Los tumores retroperitoneales ofrecen un reto diagnóstico y más aún un gran desafío terapéutico. Las masas encontradas en esta región anatómica pueden ser benignas o malignas, pueden corresponder a metástasis o ser el nicho de un tumor primario. El primer informe de un tumor retroperitoneal fue realizado por Giovanni Battista Morgagni (1682-1771), quien describió en 1761 un tumor lipomatoso en la autopsia de una mujer de 60 años de edad 1; pero fue Jean Fréderic Lobstein (1777-1835) de Estrasburgo quien acuñó el término “tumor retroperitoneal” en su Traité d’anatomie pathologique en 1829 2.
Alrededor de tres de cada cuatro masas localizadas en este espacio anatómico son malignas 3,4, y estas se clasifican por su similitud con cierto tipo de tejidos mesenquimales, ya que hasta dos tercios pueden ser de origen mesodérmico y de estos más del 80% son malignos. Definidos por James Stephen Ewing (1866-1943) en su libro Enfermedades neoplásicas (1919) como “tumores malignos poco comunes compuestos de células del mesodermo, tipo de tejido conectivo” 5, los sarcomas de tejidos blandos representan un grupo extremadamente diverso de más de 50 tipos y subtipos de tumores diferentes, derivados de tejido adiposo, muscular, conectivo, vascular y nervioso.
Cerca del 10 al 15% de los sarcomas tiene un origen retroperitoneal, para los Estados Unidos la incidencia anual calculada es de alrededor de 2,6 casos por cada 1.000.000 de habitantes. Aunque parece que la incidencia entre poblaciones a nivel mundial no difiere de la anteriormente anotada, ni hay variaciones por género, hay pocas series a este respecto en Latinoamérica y en nuestro país 6.
La serie presentada en este número de la revista realizada por García et al. es un esfuerzo por tratar de caracterizar este grupo de patologías que convergen en un sitio anatómico, pero que pueden ser extremadamente diversas 7. El desafío clínico implica tener un diagnóstico apropiado y poder definir el mejor tratamiento posible que, como anotan los autores, la gran mayoría de las veces requiere abordaje quirúrgico. A este respecto, Perry et al. mencionaban en esta revista la complejidad que puede tener la intervención ya que a veces alcanzan un gran tamaño en el momento de su diagnóstico, por lo cual comprimen y desplazan órganos retroperitoneales. La mayoría de los pacientes que consultan a instituciones médicas dedicadas al tratamiento del cáncer en nuestro país han sido sometidos a resecciones quirúrgicas previas, con lesiones de varios años de evolución, lo que incrementa la dificultad para la resección. Generalmente, en las reintervenciones se encuentran múltiples adherencias a órganos intraabdominales y retroperitoneales, lo que hace que muchos de estos tumores no puedan ser resecados completamente 8.
En Colombia, Figueroa et al. también publicaron su experiencia quirúrgica en pacientes en el Hospital Pablo Tobón Uribe en Medellín durante 8 años, describiendo hechos coincidentes como el tipo de recursos imagenológicos empleados en el diagnóstico, el porcentaje bajo de tratamientos neoadyuvantes (alrededor del 12% a 13,5%) y entre un 40% a 48% de tratamientos adyuvantes complementarios, en especial, para sarcomas de alto grado 7,9.
Juaneda et al. describe tasas de recaídas locorregionales en pacientes tratados en Latinoamérica de hasta un 63% 10; la serie de García et al., para su reporte de casos, anota este mismo problema en un 54%. Recientemente, Bishop et al. ha reportado una tasa del 57% de recaídas locorregionales asociadas al compromiso de los márgenes de sección 7,11, un reto en particular sobre todo cuando se trata de definir márgenes a nivel del diafragma, el músculo psoas, la columna vertebral, la pelvis y los tejidos paravertebrales. Técnicas como la radioterapia intraoperatoria en el abordaje multidisciplinario que implican estas patologías, disponible hoy en día en nuestro país, pueden de alguna manera modificar estos desenlaces para futuros pacientes con este grupo heterogéneo y complejo de tumores que, sin duda, siguen siendo un reto diagnóstico y terapéutico.