Describimos una complicación poco frecuente en una práctica ampliamente difundida que, de no ser contemplada, puede causar un desenlace fatal.
Una mujer de 52 años acudió al servicio de Urgencias de nuestro hospital por un dolor abdominal en el hipocondrio izquierdo y náuseas, de un día de evolución, sin antecedentes patológicos de interés. El resto de la exploración fue normal, al igual que sus signos vitales. Como único antecedente reseñable refería una colonoscopia hecha tres días antes, durante la cual se había llevado a cabo una polipectomía.
Se le realizaron dos radiografías de abdomen (proyección anteroposterior y decúbito lateral izquierdo), sin observar signos de neumoperitoneo. También se solicitó un estudio de laboratorio, cuyo único hallazgo destacable fueron leucocitos de 11,4×10^3/uL (64,4% de neutrófilos y 28,1% de linfocitos).
Durante su estancia en Urgencias, la paciente presentó un síncope, por lo que se efectuó un nuevo estudio de laboratorio. En este, se observó un marcado descenso del hematocrito (del 38% que tenía a un 30%), así como de la hemoglobina (de 13,5 gr/dl a 10,6 gr/dl) y los hematíes (de 4,11×10^6/uL a 3,25×10^6/uL).
Se llevó a cabo una ecografía abdominal, en la que se observó líquido libre peritoneal con mayor acúmulo perihepático (fig. 1a), y en la pelvis menor. Además, se identificó en el ángulo esplénico contenido hiperecogénico y heterogéneo, que sugería una colección hemática periesplénica (fig. 1b). El estudio se completó con una tomografía computada (TC) abdominal (fig. 2) que mostró un bazo alterado morfológicamente con presencia de hematoma periesplénico, compatible con rotura esplénica. Se realizó una esplenectomía de urgencia. Dada la ausencia de traumatismos, se relacionó este episodio con el antecedente de colonoscopia reciente.
La colonoscopia es el método diagnóstico y terapéutico más importante en la detección de tumores en el colon. La perforación y la hemorragia, aunque se presentan en un bajo porcentaje, son las complicaciones más habituales; mientras que entre las menos comunes se mencionan el neumomediastino, el retroneumoperitoneo y la rotura de bazo1.
La rotura esplénica posterior a la realización de una colonoscopia es muy infrecuente, con una incidencia de 0,00005-0,017% y una mortalidad de hasta el 5%1. El primer caso fue publicado en 1974 por Wherry y Zehner2,3. Por lo general, su diagnóstico es tardío, ya que los síntomas pueden atribuirse a la distensión por insuflación excesiva o por fenómenos como serositis secundaria a polipectomía en las colonoscopias terapéuticas1.
Se han descrito tres mecanismos posibles como desencadenantes4:
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el traumatismo directo sobre el bazo al pasar el endoscopio por el ángulo esplénico;
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una excesiva tracción sobre el ligamento esplenocólico, que produce la rotura de la cápsula esplénica;
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una excesiva tracción sobre adherencias previas del colon sobre el bazo, secundarias a procesos inflamatorios o cirugías previas.
Los síntomas habitualmente comienzan en las primeras 24 horas, pero en ocasiones pueden ocurrir de forma más insidiosa días después, como el caso presentado. La forma de presentación más frecuente es el dolor abdominal, fundamentalmente localizado en el hipocondrio izquierdo, a veces con irradiación al hombro izquierdo (signo de Kehr) y peritonismo. Estos pueden acompañarse de signos relacionados con alteraciones hemodinámicas, como anemia, palidez, hipotensión, taquicardia, disnea e, incluso, shock hipovolémico4,5.
Algunos autores establecen varios factores de riesgo que podrían predecir la rotura del bazo tras colonoscopia: coagulopatías, esplenomegalias infecciosas o hematológicas, tratamientos farmacológicos específicos (p. ej. factores de crecimiento hematopoyético), procesos inflamatorios intestinales o pancreáticos, y operaciones intrabdominales anteriores5. Otros especialistas relacionan esta complicación con las maniobras endoscópicas utilizadas para navegar por el ángulo esplénico o con intervenciones terapéuticas, como la polipectomía y las biopsias5.
La TC es el método diagnóstico de elección, dado que es el que mejor determina la magnitud del daño del bazo y la cantidad de hemoperitoneo6. Si bien la ecografía se utiliza como prueba inicial en tanto orienta sobre el diagnóstico de sospecha, es la TC la que lo confirma7. En las radiografías de abdomen solo pueden visualizarse signos indirectos, como elevación del hemidiafragma o derrame pleural izquierdos.
La valoración de la TC abdominal, junto con la historia clínica, ayuda a decidir la conducta terapéutica. En la mayoría de los casos se realiza una esplenectomía. Muy pocos pacientes han sido tratados de forma conservadora con transfusión de hemocomponentes, antibióticos de amplio espectro y estrecha vigilancia hemodinámica. Otra acción terapéutica descrita con éxito es la embolización de la arteria esplénica. La instauración de un tratamiento conservador debe estar en relación directa con la estabilidad hemodinámica de cada caso y la experiencia del equipo médico multidisciplinario6,7.
La rareza de esta complicación y el posible retraso de su presentación clínica pueden desencadenar un resultado fatal. El dolor abdominal o torácico asociado con anemia y/o hipotensión después de una colonoscopia deben plantear la sospecha. Por ello, hay que llevar a cabo un protocolo diagnóstico adecuado, siendo necesaria la actuación quirúrgica urgente (esplenectomía) en la mayoría de los casos.
Confidencialidad de los datosLos autores declaran que han seguido los protocolos de su centro de trabajo sobre la publicación de datos de pacientes y que todos los pacientes incluidos en el estudio han recibido información suficiente y han dado su consentimiento informado por escrito.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.