Kuipers E, Leff J, Lam D. Family work for schizophrenia. A practical guide. (2nd ed). London: Gaskell, 2002; 152 pÁgs.
La diseminación de programas psicosociales que han demostrado su eficacia supone actualmente un problema prioritario, sobre el que cada vez se discute más, constituyendo un reto para los profesionales y las organizaciones asistenciales. Las intervenciones familiares se consideran actualmente imprescindibles dentro de una atención organizada y compleja a un problema también complejo como es la esquizofrenia. Sin embargo, y aunque disponemos de modelos de intervención de probada eficacia, no se han incorporado a la práctica cotidiana de los servicios de salud mental. La mayoría de los modelos existentes han surgido del ámbito de la investigación, en equipos muy especializados en la atención familiar. El reto actual es emplear las enseñanzas de los programas disponibles, para elaborar e implantar intervenciones que tengan continuidad en el tiempo y estén integradas y adaptadas a los servicios asistenciales existentes.
Las intervenciones familiares han demostrado su eficacia principalmente en la disminución de recaídas psicóticas y también en mejorar el clima familiar y el funcionamiento social. Actualmente la intervención familiar se recomienda en guías de tratamiento de la esquizofrenia y protocolos de consenso de expertos. Lehman y Steinwachs (1998) en el estudio PORT (Schizophrenia Patient Outcomes Research Team)1 recomiendan la intervención familiar durante un periodo de al menos 9 meses, incluyendo una combinación de educación sobre la enfermedad, apoyo, entrenamiento en resolución de problemas e intervención en crisis.
Entre las dificultades para su diseminación se ha señalado la falta de formación en este tipo de intervenciones. Son escasas las publicaciones que abordan la intervención familiar en la esquizofrenia desde una perspectiva práctica. Por eso es importante un libro como el que nos ofrecen los profesionales del Instituto de Psiquiatría del King´s College de Londres.
El libro presenta una guía detallada de su intervención. Es la segunda edición enriquecida con 10 años de trabajo y la puesta en práctica por muchos clínicos, constituyendo un ejemplo de diseminación bastante exitosa del trabajo con familias. Su modelo parte de un enfoque cognitivoconductual. El programa tiene tres componentes: un programa educativo, sesiones familiares en el domicilio y un grupo de familiares. Los autores, entre los que se encuentra alguien tan autorizado en la materia como Leff, comienzan recordándonos que el concepto de emoción expresada (EE) es esencialmente un concepto clínico, y contribuye poco a nuestro conocimiento de la etiología de la esquizofrenia, pero es un robusto predictor de recaídas cuando el sujeto vive con su familia. La EE es una medida de interacciones que se da también en los cuidadores profesionales, no es una característica de todas las relaciones de la persona y, por tanto, las posibilidades de cambiar las actitudes son mayores. Consideran a la familia como un aliado para tratar al paciente esquizofrénico, advirtiendo que lo que hacen no es terapia familiar, ya que no tiene como objetivo corregir una supuesta disfunción familiar. El libro describe de forma pormenorizada la intervención y sus dificultades. Incluye casos prácticos que ejemplifican la exposición. Hay que destacar los capítulos dedicados al abordaje de aspectos emocionales: rabia, culpa, el proceso de duelo por el que pasan los familiares. En otros capítulos revisan el papel del coterapeuta, cómo enganchar al programa a las familias, el estigma, la finalización de la intervención. También trata el tema del paciente casado o con hijos, y una situación que cada vez es más habitual: el hermano que tiene que hacer de cuidador principal. En una sociedad multicultural como es la de muchas ciudades británicas, y cada vez más también las nuestras, no podía faltar un apartado sobre cómo adaptarse a las particularidades culturales de las familias. El libro incluye un apéndice con un folleto de información para las familias.
Este manual, pequeño en tamaño pero rico en contenido, puede ayudarnos a diseñar intervenciones familiares eficaces y adaptadas a nuestra realidad, contribuyendo a superar el reto que supone su implantación en los dispositivos de la red de salud mental.