La educación de personas mayores constituye una de las funciones clave que hoy debe asumir la universidad española dentro del marco del aprendizaje permanente y en el actual contexto demográfico. Aprender a lo largo de toda la vida genera numerosas ventajas y oportunidades, si consideramos al tiempo como un reto individual y un fenómeno social. Así, en este ensayo se reflexiona en torno a la expansión de la educación universitaria para mayores en España y sobre las razones y los beneficios de volver a las aulas universitarias, describiendo uno de los programas referente en este tipo de oferta formativa.
Senior education is one of the key roles that Spanish university must play today within the framework of lifelong learning in the current demographic context. Lifelong learning generates many benefits and opportunities for the elderly, while representing a great individual and social challenge as a sociological phenomenon. This essay reflects the expansion of University education programs for adults in Spain, the reasons and benefits of returning to university classrooms, describing one of the benchmark programs in this kind of educational offer.
En España, así como en los 46 países que constituyen actualmente el Espacio Europeo de Educación Superior (eees), el aprendizaje permanente —o la educación a lo largo de toda la vida— constituye uno de los objetivos estratégicos y debe ser por ello clave en la dirección de los esfuerzos y actuaciones. Dentro de este tipo de formación, ocupa un lugar destacado la educación superior de adultos mayores, quienes pueden regresar a los planteles universitarios a través de diferentes vías. En este trabajo, la reflexión se centrará en torno al acceso a la Universidad de las personas mayores para cursar títulos universitarios propios, que conducen a una formación de nivel superior que no está orientada a posibilitar el desempeño de competencias requeridas en el mercado laboral, sino a procurar una educación integral cuyas ventajas son de orden diverso. Se trata de personas que superan la barrera de los 50 años y que se incorporan a los denominados Programas Universitarios para Mayores (pum), surgidos a partir de los años ochenta del siglo xx en las instituciones universitarias de numerosos países desarrollados.
En primer lugar, el presente trabajo abordará el significado de tales programas en el marco de la educación permanente, su surgimiento, su tipología y, particularmente, su desarrollo en España. Con este objetivo, la información se contextualizará a lo largo de dos coordenadas, constituidas por los cambios demográficos y las transformaciones en el papel y las funciones de las universidades en el siglo xxi. Con ello se busca analizar y describir la necesaria redefinición del papel de la Universidad, que amplía sus moldes y límites consolidando la identidad y fortaleciendo los valores de las personas mayores. De este modo, se avanza en la igualdad de oportunidades y en la democratización de la educación, mediante la flexibilización de su oferta formativa.
En segundo lugar, se analizará uno de los programas que se ha vuelto referente en educación de personas mayores en España, el programa La Nau Gran de la Universidad de Valencia, que nos brindará la posibilidad de comprobar algunas de las cuestiones tratadas a través de un caso concreto. Enseguida, y desde una perspectiva más centrada en sus protagonistas, se busca ahondar por medio de análisis empíricos en cuestiones centrales de tales estudios, como lo son las relativas a las motivaciones que hoy en día guían a los estudiantes que acceden a dichos programas, y los efectos que esta formación consigue, tanto desde el punto de vista personal como social.
El último objetivo de este trabajo no es otro que profundizar en el estudio de los Programas Universitarios para Mayores, con el propósito de promover un debate enriquecedor que permita ajustar su diseño y su oferta a las necesidades de este tipo de estudiantes universitarios. Esto mismo a partir de su configuración actual, fruto de su evolución histórica, así como de las claves que nos proporcionan los objetivos, opiniones, expectativas, y beneficios que de ellos esperan obtener sus protagonistas: el alumnado de los pum. Con ello, se pretende contribuir a potenciar el aprendizaje en las personas mayores, reformulando a su vez las funciones que debe asumir la Universidad actual para dar una adecuada respuesta a las necesidades de una sociedad cambiante y en permanente transformación.
El estudio realizado en línea, con las cuestiones apuntadas, persigue por tanto analizar los rasgos más relevantes de los Programas Universitarios para Mayores en España, que deben dar cumplida respuesta a una nueva realidad social. Los grandes propósitos del presente trabajo han sido los siguientes:
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Conocer el perfil que presentan los pum en España, a partir del propio diseño de tales programas, desde una perspectiva histórica y actual, ofreciendo un panorama general sobre los mismos.
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En particular se describirá uno de los programas existentes, que es al tiempo un referente en la materia, el programa La Nau Gran de la Universidad de Valencia.
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Indagar sobre las opiniones de los protagonistas, el alumnado de los pum, a fin de conocer sus motivaciones y expectativas al aproximarse a este tipo de formación universitaria, así como los numerosos beneficios –personales y colectivos– que tales programas universitarios son susceptibles de reportar a sus participantes.
El aprendizaje a lo largo de toda la vida se concibe como una actividad llevada a cabo en cualquier momento, con el fin de mejorar conocimientos, habilidades y competencias desde una perspectiva cívica, social y/o ligada al empleo.
Un concepto así tiene un cierto cariz revolucionario, en cuanto supone la ruptura de las rígidas fronteras del espacio y de la edad en relación con el acceso a la formación, que hasta hace poco se alzaban con firmeza en el terreno de la educación en los países de nuestro ámbito. La formación extensiva a lo largo de toda la vida humana (Pérez Serrano, 2001) se halla ligada a una concreta concepción de la educación, que como “actividad intencional y sistemática, por un lado, y como ecoinfluencia física y humana, por el otro, es un proceso optimizante de la personalidad del individuo, que comienza y termina con la vida del mismo” (Ferrández y Puente, 1991).
La importancia del aprendizaje permanente se ha consolidado como un interés de primer orden en el ámbito del Espacio Europeo de Educación Superior, desde la Declaración de Bolonia en 1999. En la misma línea, se destaca la relevancia del marco estratégico para la cooperación europea, en el ámbito de la educación y la formación, ET 2020, establecido por el Consejo de la Unión Europea. En particular, su primer objetivo estratégico señala que los desafíos planteados por el cambio demográfico, y por la necesidad periódica de actualizar y desarrollar las cualificaciones para adaptarlas a unas circunstancias económicas y sociales cambiantes, exigen un enfoque permanente del aprendizaje y unos sistemas de educación y formación flexibles. Por su parte, el tercer objetivo estratégico establece la necesidad de que las políticas educativas permitan que todos los ciudadanos, independientemente de sus circunstancias personales y sociales, adquieran, actualicen y desarrollen durante toda su vida aptitudes, al tiempo que se respalda el aprendizaje continuo y la ciudadanía activa.
Todos los documentos anteriores, ejes clave en materia de educación, ponen en relieve la importancia estratégica que ha adquirido el aprendizaje permanente en la última década, así como su lugar prominente en la agenda política europea de cooperación en el ámbito de la educación y de la formación. A su vez, el aprendizaje de adultos ha sido reconocido como uno de los componentes fundamentales de este tipo de aprendizaje.
Y no es extraño que así sea, tomando en cuenta los importantes y trascendentales cambios sociales, culturales, económicos y científicos que se están produciendo en la actualidad, transformaciones que son además profundas, constantes y aceleradas. El último episodio, la actual crisis económica que sacude a las naciones occidentales (con especial virulencia a Europa y a Estados Unidos), ha precipitado todavía más la rapidez de las transformaciones y la incertidumbre de un hábitat marcado en lo social, entre otros factores, por la revolución tecnológica, la irrupción de la sociedad de la información, la variabilidad en los valores sociales, la multiculturalidad o la globalización. La educación debe adaptarse a un contexto social en constante reformulación, en el que la educación permanente se ha llegado a calificar como una necesidad ineludible.
La apertura de las universidades a los estudiantes adultos, y especialmente a aquellos que superan la barrera de los 50, tiene sus bases en determinadas condiciones sociales, que han sido sistematizadas por Brunhilde Arnold y Jean Costa (1996). Entre ellas destacan, por encima de todas, el factor demográfico: en nuestras sociedades está teniendo lugar un acusado fenómeno de prolongación de la esperanza de vida, lo que, unido al aumento de la longevidad, provoca un importante crecimiento de la población de más edad. Junto a ello hay que hablar, además, de una mejora sustancial del bienestar, de una ampliación del ocio y de las posibilidades vitales. El horizonte temporal se ha transformado igualmente por factores como las prácticas de jubilación temprana, cambios estructurales que traen consigo menores posibilidades de desempeñar trabajos asalariados, o la emergencia gradual de una generación de personas mayores que ha realizado una actividad intensa en su devenir profesional y que, por esto mismo, demanda una nueva orientación en este horizonte temporal prolongado, abierto ahora ante ellos.
Otro de los elementos explicativos de la irrupción de las personas mayores en las universidades es que la educación se considera un derecho fundamental de todo individuo, y de toda la sociedad, concebido para movilizar todas sus reservas de talento, lo que ha tenido un impacto inclusivo de grupos antes excluidos, o con un acceso limitado a la educación, como las mujeres o las personas mayores (Arnold y Costa, 1996).1
Los pum nacen a partir de la creciente demanda de la población mayor por lograr una formación que, a diferencia de la educación tradicional para adultos, trasciende la alfabetización instrumental (García y Troyano, 2006), centrándose en objetivos de índole científico, cultural y social. La actuación universitaria en este campo persigue múltiples finalidades, entre las que destaca facilitar el acceso de las personas mayores a la educación y a la cultura, promoviendo su participación social y cultural. Asimismo, resulta esencial su papel en materia de dinamización de la comunidad, incorporando a grupos de personas mayores a ámbitos diversos de desarrollo cultural, facilitándoles oportunidades de relación y fomentando la convivencia. A partir de su núcleo instructivo y académico, los pum preparan a los mayores para enfrentarse a los retos educativos que en nuestros días entraña no sólo la comunicación social, sino otras muchas y cambiantes dificultades inherentes a la sociedad actual. En definitiva, los pum han cumplido desde sus inicios una importante función cultural y socializadora, desde una perspectiva positiva, activa, participativa y de autorealización, favoreciendo al mismo tiempo a la Universidad, ya que la presencia de este alumnado, diverso del tradicional, sin duda dinamiza la institución universitaria (Millán y Santos, 2006).
La aparición y el desarrollo de este tipo de programas universitarios tuvieron lugar en épocas y procesos distintos para los diferentes países. Con el tiempo, la plena consolidación del lifelong learning ha propiciado la proliferación de nuevas propuestas educativas intergeneracionales de nivel universitario para alumnos mayores de 50 años.
Considerando una serie de factores, tales como objetivos, criterios de participación y estructuras organizativas, podemos distinguir entre dos modelos diversos para el diseño de la educación de personas mayores, que dan lugar a su vez a un modelo híbrido o mixto (Montoro-Rodríguez, y Pinazo, 2005; Yuni, 2003; Manheimer, Snodgrass y Moskow-McKencie, 1995). Sin pretensión de exhaustividad, podríamos hablar de:
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El modelo francés. Cuenta con programas universitarios estructurados en cursos y en créditos. En él subyace la consideración de que las universidades son las instituciones idóneas para proporcionar esta formación, por su combinación docencia-investigación y sus metodologías de aprendizaje. Asimismo, es esencial la integración de los estudiantes mayores en el campus universitario, su relación con el resto de estudiantes y, por lo tanto, el enriquecimiento que aporta el factor intergeneracional. Francia, Italia, Alemania y España lo siguen.
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El modelo británico o de Cambridge (Open University). Se basa en la autogestión de las comunidades de adultos mayores para satisfacer sus propias necesidades de actualización y formación (Yuni, 2003). Los programas se encuentran asociados a entes municipales, que ofrecen una amplia gama de actividades educativas y culturales. Sus objetivos son la capacitación, el aumento de la participación y el empowerment de los adultos mayores en la toma de decisiones colectivas (Montoro-Rodríguez, y Pinazo, 2005). En su mayoría les proporcionan la oportunidad de cursar estudios universitarios, sin obtención de créditos (por ejemplo, los Learning in Retirement, establecidos en numerosas universidades estadounidenses y de Canadá).
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El modelo mixto o híbrido. Ofrece múltiples variantes, pues incorpora aspectos de los dos modelos anteriores, combinando el apoyo institucional por parte de las universidades con actividades comunitarias y otras acciones promotoras del aprendizaje de adultos.
El envejecimiento con éxito es considerado como un concepto multidimensional que trasciende el factor fundamental, constituido éste por una buena salud, para abarcar otros factores biológicos y psicosociales tales como unas condiciones afectivas positivas, un funcionamiento físico óptimo, un alto funcionamiento cognitivo o niveles razonables de participación social. Todos los elementos anteriores permiten un grado mayor de adaptación a la madurez y se desempeñan muy positivamente en pos de conseguir una mejor calidad de vida. Entre ellos, ocupa un destacado lugar el aprendizaje, entendido como un proceso que nos facilita la adquisición de información y conocimientos para la realización de tareas diversas y para amoldarnos eficazmente al medio que nos rodea (Sander, 1994). En esta misma línea, Ference Marton (1988) describió el aprendizaje como una vía que nos ayuda a comprender, a ver las cosas de forma diferente e incluso a cambiar como personas.
La educación y el aprendizaje constituyen, pues, factores esenciales que facilitan la participación de las personas adultas en la sociedad y que les procuran una mejor calidad de vida a medida que envejecen (The World Health Report, whr, 2002). Boulton-Lewis (2010) ha sistematizado algunos de los planteamientos más interesantes en relación con el valor del aprendizaje para las personas mayores, a los que capacita para estar al día en materia de avances científico-técnicos, como un modo de aumentar la confianza en sí mismos y en su autosuficiencia, así como en brindarles estrategias en las áreas de bienestar físico, de la salud y de las relaciones sociales. Por su parte, Dench & Regan (2000) señalan que el aprendizaje procura a los mayores un notable disfrute y satisfacción vitales, significativas dosis de confianza en sí mismos al aumentar sus habilidades, al tiempo que incrementa su interacción social. Finalmente, Withnall (2000) pone de manifiesto la relevancia del aprendizaje como reto y sus efectos sobre la activación intelectual, el mantenimiento óptimo de las funciones mentales y la conservación de la memoria.
Analizados algunos de los más importantes efectos del aprendizaje en las personas mayores, resulta de sumo interés conocer sus propias opiniones en relación con sus razones y expectativas sobre los beneficios que tal educación es susceptible de reportarles. En esta línea, varios autores han destacado en sus estudios algunas clasificaciones conceptuales relevantes en materia de razones y beneficios para la educación de estos grupos (Solé, Triadó, Villar, Riera y Chamarro, 2005).
La primera de ellas es la que distingue entre factores asociados al producto y factores asociados a las relaciones. Los primeros se centran en el reto cognitivo que supone aprender para los mayores, en la adquisición de conocimientos que el aprendizaje les procura y que lleva a concebir la vejez como una época que hace posible el crecimiento personal en los últimos periodos de la vida. Por su parte, los factores asociados a las relaciones tendrían que ver con el contacto social que facilita el aprendizaje, a través de la asistencia a clases y a otras actividades formativas organizadas por la Universidad. El implicarse en programas formativos combate eficazmente el aislamiento y facilita nuevos lazos y relaciones sociales con personas de características similares, o con intereses parcialmente coincidentes. Los factores asociados al producto suelen destacarse, ya sea por su mayor frecuencia o intensidad, por encima de los asociados a las relaciones y personas, aunque estos últimos son también muy importantes en los discursos de las personas mayores que continúan formándose (Jarvis y Walker, 1997).
Una segunda clasificación reconoce en esta materia aspectos de orden expresivo, junto a otros de orden instrumental. Los primeros están relacionados con el proceso educativo, con el placer que procura per se el aprendizaje, en contraposición con los segundos, que conciben la importancia de la educación como una vía para alcanzar metas ajenas al propio proceso formativo. En el caso de las personas mayores —a diferencia de otras etapas de la vida en las que la educación se concibe como un modo o requisito de certificación de conocimientos para incorporarse al mundo del trabajo o para la promoción profesional— se destacan los factores de orden expresivo, relacionados con el propio placer y la satisfacción que la educación proporciona en términos de crecimiento y desarrollo personal.
De hecho, en el propio estudio realizado por Carmen Solé y otros autores, las razones más frecuentemente esgrimidas por los estudiantes mayores fueron las de permanecer mentalmente activos, ocupar el tiempo de manera útil, crecer como persona, profundizar conocimientos, razones de tipo vocacional o de inclinación personal, o el hecho de que la educación constituye una distracción (Solé, Triadó, Villar, Riera y Chamarro, 2005).
En general, los estudios muestran que las motivaciones más importantes para el aprendizaje son de tipo cognitivo (como la curiosidad intelectual) y de adquisición de conocimiento (deseo de aprender, por ejemplo). También destacan el crecimiento personal y la satisfacción, el enriquecimiento, el placer, el disfrute, el sentimiento de realización, el contacto social y el aumento de las relaciones interpersonales (Montoro-Rodríguez, Pinazo y Tortosa, 2007). Desde otra perspectiva, y según McClusky (1982), las necesidades educativas más requeridas por las personas mayores pueden agruparse en cinco dimensiones: a) necesidades de formación, de supervivencia y de adaptación al proceso de envejecimiento; b) necesidades de creatividad, que promueven nuevas experiencias de participación y disfrute; c) necesidades de información con el objetivo de poder canalizar su contribución a la sociedad; d) necesidades de formación en aspectos relacionados con el significado de la propia vida; e) necesidades de información para tener influencia en la vida social.
MetodologíaEl objeto de estudio exige la aplicación de una doble metodología. En primer lugar, y por lo que respecta al conocimiento y la descripción del origen, la tipología y el desarrollo de los pum, hablamos de un trabajo teórico, elaborado a partir de estudios previos y de documentación diversa relativa a estos programas de las diversas universidades españolas. Las mismas fuentes han sido utilizadas para perfilar un exponente interesante: el programa La Nau Gran de la Universidad de Valencia.
No obstante, conocer las opiniones del alumnado de tales programas requería una metodología muy diversa. Un objetivo tal exigía la aproximación al mundo de significados intersubjetivos, así como de perspectivas, de interpretaciones y de conceptos comprensivos del lenguaje simbólico de los protagonistas, es decir, de los hombres y mujeres que cursan los pum. Necesitábamos conocer, entre otros aspectos, sus concepciones en torno a su experiencia educativa, sus expectativas y motivaciones para acceder a estos programas, y los beneficios que esperan lograr y que, de hecho, extraen de los mismos. Para lograrlo, la técnica de investigación cualitativa elegida fue la entrevista en profundidad. Esta metodología se inserta en un paradigma cualitativo y responde a una epistemología interpretativa, centrándose en la dimensión intersubjetiva, en el sujeto individual, en el mundo del significado, en los motivos y las intenciones del individuo o del grupo social. Nos importa la perspectiva de comprensión e interpretación de la realidad, tal y como es concebida por los sujetos implicados, que son los que la viven e interpretan. En coherencia con ello, hemos utilizado métodos altamente flexibles para recabar información, en los cuales el desarrollo de la investigación marca el proceso, que es totalmente interactivo.
Se trata de entrevistas en profundidad semi-estructuradas, de carácter individual, holístico y no directivo. En total se llevaron a cabo 24 entrevistas (16 mujeres y 8 hombres), realizadas entre el alumnado del programa La Nau Gran de la Universidad de Valencia. En la muestra de estudiantes seleccionada, se ha tenido en cuenta que las mujeres en este tipo de programas representan cerca del 65%, y que la edad media se sitúa en la franja de entre los 65 y los 75 años, aunque lógicamente se entrevistó a personas de edades diversas.
Una de las grandes virtudes de esta técnica de investigación cualitativa es, precisamente, que a través de ella se crea un marco artificial para recabar información, producto de la relación intensa que se establece —en el caso de alcanzarse un clima propicio— entre el investigador y el actor social. Cuando ésta es de tipo no directivo, la situación cuenta con un diseño inicial, pero no puede estar constreñida a esquemas fijos, sino que su mayor riqueza viene del aprovechamiento de las cuestiones, los temas y las circunstancias nuevas que surgen a lo largo de su desarrollo, fruto en ocasiones de las reacciones y respuestas de los entrevistados.
En el cuadro 1, que se muestra a continuación, aparecen los grandes nudos temáticos de las entrevistas realizadas.
Ámbitos y contenidos del cuestionario
ÁMBITOS Y CONTENIDOS DEL CUESTIONARIO |
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Biografía personal y familiar |
- Sexo; edad; situación familiar (hijos, nietos); nivel de formación previa; eventuales estudios universitarios realizados… |
Motivaciones y expectativas personales a la hora de participar en un pum |
- Acceso y profundización en conocimientos, frente al simple placer |
- La atracción que ejerce la universidad |
- Crecimiento personal, deseo de realización |
Opinión sobre las razones de las personas mayores para acceder a las aulas universitarias |
- Motivos de índole personal |
- Razones de carácter social, mantenimiento de la participación y el protagonismo social; aumento de las relaciones |
Factores con influencia positiva para enrolarse en los programas universitarios para mayores |
Factores que influyen negativamente a la hora de participar en los programas universitarios para mayores |
Reciclaje: Necesidad de poseer determinados conocimientos básicos en la sociedad actual |
Balance sobre la experiencia universitaria de los mayores: satisfacción o insatisfacción derivada de la participación en un pum |
Imágenes sociales sobre la madurez |
El valor de la intergeneracionalidad en las aulas universitarias |
Fuente: Elaboración propia.
En términos generales, en España predomina el modelo francés de la Universidad de la Tercera Edad. Los primeros programas se desarrollaron en las décadas de los 80 y 90 del siglo xx y, en el 2011, de acuerdo con datos de la Asociación Española de Programas Universitarios para Mayores (aepum), 53 universidades españolas —de un total de 77— habían desarrollado programas específicos para personas mayores.
Antes de entrar en el análisis de los pum en España y su significación, hay que destacar, por haberla mencionado, el importante papel que desempeña la aepum, una asociación de interés universitario con plena capacidad jurídica, que obra sin fines de lucro y que está constituida por universidades públicas y privadas, así como por entidades con personalidad jurídica que pretenden promover la formación universitaria para las personas mayores, contribuyendo de esta forma al desarrollo cultural de este grupo. La aepum cuenta con más de cuarenta programas como socios (44), y su acción afecta a más de 30 000 alumnos mayores de 55 años. La asociación representa los intereses de las instituciones que la integran en materia de educación universitaria para personas mayores, y es extraordinariamente dinámica a la hora de canalizar esfuerzos, organizar proyectos y, en definitiva, apoyar cualquier iniciativa orientada a mejorar los programas de formación universitaria para esta población.
Volviendo al análisis de los pum españoles, Ingrid Martorell y otros autores realizan una clasificación en la que mencionan cuatro tipos de programas diferentes, presentes en las universidades españolas (Martorell, Medrano, Solé, Vila y Cabeza, 2009): 1) programas definidos para la tercera generación, específicamente dedicados a los mayores, con un curriculum adaptado y realizados en aulas diferentes a los que la Universidad ofrece en su actividad ordinaria; 2) programas integrados, en los que los estudiantes mayores comparten las aulas con los jóvenes universitarios; 3) programas mixtos, que constituyen combinaciones diferentes entre las modalidades de otros específicos e integrados; 4) una última tipología de acción formativa usualmente organizada por los estudiantes mayores y sus asociaciones, que consiste en ciclos de conferencias sobre variados temas de interés.
Considerando el paisaje global de la oferta universitaria para adultos en España, podríamos decir que la mayoría de los programas tienen como destinatarios a mayores de 50 años, además son ofertados por universidades públicas y alcanzan una duración de tres cursos académicos. Las materias comprendidas en esta formación pertenecen a las áreas de humanidades, ciencias sociales, ciencias de la salud, informática y psicología, entre otras.
Por otro lado, abordar los pum en España exige conectar tal cuestión con la misión social de la Universidad, aquí acentuada, así como con la necesidad de que procure una oferta de formación flexible. Y es que no hay duda de que las universidades son instituciones fundamentales de nuestro sistema educativo y científico, que como tales poseen un gran potencial científico-técnico. Sin embargo, existe una opinión generalizada de que, en ocasiones y en relación con determinadas áreas de conocimiento, las universidades son excesivamente teóricas, se encuentran muy burocratizadas en sus trámites de acceso y, en muchos casos, ofrecen poca disponibilidad y adecuación de sus espacios para el uso por parte de personas distintas en su perfil al de los estudiantes habituales.
En España, una de las líneas de actuación de la Estrategia 2015, liderada por el Ministerio de Educación, es precisamente poner el conocimiento al servicio de la sociedad, incrementando su compromiso con la comunidad, dialogando con organizaciones civiles y desarrollando así la misión social de las universidades. Esta es una idea que ya estaba presente en nuestra normativa, cuando se subrayaba la importancia de la formación permanente a lo largo de la vida como un modo de autorrealización personal.
La propia estrategia constata que las universidades españolas realizan, desde hace años, una oferta amplia, consolidada, reconocida y con calidad de formación, complementaria a las enseñanzas regladas. No obstante, hace falta potenciar su participación en una formación continua más flexible y adaptada a las necesidades y demandas sociales. En este sentido, el estudio La educación formal de adultos en Europa: políticas y prácticas (Eurydice, 2011), subraya que la ausencia de programas flexibles puede suponer un obstáculo para que los adultos participen en la educación superior.
Esta oferta formativa de las universidades debe ser, pues, flexible, sin que necesariamente conduzca a una titulación oficial. En particular, las universidades han establecido, durante las últimas dos décadas, programas para mayores de 50 años con el fin de apoyar la inclusión y la cohesión social para todas las edades, que a su vez fomentan la solidaridad intergeneracional.
Las oportunidades de aprendizaje para los adultos son esenciales para garantizar el progreso económico y social, así como para la realización personal de los individuos. La educación de adultos mayores está asociada a ventajas que se traducen en un aumento de la participación ciudadana, a una mejor salud y un mayor bienestar individual. También constituye un proceso de democratización del conocimiento al acercarlo a dicho sector de la población, posibilitando, además, a través del ejercicio intelectual, la prevención de situaciones de dependencia, la promoción de la autonomía personal y, en definitiva, la mejora de la calidad de vida.
Por otro lado, la oferta de este tipo de programas se enmarca dentro de la función social de la Universidad en un proceso continuo de apertura a todos los sectores de la población, tanto hacia aquellos que ya pasaron por sus aulas, como a los que por diversos motivos no lo pudieron hacer. Hablamos de objetivos sociales que buscan proporcionar una formación que facilite el aprendizaje autónomo, divulgar el conocimiento, impulsar el desarrollo profesional y/o personal, promover el conocimiento del entorno, facilitar el acceso a estudios universitarios –en cualquier época y momento de la vida–, así como a mejorar la calidad de vida y potenciar la colaboración, la participación y el desarrollo de las relaciones intergeneracionales.
El programa La Nau Gran: características configuradoras y diferenciales. Objetivos, número de alumnos y perfilesLa Universidad de Valencia puso en marcha, durante el curso académico 1999-2000, un programa para mayores de 55 años, denominado La Nau Gran, una de las referencias más importantes de los Programas Universitarios para Mayores en las universidades españolas.
Existen dos elementos diferenciales clave que resaltan este programa respecto de otros muchos. En primer lugar, su carácter intergeneracional, concebido como un espacio académico de formación, reflexión y opinión, capaz de aglutinar a personas de diferentes edades. En segunda instancia, no se ha querido diseñar un programa de formación universitaria a medida de un público diferente por motivos de edad, sino facilitar la entrada de los estudiantes mayores a las aulas convencionales, de manera que compartieran las asignaturas ofertadas con los alumnos de los diferentes planes de estudio.
Se trata de un programa universitario integrado, concebido y organizado conforme al modelo francés, que ofrece una oportunidad única para las personas mayores de compartir aulas, materias y actividades grupales con el resto de los estudiantes que cursan las diversas enseñanzas, entablando así un contacto claramente enriquecedor para todos. Y es que para los participantes también constituye una prioridad poder entablar o, en ciertos casos, recuperar una estrecha relación con la Universidad, en tanto cuna del saber y como una institución única en materia de avances científicos y culturales.
El programa busca conseguir una serie de objetivos generales, así como otros específicos. Entre los primeros resaltan: 1) facilitar y promover las relaciones intergeneracionales; 2) proporcionar una formación universitaria que facilite el desarrollo de un aprendizaje autónomo; 3) divulgar, ampliar y/o actualizar el conocimiento y la cultura entre las personas mayores de 50 años; 4) promover un conocimiento del entorno para obtener un mayor aprovechamiento de las ofertas de ocio y tiempo libre en la sociedad; 5) favorecer el desarrollo personal en capacidades y valores desde la perspectiva de la formación a lo largo de la vida. Por su parte, como objetivos específicos, La Nau Gran destaca los siguientes: a) desarrollo de un plan de estudios estable; b) garantizar un nivel de formación universitaria.
El programa La Nau Gran está compuesto por nueve itinerarios formativos o curriculares, diseñados para ofrecer una revisión coherente y comprensiva de cada disciplina académica: Ciencias Sociales y Económicas; Ciencias Políticas, Jurídicas y Criminología; Historia del Arte; Geografía e Historia; Filosofía y Humanidades; Lengua, Literatura y Comunicación; Psicología; Ciencias de la Salud, así como Ciencia y Tecnología. Se desarrollan en cada uno de los tres campus de la Universidad de Valencia.
Los estudiantes que completen el programa pueden obtener distintos títulos, propios de esta universidad. El Certificado La Nau Gran se obtiene una vez superados los 75 créditos, realizados a lo largo de tres cursos. Esta formación se puede completar, luego de aprobar un examen de admisión, con dos cursos más de 25 créditos cada uno, para obtener el título La Nau Gran de Especialización en el programa correspondiente, que constan de tres tipos de asignaturas:
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Las asignaturas introductorias ayudan a los estudiantes mayores a refrescar y actualizar conocimientos, así como a familiarizarse con la universidad y con su recién estrenado rol de estudiantes.
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Las asignaturas optativas son aquellas que figuran en la oferta de optativas y troncales de los diferentes planes de estudio convencionales. Al cursarlas, los estudiantes de la La Nau Gran comparten con el resto de estudiantes el profesorado, las aulas y los horarios, y se integran en la actividad normal del centro educativo.
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Las actividades complementarias son los talleres, los clubs, los cursos, los seminarios y las conferencias que organiza el Servicio de Extensión Universitaria, además de otros servicios universitarios y entidades colaboradoras para todos los estudiantes en general.
El alumnado de este programa formativo para personas mayores ha ido incrementándose de forma extraordinaria, desde los 71 alumnos, con que comenzó en 1999, hasta los 1 234 que se encuentran participando en los itinerarios curriculares en el curso académico 2011-2012. A éstos habría que añadir otros 1 353 matriculados en actividades extracurriculares complementarias, concebidas con un carácter abierto. Figura 1
En cuanto a la tipología del alumnado, las mujeres representan, como ya lo habíamos referido antes, cerca del 65% de los estudiantes. La edad media se sitúa entre los 65 y los 75 años, aunque por supuesto existen personas con más edad. El programa cuenta, además, con participantes veteranos de entre 85 y 90 años. Incluso, en el curso académico 2011-2012, La Nau Gran contó con el alumno universitario de mayor edad en los Programas Universitarios para Mayores, con 101 años y matriculado en el itinerario de Geografía e Historia.
En definitiva, el programa La Nau Gran, al igual que otros tantos programas universitarios para adultos mayores, cumple el papel esencial de ser un ámbito académico a través del cual estos nuevos estudiantes cubren su curiosidad intelectual y su interés por la cultura, poniendo a su alcance conocimientos y actividades que favorecen su expresividad, su creatividad y su participación. Pero no sólo eso: a través del desarrollo de este programa, la Universidad de Valencia se sitúa en el grupo de universidades que, adaptándose a los nuevos tiempos, consideran como un objetivo valioso la formación de personas mayores, con metas no profesionales, éticas y cívicas en su proyecto de vida, que han llevado a cabo cambios sociales y culturales en sus estructuras, esto bajo la perspectiva de dar entrada a nuevos modos de entender y practicar la educación universitaria. La Nau Gran y otras experiencias desarrolladas en la última década han aportado un importante significado vital y cultural a la interacción entre la Universidad y el estilo de vida de los adultos mayores; así se constituye una importante evidencia del valor público que poseen estos programas, fundamentalmente en términos de su capacidad para contribuir a la sociedad mediante la educación a lo largo de toda la vida (Álvarez, Palmero y Jiménez, 2011).
Motivaciones y beneficios del alumnado participante en los pumLos testimonios recogidos destacan las siguientes consideraciones en relación con las motivaciones, facilidades o dificultades para participar en los pum. A continuación, se despliega un listado de las distintas valoraciones y efectos individuales y grupos que se derivan de esta experiencia:
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La mayor parte del alumnado mencionó razones de tipo expresivo, obviando las instrumentales, como justificativas de su deseo de formarse, enfatizando su voluntad de articular el aprendizaje con el deseo, el placer y el disfrute. Las motivaciones más importantes para su aprendizaje son de tipo cognitivo (destacando entre ellas la curiosidad intelectual) y de adquisición de conocimiento (el mero deseo de aprender). También se subrayan otras expectativas como el crecimiento y el deseo de realización personal. Crecer como persona, en definitiva, es casi el sentimiento que resume la motivación más importante que poseen las personas mayores para llenar las aulas universitarias.
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Algunas de las personas entrevistadas subrayan igualmente su deseo de profundizar los conocimientos previos en algunas materias; o bien argumentan razones de tipo vocacional, destacando la oportunidad que supone formarse en la Universidad, a la que en su juventud, por razones bien diversas, no pudieron asistir. Llama la atención una consideración que nos permite distinguir entre dos tipos de alumnado: aquellos que ya cuentan con una titulación universitaria previa, y un segundo grupo para el que ésta es la primera vez que acceden. En las entrevistas se destaca además que los universitarios mayores que logran titularse son cada vez más, una tendencia que algunos apuntan incluso como un cambio de perfil en los participantes de estos programas. Por otro lado, para muchos de estos alumnos, el estudio constituye una distracción que como tal valoran, situándola en el terreno del ocio por la gran satisfacción personal que les provoca.
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Hoy en día resulta casi obligado el contar con una serie de conocimientos, aun básicos, para poder comprender los mecanismos esenciales o rutinarios de la ciencia, la técnica, las Tecnologías de la Información y la Comunicación, así como de las tendencias en todos los órdenes de una sociedad en permanente cambio. No hacerlo así —señalan las personas entrevistadas— te convierte, en muchos ámbitos, en un analfabeto tecnológico, científico, etcétera. De esta manera, los participantes de los pum destacan que asistir a la Universidad es una vía casi privilegiada para acceder a este tipo de conocimientos, estar al día, no quedarse anclado y ampliar saberes en todos los terrenos.
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En muchas de las entrevistas también se subraya que el estudio, la reflexión individual y grupal, el debate y la discusión resultan gratificantes y altamente estimulantes desde el punto de vista intelectual y humano. Las dinámicas de clase son, en este sentido, altamente participativas, lo que brinda a este alumnado la posibilidad de expresar sus opiniones (en un momento de sus vidas en el que otros factores, como, por ejemplo, la jubilación, les ha hecho perder protagonismo social), atender a otras y enriquecerse en torno a materias y objetos de conocimiento que les resultaban desconocidos, y/o sobre los que pueden profundizar. Unas motivaciones que conectan, a su vez, con otras similares, también mencionadas en las entrevistas, tales como permanecer mentalmente activos u ocupar el tiempo de manera útil, objetivos para los que los programas universitarios son sin duda un modo atractivo de ocuparse.
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En menor medida que los motivos anteriormente esgrimidos, pero de forma todavía importante, los estudiantes entrevistados destacan como razones para estudiar en el nivel superior el incremento de su contacto social y el aumento de las relaciones interpersonales, dado que la Universidad como espacio de aprendizaje indudablemente les procura el acercamiento a otras personas que pueden tener con ellos puntos de conexión, aumentando sus posibilidades de comunicación y enriqueciéndoles en lo personal.
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El balance que estos alumnos realizan de su experiencia educativa es sumamente positivo. Todos ellos declaran sentirse satisfechos, y destacan haber visto sus expectativas cumplidas, subrayando que el aprendizaje y la educación constituyen dos aspectos clave en el actual concepto integral de calidad de vida humana. Por ello señalan que, incluso, suelen recomendar a otros amigos y conocidos la participación en los pum.
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Por otro lado, los alumnos entrevistados han destacado algunos factores que actúan de modo positivo, facilitando que las personas mayores se enrolen en los pum, como son una razonable autoestima, la confianza en uno mismo, una visión y un sentido de la identidad personal conectados con la posibilidad de participar en una actividad de aprendizaje universitario, “sacándole partido” y culminándola con éxito. El prestigio asociado a la Universidad como institución transmisora de cultura al máximo nivel también es un elemento que actúa como un atractivo de participación en estos programas. En el otro extremo, los estudiantes entrevistados destacan la apatía, la pasividad, la inseguridad y la falta de confianza como elementos que evitan que más personas mayores acudan a la Universidad. Asimismo, se mencionaron las elevadas cargas familiares, ya que los hijos en ocasiones suelen disponer de la gente mayor, al pensar que están jubilados y encargándoles, por consiguiente, el cuidado de sus nietos u otras tareas diversas. También se considera como un impedimento pensar que la Universidad es una institución que procura una educación demasiado elevada, para la que quizá no estarán a la altura —particularmente cuando hablamos de personas sin titulación superior previa—, así como la escasa información que poseen sobre la existencia de programas universitarios de formación para adultos, sus características, formas de acceso, materias a cursar, etcétera.
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Finalmente, las personas mayores entrevistadas también valoran en términos muy positivos la participación en los pum por la contribución que realizan desde el punto de vista social, pues se dinamizan a las personas mayores como una comunidad, al cambiar en el imaginario las imágenes asociadas a la madurez como periodo de inactividad personal y social, o al modificar la visión de la Universidad como institución que procura una formación destinada únicamente a los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo. También destacan el valor de la intergeneracionalidad, que se produce al mezclarse en las aulas y otros espacios universitarios —bibliotecas, instalaciones, etcétera— personas de diversas generaciones, que están ahí con un mismo objetivo: formarse con independencia de su edad.
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Por último, al participar en los pum, las personas mayores hacen contacto con otras realidades, ya sea a través de personas, instituciones o proyectos, lo que les lleva en muchos casos a enrolarse en actividades diversas al servicio de diferentes causas sociales, como en asociaciones, ong's, unidades y planes universitarios (en este sentido, se destaca la extraordinaria voluntad como grupo a la hora de participar en proyectos varios), etcétera, añadiendo así un valor más a la sociedad.
A lo largo de estas páginas hemos abordado los aspectos fundamentales que perfilan los programas universitarios para adultos mayores en España, una realidad educativa emergente y cuyas vigencia e importancia no harán sino aumentar en toda Europa, y aun en la oferta universitaria de los países desarrollados a nivel mundial. Las tendencias demográficas apuntan al cada vez más intenso protagonismo de las personas mayores en nuestras sociedades, a la prolongación de la vida activa, y a que el aprendizaje y la educación constituyan aspectos clave en el actual concepto integral de calidad de vida humana.
Las opiniones del alumnado participante en los pum nos han mostrado que la actuación universitaria en este campo efectivamente es útil para facilitar el acceso de las personas mayores a la educación y a la cultura, promoviendo su participación social y cultural. Resulta asimismo esencial su papel en materia de dinamización de la comunidad, incorporando a personas mayores a ámbitos diversos de desarrollo cultural, facilitándoles oportunidades de relación y fomentando la convivencia. A partir de su núcleo instructivo y académico, los pum preparan a los mayores para enfrentarse a los retos educativos que en nuestros días entraña no sólo la comunicación social, sino otras muchas y cambiantes dificultades inherentes a la sociedad actual. En definitiva, los pum cumplen una importante función cultural y socializadora, desde una perspectiva positiva, activa, participativa y de autorealización, favoreciendo a la Universidad, ya que la presencia de este alumnado –distinto del tradicional– sin duda dinamiza esta institución.
Los pum constituyen, pues, una realidad educativa emergente, cuyas vigencia e importancia han aumentado de forma significativa en la última década en España. No obstante, estos programas suponen una realidad relativamente nueva para las universidades, que actualmente se hallan en un constante proceso de transformación a fin de adaptarse a las actuales sociedades, complejas y conformadoras de entornos altamente cambiantes. Hemos visto cómo la oferta universitaria en la materia ha ido incrementándose exponencialmente, al tiempo de perfilarse en opciones específicas, configurando así, junto a la formación básica, otra mucho más especializada que ha dado lugar, como en el caso del programa La Nau Gran, a itinerarios bien diversos. En definitiva, la oferta es cada vez más rica y variada, y todo apunta a que todavía variará más en los años venideros, como un modo de dar respuesta a las demandas –cada vez más numerosas y heterogéneas– de un grupo de estudiantes en progresión: las personas mayores.
De ahí la importancia de analizar la oferta formativa universitaria para adultos mayores, incentivando un debate relativamente novedoso, debido a que es reciente, y que permita conocer el perfil de las personas que vuelven a las aulas universitarias, así como sus motivaciones y expectativas, con el objetivo de ajustar el diseño de los programas educativos y la oferta existente y futura a las necesidades de este tipo de estudiantes. Ésta es la aportación clave de este estudio, que resulta oportuno en cuanto contribuye a potenciar el aprendizaje en los adultos mayores, puesto que procura un mayor conocimiento sobre los pum españoles y sus perfiles, las motivaciones y expectativas de sus participantes, y los beneficios de esta formación. Este mejor y más amplio conocimiento es, sin duda, un aspecto clave en busca de lograr una vida saludable y de calidad para esta población; reformula a su vez las funciones que debe asumir la Universidad en nuestros días, una institución que debe flexibilizarse y potenciar su vertiente social, yendo mucho más allá de la clásica función de preparación para el ejercicio de una actividad profesional, para dar de ese modo una adecuada respuesta a las necesidades de una sociedad en permanente cambio.
Como señalan González y San Miguel del Hoyo (2001), la madurez o la ancianidad son constructos sociales, elaboraciones culturales generadas en torno a los adultos mayores, quienes las dotan de significado e identidad (Bazo, 1992). Esto significa que las personas mayores en nuestros días constituyen un grupo capaz de tener proyectos vitales interesantes, capaz de continuar desarrollándose, y generando así satisfacción y claros beneficios a sí mismos y a la sociedad. Por eso, esta última debe procurarles posibilidades de realización personal y social, generando con ello un nuevo concepto de madurez, con perfiles y significados novedosos y distintos a los tradicionales. De ahí que los pum, y entre ellos los proyectos como el de La Nau Gran, no sólo sirvan para aumentar la calidad de vida, la autoestima, la formación y la felicidad de las personas que participan en ellos. Estos programas son útiles para beneficiar al conjunto de la sociedad con sus aportaciones, en forma de conocimientos y experiencias, o de nuevas relaciones intergeneracionales en el seno de la educación superior. También resultan necesarios para ir elaborando nuevos imaginarios en torno a las personas mayores, como sujetos que siguen formándose como un modo de enriquecerse y de enriquecer a la sociedad en la cual se insertan. Todos los estudiantes, sin importar su edad, resultan fundamentales para construir una Universidad nueva –la que todos necesitamos–, más abierta y con nuevas e interesantes funciones adaptadas a la sociedad del siglo xxi.
Título en inglés: Lifelong learning: University programs for older students in Spain as a response to a new social reality.