La reciente epidemia del virus del Ébola en África Occidental, en el contexto de un mundo global, y su posibilidad de difusión a países de nuestro entorno1, pone sobre el tapete, de nuevo, la vulnerabilidad de la condición humana, y nos enfrenta a nuestros miedos más atávicos.
No es la primera vez que pasa. Recordemos, por ejemplo, la gripe A, la enfermedad de las vacas locas o, en un pasado no tan lejano, el síndrome tóxico.
En todos esos casos, la disponibilidad de muchos datos e interpretaciones vendidos como información por los medios y sin un filtro adecuado provoca más miedo que seguridad. Los profesionales sanitarios, ante esa falta de información o cuando esta se halla mal estructurada, podemos también responder de manera inadecuada.
La sociedad se vuelve hacia sus profesionales sanitarios y, en el caso de enfermedades graves o con riesgo potencial de muerte, se superan las barreras de la atención primaria y se acude a los centros hospitalarios como en una especie de acogida a sagrado que pudiera ponernos a salvo del peligro, centros en los que los profesionales debemos enfrentarnos también a esa incertidumbre en muchas ocasiones: riesgo, indefinición y falta de conocimiento pueden ser una mezcla de difícil manejo.
El impacto de las noticias define, además, que el virus del Ébola es especialmente letal en el caso del personal sanitario, dada su alta infectividad en contacto con el paciente, sus muestras o secreciones.
En ese entorno, el laboratorio tiene particularidades especiales: en caso de enfermedades infectocontagiosas, las muestras obtenidas para diagnóstico biológico son un material potencialmente peligroso, pero al estar el paciente fuera del foco, a menudo no se valora adecuadamente por la sociedad, o incluso por las autoridades sanitarias. Dentro de las recomendaciones podemos encontrar, en el mismo documento, enunciados como los siguientes:
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«Las muestras clínicas para determinaciones microbiológicas se deben procesar en una cabina de seguridad biológica clase ii utilizando prácticas con nivel de bioseguridad tipo 3».
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«El riesgo asociado al manejo de muestras biológicas durante los procedimientos de bioquímica y hematología habituales se considera muy bajo».
Si leemos completamente el enunciado: «Las muestras clínicas […] se deben procesar en una cabina de seguridad biológica clase ii utilizando prácticas con nivel de bioseguridad tipo 3», pero que el «manejo de muestras biológicas durante los procedimientos de bioquímica y hematología habituales se considera muy bajo» está claro que hay un área de incertidumbre, que probablemente varía en función de la técnica y el analizador utilizado.
Analizando en detalle la información disponible, sabemos que ese «bajo riesgo» se asocia a la realización de las técnicas en equipos cerrados y con las medidas de seguridad adecuadas. Para el manejo general, se recomiendan la mismas medidas porque el riesgo está en la muestra y no en la finalidad de la determinación1,2.
La perspectiva del laboratorio es crítica, y no incluye solo la extracción y el análisis automatizado. Existen problemas de transporte, centrifugación, alicuotado, manipulación de la muestra y los teclados de ordenadores y equipos, realización de técnicas manuales, almacenamiento, manejo de desechos, etc.
Los conocimientos y criterios generales deben adaptarse a la realidad concreta del momento, el lugar y las probabilidades reales de riesgo, y enfocarse desde la perspectiva de la seguridad. Cuando esto ocurre son necesarios profesionalidad, serenidad, conocimiento y sentido común.
En este número se recoge el enfoque y desarrollo de la práctica y la actividad en nuestro entorno por profesionales del Hospital Universitario La Paz en Madrid, y en concreto, en el ámbito del laboratorio3. Los autores desgranan el proceso con un enfoque de conocimiento y sentido común que nos transmite la adecuada serenidad y rigor para afrontar el reto.
En Madrid, además, el proyecto Madrid Laboratorio Clínico aporta la búsqueda de una visión global y un aprovechamiento del conocimiento experto. Madrid Laboratorio Clínico nos ha servido de referente para trabajar en el diseño de una respuesta común a este problema real, pero, además, como un camino que nos permite utilizar ese conocimiento globalmente para todos los hospitales del grupo.
En ese ajuste temporal, hemos de tener en cuenta, además de la definición global, la inversión y consumo de recursos: ¿es necesario el mismo despliegue en todos los centros cuando la amenaza es solo potencial? Pensamos que es más adecuado un desarrollo progresivo, con un centro inicial que dispone de los medios y difunde el conocimiento y puede ser una fuente rápida de preparación de otros si fuera necesario.
El sistema sanitario debe hacer frente a desafíos y problemas que pueden surgir potencialmente en un breve plazo y para los que se dispone de poco tiempo para realizar una organización efectiva.
Es necesario, por tanto, definir y determinar las acciones y procesos que permitan proporcionar una adecuada atención a los pacientes, minimizando o eliminando los riesgos para el personal que atiende al enfermo, evitando, además, la difusión de la enfermedad en el entorno donde se ubican paciente y centro sanitario; cumplir los procedimientos de seguridad sin que sea conveniente excederse en las recomendaciones.
Los laboratorios de máxima seguridad, que por sus características son los idóneos desde el punto de vista de la investigación para tratar este tipo de muestras, en un momento de crisis pueden ser insuficientes para procesarlas. Conocer exactamente los límites y los riesgos hace posible una actuación correcta, evitando situaciones de pánico o de baja profesionalidad por falta de información y formación. Hemos de valorar y hacer referencia a los procesos del laboratorio en relación con los pacientes y con sus muestras, su recepción, envío, proceso y eliminación de residuos. Pero hemos de hacerlo referido a laboratorios de carácter general, que procesarán las muestras para las determinaciones habituales, pero igualmente infecciosas para el personal que las manipula.
El enfoque no solo debería ser válido para el virus del Ébola, sino para situaciones de estas características que puedan darse y en las que la labor del laboratorio sea crítica.
Hacer una inversión en equipamiento y preparación en todos los centros en las mismas condiciones parece innecesario. Potenciar un número suficiente de centros que puedan asumir las muestras en una etapa inicial y disponer de un plan para ir aumentando su número si es necesario parece una alternativa más razonable. El conocimiento y la capacitación deben llegar antes que las muestras.
Y, además, entra en la filosofía que, como Madrid Laboratorio Clínico, nos define: una red cuyos nodos difunden su práctica y conocimiento dentro del grupo.