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Vol. 25. Núm. S1.
Cardiologia en la Mujer
Páginas 125-131 (enero 2018)
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Vol. 25. Núm. S1.
Cardiologia en la Mujer
Páginas 125-131 (enero 2018)
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Actividad física y ejercicio en la mujer
Physical activity and exercise in women
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16048
Nelson F. Gonzáleza,b,
Autor para correspondencia
nelsonfgonzalezc@gmail.com

Autor para correspondencia.
, Andrea D. Rivasb
a Mediagnóstica Tecmedi SAS, Colombia
b Kinet Medical. Sogamoso, Colombia
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Tabla 1. Reducción relativa del riesgo observada cuando se comparan personas activas vs. inactivas
Tabla 2. Recomendaciones propuestas para obtener niveles adecuados de actividad física
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Resumen

Los beneficios de la actividad física y el ejercicio en la salud de la mujer son indiscutibles, hecho que está respaldado con fuerte evidencia científica en más de veinticinco condiciones médicas, incluidas la enfermedad cardiovascular y la mortalidad prematura.

La actividad física provee beneficios de forma multifactorial con efectos en el sistema inmune, hemostático, autonómico, metabólico y hormonal entre otros, que pueden ser aplicables en las diferentes etapas de la historia fisiológica de la mujer. Por ende se requiere un abordaje específico de cada una de esas etapas para dar provecho a todas las ganancias que trae consigo la práctica del ejercicio físico.

Los beneficios de la actividad física y la prescripción de ejercicio individualizada siempre superan considerablemente los posibles riesgos a los que se exponen por su práctica. A la hora de la prescripción del ejercicio es importante tener en cuenta características propias de la mujer, como composición corporal y rasgos endocrinológicos ya que representan diferencias en la respuesta fisiológica al ejercicio agudo y a entrenamientos prolongados. Adicionalmente, dentro de la evaluación médica es importante hacer una búsqueda activa de los riesgos cardiovascular, osteoarticular y metabólico.

A pesar de los beneficios demostrados, los indicadores de inactividad física y sus consecuencias siguen siendo alarmantes en las mujeres. Estrategias que promuevan la actividad física en las mujeres y que permitan eliminar las barreras de acceso, además de nuevos métodos para cuantificar de manera indicada los niveles de actividad física, se convierten en un desafío para los profesionales de la salud y los planificadores de políticas de salud pública.

Palabras clave:
Actividad física
Ejercicio
Mujer
Hormonas
Embarazo
Abstract

The benefits of physical activity and exercise on health are indisputable for women. There is scientific evidence of the benefits in more than 25 medical conditions, including cardiovascular disease and premature mortality.

Physical activity provides multifactorial benefits with effects on the hemostatic, autonomic, metabolic, endocrine and immune systems, among others, that may be applicable at different stages of a woman's physiological history. A specific approach is therefore required at each of these stages to gain all the benefits that physical exercise can bring. Differences in physiological responses to acute exercise and periods of training are related to body size, body composition, and the endocrinological properties of women.

The benefits of physical activity and the individualized prescription of exercise always outweigh their possible risks. Nevertheless, it is necessary to bear in mind that if there is a cardiovascular, osteoarticular or metabolic risk, there must be a proper assessment by medical professionals specialized in the management of physical activity and sports. Despite the known benefits, women's physical inactivity indicators are alarming, as well as their potential effects and consequences. Strategies that promote physical activity in women, new methods to adequately quantify its levels, and strategies for eliminating barriers to access have become a challenge for health professionals and public health policy planners.

Keywords:
Physical activity
Exercise
Women
Hormones
Pregnancy
Texto completo
Introducción

Los beneficios de la actividad física y el ejercicio para la salud tanto en hombres como mujeres son irrefutables. La evidencia que avala la importancia de un estilo de vida activo ha crecido exponencialmente y se considera que la actividad física y el ejercicio regular son medidas preventivas primarias y secundarias eficaces para más de 25 condiciones crónicas médicas, incluidas la enfermedad cardiovascular y la mortalidad prematura1.

A pesar de esta información mucha parte de la población permanece con un estilo de vida sedentario. Al respecto, la Organización Mundial de la Salud considera que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo para la mortalidad global ya que causa aproximadamente 3,2 millones de muertes anuales2. Es preocupante aún más que las investigaciones también demuestran que solo cerca del 40% de la población femenina cumple con las recomendaciones mínimas de 150 minutos de actividad física moderada a la semana3,4.

El propósito principal de esta revisión es presentar las principales definiciones y beneficios de la actividad física en la mujer, examinar la relación existente entre ejercicio, deporte y salud en la mujer y posteriormente presentar un abordaje médico-científico de las recomendaciones actuales en actividad física y prescripción del ejercicio.

Definición de actividad física, ejercicio, aptitud física y sedentarismo

Es importante considerar las distinciones conceptuales entre actividad física, ejercicio y aptitud física. La actividad física es el más amplio de los tres conceptos y se define como “cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos y que resulta en gasto energético”. El ejercicio es un tipo o subconjunto de la actividad física que cumple con las siguientes características”: “Es planeado, estructurado y repetitivo, se hace con el fin de mejorar o mantener uno o más de los componentes de la aptitud física o fitness“. El Fitness es un conjunto de atributos relacionados con la salud (capacidad cardiorrespiratoria, resistencia muscular, fuerza muscular, composición corporal y flexibilidad) o relacionados con las habilidades (agilidad, equilibrio, coordinación, velocidad, potencia y tiempo de reacción). No todos los tipos de actividad son ejercicio, pero la actividad física y el ejercicio pueden contribuir a mejorar la aptitud física5.

En cuanto a sedentarismo, se considera sedentario desde el punto de vista tiempo, a aquel individuo que no realiza al menos 150 minutos de actividad física moderada en cinco o más días de la semana o aquel que no realiza tres o más sesiones de 20 minutos de actividad física vigorosa a la semana, y desde el punto de vista del gasto energético, a aquel individuo que no genera un gasto energético de aproximadamente 720kcal por semana6.

Predictores para una mujer físicamente activa

Los patrones y predictores de la actividad física se ven ampliamente influenciados por el género. Investigaciones han reportado que las mujeres presentan niveles más bajos de actividad física y ejercicio en tiempo libre que los hombres7; por ejemplo, en Colombia la Encuesta Nacional de Situación Nutricional, ENSIN 2010, demostró que solo el 46% de las mujeres versus el 64% de su contraparte con edades entre los 18 a 64 años, cumple con las recomendaciones de actividad física, sin embargo, el trabajo doméstico, el cuidado infantil y otras actividades domésticas son más reportadas por las mujeres8.

Dentro de los predictores para que una mujer tenga comportamiento inactivo se encuentran la edad, el rol social, el apoyo social, el estado socioeconómico, el lugar de residencia y el acceso a la recreación, condiciones a tener en cuenta y que se convierten en un desafío para los profesionales de la salud y planificadores de programas que desean promover la actividad física entre las mujeres y cuantificar sus niveles de actividad física, ya que a la luz de la literatura actual la mujer parece estar más tiempo ocupada pero con bajos niveles de actividad física7.

Consecuencias de la inactividad física en la mujer

Las mujeres que suelen pasar 16 o más horas del día sentadas, presentan un 68% más probabilidades de desarrollar enfermedad cardiovascular que aquellas que pasaron menos de 4 horas por día; sin embargo si las mujeres logran caminar 180 minutos a la semana o realizar 90 minutos de ejercicio vigoroso a la semana, tienen 30 a 40% menor riesgo de desarrollar cardiopatía isquémica que sus homólogas sedentarias, asociado a una reducción adicional del 17% por cada aumento en un MET en la capacidad cardiorrespiratoria9.

No solo en cardiopatía isquémica la baja actividad física genera riesgo. Estudios han demostrado que mujeres moderadamente activas tienen un riesgo del 9% y 15% menor de ataque cerebrovascular isquémico y hemorrágico respectivamente que las sedentarias, y en caso de personas altamente activas las reducciones son de 21 y 34% correspondientemente10.

También se ha demostrado que mujeres que informaron menos de cinco horas de actividad física de intensidad moderada por semana, presentan el doble de riesgo de cáncer de colon en comparación con aquellas que superan ese volumen de actividad física11. Existen otras investigaciones que también demuestran el riesgo de la inactividad física en la presentación de cáncer de endometrio, ovario, páncreas y vejiga12.

Efectos protectores de la actividad física

El efecto protector de la práctica de actividad física regular en la prevención de problemas de salud como el cáncer viene siendo bien estudiado13. Investigaciones demuestran una reducción del 25% del riesgo medio de cáncer de mama en mujeres físicamente activas, efecto protector independiente del estado menopáusico14. Este efecto protector parece estar mediado por la disminución masa grasa (fuente principal de estrógenos en la posmenopausia) y en algunos casos por la alteración del ciclo menstrual que se presenta en algunas mujeres activas con baja ingesta calórica15.

La tabla 1 es un resumen de los múltiples beneficios de la actividad física regular y el ejercicio físico sobre varias condiciones médicas, incluida la mortalidad prematura16. Con el fin de buscar explicación sobre los mecanismos de dichos beneficios, muchas investigaciones consideran que la actividad física y el ejercicio son determinantes del equilibrio energético y por tanto de la adiposidad17. La adiposidad y la obesidad son factores de riesgo cardiovascular establecidos. En poblaciones femeninas se estima que un 25% de casos de enfermedad cardiovascular, es atribuible al exceso de peso y que cada kilogramo de peso ganado aumenta el riesgo de cardiopatía coronaria en un 3%. Por tanto, es probable que una vía por la cual la actividad física atenúe el riesgo cardiovascular sea a través de la regulación del peso corporal18.

Tabla 1.

Reducción relativa del riesgo observada cuando se comparan personas activas vs. inactivas

Evento  Reducción de riesgo  Reducción de riesgo con evaluación de aptitud física 
Mortalidad prematura por todas las causas  31%  45% 
Enfermedad cardiovascular  33%  50% 
Ataque cerebrovascular  31%  60% 
Hipertensión  32%  50% 
Cáncer de colon  30%  Nr 
Cáncer de seno  20%  Nr 
Diabetes tipo 2  40%  50% 

Nr: no referencias. Adaptado de Warburton DE16. A systematic review of the evidence for Canada's Physical Activity Guidelines for Adults. Int J Behav Nutr Phys Act. 2010;7:39.

Otros mecanismos por los cuales la actividad física parece tener efecto en la iniciación y la progresión de la enfermedad cardiovascular son la optimización de la sensibilidad a la insulina y el control glucémico para prevenir la diabetes tipo 2; también causa disminución en las cifras de presión arterial sistólica y diastólica, control en los niveles de lípidos, así como mejoría de la función endotelial, la hemostasia y la respuesta inflamatoria tal como lo demostró el Women's Health Study, en el que se evidenció una reducción en la incidencia del 59% en enfermedad cardiovascular durante un seguimiento de once años. Al especificar el origen de reducción del riesgo se demostró que la mayor carga se debe a la modulación del riesgo inflamatorio y hemostático (32,5%), seguido por el control sobre la presión arterial (27,1%), control de niveles lipídicos tradicionales (19,1%), niveles de apolipoproteínas A1 y B-100 (15,5%), índice de masa corporal (10,1%) y hemoglobina glicada (8,9%)18.

El mecanismo por el cual el ejercicio reduce la presión arterial se explica por una modulación en el sistema nervioso simpático y parasimpático; su disfunción se halla en más del 50% de todos los casos de hipertensión y diabetes19. En la neuropatía autonómica cardíaca, factor de riesgo subestimado para la morbilidad y mortalidad asociadas con la obesidad y la diabetes, el ejercicio físico puede promover la restauración del sistema autonómico y generar un efecto cardioprotector20.

El estrés metabólico del ejercicio físico aumenta la oxidación de los carbohidratos y la tasa de oxidación de grasa durante los períodos de recuperación posterior al ejercicio, y mejora así los niveles de glucosa y la sensibilidad a la insulina durante 2 a 72 horas de acuerdo con la intensidad y duración del ejercicio21.

Diferencias en la respuesta fisiológica al ejercicio en la mujer

Las diferencias femeninas en la respuesta fisiológica al ejercicio están relacionadas con el tamaño corporal, la composición corporal y la endocrinología reproductiva22. Por ejemplo se describe que la capacidad aeróbica (VO2máx) es del 15% al 30% menor en mujeres que en hombres. Tres factores parecen contribuir en esta diferencia: primero, las mujeres tienen menor volumen de sangre, menor cantidad de glóbulos rojos y menores niveles de hemoglobina, lo que se traduce en menor capacidad de transporte de oxígeno de la sangre; segundo, las mujeres tienen un corazón de menor tamaño y por ende menores volúmenes sistólicos y mayores frecuencias cardíacas para un determinado gasto cardíaco; y tercero, las características femeninas en la composición corporal, dadas por un tamaño corporal más pequeño, mayor porcentaje de tejido adiposo y menor componente muscular (el área de sección transversal del músculo es de aproximadamente el 85% de los hombres)23; sin embargo las diferencias en el consumo de oxígeno pueden desaparecer si se corrige con una regresión basada en la masa libre de grasa22.

En mujeres en edad reproductiva las hormonas contribuyen en las diferencias en la respuesta al ejercicio. Estudios sugieren que las mujeres utilizan más grasa y menos hidratos de carbono como sustrato durante la misma intensidad de ejercicio de larga duración24. Se plantea así la hipótesis que los niveles circulantes de estrógeno y progesterona pueden mediar esta respuesta ya que afectan el metabolismo de carbohidratos y lípidos, y producen una tasa de absorción de glucosa más lenta que puede reflejarse en hiperglucemia e hiperinsulinemia posterior al ejercicio25.

Las diferencias entre género posterior a entrenamientos de 24 semanas de ejercicio cardiovascular y de fuerza, están dadas en que los hombres parecen aumentar la tasa metabólica en reposo y las mujeres no, pero ellas tienen protección contra el daño muscular inducido por el ejercicio probablemente por efecto estrogénico y por una respuesta inflamatoria atenuada en el ejercicio, o ambas26,27.

Mujer y deporte de alto rendimiento

En las últimas cuatro décadas la participación femenina en deportes de alto rendimiento ha aumentado significativamente como resultado de eliminar la discriminación basada en el género. En consecuencia a la mayor participación ha venido presentándose un aumento en lesiones y síndromes relacionados con el deporte. Una de esas condiciones es la tríada de la atleta, espectro clínico caracterizado por un trastorno energético alimentario, disfunción menstrual y alteración en la densidad mineral ósea28. En la actualidad se considera que no necesariamente debe cumplir plenamente con las tres características sino que las puede presentar parcialmente; se debe considerar de interés médico indagar en consulta la posibilidad de su existencia ya que los riesgos que implica para la salud son importantes y requieren un manejo interdisciplinario29.

En lo relacionado con las lesiones deportivas, la tasa es similar a la de los hombres y suelen ser más específicas del deporte que del género; no obstante, la lesión del ligamento cruzado anterior es sorprendentemente más común entre las mujeres que en los hombres. Datos clínicos dilucidan su causalidad por factores biomecánicos y anatómicos, como pelvis más ancha, aumento de la anteversión femoral y mayor valgo, que asociado a factores neuromusculares (menor fuerza en isquiotibiales y gastronemios) y factores hormonales (laxitud secundaria al factor estrógenico) facilitan la presentación de lesiones en el ligamento cruzado anterior30. En vista de lo anterior se requieren campañas educativas en deportistas élite y aficionadas, que ayuden a la prevención de dicha lesión.

Ejercicio y embarazo

Históricamente las mujeres embarazadas eran consideradas vulnerables y se les aconsejaba reducir su nivel de actividad física. En 2002, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) actualizó sus recomendaciones y el ejercicio durante el embarazo fue menos restrictivo; sin embargo, una investigación hecha en médicos encontró que más del 60% no estaban familiarizados con las actuales directrices de ejercicio durante el embarazo, demostrándose de manera consecuente que las mujeres disminuyen su actividad física durante el periodo de embarazo31.

El embarazo es un acontecimiento que cambia la vida de muchas mujeres; es un momento propicio para el cambio y la adopción de estilos de vida saludables como dejar de fumar, asumir una dieta saludable o comenzar ejercicio rutinario, más si se conocen los beneficios potenciales tanto para la salud de la madre como para el feto. Siempre ha existido la preocupación teórica de que el ejercicio puede tener un impacto negativo en el desarrollo del feto en términos de hemodinámica; sin embargo, múltiples estudios reportan que el flujo sanguíneo del feto no se altera significativamente por la actividad física moderada y en su lugar se demuestra un aumento en el volumen vascular total, la superficie capilar y la densidad parenquimatosa de las placentas de las mujeres que realizaron ejercicio durante todo el embarazo32.

El ejercicio durante el embarazo también contribuye a niveles de glucosa significativamente más bajos. En pruebas de tolerancia a la glucosa realizadas en las semanas 24 a 28, se demostró que mujeres diagnosticadas con diabetes gestacional que realizaron ejercicio son menos propensas a requerir insulina durante el resto de su embarazo, controlan el peso materno en el embarazo y se disminuye el riesgo de recién nacidos grandes para la edad gestacional33.

En cuanto a hipertensión y preeclampsia, datos reportados indican una tendencia hacia un efecto preventivo de la actividad física sobre el desarrollo de la preeclampsia y las complicaciones hipertensivas, las cuales son menos probables en las mujeres físicamente activas antes y durante el embarazo34.

Dosis óptima de actividad física

Las dosis mínima y óptima de actividad física han sido debatidas durante muchos años. Múltiples comunidades científicas suelen centrarse en los beneficios que trae para la salud el realizar 150 minutos por semana. Este umbral suele ser utilizado con fines de vigilancia epidemiológica para separar participantes activos de no activos. Cabe destacar que recientes revisiones han demostrado que 15 minutos por día de actividad física, confieren una reducción de aproximadamente 14% del riesgo para la mortalidad por todas las causas y por cada 15 minutos adicionales con un máximo de 100 minutos al día se logra una reducción de riesgo del 4% adicional para todas las causas de mortalidad y un 1% para mortalidad por cáncer total35.

Actividad física, como caminar de 30 a 60 minutos al día en la mayoría de los días de la semana, mejora rápidamente la capacidad cardiorrespiratoria y tiene efectos positivos en los factores de riesgo cardiovascular tales como hipertensión, hiperglucemia y dislipidemia36.

Arem et al.37, no evidenciaron riesgo o daño cuando se sobrepasaba hasta diez veces el umbral recomendado de actividad fisca, sin embargo, investigaciones en atletas de ultrarresistencia que suelen participar en ejercicio de intensidad vigorosa con volúmenes de 650 a 2.100 minutos por semana con muy poco tiempo de recuperación, sugieren que pueden existir riesgos asociados como desarrollar fibrosis ventricular, arritmias auriculares y ventriculares y/o muerte súbita 38. Este tópico continúa en investigación en la actualidad.

Prescripción del ejercicio en la mujer

Asociaciones como el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) y la Asociación Americana del Corazón (AHA) recomiendan la combinación de los diferentes tipos de ejercicio con el fin de mejorar los distintos componentes del fitness o aptitud física. La principal recomendación en un inicio es combinar ejercicio aeróbico y de fuerza, ya que el primero mejora la capacidad cardiorrespiratoria y el segundo previene lesiones, caídas, osteoporosis, y ambos casos están asociados con disminución en la mortalidad39.

Cualquier programa de ejercicio debería apuntar a cumplir entre 30 a 60 minutos de ejercicio al día en la mayoría de los días de la semana, pero cuando se desea iniciar en mujeres no activas es ideal comenzar de manera lenta y progresiva para evitar la deserción, molestias músculo-esqueléticas y lesiones articulares40. Caminar es la forma más fácil para iniciar un programa de ejercicio; además es una actividad segura, accesible y relativamente económica respecto a otros tipos de ejercicios. La adición de un simple podómetro o aplicación de teléfono inteligente para medir la cantidad de ejercicio, junto con el asesoramiento médico y retroalimentación positiva con aliento en cada visita, puede mejorar el cumplimiento del programa. En la tabla 2 se resumen algunos elementos y recomendaciones para iniciar un programa de ejercicio41.

Tabla 2.

Recomendaciones propuestas para obtener niveles adecuados de actividad física

Camine a diario, por ejemplo en traslados y a la hora del almuerzo. 
Para ir al trabajo prefiera hacerlo en bicicleta o en transporte público y bajarse antes y caminar. 
Suba escaleras; no utilice el ascensor. 
Propóngase metas y manténgalas en un lugar visible. 
Identifique actividades que disfrute y realícelas (domésticas y recreativas) 
Compre un podómetro y propóngase lograr 10.000 pasos por día. 
Incremente la duración y la intensidad progresiva y lentamente. 
Limite el tiempo frente a pantallas (televisión, computadora, celular, videojuegos…) 
Trate de hacer ejercicio con amigos o con un grupo. 
10  Añada entrenamiento de fuerza y equilibrio al menos dos o tres veces por semana. 

En la actualidad, el tipo más frecuente de ejercicio estudiado para mejorar la condición física de las mujeres en las diferentes etapas de la vida, es el ejercicio aeróbico continuo. Sin embargo, modelos emergentes de ejercicio, como el entrenamiento intervalado de alta intensidad (HIIT), vienen siendo estudiados en las mujeres. El HIIT implica cortos periodos de ejercicio vigoroso y cortos períodos de recuperación, que se asemejan a las actividades de la vida moderna. El HIIT ha demostrado aumento de la masa magra y la fuerza, y disminución de la circunferencia abdominal, así como de la presión arterial en las mujeres pre- y posmenopáusicas. Además, se ha demostrado que el HIIT mejora el control postural, el riesgo de caídas, la calidad de vida y otros marcadores cardiometabólicos42.

También es razonable introducir diferentes métodos de entrenamiento para variar la rutina, en los que se incluyan varios grupos musculares pero a la vez se reduzcan las posibilidades de lesiones musculares o articulares. Al mejorar la condición cardiorrespiratoria, la paciente tendrá más confianza en las actividades que son más desafiantes y puede ser más atractivo para lograr adherencia al programa43.

Los ejercicios con técnica mente cuerpo y pilates han demostrado beneficios para la salud de las mujeres, como mejorar el equilibrio, el funcionamiento psicológico, la flexibilidad, la amplitud del movimiento, reducir el dolor y cambiar de manera positiva la composición corporal y la calidad de vida44. Así mismo, la práctica del tai chi se ha asociado con menor riesgo cardiovascular y mejoría en la fuerza, la masa muscular y la capacidad funcional45.

En cuanto al ejercicio de fortalecimiento muscular debe realizarse durante un mínimo de dos días a la semana no consecutivos; se recomienda realizar 10 a 15 repeticiones de cada ejercicio con una intensidad del 60-75% de una repetición máxima [1RM]46.

En caso de sobrepeso y obesidad, aumentar el gasto energético mediante el ejercicio puede ayudar a movilizar y quemar la grasa almacenada y así perder peso. Se ha demostrado que realizar ejercicio 60 minutos a baja intensidad sin cambios en la ingesta calórica en la mayoría de los días de la semana, eliminará hasta 0,5 libras por semana pero si se realiza ejercicio más intenso por más tiempo se pueden llegar a eliminar hasta 3 libras por semana. Por tanto, en la actualidad se considera que el volumen total de ejercicio (frecuencia multiplicada por tiempo) es más importante que la intensidad en la meta de pérdida de peso46.

La prescripción del ejercicio debe extenderse a todas las mujeres, independientemente del estado de salud, realizando pruebas complementarias cuando se prescriba ejercicio de moderada o alta intensidad. En estos casos se deben excluir factores de riesgo cardiovascular, metabólicos y de riesgo óseo, e incluir pruebas antropométricas, mediciones electrocardiográficas, pruebas físico-funcionales y valoración por médico especialista en deporte47.

Conclusiones y perspectivas

La evidencia del papel de la actividad física y el ejercicio en la prevención de distintas enfermedades, incluidas las cardiovasculares, parece ser tan fuerte para las mujeres como para los hombres1. La evidencia revisada aquí apoya una relación importante dosis-respuesta en cuanto a niveles de actividad física y beneficios sobre la salud y reducción de riesgos por inactividad; es decir, mayores volúmenes traen más beneficio pero siempre idealmente dentro de un plan de estilos de vida saludable48.

En el conocimiento científico todavía se requiere un número considerable de investigaciones si se quiere determinar la dosis óptima para cada condición médica. Áreas emergentes de investigación incluyen el papel de la actividad física y el ejercicio en la prevención primaria y secundaria de la diabetes gestacional, el cáncer de ovario, el de seno, y el de endometrio, y otros cánceres específicos del sitio, como pulmón, riñón, vejiga y páncreas.

El desafío para los profesionales de la salud y planificadores de programas que desean promover la actividad física entre las mujeres está en mejorar la promoción de estilos de vida saludable y la cuantificación de la actividad física en la mujer, la cual es totalmente diferente a la de los hombres. El simple mensaje: “muévete más y siéntate menos”, es probablemente más aceptable por la sociedad contemporánea y está basado en la evidencia. Garantizar que la mayor parte de la mujer contemporánea sea capaz de darse cuenta de los beneficios de la rutina de la actividad física y reducir los obstáculos y barreras, son desafíos de las políticas de salud pública16.

En la medida que la participación femenina en ejercicio y deporte continúe aumentando y al unísono su competitividad, será importante diseñar programas para prevenir, diagnosticar y manejar las condiciones relacionadas con la práctica deportiva, como lo son las lesiones deportivas y la tríada de atleta femenina29.

Una prescripción adecuada del ejercicio para la mujer, requiere conocimientos básicos de la anatomía femenina, composición corporal y endocrinología reproductiva. La recomendación de actividad física y ejercicio debe extenderse a todas las mujeres, independientemente del estado de salud; sin embargo, cuando se prescriba ejercicio de moderada o alta intensidad se evaluarán factores cardiovasculares, metabólicos o de riesgo óseo, y se hará valoración por médico especialista en deporte.

De otro lado, cuando se desee iniciar un programa de ejercicio en mujeres sedentarias se sugiere comenzar con medidas que aseguren un “estilo de vida saludable”, intervenciones que alienten a incorporar breves períodos de actividad física en la vida diaria (por ejemplo, caminar durante periodos cortos y usar las escaleras en lugar del ascensor), que pueden ser más eficaces que programas formales de ejercicios y ayudan a mejorar la aptitud física y el perfil de riesgo cardiovascular. El uso de estrategias de automonitorización, tales como podómetros o aplicaciones de celular, también promueven la actividad física diaria41.

Tipos de ejercicio emergentes como el HIIT, el pilates, las técnicas mente cuerpo, el entrenamiento de fuerza o de suspensión complementan la prescripción del ejercicio físico y parecen ser apropiados en la actualidad porque proporcionan beneficios adicionales como mejorar la masa muscular, la fuerza y el equilibrio, comparado con solo realizar ejercicio cardiovascular42.

Financiación

Ninguna.

Conflicto de intereses

Ninguno.

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