Sr. Director:
He leído con mucho agrado el artículo «Osteomalacia y raquitismo» del Dr. J.A. Riancho, publicado en su revista (REEMO 2004;13(4):77-9). Su lectura me ha llevado a revisar algunos conceptos, que ya son historia, sobre la vitamina D y sus efectos en el organismo1,2.
La figura del niño raquítico era conocida desde la antigüedad. Ahora sabemos que la causa más frecuente de raquitismo es la falta de vitamina D. En 1807 Bardsley dejó escrito que para su tratamiento era muy efectivo el aceite de hígado de bacalao. Muchos años más tarde apareció en la revista Practitioner (1890;45:270) un artículo en el cual Palm T.A sugería que la luz solar poseía una acción antirraquítica. Esto es cierto: si el niño enfermo recibe suficiente luz solar, el 7-dihidrocolesterol de su piel se activa por acción de los rayos ultravioleta, formándose como consecuencia vitamina D. No sólo la piel tiene esta capacidad de oponerse al raquitismo y a la osteomalacia del adulto, sino que a partir de un elegante trabajo de investigación realizado por Steenbock H (Science 1924;60:224) quedó plenamente establecido que la actividad antirraquítica puede estar presente en los alimentos y otros productos biológicos, si se les irradia con luz ultravioleta.