La cultura de seguridad del paciente ya no es ajena al común de los médicos y demás profesionales de la salud. Esta cultura se deriva del conocimiento de factores de riesgo, factores epidemiológicos y factores éticos de la buena práctica clínica1. Tras el trabajo publicado por Kohn et al. en el año 20002, el concepto de seguridad del paciente se universalizó y quedó incluido como elemento indispensable de la atención médica de buena calidad. El concepto de seguridad del paciente trasciende a los hospitales, consultorios o clínicas y es llevado a las universidades, a los estudiantes de pregrado de las diferentes carreras de ciencias de la salud como una consecuencia del rediseño de los programas de posgrado en medicina. La idea de fondo es que, si se implanta el concepto de seguridad del paciente desde la formación interdisciplinaria del profesional de la salud, será más fácil que este la ejerza con naturalidad en su práctica profesional.
En la Escuela de Medicina del Tecnológico de Monterrey se incluyen cursos y talleres sobre seguridad del paciente a nivel de posgrado y pregrado, donde se han trazado diferentes esquemas para desarrollar la cultura de seguridad del paciente. Se implanta el concepto de que se requiere de entrenamiento formal para contar con suficientes elementos de calidad de la atención, que requiere de constante refuerzo y capacitación y que no necesariamente se da con el tiempo ni la veteranía del profesional de la salud. Es evidente que se tiene que enseñar formalmente. El reporte de eventos adversos es una herramienta que permite estudiar los factores que llevan a que surja el evento y da la oportunidad de crear correcciones o mecanismos preventivos. A través de talleres de reporte de eventos adversos, impartidos a estudiantes de pregrado, hemos podido medir algunos de los obstáculos que pueden ocurrir durante este proceso. González-de Jesús et al.3 demostraron que los estudiantes, aun en un ambiente neutro no punitivo, sienten temor y omiten algunas de las variables del reporte de eventos adversos, limitando el alcance y efectividad de las estrategias de gestión de los riesgos clínicos. Esto, probablemente, implica una alta prevalencia de la cultura punitiva que antecede a la cultura de la seguridad del paciente en la mayoría de los entornos hospitalarios.
Durante el ejercicio del taller de reporte de eventos adversos del curso de administración médica, muchos de los estudiantes de diferentes carreras (medicina, nutrición, ingeniería biomédica) reportaron eventos centinela y/o adversos que percibieron durante algún momento de sus rotaciones clínicas en hospitales. En cada informe evaluaban las medidas tomadas y daban recomendaciones personales. Un tercio recomendaban mejor comunicación del equipo de salud, mejores materiales/equipamiento por parte del hospital. Otras áreas de oportunidad mencionadas incluyeron: más capacitación al personal de salud, mejores protocolos de manejo clínico y mejor examen propedéutico de los pacientes. Menos del 3% recomendaban medidas punitivo/legales contra el personal que tenía responsabilidad sobre el evento adverso. Es de destacar que los estudiantes de pregrado concluyen que su percepción de la seguridad del paciente es priorizar la mejora continua de la calidad y seguridad del paciente y evitar el enfoque punitivo de castigar al infractor. Quizá esto apunta a la idea de que los errores raíz se han derivado de procesos administrativos y política pública que afectan directamente a la práctica clínica, pero que fueron decididas en áreas no clínicas.
En el artículo de Rodríguez-Cogollo et al.4 se exponen varios puntos importantes. Primero se admite la presencia de errores en la atención hospitalaria que pueden ser frecuentes y que generan eventos adversos. En la perspectiva de los residentes el exceso de trabajo o la falta de capacitación en este tema, se pone como una razón para carecer de una cultura de la seguridad del paciente. Como mejora de su práctica habitual mencionan desarrollar una mejor comunicación sobre el error, que pudiera implicar otra vez la cultura punitiva o temor de mayor sobrecarga de trabajo admirativo y, finalmente señalan su necesidad de fomentar mejores prácticas de aprendizaje organizacional.
En este punto, la cultura de seguridad del paciente debe trascender el estado de ánimo o el cansancio del profesional de la salud y darse como un proceso natural de todas las interacciones independientemente de la gravedad del paciente.
Rodríguez-Cogollo et al. recomiendan la estrategia de potenciar el desarrollo de la cultura de seguridad de los pacientes al incorporarlo al programa curricular de la especialidad. En nuestra experiencia hemos observado la pertinencia de incorporarla en los programas curriculares del pregrado desde el punto de vista interdisciplinario de los integrantes del equipo de salud., lo que permite análisis y soluciones más integrales. La cultura de seguridad del paciente no es inherente de la persona, sino que se adquiere través de la capacitación y del aprendizaje.