Apenas unos meses después del triste fallecimiento de su madre, el día en que cumplía 40 años, el Dr. Belmar comenzó un duro camino para controlar un linfoma particularmente agresivo, del cual, finalmente, no pudo sobrevivir.
Álvaro nació en Concepción, el 1° enero de 1975, fue el menor de tres hermanos; fue padre de tres hijos, Daniela, Nicolás y Santiago. Cursó sus estudios escolares en el Colegio Padre Alberto Hurtado. Siguió la carrera de Medicina en la Pontificia Universidad Católica de Chile entre los años 1993 - 2000, donde también realizó la especialidad de Radiología (2000-2003). Con posterioridad optó por la Neurorradiología Intervencional, por lo que viajó a Francia a realizar una formación de dos años, en el Hospital Neurológico Pierre Wertheimer, de Lyon, bajo la tutela del profesor Francis Turjman, obteniendo, además, el “Diplome Interuniversitaire de Imaginerie Neurovasculaire” en la Universidad René Descartes-Paris 5.
A su regreso a Chile en 2007, retomó sus actividades en la Pontificia Universidad Católica y con posterioridad dejó esa institución involucrándose en varios proyectos de la subespecialidad en distintas instituciones privadas. Sin embargo, su motivación por la docencia y por el servicio público lo llevó a desarrollar una actividad en paralelo participando en la implementación de los servicios de neurointervencionismo de los Hospitales Sótero del Río y, con posterioridad, Barros Luco-Trudeau, donde se desempeñó hasta antes de su enfermedad. Más de alguna vez se le escuchó decir que “si bien es cierto que en los hospitales trabajamos con limitaciones que desgastan o desmotivan a los equipos, es en este lugar donde siento que hacemos cosas realmente importantes, por las oportunidades de atención otorgadas a quienes no tienen acceso a otras posibilidades”.
El Dr. Belmar puso énfasis en el desarrollo de las terapias endovasculares del accidente isquémico encefálico y en la incorporación de nuevas técnicas para el tratamiento de aneurismas complejos llegando a tener al momento de su partida la mayor experiencia nacional en trombectomías mecánicas y uso de diversores de flujo.
Si bien su carácter fue reservado, no dudó en dar su opinión profesional con firmeza en caso necesario. Entregó sus conocimientos abiertamente a quienes se formaron o trabajaron con él y a pesar de sus competencias en la subespecialidad en la que se desarrollaba, no fue proclive a la vanidad o la soberbia. Así mismo, mantuvo muy buenas relaciones con sus pacientes y colaboradores de todos los estamentos.
Fue socio de la SOCHRADI y participó en la discusión de temas relacionados con la subespecialidad, poniendo acento en la defensa gremial de los radiólogos.
Su anticipada partida, a sabiendas de los atributos técnicos y humanos tan deseables en nuestra profesión que lo caracterizaron, resulta dolorosa e incomprensible para todos quienes pudimos compartir con él momentos de la vida. El Dr. Belmar ocupó un lugar importante en el campo de la Neurorradiología Intervencional y su proyección y ejemplo eran del todo promisorios para esa especialidad, y para aquellas relacionadas en nuestro país.
Que descanse en paz.