Todos recordamos los titulares hace unos años de revistas no médicas, noticieros y periódicos, anunciando el descubrimiento de un ligamento; y es que no todos los días se descubre un nuevo ligamento en la rodilla. Sin embargo, así fue como se popularizó el ligamento anterolateral inicialmente y se desencadenó también una explosión de investigación y publicaciones acerca de su anatomía, apariencia en resonancia magnética, biomecánica y técnicas para su reconstrucción.
Dos temas han sido de interés particular. El primero, es acerca de la existencia de dicho ligamento. Con publicaciones en uno y otro sentido, se ha conformado un grupo que defiende su existencia, y así mismo, quienes consideran que más que un ligamento lo que hay es un conjunto de estructuras anterolaterales que se encargan de dicha función1,2. En mi concepto es una discusión fútil. En realidad, lo fundamental es entender el rol de las estructuras anterolaterales, cuándo hay que reconstruirlas y por qué razones se debería hacer.
Su rol se relaciona con la estabilidad rotacional en la rodilla con deficiencia del ligamento cruzado anterior (LCA), que se traduce en un aumento en la rotación interna (especialmente en 60 grados de flexión de la rodilla) y en el incremento del pívot shift2. El motivo para reconstruirlo es simple. Disminuye la recidiva de re-rotura del ligamento cruzado anterior. Esto ha sido demostrado en un estudio nivel 1 por el grupo STABILITY, quienes evaluaron el efecto de agregar o no tenodesis extrarticular lateral (Lemaire modificado) a reconstrucciones del ligamento cruzado anterior con injerto de isquiotibiales en 618 pacientes aleatorizados entre 14-25 años. Los autores encontraron mayor re-rotura del injerto en el grupo sin tenodesis (11% vs 4%, p <0.001) con un número necesario a tratar de 15 pacientes3. Otro estudio de evidencia nivel 2, del grupo SANTI, también ha demostrado superioridad de la reconstrucción del ligamento anterolateral asociada a la del LCA, en comparación a la reconstrucción aislada del LCA, en una cohorte en 502 pacientes entre 16-30 años. En este estudio, la aumentación anterolateral se asociaba a la técnica de isquiotibiales y tuvo mejores resultados que la técnica de isquiotibiales aislada y que la técnica hueso-tendón-hueso aislada4.
Lo que aún no es claro y a lo que se le ha dedicado menos literatura es a los posibles eventos adversos de realizar una aumentación anterolateral. Los estudios biomecánicos cadavéricos reportan que tanto la reconstrucción del ligamento anterolateral como la tenodesis tipo Lemaire modificado, pueden generar algún grado de constricción en el compartimento lateral en tiempo cero5–7. En la clínica, la calidad de la evidencia no es buena en este aspecto por la pobre calidad metodológica de los pocos estudios que reportan este tipo de desenlaces; ya sea por un porcentaje de pérdidas inaceptable en el seguimiento (>30%) o porque no cuentan con un grupo control apropiado8,9.
Es una realidad que existe un efecto protector para prevenir re-rotura del LCA cuando se realiza aumentación anterolateral en reconstrucción del LCA, especialmente en poblaciones de alto riesgo (edad <25 años, deporte de contacto, pivote grado II-III, hiperlaxitud, genu recurvatum, cronicidad)10. Sin embargo, la posibilidad de artrosis lateral de rodilla es un desenlace cuya medición es necesaria en los estudios clínicos que se realicen en este tema y hacemos un llamado a que se incluya este desenlace a mediano y largo plazo.