Sr. Director:
Quizá como cirujano oral y maxilofacial tendría algo que decir de la pandemia H1N1 (porque los demás, tampoco deben saber demasiado, al tratarse de una "nueva enfermedad"), ¿no cree? Y si esto puede ser una pequeña aportación… ahí va, eso sí, ¡bajo mi total responsabilidad!
No sé si se ha dado cuenta de que no es infrecuente encontrar en la literatura científica, e incluso un poco después, en los medios, noticias que hablan de logros en diversos aspectos en este animal de experimentación, así como de sus posibles aplicaciones médicas en el ser humano, siendo, sin duda, uno de los más comunes para estos menesteres.
Hace poco leía que se había logrado desarrollar un melanoma en algunos de ellos, así como su resolución, y "todo contrastado", incluso con técnicas de resonancia magnética o similar (en las imágenes se observaba la "involución del proceso"), y claro, enseguida se despertaron, como no puede ser de otra manera y viene siendo tradicional en los investigadores, sus posibles aplicaciones clínicas en el ser humano, lo que es lógico, ya que para eso están los ratones y el resto de animales de experimentación y los propios investigadores, faltaría más. También hubo recientemente información en el telediario sobre el cáncer de mama experimental, cómo no, en ratones, donde células madres troncales de la neoplasia inducida estarían acantonadas después de los tratamientos quimioterápicos del tumor primitivo para, acabados éstos, manifestarse y desarrollar "nuevamente" la enfermedad y, claro, también para dar el paso hacia la clínica humana.
Pues bien, pienso que como la cosa siga así, los ratones van a ser también de los seres que más se van a beneficiar de la Ciencia y, en poco tiempo, la supervivencia y otros factores de salud animal van a ser más notables en éstos que en la especie humana ("protegida por los Comités Deontológicos, de Ética e Investigación, etc."), ya que probablemente la burocracia y quizá cierta falta de dinamismo pueden determinar que no lleguen con prontitud los inicios y resultados de la experimentación animal a los seres humanos.
Pero fíjese si, por ejemplo, se logra aumentar la supervivencia de los ratones y similares ante determinadas enfermedades, antes de poder aplicarlo al ser humano, ¿no podría ocurrir que la población de estos ratones, etc., se multiplicara de forma exponencial y llevara a que la Tierra viera modificado su ecosistema?, ¿no podría dar lugar a consecuencias nefastas para el resto de las especies que no tengan la suerte de que se hagan sobre ellos los mismos ejercicios de investigación y cura?
Quizá yo sugeriría que los experimentos se hicieran directamente, pues, en seres humanos ("Cobayas para el H1N1" en ABC, domingo 16 de agosto de 2009, artículo que refleja cómo parece que se han saltado las multinacionales a los ratones y quizá otros. y se experimenta la vacuna, tal vez con prisas justificadas, directamente en adultos humanos, niños y bebés) cuando ellos pudieran ser los beneficiarios, para no marear la perdiz (quizá esto podría parecer hasta ahora una osadía, que puede dar paso a otra forma más efectiva de investigar), pero así sabemos que todas las "probatinas" que se vienen haciendo en los animales de experimentación para aplicaciones en medicina e incluso en veterinaria, habrá que hacerlas al final en los seres humanos o animales de interés reproductivo, alimentario, etc., entonces ¿por qué no hacerlas cuanto antes en el interesado, si están bien razonadas?
Hoy día, la química computacional evita hacer grandes dispendios en productos químicos o reactivos carísimos, evitando además accidentes y riesgos humanos y materiales como pueden ser explosiones y reacciones indeseadas, etc., y además favoreciendo el medio ambiente y demás. Si es así, ¿por qué no favorecer una investigación más inmediata, como apuntábamos, médica o veterinaria, etc., y con más ensayos "electrónicos" (¡que ya existe!), además de la más directa, que señalábamos, y que los "cobayas" sean computadoras respetuosas con la naturaleza, que solo se pueden reproducir, por ahora, bajo el control humano y sus multinacionales (Microsoft, Apple, etc.), y no como los ratones o similares, que van a su bola?
Estimamos, pues, con toda la modestia:
Primero, que los experimentos deben ser verdaderamente necesarios (aquí sí que tienen que ajustar los responsables de turno cuándo están verdaderamente indicados y con qué fines se deben llevar a efecto).
Segundo, se deberían hacer en y para especies determinadas.
Ahí sí que la experimentación la veríamos más justificada, pero que se experimente en un animal distinto al que se le van a aplicar los posibles beneficios, no deja de ser una cortina de humo, que quizá manejan investigadores y grandes laboratorios por ciertos motivos de supervivencia y para evitarse problemas legales, éticos, morales, económicos, etc. (¡salvo cuando hay un ambiente político y mediático y, porqué no, de incertidumbre -H1N1-!) o en definitiva los diversos y a veces impenetrables comités de turno que, digámoslo sin pudor, da la sensación de que casi siempre viven en el día a día, muy por detrás de las necesidades de la clínica. No quiero dejar de matizarlo para que quizá se pongan las pilas, cuando pase todo esto (no como ocurre ahora con el virus del "gripazo" más mediático de todos los tiempos), que ha puesto en marcha a toda la divinidad (con perdón) para buscar el milagro de los panes y los peces, dejando olvidados los tratamientos clásicos y no por ello despreciables de los síndromes viriásicos convencionales, la mayoría estacionales, y sus síntomas y complicaciones tradicionales (¡las neumonías también se pueden tratar en el domicilio y probablemente con menos complicaciones y mortalidad que en los hospitales!).
Seguimos, pues, dándole valor para el tratamiento de los "pacientes pandémicos" al cariño y amor familiar (como ahora no hay responsables permanentes en casa, habría que darles permisos en el trabajo) para facilitar la hidratación, el reposo domiciliario activo (el estrés y las prisas son inmunosupresores para el cuidador y el paciente, entre otras), adecuada alimentación casera, bien presentada (lo que podría valer para recuperar algo más la cocina tradicional —no todo va a ser malo en la gripe H1N1—), limpieza y desinfección exquisita de vasos, platos y cubiertos (no de plástico, ya que la sopa hay que tomarla más bien calentita), servilletas y pañuelos desechables con su eliminación lo más inmediata posible por el inodoro preferentemente, antitérmicos y analgésicos, zumos naturales, frutas, caldos caseros elaborados, higiene corporal íntegra (con la gripe también se debería poder ducharse todos los días, ¡las manos también son del cuerpo y requieren lavados puntuales y frecuentes con agua y jabón líquido, con las uñas bien recortadas y limadas!) y pluriorificial (proteger las mucosas, labios y narinas con vaselina o aceite común, para evitar irritaciones o erosiones que se puedan sobreinfectar, cuidando los alrededores de orificios nasales, periorbitarios y peribucales), también de cama y enseres y adecuada eliminación de las excretas, abriendo las ventanas de habitaciones y domicilios (eso sí, evitando las corrientes —que los mayores, que son los que más saben de lo cotidiano, las temen y con razón—), similar en hospitales y unidades de vigilancia intensva (UVI) (aquí, las menos intubaciones endotraqueales posibles, confiando más en la ventilación mínimamente invasiva —tipo tiendas, minimizando las vías con sondas y catéteres, etc.—, lo dice ahora Lancet y un servidor lo viene advirtiendo desde hace muchos años en sus numerosos comentarios en la Revista Electrónica de Medicina Intensiva [REMI], sin esperar a la H1N1), para que la helioterapia y la naturaleza desempeñen su insustituible poder bactericida y antivírico con la eliminación y arrastre de "miasmas", esto es, polvo y similares (¡las riadas no siempre son tan malas como las pintan en la televisión, aunque eso sí, deberían ser más prevenidas y controladas por Obras Públicas o Fomento y los propios vecinos, que no de todo tienen la culpa los gobiernos y que al final serán los que verdaderamente ayuden a acabar con la pandemia más protagonista de todos los tiempos) y no dejar solo la labor a la "supervacuna" en curso, a la que de ninguna manera se le deberían dar valores sobrenaturales como en su momento los americanos le dieron a Obama, que gracias a Dios parece un hombre normal, que da la sensación por sus iniciativas que el trabajo es el mejor fármaco del mundo, en contra de lo que parece piensan algunos sindicatos, que lo que promocionan es la jubilación anticipada, arrasando el conocimiento y la experiencia por falsos motivos "estéticos", que parece que solo adornan a los más jóvenes (contra la pereza, diligencia, aspecto que debería estar incluido en las enseñanzas no solo religiosas más avanzadas); la inactividad favorece la depresión, con todas sus consecuencias inmunológicas y de sobrepeso, lo que aumenta los riesgos.
Parece, pues, que puede estar claro por lo que venimos apuntando, que al final el experimento hay que iniciarlo y terminarlo en el ser humano o animales de interés ecológico o industrial, se quiera llamar como se quiera llamar. Tal vez esto podría ser beneficioso al final, ya que los posibles "medicamentos" se elegirían y darían con más cautela y ajustando las dosis desde el principio con más mesura, para evitar lo que luego ocurre no pocas veces, que resulta que medicamentos largamente experimentados con los procedimientos convencionales no sólo no son beneficiosos, sino que incluso son muy perjudiciales o peligrosos.
Algunos me dirán que no existe ningún otro procedimiento para hacer más segura la posible aplicación de determinadas sustancias al ser humano que la experimentación previa en animal, pero ya desde el principio matizaríamos que sí, en animal lo más parecido en todos los aspectos al animal principal, para el que se está en definitiva experimentando, y no aprovechar resultados de animales de menor entidad (disculpándome con los ratones) para cubrir expedientes o protocolos que pueden ensombrecer una verdadera investigación coherente para los propósitos deseados. Esto quizá es tan obvio que se debería estar haciendo así, pero tal vez no esté mal tenerlo en cuenta por si algunos con no demasiadas buenas intenciones pueden extrapolar resultados con fines de evitar costes, disminuir tiempos de experimentación humana, para alimentar un mercado ávido de medicaciones milagrosas que puedan dejar beneficios incalculables.
La idea cuando empecé esta carta no era ponerme tan serio, y si así ha sido pido disculpas, yo lo único que quería decir es que hay que tener cuidado en no aplicar toda nuestra inteligencia experimental en los ratones, porque al final nos van a sustituir acompañados probablemente, eso sí, de una plétora de investigadores altamente informados en los mismos.