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Vol. 43. Núm. 171.
Páginas 161-169 (julio - septiembre 2014)
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¿Hacia la construcción de un sistema universitario contrapunto?
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Martín López Calva
Director de Posgrado de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE).
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Docencia y universidad: una tipología a partir de Hargreaves

La educación superior se encuentra inmersa en un contexto plagado de desafíos en la llamada sociedad de la información. Sobre este panorama y los antecedentes históricos que lo prefiguraron en el caso mexicano habla la obra de los doctores Jorge Pérez Mejía y Alfredo García Güemez que vamos a analizar.

Tomaremos como referencia la propuesta de tipología que hace Hargreaves (2003) sobre el docente en este cambio de época, extrapolando sus conceptos básicos al campo de las Instituciones de Educación Superior (ies), que son el objeto de estudio del libro en cuestión.

Según Andy Hargreaves, sociólogo de la educación, profesor de la Lynch School of Education de Boston College en los Estados Unidos, actualmente la docencia está marcada por nuevas exigencias y fenómenos, tales como la necesidad de profesionalización, la intensificación del trabajo, la insuficiencia del tiempo, la culpa por estar siempre debajo de las expectativas, el individualismo, la balcanización y la colegialidad artificial.

Esta nueva realidad ha dado lugar a tres grandes posturas o actitudes de los profesores frente al cambio educativo en marcha: quienes se asumen como catalizadores del sistema; quienes se autodefinen como víctimas del sistema y del cambio; quienes se conciben como educadores contrapunto.

Las exigencias de profesionalización, de intensificación del trabajo, etcétera, están llevando a muchos profesores a reaccionar acríticamente como promotores del sistema capitalista global y de la cultura posmoderna. Hargreaves llama a estos docentes “profesores catalizadores”, porque se asumen como instrumentos para la reproducción de esta forma de vida y trabajan —con mayor o menor convencimiento, eficacia y eficiencia— para formar a los futuros profesionales, empleados y ciudadanos en el perfil que esta sociedad consumista y pragmatista demanda.

Por otro lado, muchos otros, en una reacción comprensible y legítima pero poco eficaz, se perciben a sí mismos como víctimas del sistema y manifiestan su rechazo radical a cualquier cambio propuesto por las autoridades educativas, aunque cuentan con muy pocas herramientas para evitar estos cambios y con una fuerza reducida y acotada para tratar de oponerse al sistema. Caen en el fondo y, tarde o temprano, en la parálisis, el desánimo y lo que Adela Cortina (2000) llama la racionalidad perezosa, o la impotencia frente a una realidad mucho más poderosa que se les impone.

Sin embargo, según el sociólogo, los docentes que se requieren hoy en día son los que toman la posición de educadores contrapunto, es decir, los que saben que es imposible luchar contra la realidad que se está imponiendo y tienen claro que la sociedad va a exigir, a los egresados de las escuelas y universidades, determinadas competencias mínimas para poder encontrar un empleo e insertarse en la sociedad que les toca vivir; pero que, además, la responsabilidad ética profesional de un docente no puede quedarse ahí, sino que tiene que formarse en la reflexión crítica que analice y cuestione las enormes distorsiones de esta sociedad, y en la visión crítica que los lleve a comprometerse en su transformación.

La docencia orientada a reforzar el sistema es una práctica mecánica que se realiza a partir de la simple capacitación en las nuevas técnicas y estrategias de promoción del aprendizaje de competencias, enfocadas exclusivamente en la empleabilidad y la competitividad en el mercado laboral.

La docencia de un profesor víctima del sistema es una práctica derrotada de antemano, que comunica frustración y desesperanza ante una realidad imposible de ser transformada.

Por el contrario, la docencia que busca ser contrapunto del sistema requiere de un desarrollo sistemático, cada vez más fino, con la inteligencia y la reflexión crítica del profesor, por una constante búsqueda de autenticidad moral para educar éticamente a los alumnos, de una capacidad de aventura y de riesgo para convertir la clase en un espacio de diálogo creativo y crítico que sea un laboratorio de investigación sobre el bien humano en construcción.

Este tipo de práctica docente forma a los profesionistas en las competencias disciplinares necesarias para integrarse eficazmente a la realidad actual, aunque no se concreta a esta alineación para el sistema, sino que busca también profesionales creativos, críticos y comprometidos con el cambio social, aquéllos que comprendan y acepten el mundo que les tocó vivir, capacitados para enfrentarlo y que, al mismo tiempo, sean poseedores de una mirada que va más allá del horizonte actual, capaz de elaborar propuestas inteligentes y viables orientadas hacia su transformación desde una perspectiva de humanización integral.

Para lograr construirla, se requiere que cada profesor se vuelva un “profesional ampliado” (extended professional), según término del mismo Hargreaves, es decir, de una etapa de profesionalismo más desarrollado que implica el cultivo de la creatividad, la resolución de problemas y el mejoramiento continuo.

El autor insiste en la necesidad de construir y mantener redes de colaboración entre docentes, equipos y comunidades de educadores comprometidos con el cambio, que se apoyen mutuamente y sean capaces de definir las metas de la nueva educación que se requiere en cada centro educativo, distrito, colonia, estado.

Esta tipología de posturas docentes frente a la sociedad de la información —catalizadores, víctimas, contrapunto— puede extrapolarse para ayudarnos a entender el rol o la postura que pueden jugar las Instituciones de Educación Superior ante los desafíos sociales globales que hoy parecen imponerse desde el predominio de una visión de mercado y consumo, que convierte a la educación superior en una mercancía, o servicio, sujeta solamente a las leyes de la oferta y la demanda.

En efecto, podemos encontrar posturas de universidades catalizadoras del sistema —en el libro que analizamos parecen concentrarse en el ámbito de lo privado, al que se equipara, desde mi punto de vista, articulado de manera parcial e incompleta, con un campo de negocios centrado exclusivamente en las ganancias económicas—, que centran el ejercicio de sus funciones sustantivas de docencia, investigación y difusión en la perspectiva del mundo de la economía global de mercado, y se orientan a su reforzamiento, asumiendo acríticamente que la labor de una institución de educación superior es formar a los profesionistas que el mercado demanda, tal como la empresa los requiere.

Por otra parte, podríamos hablar de universidades que se desenvuelven desde la perspectiva de las víctimas del sistema. Se trata de instituciones que, bajo un discurso aparentemente crítico del ámbito neoliberal, ocultan sus deficiencias y renuncian a actualizarse para brindar a sus estudiantes la formación que el mundo contemporáneo está demandando, y caen en la racionalidad perezosa que se mencionaba líneas arriba, desde un clima y una organización institucional que se declara impotente para enfrentar con éxito los desafíos contemporáneos en cuanto a los rezagos de justicia, democracia, humanización y tolerancia. Hablamos de universidades con pocos recursos, con una gran carencia de visión y compromiso, con la innovación y la creatividad que demanda una educación pertinente para el siglo xxi.

Sin embargo, también es posible encontrar muchas universidades —públicas y privadas— que han entendido los cambios profundos de la sociedad en este milenio y están asumiendo el reto de dejarse transformar, sin renunciar por ello al compromiso de trabajar para, a su vez, transformarlo. Son universidades contrapunto que saben que no se puede ni se debe educar a los profesionistas de hoy del mismo modo que se hacía en la segunda mitad del siglo pasado —cuando inicia el análisis del contexto histórico de la educación superior que nos presentan los autores de este libro—, porque el cambio de época que hoy vivimos requiere de nuevos enfoques, métodos y estrategias formativas que deben preparar profesionales capaces de insertarse en un panorama laboral caracterizado por la competencia feroz y deshumanizante, además, capaces de inconformarse con este mundo en el que se vive para trabajar, en vez de trabajar para vivir y, a partir de esta inconformidad, comprometerse con la transformación de las mentalidades, necesaria para el cambio de las estructuras e indispensable para el cambio de las mentalidades.

Estas universidades contrapunto son las que está pidiendo con urgencia una realidad que cada día se torna más insostenible para millones de mexicanos que viven en situación de pobreza, y para otros tantos que viven en situación de deterioro progresivo de su calidad de vida.

De la operación a la cooperación: el surgimiento de la anuies

El libro del que nos ocupamos inicia planteando el contexto de la educación superior a partir de la década de los cincuenta del siglo pasado en México, un ámbito de crecimiento explosivo en la matrícula y de apoyo político más que estratégico de un estado mexicano preocupado por dar cabida a todos en las universidades para evitar descontentos sociales, sin tener un plan ni una apuesta bien planeada sobre el país que se quería construir a partir de este crecimiento exponencial de las Instituciones de Educación Superior.

Los autores se preguntan acertadamente: ¿Inversión o gasto educativo?, y la respuesta parece ubicarse por el lado del gasto, ejercicio de un presupuesto gubernamental que promovió el crecimiento de la matrícula y del número de las instituciones —esto último de manera más lenta y limitada—, generando la masificación de las universidades, que se volcó hacia la cobertura pero no planteó las condiciones para la calidad y la pertinencia de este crecimiento ni, mucho menos, su relación con el proyecto de nación que se quería construir.

En este contexto surgió la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (anuies) como una innovación en el campo de la educación universitaria del país, que a partir de la propuesta de las Asambleas Nacionales de Rectores buscó la creación de una organización estable y formal que garantizara el paso de la operación aislada de cada institución hacia la cooperación responsable de todas las universidades públicas del país, con el objetivo de generar orden en el crecimiento explosivo a partir de un proyecto que orientara el desarrollo de la educación superior del país, desde una visión compartida que respondiera a las necesidades detectadas en la sociedad nacional.

Esta capacidad de cooperación interinstitucional, organizada a través de la anuies, le dio una fuerza específica a las universidades del país y aportó una instancia de interlocución con el Estado para la discusión de los problemas nacionales relacionados con la educación, así como el planteamiento de políticas públicas relacionadas con la formación universitaria, la investigación académica y la difusión de la cultura y el conocimiento.

La fuerza de la colaboración llegó a tal grado que, como afirman Pérez Mejía y García Gúemez: “la anuies, tal vez sin proponérselo resultó una magnífica palanca de apoyo para el Estado en los años cincuenta que ni ataba ni desataba en la compleja política pública en materia de educación superior” (p.42).

Sin embargo, haciendo un balance del papel de la anuies en estos sesenta años a partir de su fundación en 1950, los autores afirman que: “Las instituciones aglutinadas en la anuies han tenido una capacidad variable para problematizar asuntos y traducir políticas, pero muy poca influencia para definir y decidir políticamente las políticas educativas del sector” (p.41). A pesar de ello, el libro plantea que la asociación fue, sin duda, una innovación en la historia de las relaciones entre las universidades y el estado mexicano.

¿Cooperación crítica o mediación impositiva?: las exigencias del mercado

La clave del análisis parece estar en un elemento que permea todo el libro de manera a veces explícita y otras implícita. Se trata de la tensión siempre presente en un organismo del tipo de la anuies, que puede volverse un medio de cooperación crítica entre las universidades y el Estado, o convertirse, a veces sin darse cuenta, en un instrumento de mediación que facilite la imposición de ciertos modelos y visiones de país, de sociedad y de educación con los que el gobierno se encuentre comprometido a partir de sus propias convicciones ideológicas o de presiones del exterior.

En el planteamiento se desarrolla este dilema vivido por la anuies desde su fundación y, sobre todo, a partir de la inmersión del país en la dinámica de la economía de mercado globalizado, desde los criterios que imponen de manera estandarizada los organismos internacionales de carácter económico a todos los países.

En las décadas finales del siglo xx y lo que llevamos del siglo xxi, los autores perciben que las universidades han tendido a seguir las recomendaciones y a plegarse a las condiciones de estos organismos financieros mundiales, más que a enfrentar las desigualdades profundas que caracterizan a nuestra sociedad polarizada.

Entonces, Pérez Mejía y García Gúemez describen la forma en que las universidades sucumbieron a las presiones de modernización tecnológica, de búsqueda de fuentes alternas de financiamiento distintas al apoyo directo del Estado, de instauración de vínculos con el sector productivo, de preocupación por elevar el nivel académico de sus docentes y de la incorporación de la cultura de la evaluación.

Estas transformaciones han sido, según lo plantean los autores, inevitables, pero no se han dado en el caso de las universidades del país con el nivel de profundidad y la velocidad de instrumentación deseables para que las Instituciones de Educación Superior se conviertan en un verdadero motor de la transformación social y del desarrollo del país a partir de la formación de capital humano de alto nivel.

Sin embargo, el escenario de la educación superior se ha venido modificando y hoy tenemos un sistema educativo universitario que ocupa un lugar importante dentro del estado mexicano, tanto por sus dimensiones como por el nivel de sus presupuestos y su papel estratégico para el desarrollo de la nación.

El sistema de educación superior ha pasado de la expansión explosiva y la masificación desordenada y muchas veces carente de calidad, a una situación de relativa estabilidad, crecimiento ordenado y una sistemática modernización, y preocupación por la elevación de la calidad académica.

En este contexto surgen y se multiplican las Instituciones de Educación Superior de carácter privado, que los autores reducen a una visión de negocio y absorción de la demanda que las universidades públicas no alcanzan a satisfacer. En este aspecto, sería conveniente —en un estudio posterior— tratar de presentar la amplia gama que constituye la educación superior privada, desde las instituciones de probada trayectoria y seriedad hasta universidades creadas para la absorción de la demanda y la generación de utilidades económicas.

Al mismo tiempo que la sociedad ha concedido un creciente reconocimiento a las ies como organismos vitales para el desarrollo del país, también se ha venido creando un consenso respecto a la falta de respuestas sociales por parte de las universidades públicas. La sociedad demanda a las universidades públicas mayores transparencia y rendición de cuentas, así como una mejora de la calidad que las haga competitivas en el contexto internacional.

El libro señala siete aspectos fundamentales de política educativa que deben cuidarse con eficacia: calidad, cobertura, pertinencia, gestión, sentido social de las instituciones y financiamiento.

En materia de calidad, esta obra plantea la creación de diversos organismos de acreditación de programas e Instituciones de Educación Superior, desde los ciees y la conaeva, pasando por el promep y el copaes, hasta la creación del Sistema Nacional de Investigadores (sni) por parte del conacyt, lo que destaca que la evaluación se ha convertido en el medio para el aseguramiento de la calidad de la educación superior.

En cuanto a cobertura sigue habiendo un gran desafío, pues a pesar del incremento en este rubro, sólo tres de cada diez jóvenes en edad de cursar una licenciatura tienen espacio en las universidades.

La pertinencia tiene que ver con lo que la sociedad espera de las universidades y lo que realmente hacen. En este aspecto parece claro que las instituciones deben reforzar sus programas y mecanismos de servicio.

Finalmente, en el rubro del sentido social se experimenta una escasa vinculación de las universidades con su entorno social, con el sector educativo en su conjunto y con la actividad gubernamental en todos los órdenes.

El tema del financiamiento sigue sin estar resuelto a pesar de los cambios a los que se han sometido las universidades. Hace falta una adecuada distinción entre varios tipos de ies, así como de esquemas de distribución de recursos que respondan a criterios más claros y objetivos relacionados con la calidad y la equidad, además del establecimiento de presupuestos plurianuales, tema, este último, en el que se ha venido avanzando en lo que va del presente gobierno federal.

La relación entre el subsistema de educación superior y el sistema social en su conjunto vive, según los autores, una gran contradicción: mientras las universidades siguen formando profesionales, la sociedad mexicana no logra crear el número de empleos suficiente para dar cabida a todos los egresados.

Hacia la construcción de universidades contrapunto: el papel de la anuies

El papel de la anuies ha estado ligado inevitablemente a esta dinámica de carácter nacional e internacional que se enmarca en fuertes presiones hacia una visión economicista de la educación superior y hacia el establecimiento de criterios meramente útiles para su evaluación.

En las distintas etapas de nuestra historia nacional, la anuies ha jugado distintos roles y ha tenido mayor o menor autonomía, y capacidad de incidir en las políticas públicas, o de resistir, o servir de instrumento para su aplicación.

Durante la etapa de introducción de las políticas económicas de carácter neoliberal, la anuies ha sufrido presiones muy fuertes que la han hecho perder fuerza e iniciativa y le han permitido al gobierno en turno introducir reformas radicales en la educación superior.

Sin embargo, en la última década del siglo pasado y lo que va del presente se ha intentado retomar la autonomía y la capacidad representativa de la anuies y de las instituciones que la conforman; en plena era de la evaluación, se ha logrado recuperar el peso político específico y a partir de él incidir con propuestas en los planes de gobierno de los últimos candidatos presidenciales, además de plantear la construcción de un “Sistema nacional de evaluación y acreditación”, surgido de la visión de las universidades y de su compromiso con la construcción de una transformación real de las condiciones de nuestra sociedad mexicana, a partir de una educación superior de alta calidad.

A pesar de que el capítulo cuatro —que cierra La Educación Superior en México entre la Política Educativa del Estado y la anuies: balance preliminar— parece tener una visión desesperanzada de la evolución de la educación universitaria, y llega a afirmar que se vive una tendencia hacia la privatización de la educación pública que conduce hacia la exclusión definitiva de los sectores más pobres de la educación superior, los autores nos dejan ver que la recuperación del peso específico de la anuies en las decisiones de política pública y la generación de estudios y de propuestas que aporten conocimiento sobre la realidad y las visiones sobre el futuro de la educación superior en el país, parecen ser signos alentadores que nos permiten conservar la esperanza.

El fortalecimiento de la anuies y la visión clara acerca de la necesidad de construir universidades contrapunto, que dejen de quejarse del sistema económico en que vive el mundo de hoy y se pongan a trabajar en la formación profesional integral, en la investigación seria, pertinente, y en la difusión de una cultura que restaure el tejido social para transformar la realidad y construir un país más justo y democrático, resulta sin duda un elemento esencial para recuperar la esperanza en que la educación superior mexicana pueda convertirse verdaderamente en ese mecanismo de “antifatalidad” que señala Savater (1998), en ese espacio en el que los jóvenes mexicanos tengan la oportunidad de trascender el destino al que parece condenarlos fatalmente un sistema económico injusto, excluyente y promotor de intolerancia hacia lo diferente.

Esta conclusión, que se puede inferir del trabajo Jorge Pérez Mejía y Alfredo García Güemez, hace recomendable la lectura de este libro, en espera de que la línea que se abre en este balance preliminar pueda seguirse explorando para aportar nuevos elementos al conocimiento del campo de la política pública en educación superior.

[Pérez-Mejía, 2013]
Pérez-Mejía, Jorge y García-Güemez, Alfredo (2013). La educación superior en México entre la política educativa del Estado y la anuies: Balance preliminar. México: Editorial innova.
Referencias
[Cortina, 2000]
Cortina, A. (2000). Ética mínima. Introducción a la filosofía práctica. 6ª edición. Madrid: Tecnos.
[Hargreaves, 2003]
Hargreaves, A. (2003). Enseñar en la sociedad del conocimiento. Barcelona: Octaedro.
[Savater, 1998]
Savater, F. (1998). La educación es el momento adecuado de la Ética. Discurso de aceptación del doctorado honoris causa. Universidad Simón Bolívar. Caracas. Recuperado de: http://www.savater.org/educacion.htm [Consultado el 28 de mayo de 2014].
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