El laboratorio clínico es un servicio sanitario imprescindible en el diagnóstico y absolutamente necesario para la toma adecuada de decisiones clínicas. En las últimas décadas hemos asistido a una evolución acelerada de la tecnología que ha permitido mejoras notables en la calidad y en la productividad. La medicina molecular descansa en los resultados obtenidos de biomarcadores que permiten un aumento significativo en sensibilidad y especificidad de las pruebas.
La automatizaciónLa innovación tecnológica en el laboratorio ha dado lugar a una tendencia de automatización y robotización. Su impacto se ha dejado notar en la organización del laboratorio y en sus resultados. Sin embargo, la forma de gestionar esta innovación tecnológica, que ha supuesto la mayor oportunidad de mejora de los resultados del laboratorio, en tiempo y en calidad, hace que pueda convertirse en una amenaza si confundimos automatización con actividad facultativa. La mejora de la producción, cuando no se genera desde el control profesional no es mejora de productividad, sino de ruido en el sistema (la eficiencia inefectiva), de ahí el auge cada vez mayor de adecuar la demanda. En la mayoría de las ocasiones no se ha sido capaz de estimar el valor creado con menos recursos disponibles. En cualquier caso, debemos admitir que la contribución del laboratorio clínico a una mayor eficiencia del sistema sanitario ha sido muy superior al reconocimiento y valoración otorgados. Lo que en realidad han supuesto todos los avances tecnológicos es una mejora importantísima en el diagnóstico clínico: se ha mejorado la calidad de los resultados, el tiempo de respuesta y la oferta de pruebas.
La verdadera repercusión laboral de los avances tecnológicosTodos estos cambios han supuesto una sobrecarga de trabajo en los laboratorios: aumento importantísimo del número de peticiones, muestras y pruebas que se procesan al día, mayor complejidad de las carteras de servicio y compromiso de respuesta rápida.
Esta sobrecarga laboral, en cantidad y contenido, que exige una necesidad de formación y una responsabilidad formadora continua, unida en muchas ocasiones a disminuciones de las plantillas, hacen del trabajo diario una misión compleja.
Cuando «el caos» se apodera de la vida, resurgen los oportunistasLa reciente crisis ha servido como justificante para la toma de decisiones en aras de una presunta gestión más eficiente. El papel del laboratorio clínico dentro del sistema se ha visto afectado. Algunos han definido el laboratorio como una unidad de negocio, quitando la parte profesional y clínica y reduciendo el laboratorio a un mero elemento de producción de resultados facturables. Un modelo que es el germen e impulso de un mercantilismo que reduce el papel de los profesionales y por tanto afecta a la calidad del servicio prestado a nuestros pacientes.
Y nosotros nos defendemos debatiendo continuamente, que hay que dar «valor añadido». Si añadir valor significa emitir resultados de calidad, que sirvan para facilitar el diagnóstico clínico y saber interpretarlos, ¿qué hemos estado haciendo hasta ahora?
Los cambios tecnológicos nos permiten aumentar el número de pruebas útiles (y disminuir las inútiles), pero para esa diferenciación hacen falta buenos profesionales, con una visión troncal y globalizadora (orientada al paciente) y a la vez una visión especializada y específica (para una pregunta concreta relacionada con alguna prueba en un entorno concreto).
Lo que necesitamos son plantillas de facultativos dimensionadas de forma adecuada, formación y verdadera implicación: Personas, trabajo, ilusión y formación. Esa es la solución y el futuro.
La formación de profesionales es el verdadero futuro de la especialidadEn ningún caso, ni en ningún ámbito social o profesional, la resolución de problemas pasa por eliminar la formación. El gran reto de la especialidad está en el compromiso firme, responsable y generoso de formar, con calidad, entusiasmo y perspectivas laborales, a los futuros especialistas.
Las sociedades científicas aglutinan y concentran lo mejor de la suma de los profesionales que las componen. Es nuestra obligación liderar el camino, enriquecidos con la participación de los profesionales que nos componen.
Como expresó T. Rooselvelt en su famoso discurso en La Sorbona el 23 de abril de 1910 El reconocimiento pertenece realmente al hombre que está en la arena, … al que se esfuerza valientemente…; a aquel que realmente se empeña en lograr su cometido; quien conoce grandes entusiasmos, grandes devociones; quien se consagra a una causa digna; quien en el mejor de los casos encuentra al final el triunfo inherente al logro grandioso; y que en el peor de los casos, si fracasa, al menos caerá con la frente bien en alto, de manera que su lugar jamás estará entre aquellas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni el fracaso.
Necesitamos un cambio en nuestro pensamiento, unos profesionales que entiendan que la medida de la actividad no es el número de pruebas pedidas sin control que pueda lanzar un analizador que tampoco controlamos hacia unos profesionales que no siempre saben interpretarlas
La medida de la actividad es cómo se mejora la salud de nuestros pacientes:
Cuando intervenimos en que la demanda sea adecuada. Tanto a nivel de organización y recomendaciones como a nivel de validación preanalítica de las peticiones.
Cuando disminuimos el tiempo diagnóstico gracias a nuestra actitud activa: agregando o eliminando pruebas en tiempo real y notificando o contactando con el peticionario para orientar la solicitud.
Cuando detectamos problemas (valores críticos y valores de notificación preferente) y los comunicamos al clínico para permitirle priorizar.
Cuando revisamos con él los casos complejos que pueden llevar a otras pruebas, diagnósticos o tratamientos inadecuados.
Cuando auditamos a posteriori que cumplimos nuestros objetivos de mejora de la atención a los pacientes.
La solución no es formar menos, sino formar más y mejor a esos nuevos profesionales que pueden, que deben, realizar el auténtico punto de inflexión en la medicina de laboratorio: el correcto ejercicio profesional.