La calidad es un concepto, una cultura… englobada en un término y cuyo valor ha de estar sustentado en la evidencia.
Resulta de interés explorar lo que hay bajo el nombre de "calidad". Como en la famosa obra teatral de Oscar Wilde The importance of being Earnest (por cierto, traducida de una manera parcial a nuestro idioma como La importancia de llamarse Ernesto, cuando en realidad en el título original había un juego de palabras cuya sutileza se perdió a la hora de su traducción -nótese que el adjetivo "earnest" se pronuncia en inglés de la misma forma que el nombre propio "Ernest", pero representa la cualidad de "serio, formal, sincero"-), nosotros también podríamos examinar en detalle la significación del concepto, la cultura y la expresión subyacente al término calidad1. Para ello hemos de empezar preguntándonos si lo que hacemos en calidad asistencial realmente sirve y si esta valoración está fundamentada en la necesaria investigación que genere y contraste la evidencia.
Pues bien, un repaso somero a los datos de situación no parece dejar lugar para la autocomplacencia. Así, el informe llevado a cabo por la red de evidencia de salud (Health Evidence Network) de la Oficina Regional de la OMS para Europa concluyó que hasta el momento no existen evidencias concluyentes para las estrategias de calidad hospitalaria que se llevan a cabo en Europa, afirmando que sólo hay algunas pruebas generadas a partir de encuestas de expectativas de proveedores o percepciones de resultados, y algunos estudios descriptivos, fundamentalmente informes de autoevaluación2. En otras palabras, la conclusión de los autores, tras la revisión sistemática llevada a cabo, no es que no haya ningún tipo de pruebas, sino que su calidad dejaba mucho que desear (fundamentalmente informes propios sin validación ni diseño sólido); ya que arrojan evidencias que no son concluyentes.
La propia OMS-Europa se ha ocupado de lanzar un proyecto dirigido a la valoración del rendimiento hospitalario a través de una herramienta metodológica flexible denominada PATH (performance assessment tool for quality improvement in hospitalsp)3. Para este proyecto se identificaron 6 dimensiones de valoración que incluyen indicadores de efectividad clínica, seguridad, orientación al paciente, eficiencia en la producción, orientación del staff y supervisión o rectoría con capacidad de respuesta. La iniciativa está concebida para apoyar a los hospitales en su objetivo de valorar su rendimiento, contrastando sus propios resultados y traduciéndolos en términos de acciones de mejora, y existen resultados preliminares aunque la estrategia está en proceso de expansión y pendiente de consolidar4.
En nuestro propio entorno se ha reconocido que la implantación de modelos de gestión de calidad supone un reto complejo5, pero también que calidad y evidencia deben ir de la mano6.
Parece claro que hay que objetivar resultados, dar transparencia y permitir el contraste de alternativas. Estudios recientes indican que la publicación y la difusión de datos de rendimiento de los centros pueden llegar a mejorar la calidad asistencial7, aunque si la forma de aproximarnos a dichos informes se hace de forma poco rigurosa o inconsistente, los resultados pueden ser variables, e incluso arrojar más confusión que luz al necesario contraste8. Para minimizar la confusión y afrontar la tarea de convertir información en fundamentos para la acción, hay aproximaciones sistemáticas que pueden resultar de gran utilidad9.
Finalmente, debemos invertir más en investigación de servicios de salud dirigida a contrastar el valor de estrategias de calidad10. Se han reconocido dimensiones y aspectos sobre calidad en la que es necesario arrojar luz rigurosa y objetiva, lo que incluye aspectos sobre herramientas y métodos de evaluación, explotación adecuada de datos de rendimiento en calidad, factores culturales y organizativos que actúan como determinantes, y evaluación sistemática de su impacto. En nuestro entorno se ha señalado la necesidad de investigar sobre cómo mejorar la efectividad de la atención sanitaria, la información a los pacientes, la calidad y la seguridad de la atención, entre otras cuestiones cardinales del Sistema Nacional de Salud11. Somos conscientes de que en investigación, como en tantas otras tareas de la vida en las que no hay suficientes recursos para acometer todos los objetivos posibles, es necesario establecer prioridades. Y entre esas prioridades está generar evidencia sobre cómo mejorar la calidad del sistema sanitario, y en particular de la atención hospitalaria. En el propio preámbulo del Plan de Calidad del Sistema Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y Consumo se afirma que "los sistemas sanitarios de los países de nuestro entorno afrontan este reto mediante el desarrollo de diversas estrategias en las que el denominador común ha sido su orientación hacia una práctica clínica basada en la evidencia científica para asegurar los mejores servicios al ciudadano, al paciente y al usuario"12. En este contexto, hay que aprovechar las líneas de impulso a la calidad de la atención sanitaria que incorporan el desarrollo de estrategias y medidas para fomentar la excelencia de los profesionales y de la organización sanitaria pública tanto en los aspectos técnicos como en los conocimientos científicos. Una buena iniciativa ha sido la convocatoria de premios a la calidad como un elemento para el estímulo a las buenas prácticas y como herramienta para que muchas de ellas afloren pasando a ser útiles para todo el sistema y faciliten el establecimiento de puntos de referencia (lo que se conoce como benchmarking). Pero aún hay que hacer más, promoviendo de forma operativa y con presupuesto objetivo investigación de calidad para generar conocimiento. Sin duda, la inversión asociada merecerá la pena para afrontar el reto entre manos.