Sr. Director:
Al contestar a la carta de Maestre et al en relación con nuestro artículo publicado en esta revista1, nuestra intención no es polemizar más sobre el tema, sino aportar soluciones al manejo actual del ictus agudo. Actualmente no estamos ya ante una cuestión de eficacia terapéutica, y la trombólisis, como dicen Maestre et al, lo es, pero es claramente dependiente del tiempo, por lo que la accesibilidad se convierte en la variable a tratar: el verdadero problema es cómo hacer accesible este tratamiento eficaz a la mayor parte de la población que lo necesita, con criterios de equidad, para beneficiar tanto al ciudadano de una gran capital como al de un área rural, todo ello desde un escenario de calidad y, por supuesto, multidisciplinario.
Las UCI ofrecen una eficiente y extensa red asistencial para el paciente crítico en nuestro país, y en muchas comunidades cada vez más integradas en el modelo organizativo de cuidados críticos y urgencias, aportando áreas físicas monitorizadas, profesionales médicos y de enfermería cuyas competencias son la atención al paciente agudo y crítico, el manejo de tratamientos farmacológicos de alto riesgo y sus complicaciones. Para estos profesionales, desde hace muchos años la trombólisis coronaria es una realidad diaria. Esta propuesta no excluye de ninguna forma al neurólogo, especialista que mejor conoce el ictus pero con formación curricular limitada en las áreas de críticos, sino que lo quiere integrar en el "equipo de ictus agudo" sobre el que va a recaer la atención las 24 horas del día, y en la dirección de un comité de ictus para un seguimiento de calidad clínico-asistencial.
Para terminar, entendemos que son las administraciones sanitarias las que tienen la última palabra en el diseño asistencial del ictus agudo, con criterios de accesibilidad, eficiencia, equidad y dentro de una estructura sostenible.