Desde que en 19941 se describió por primera vez la leptina, el producto de síntesis del gen ob, han sido muchos los trabajos publicados aportando un mejor conocimiento de los mecanismos que regulan el balance energético. Esta proteína se expresa principalmente en tejido adiposo blanco, pero también lo hace en tejido adiposo marrón, placenta, estómago y posiblemente en tejido mamario, circulando en sangre probablemente unida a una familia de binding proteins. Los niveles de leptina se correlacionan directamente con la cantidad de grasa y con el peso corporal. Es una hormona lipostática que informa al cerebro del estado de los almacenes de energía en el tejido adiposo y provoca cambios en el apetito y en el gasto energético. Es, por tanto, un importante eslabón de comunicación entre el tejido adiposo y el cerebro, desempeñando un papel fundamental en el control de los depósitos de grasa corporal. Por otra parte, también se conoce que leptina participa en los mecanismos implicados en el inicio del desarrollo puberal, informando al cerebro de la cantidad crítica de grasa almacenada necesaria para la iniciación de la pubertad, mantenimiento de los ciclos menstruales y capacidad reproductora2.
Es bien conocido que los obesos están habitualmente protegidos frente a la osteoporosis, presentando un incremento de la densidad mineral ósea3. Clásicamente se ha atribuido este efecto protector a varios factores, efecto mecánico del exceso de peso sobre el tejido óseo, aumento de aromatización de andrógenos a estrógenos por el tejido adiposo, disminución de la proteína transportadora de hormonas sexuales (SHBG) y efecto directo de los altos niveles de insulina circulante sobre la formación ósea4. La relación entre obesidad y leptina ha abierto la posibilidad de que esta hormona pudiera tener influencia sobre el metabolismo óseo. Hasta la actualidad la información que conocemos sobre los posibles efectos de leptina en el hueso es escasa y discordante.
En ratones ob/ob, genéticamente deficitarios de leptina, el tratamiento con leptina produce un incremento de la formación ósea5. En estudios realizados in vitro se ha observado que la incubación con leptina de células estromales de médula ósea favorece la diferenciación de éstas a osteoblastos, inhibiéndose la diferenciación a adipocitos, sugiriendo un papel fisiológico de la leptina sobre el hueso6.
Sin embargo, el papel de leptina sobre el hueso observado en estudios in vitro o en animales de experimentación no parece confirmarse en estudios clínicos. Goulding4 observa que en mujeres postmenopáusicas existe una correlación positiva entre la densidad mineral ósea y los niveles de leptina, pero no encontró correlación entre leptina y los marcadores tanto de formación como de resorción ósea. Rauch7 no observa relación entre leptina y ninguno de los índices de densidad ósea ni marcadores de metabolismo óseo en mujeres pre y postmenopáusicas. Klein8 tampoco encuentra relación entre leptina y densidad mineral ósea en niños prepuberales o en los primeros estadios puberales. En un trabajo de Odabasi9 los niveles circulantes de leptina en un grupo de mujeres postmenopáusicas con osteoporosis no fueron significativamente diferentes de los encontrados en el grupo utilizado como control. Aunque este autor encontró correlación entre las concentraciones de leptina y la densidad mineral ósea, ésta fue débil, no existiendo en el grupo control.
Recientemente han surgido datos que sugieren que la leptina puede desempeñar un papel diferente al hasta ahora postulado en el control de la masa ósea. Ducy10 observa que ratones deficientes de leptina o de su receptor, a pesar de asociar hipogonadismo e hipercortisolismo, presentan un incremento en la formación ósea. La administración intracerebroventricular de leptina, en estos ratones, produce una inhibición de la formación ósea, revirtiendo completamente el aumento de masa ósea. Estos datos sugieren que leptina, probablemente a través de sistemas hipotalámicos, participa en el control de la masa ósea. Podría parecer una contradicción el posible efecto inhibidor de la formación ósea de leptina, ya que como hemos comentado con anterioridad los obesos presentan niveles elevados y están protegidos frente a la osteoporosis. Pero no es así, dado que los obesos son resistentes a los efectos biológicos de la leptina, habiéndose postulado un fallo parcial en el transporte de leptina al sistema nervioso central en la obesidad.
Por lo tanto, el verdadero papel de la leptina y su importancia sobre el hueso está aún por aclarar, abriéndose la posibilidad de que su manipulación farmacológica pueda tener implicaciones terapéuticas en un futuro.