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Vol. 44. Núm. 173.
Páginas 189-194 (enero - marzo 2015)
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Educación superior sin ataduras: College (Un) Bound
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1889
Hugo Pedro Rangel Torrijo
Profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara y profesor asociado de la Universidad de Quebec en Montreal
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Acerca de la evaluación y la acreditación

El libro de Jeffrey Selingo, College (Un) Bound, aborda temas esenciales de la educación superior en Estados Unidos que van más allá del contexto que rodea a los llamados colleges, pues las reflexiones que propone incluso son válidas en el ámbito internacional y de gran significación para México.

How We got here es el título de la primera de las tres grandes secciones que integran esta obra. Se trata de un agudo diagnóstico que cuestiona la competencia de los títulos universitarios, así como la necesidad de realizar los estudios superiores; se ocupa de los problemas del valor de la enseñanza, del prestigio y de la oferta laboral que ofrecen las universidades. En el texto aparecen los mitos y los prejuicios prevalecientes sobre la instrucción universitaria, de modo que el análisis que presenta es certero y agudo, además de entretenido y crítico.

En esta primera sección, Selingo hace un examen muy preciso que estudia las causas del apremio por aumentar las colegiaturas o tuition fees en los colleges y en las universidades de Estados Unidos, sobre todo en las públicas y aun en aquellas instituciones privadas de dudosa calidad. Describe la lógica de los rankings en la que están inmersas las universidades, según la cual se gastan los ingresos de las colegiaturas en proyectos inútiles, como construir escuelas de medicina a veces innecesarias para el sistema de salud. Estos despilfarros llevan a las universidades a la bancarrota y no mejoran su posición en dichos rankings, aspecto que beneficia a las instituciones privadas en la mayoría de los casos.

En el segundo capítulo, The Customer is Alwayls Right, el autor señala cómo la Universidad adopta un modelo mercantil en el cual el estudiante es un cliente y, por consiguiente, se le debe servir como tal. Ofrece ejemplos que evidencian cómo este modelo atenta contra la calidad educativa, toda vez que –en efecto– ante los altos índices de reprobación o bajas calificaciones, las autoridades universitarias recurren inclusive al despido de profesores, como sucedió en la universidad de Louisiana (Baton Rouge). Así, es indudable que la calidad no equivale a la privatización de la educación; por el contrario, esta dinámica la afecta, pues el salón de clases se convierte en un juego de intercambio de favores entre los estudiantes, los profesores y el personal administrativo.

Las confusas opciones de financiamiento endeudan no solamente a los jóvenes entusiastas o a las familias modestas, sino a los grupos de clase media, al grado de convertirse en un factor que pone en peligro hasta sus fondos de pensiones. Se trata de un problema financiero intergeneracional, como afirma Selingo, y es tan grave que empobrece a la clase media estadounidense. De este modo, se cuestionan los límites de las acciones del gobierno, que quizá provoquen indirectamente el aumento de las colegiaturas al elevar los préstamos cada año, de ahí que la presente crisis —según predice el autor— pueda traer como consecuencia el fin del soporte financiero público en la educación superior en Estados Unidos. Este vaticinio no es exagerado si se toma en cuenta que los grupos conservadores han criticado dicho apoyo a la educación pública.

También se muestra cómo las deudas de los estudiantes y de las familias no son un hecho fortuito. El sistema de préstamos y las administraciones universitarias colaboran con los bancos, es decir, éstos son los grandes beneficiarios gracias a las altas tasas de interés que se aplican a los numerosos préstamos y a la utilización de los fundos gubernamentales.

En la segunda sección, The Disruption, el autor propone dos principios nodales para abordar la problemática de la enseñanza a nivel superior: un enfoque personalizado y la revolución en línea. Así, el quinto capítulo se centra en una educación personalizada, aspecto que destaca la importancia del tutorado y permite hacer una observación detenida de los conceptos que se dificultan a los estudiantes. Selingo propone un matchmaking for admissions, lo que significa una admisión correspondiente a las necesidades de los alumnos debido a que los estudiantes saben poco de las instituciones en las que ingresan. Al apoyarse en la teoría del Nudge, el autor recomienda alentar a los alumnos para que tomen sus propias decisiones, suponiendo que la gente necesita un “pequeño empujón” para elegir de mejor manera a lo largo de su vida. Con esta intención, muestra como ejemplo el seguimiento de estudiantes con bajo rendimiento en la universidad estatal de Arizona, centro donde la dirección envía una advertencia a los alumnos con bajo nivel escolar para que cambien de carrera en una fecha determinada, pues de lo contrario se les avisa que serán dados de baja.

La utilización correcta de la información destinada a los estudiantes y a los padres de familia es, sin duda, fundamental para elegir un colegio o una universidad adecuada. De forma acertada, Selingo refiere que los estudiantes y sus padres carecen a menudo de herramientas para tomar sus decisiones, ya que cuentan con malas asesorías o, incluso, con consejeros desinformados; de esta manera, cuando las familias se dan cuenta que sus determinaciones fueron erróneas, ya es demasiado tarde.

En el sexto capítulo, The Online Revolution, el autor expone con entusiasmo el potencial de los cursos en línea, por ejemplo, los cursos gratuitos impartidos por la Universidad de Stanford, que sirvieron para identificar prospectos en ciertas compañías. Si bien varias universidades de prestigio ofrecen cursos en línea gratuitos, éstas son renuentes a ofrecer certificados o diplomas, lo cual constituye una limitante considerable. En contraste, el autor plantea las ventajas de este tipo de cursos —entre ellas, su difusión masiva (mooc, por sus iniciales en inglés)— para hacer frente al elitismo educativo, e insiste que dicho formato puede ser muy útil para repensar la educación superior. Su premisa es parcialmente cierta, sobre todo en lo que se refiere a la ruptura de los esquemas tradicionales de financiamiento, y asume que los cursos en línea son “mágicos para cambiar el sistema” (p. 90), aunque acepta que no representan una panacea para resolver los diversos problemas de la educación superior.

Los cursos en línea deben ser concebidos sin perder de vista a los estudiantes y como una actividad complementaria para que los profesores realicen otras diligencias. Sin embargo, Selingo adopta una posición cuestionable: presenta estos cursos como una innovación en métodos de enseñanza, opuesta a aquéllos presenciales, considerados como tradicionales. Esta visión se percibe imprecisa, ya que los cursos presenciales pueden ser dinámicos e innovadores (con preguntas, con la participación de los estudiantes y con dinámicas de grupo); de manera análoga, aquéllos diseñados en línea pueden resultar muy tradicionales si adquieren un sentido de monotonía o pasividad. Pero más allá de eso, presentan una desventaja considerable: carecen de la relación personalizada de los alumnos con los docentes.

Y ésta es precisamente una de las debilidades del libro que estamos comentando, pues el autor no sostiene sus argumentos con bases teóricas de las ciencias de la educación. Además, como se informó en el New York Times, 10 de diciembre de 2013, y según lo presenta el documental Ivory Tower (Rossi, 2014), la experiencia de Udacity —organización educativa con ánimo de lucro que ofrece cursos on-line masivos y abiertos— fue un fracaso, ya que sus participantes presentaron resultados netamente inferiores respecto de quienes asistieron a los cursos presenciales tradicionales. Como resultado, el gobierno estatal de California rescindió el contrato con dicha empresa.

El séptimo capítulo, The Student Swirl, aborda los costos y el tiempo que se mide básicamente para obtener un crédito de financiamiento, aspectos que corresponden a las horas que los estudiantes pasan en los salones de clase. Selingo plantea, con razón, la posibilidad de establecer una medida que considere los aprendizajes, y lo ejemplifica con la experiencia del Western Governors University que intenta medir el aprendizaje y otorgar diplomas. Según él, se trata de un modelo innovador basado en competencias con asesores y, aunque no está claro cómo funciona, resalta mucho la importancia de acreditar los conocimientos que la gente ya tiene. En este sentido, es correcta su crítica a las universidades y a los colegios que desdeñan a los estudiantes adultos, y menciona al National Dialogue: The Secretary of Education's Commission on the Future of Higher Education (2006), conocida como Spellings Commission, que abordó los temas de acceso, de calidad, de responsabilidad y de innovación de la educación superior. En virtud de esta comisión, más de tres mil universidades han instituido encuestas para verificar el aprendizaje de los estudiantes desde su inicio hasta sus últimos años de estudio, y es revelador, en contraste, que los colegios privados no cooperen hasta el momento con dichas encuestas.

En el octavo capítulo, Degrees of Values, Selingo plantea una pregunta que con frecuencia se hace en América del Norte: ¿vale la pena, financieramente, estudiar en la universidad y en los colegios? Aunque el mismo autor trata de contestar la interrogante, acepta que hay muchos factores que determinan su respuesta. Él mismo inquirió a estudiantes de seis universidades distintas por qué habían escogido su carrera, y las respuestas que obtuvo demostraron que la elección de una disciplina no se basó de manera exclusiva en el ingreso financiero que al parecer ofrecen las carreras. En cambio, muchas de las razones esgrimidas por los alumnos partieron del interés en el campo de estudio elegido, más allá de su viabilidad económica.

En el noveno capítulo, The Skills of the Future, se señala que los estudiantes se preparan para un mercado de trabajo complejo, por lo que cada vez es más común la obtención de dos especialidades de licenciatura (dos majors o carreras). Esto representa una diversificación laboral; sin duda se trata de un fenómeno poco frecuente en México, que puede ofrecer pistas para la problemática del empleo.

Entonces, ¿cómo elegir una profesión? Selingo se plantea esta pregunta crucial para la vida y las expectativas de los jóvenes y sus familias. Señala que en Estados Unidos el trabajo es muy flexible, ya que la gente cambia de empleo con frecuencia (una vez cada 4 años, en promedio), circunstancia que es considerada por los estudiantes en la elección de la carrera que realizan. Contra la corriente actual de competencia, el autor indica que las empresas contratan a egresados con nuevas soluciones a los problemas y con mejor tipo de información para solventar los momentos críticos.

Entonces Selingo afirma acertadamente: “Los créditos de las materias son la moneda de la educación superior” (p. 107). Estos créditos, tanto para los fines administrativos como para la vida universitaria, son —en efecto— fundamentales para los estudiantes. Si bien no se puede medir el aprendizaje con base en el tiempo que un estudiante permanece sentado en el aula, como se menciona, tampoco se proponen alternativas factibles a este formato de evaluación en las instituciones.

En el décimo capítulo, Why College?, el autor hace una desafortunada analogía: quizá exista una crisis de la educación superior semejante a la que se vivió en el mercado inmobiliario o en la industria de las nuevas tecnologías. Esta analogía no tiene fundamentos lógicos, pues las universidades, entre otras cosas, no producen burbujas bursátiles. Frente a la crisis económica, hay quien afirma que las universidades son innecesarias, si bien Selingo afirma atinadamente, aunque de manera escueta, que no se requiere menos sino más educación, como lo demuestran los estudios y las estadísticas. Asimismo, señala que estudiar en las universidades es una práctica que ha sido introyectada en la cultura norteamericana, y esto también sucede, como lo sabemos, en América Latina.

En otro apartado, el texto aborda el problema de la segregación de las ciudades y de las regiones que cuentan con bajos niveles de egresados, característica que coincide con los altos índices de desempleo. Al final, el autor afirma —punto que merecería un mayor desarrollo analítico— que la educación superior por sí misma mejora la calidad de vida y ayuda a crear un significado de la vida para quienes estudian, es decir, se vive mejor y de manera más sana. Estas cualidades de la educación son negadas por el conservadurismo y por la misma dinámica internacional en la cual la educación está inmersa. Justamente, esto ameritaba ofrecer mayores argumentos en razón de los cuestionamientos ideológicos, las presiones sobre la Universidad y los problemas expuestos.

Sin embargo, Selingo se hace una pregunta muy interesante: ¿por qué a menudo quienes luchan para construir escuelas alternativas son egresados de las instituciones tradicionales y de prestigio? Esta interrogante no pretende descalificar a los promotores de dichas escuelas, sólo llamar la atención sobre el predominio y el peso de las instituciones de prestigio.

El libro presenta una sección extra: Future Forward, en la cual revela algunas experiencias innovadoras en la educación superior de Estados Unidos, sobre todo de aquellas que ofrecen experiencias prácticas a los estudiantes y aquellas que proponen opciones en línea. De igual manera, Selingo expone una lista de elementos y de preguntas que se requieren en una educación superior del futuro, Checklist for the Future, donde da cuenta de un cálculo de la inversión, de la movilidad y de los créditos, así como del uso de nuevas tecnologías, del rigor académico y de la preparación para el trabajo, temas necesarios para elegir la carrera y la institución. Bosqueja, por ejemplo: “Busque una universidad que prepare a los estudiantes para su quinto empleo, no solamente para el primero”, o “¿Qué tan tecnológica está orientada la universidad?”. En fin, propone un serio ejercicio para los estudiantes y sus familias que los apoya en la búsqueda de elegir un programa y una universidad –sin dejar de analizar su financiamiento–, es decir, plantea un instrumento que disminuya su preocupación sobre la desinformación existente. El autor ofrece esta guía práctica a las familias que pretenden inscribir a uno de sus miembros en una universidad.

En suma, aunque no formula una política pública de educación superior, se trata de una obra de gran actualidad, que aborda los problemas nodales del ingreso, del financiamiento y de los valores de la educación superior en Estados Unidos. Se trata de un acercamiento más práctico que teórico, y más documental que académico. También logra formular preguntas esenciales del sistema universitario, tales como el acceso y lo que debe hacer el Estado ante esta dinámica. Un aspecto frágil de la obra estriba en su idealización del aprendizaje masivo en línea, sin embargo, propone elementos positivos, en particular el enfoque personalizado de admisión, de inscripción y de financiamiento. Este perfil práctico hace útil el libro, incluso para los padres de familia mexicanos que buscan una universidad en Estados Unidos o una institución privada en el país.

[U.S., 2006]
U.S. Department of Educaction. (2006). A Test of Leadership: Charting the Future of U.S. Higher Education, A Report of the Commission Appointed by Secretary of Education Margaret Spellings. “A National Dialogue: The Secretary of Education's Commission on the Future of Higher Education”. Recuperado de http://www2.ed.gov/about/bdscomm/list/hiedfuture/reports/final-report.pdf.
Referencias
[Rossi, 2014]
Rossi, Andrew y Kate Novack (Productores) y Rossi, Andrew (Director). (2014). Ivory Tower. Estados Unidos: CNN Films.
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