finalmente, un grupo desde la experiencia práctica y otro desde la consciencia teórica, ambos reflejan las tareas de cuidado, en líneas generales, como de apoyo psicológico, de educación, de gestión y planificación material y de relación con la sociedad.

Por un lado, el grupo de amas de casa en exclusiva (grupo 1), que, frente a los cambios que se están produciendo en la moral, las normas y la forma de cuidar, se realiza la pregunta de cómo se cubrirá el cuidado en el futuro, puesto que hoy en día no se está cubriendo (ellas ayudan a que se haga en parte) y no ven a las generaciones actuales haciendo lo que continúan realizando ellas desde el deber y el esfuerzo.

«Y además [no se entiende] porque ahora –yo hablo por mí– …mis hijos han trabajado y, escúchame, me he quedado en casa y me hago cargo de los nietos, pero, cuando ellos tengan nietos, no se podrán hacer cargo de sus nietos (…). La cosa irá a peor, no a mejor» (P7, G1 1131-1133, 1139).

En este sentido, manifiestan de formas diferentes y como necesidad sentida la forja de redes de solidaridad y lazos comunitarios para llevar a cabo el trabajo del cuidado en los hogares:

P2: «Donde yo vivo, aquí al lado, hemos estado como familia». P4: «Sí». P2: «De la fuente para arriba, toda la calle como familia». P4: «Sí, como familia». P2: «Y entonces, cuando eso, pues mira: “ya te los llevo yo al colegio” o “vas tú”. O las vecinas me decían: “¿necesitas alguna cosa M., necesitas algo?”. Eso sí, yo puedo hablar muy bien de las amistades del barrio». P4: «Había más comunicación entre los vecinos del barrio, más afecto los unos por los otros» (P2 y P4, G1 507-515).

Los trabajadores/as familiares (grupo 5), por su parte, más allá de la labor individualizada con la persona necesitada en cuanto a apoyo físico, afectivo o educativo, recuerdan la importancia de las redes sociales, de la evitación del aislamiento de las personas y sus familias y de la necesidad de desarrollar puentes con la red de proximidad como práctica del cuidar:

«En muchas de las familias… puede ser somos el único nexo que tienen con la sociedad de fuera» (P2, G6 1465-1466); «(…) hacer entender a la familia sobre la enfermedad de la persona usuaria» (P4, G6 906); «(…) con la familia hacemos la figura del tres. Del extranjero. El número 3 siempre causa algo» (P3, G6 910-911); «(…) entender un poco también el desgaste de la familia. Es un poco eso. Somos los 3 que estamos allí en medio» (P3, G6 920-922); «(…) ir poniendo puentes» (P7, G6 1582).

Discusión

El objetivo de este trabajo era explorar las necesidades percibidas en el trabajo doméstico y de cuidados para su adecuada ejecución, desde la experiencia subjetiva de los cuidadores, atendiendo, desde posiciones y roles estructurales diversos, los aspectos subjetivos y menos visibles de este, pero, sin embargo, imprescindibles a la hora de realizarlo. Para ello, se ha examinado la información aportada por sus protagonistas desde sus propias experiencias, indagando así en un abanico de diferentes colectivos sociales responsables de llevar a cabo este tipo de actividades en el hogar. Concretamente, se ha contado con la información aportada por grupos no asalariados o de servicios no externalizados (como amas de casa y responsables del hogar que trabajan fuera de este) y grupos asalariados o servicios externalizados (como empleados/as del hogar y trabajadores/as familiares).

Tras la puesta en común de la información recogida a través de esos diferentes grupos de discusión, se han encontrado 3 puntos convergentes en todos ellos: la consideración del trabajo doméstico y de cuidados como una actividad compleja y multinivel, la importancia del componente emocional que comporta y la necesidad de cuidados del propio cuidador. Además, se encuentran 2 puntos en común especialmente relevantes entre el grupo de amas de casa y el de trabajadores/as familiares: una definición del trabajo doméstico y de cuidado con carácter integral y la necesidad de contar con redes sociales de apoyo.

En relación con la primera convergencia, la complejidad del trabajo doméstico y el cuidado, podemos decir que se entiende la complejidad multitarea y temporal del trabajo desde aspectos diferentes. En el grupo de amas de casa en exclusiva, por ejemplo, conformado por mujeres mayores y de la misma generación, se expresa la cantidad y diversidad de las tareas que se han de realizar, destacando la organización para poder llevar a cabo todas ellas. De la misma manera, el resto de los grupos destaca la importancia de la organización y la complejidad de las tareas a llevar a cabo, revelando que no se trata de una simple consecución de tareas simples, unas detrás de otras. Las personas entrevistadas confirman desde la experiencia lo que ya apuntaba Torns (2008) respecto a que realizar las tareas domésticas conlleva aspectos implícitos consustanciales más allá de la ejecución de un listado de tareas instrumentales, refiriéndose primordialmente a cuestiones de organización, de capacidad de adaptación inmediata a necesidades cada día y de permanecer pendiente de las necesidades de los demás y antecederlas. Esta observación cobra especial relevancia a la hora de contabilizar la cantidad de tiempo y trabajo invertido que supone llevar a cabo las tareas domésticas y de cuidado. Como señalan algunas autoras, los estudios realizados con medidas del tiempo no llegan a contabilizar estos aspectos más subjetivos y, por lo tanto, dificultan el reconocimiento de estos a la hora de solicitar ayudas o de evidenciar un aspecto tan crucial como el mantenimiento de las desigualdades de género (Doucet, 2015; Torns, 2008).

En cuanto al componente emocional, todos los grupos coinciden en destacar su importancia, ya sea porque está presente o porque se echa en falta, como en el caso de los empleados/as del hogar. Aunque existen matices entre grupos en cuanto al tipo de vinculación emocional que ha de establecerse, el componente emocional se considera imprescindible a la hora de realizar de manera satisfactoria el trabajo doméstico y el cuidado, independientemente de si la vinculación es familiar o profesional. En este sentido, Legarreta (2008) y Molinier (2011) afirman que el cuidado no puede limitarse a cuestiones materiales, sino que es necesario tener en cuenta, además, aspectos emocionales y relacionales.

Otro punto convergente, y que se olvida con facilidad, es el cuidado de los propios cuidadores. Todos los grupos apuntan de diversas maneras la necesidad de cuidarse ellos mismos para poder llevar a cabo sus tareas de manera satisfactoria y con estabilidad. Por un lado, los cuidadores no asalariados reclaman el cuidado de ellos mismos desde la protección del tiempo propio y de actividades propias, y llegan a destacar la necesidad de salir del hogar como modo de interrupción del trabajo debido a la connotación interminable de este y a la sensación de disponibilidad de 24h al día. Por otro lado, los empleados del hogar vinculan el cuidarse a sí mismos con las condiciones laborales que soportan y con su discriminación por ser extranjeros. Recordemos que el grupo compuesto por empleados del hogar contaba íntegramente con personas inmigrantes, ya que, al conformar la muestra para la investigación, este colectivo fue el que destacó en las asociaciones de colocación y el que acudió de forma voluntaria. De esta manera, a la hora de analizar este grupo, se añaden otros factores asociados a la inmigración, como la precariedad o la discriminación. Este hecho supone un reflejo de la cobertura de este trabajo en la sociedad española, tal y como apuntan Vega (2009), Pérez Orozco (2006) y Torns (2008). Esta última autora afirma que uno de los problemas que aparecen como consecuencia de la externalización del trabajo doméstico y del cuidado es considerar el trabajo doméstico remunerado como trabajo precario, mal retribuido y realizado en el ámbito de la economía sumergida, lo que afecta en mayor medida a mujeres inmigrantes y resulta en un trabajo que nadie quiere hacer (Torns, 2008). Por tanto, tal y como algunos autores resaltan, el cuidado de personas, lejos de convertirse en una tarea igualitaria, se está convirtiendo en una causa de triple discriminación: mujer, trabajadora e inmigrante (Bettio, Simonazzi y Villa, 2004; Parella, 2003; Torns, 2008; Vega, 2009). El cuidado de los propios cuidadores tiene una especial relevancia a la hora de proyectar planes en políticas del cuidado. Si la intención es ofrecer o favorecer el cuidado de manera integral y satisfactoria, se hace imprescindible incluir el cuidado del propio cuidador a la hora de realizar estas tareas, dejando de ser un trabajo exclusivamente unidireccional cuidador-persona cuidada.

A diferencia de lo esperado, se encontraron 2 puntos más convergentes entre 2 colectivos a priori muy diferentes, como son el grupo de amas de casa en exclusiva y el de trabajadores/as familiares. Ambos grupos denotan el carácter integral de las tareas de cuidados y trabajo doméstico, haciendo alusión a que se trata de una tarea global y en la que es difícil separar la parte instrumental de la parte emocional (Vega, 2009). Quizá la cualidad específica de un desarrollado sentido del compromiso en las tareas producidas para los demás hace que la cercanía de significados entre estos grupos sea mayor que la que muestran entre sí los grupos retribuidos: los empleados/as del hogar y los trabajadores/as familiares. Estos últimos también subrayan más la educación y el logro de autonomía por parte de las personas cuidadas que el colectivo de amas de casa (que no establece claramente diferencias técnicas o manifiestas, a diferencia de otros grupos, entre el cuidado de personas con autonomía o con falta de autonomía, ni diferencia la dependencia o no de los miembros integrantes de una casa ni centra en ello el cuidado).

Otro punto convergente entre estos 2 grupos fue la expresión de la necesidad de contar con redes sociales para realizar las tareas de cuidado y trabajo doméstico. Por un lado, el grupo de amas de casa expresa su preocupación de que en la actualidad no existan o escaseen las redes sociales en el vecindario, algo que para ellas ha sido importante en las tareas domésticas y de cuidado de sus hogares y de los otros, manifestando así que es una necesidad que no está siendo cubierta y que implica valores de reciprocidad fundamentales. Este hecho en sí hace alusión al cambio cultural y al concepto de crisis del cuidado, el cual evidencia que las transformaciones que se están produciendo en este campo no están garantizando la cobertura de todas las necesidades del cuidado y de las tareas domésticas (Pérez Orozco, 2005; Precarias a la deriva, 2004). El grupo de trabajadores/as familiares, por su parte, reclama la importancia de la red social con la que cuentan las personas cuidadas, a pesar de que ellos intentan llevar a cabo un cuidado integral con todos sus componentes. Por tanto, reconocen que prestando sus servicios no pueden cubrir todas las facetas de lo que se debe considerar el cuidado integral de las personas. Este grupo también trabaja en el establecimiento o la ampliación de las redes de las personas a quienes cuidan, a modo de practicar el cuidado en lo relacional evitando el aislamiento. Pero tanto las amas de casa como los trabajadores familiares hacen alusión a que la externalización del trabajo doméstico y de cuidados no es la solución definitiva para sustituir el trabajo y la presencia en estas tareas de sus enclaves relacionales. Se da, por tanto, especial relevancia al apoyo social entre cuidadores, tal y como se ha concluido en otras áreas (por ejemplo, Ruiz-Robledillo y Moya-Albiol, 2015), y al fomento de las redes sociales de las personas cuidadas.

Cuando se hace referencia a la crisis del cuidado se alude a que, debido a transformaciones sociales, demográficas y económicas, no se están garantizando todos los aspectos del cuidado (Pérez Orozco, 2005; Precarias a la deriva, 2004; Ezquerra, 2011), y según nuestros resultados, algunos colectivos son muy conscientes de ello. La crisis del cuidado señala la prioridad de plantear colectivamente la organización del cuidado en nuestras sociedades del bienestar. Por un lado, se observa que, a pesar de los cambios producidos, la responsabilidad y la carga de este trabajo sigue recayendo en las mujeres (Alger y Crowley, 2012; Carrasco y Domínguez, 2011). La muestra obtenida para este estudio refleja esta situación, ya que las personas voluntarias que han acudido a participar en él son mayoritariamente mujeres y se han producido discursos diferenciales de género en los grupos. Por otro lado, si la externalización del cuidado, tal y como se está produciendo, no es la solución (no solo en cuanto a sus condiciones o al cierre en falso de los conflictos de género que implica, sino incluso al número de hogares que pueden acceder a ella), surge la necesidad de buscar soluciones alternativas o complementarias a la realización del trabajo doméstico y de cuidado que garanticen tanto la igualdad de género y etnia en el reparto y desarrollo de esta labor, por un lado, como el cuidado integral que implica, con todas sus connotaciones, el bienestar de los integrantes de un hogar, por otro.

A partir de estos resultados, sería recomendable que en futuros trabajos se explorara qué tipo de alternativas acordes con los cambios sociales pueden implantarse para garantizar el cuidado de las personas de manera integral. Por un lado, Carrasco y Domínguez (2011) señalan la necesidad de implementar políticas de educación dirigidas a modificar los estereotipos de género, y así garantizar un reparto más equitativo entre hombres y mujeres. Por otro lado, a la luz de los resultados obtenidos en este estudio, otra medida a tomar iría encaminada al desarrollo de enfoques comunitarios y el fomento de redes locales, es decir, hacia la generación y el fortalecimiento de redes de apoyo informales que, por un lado, palien el déficit social de opciones formales de cuidado, y por otro, contribuyan a conformar un tejido social de cuidado mutuo que comprenda su valor y visibilice esta necesidad en su dimensión social, no individual.

Una vez exploradas las necesidades para llevar a cabo el trabajo doméstico y de cuidados, recogidas a partir de las experiencias de diferentes grupos responsables de llevarlo a cabo, las iniciativas que podrían ser necesarias, al menos para trabajar en la dirección de estrechar el conflicto que representa la crisis del cuidado, tendrían que ver con: la socialización en valores de cuidado y la promoción de la igualdad de género en las tareas no externalizadas y externalizadas, la protección y la garantía de los derechos laborales y el reconocimiento social del trabajo realizado en el caso de los servicios externalizados, el freno de la discriminación por razón de raza y género en el caso de los empleados del hogar, y el fomento del tejido social y de las redes informales comunitarias para procurar algunos de estos aspectos. En definitiva, con base en los resultados obtenidos, las iniciativas a emprender podrían concretarse en 3 frentes: 1) el reparto igualitario de tareas (tanto las visibles como las menos visibles) entre los miembros adultos de cada hogar –ya que parece que hay ciertos aspectos del cuidado que son difícilmente delegables en servicios externos–; 2) la garantía de los derechos laborales y personales y el reconocimiento de las tareas realizadas por servicios externos, y 3) el fomento de las redes sociales comunitarias como recurso del cuidado compartido y como forma de visibilizarlo socialmente.

En relación con las limitaciones que podemos encontrar en este estudio, en primer lugar, tenemos que destacar que hubiera sido recomendable conseguir una muestra que incluyese más formas de hogar y nuevas formas de familia, y quizás pertenecientes a más regiones y no solo a Cataluña. A pesar de que el objetivo de este estudio no recae en generalizar los resultados a toda la población, sino en profundizar en las necesidades y significados vinculados a roles específicos, un mayor número de participantes con nuevos roles familiares y procedentes de diversas regiones hubiera permitido ampliar la panorámica e incluir más específicamente las tendencias más novedosas del trabajo doméstico y de cuidados. Por ello, sería interesante ampliar este estudio en roles y zonas y relacionar los resultados obtenidos. Además, sería recomendable analizar otras voces en futuros estudios (como personas que no se consideran responsables de las tareas domésticas o expertos provenientes de empresas que se dedican a la gestión y provisión de este tipo de servicios) para profundizar en los conceptos señalados desde otras perspectivas. Por otra parte, también podría ser interesante emplear datos de los estudios de las encuestas del tiempo o de métodos observacionales en el análisis denso, ampliando y complementando los resultados obtenidos. Por último, hubiera sido recomendable encontrar un mayor número de participantes hombres que estuvieran representados en todos los colectivos que se han examinado. Sin embargo, debido a la desigualdad de género en este ámbito y al propio sesgo de género que lo atraviesa, ha sido una importante dificultad poder contar con más participantes de este sexo en el estudio.

En definitiva, parece que todavía queda mucho por hacer en el área del trabajo doméstico y del cuidado. No debemos olvidar que este tipo de tareas son clave para garantizar el bienestar social (Torns, 2008; Vega, 2009), y son el núcleo de la socialización de las personas de un estado. Prestar atención a las necesidades percibidas y sentidas de quienes realizan y/o gestionan dichas tareas nos ha permitido profundizar en algunas líneas de actuación. A partir de este tipo de estudios es posible analizar cambios y conflictos y promover reflexiones de cara a elaborar qué iniciativas han de desarrollarse y cuál debe ser su contenido, siempre desde la voz de las personas que llevan a cabo el trabajo diariamente y en sus distintas parcelas.

Conflicto de intereses

Las autoras declaran que no tienen ningún conflicto de intereses.

Agradecimientos

Este estudio ha sido realizado en el contexto del desarrollo de los proyectos «Pràctiques domèstiques i de la cura: continuïtats i canvis des d’una aproximació psicosocial» financiado por el ICD (U-20/10), y «Transformaciones y continuidades de las prácticas domésticas y del cuidado», realizado con el apoyo del Departament de Psicologia Social de la UAB. La Dra. Ana Isabel Garay Uriarte estuvo en todas las fases de ambos, los animó, codirigió y desarrolló. Con un profundo dolor por su falta, dejamos constancia de que este trabajo no habría existido sin ella, y subrayamos nuestro profundo agradecimiento a su labor, siempre viva y vital.

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Copyright © 2015. Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
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