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Revista Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología
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Vol. 51. Núm. 5.
Páginas 307-308 (septiembre 2007)
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JL. Mendoza Castells
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Sr. Director:

El motivo de mi carta es aclarar una serie de equívocos relacionados con algunas afirmaciones expuestas por el Dr. Forriol, en relación con el comentario sobre mi padre, Dr. José Luis Mendoza Fernández, en el apartado «Nuestros clásicos», en el que se reproduce su trabajo «Algunas consideraciones y experiencia sobre distracción ósea. El cálculo matemático en la reducción de las fracturas» (Revista de Ortopedia y Traumatología, 5/2006), que fue discutido por primera vez en Las Jornadas Ortopédicas de la SECOT, en Bilbao, con fecha julio de 1949.

En primer lugar, aunque el Dr. Forriol afirma que el Dr. Mendoza estuvo en la División Azul, y que posiblemente allí se puso en contacto con los trabajos del Dr. Ilizarov inspirándose en ellos para crear su sistema, debo decir que no es cierto.

En el primer capitulo, titulado «Historia de la cirugía ortopédica y traumatología española» de «La Historia de la SECOT», publicado por la Sociedad en el año 2002, editorial STM Editores S.A., en su página 12, junto a otros de los eminentes traumatólogos del siglo XX como los Dres. Cabot, Álvaro López y Palazzi, se describe una biografía bastante exacta de mi padre, en la que de una manera clara se expone que inventó una férula de distracción ósea seis años antes de la de Ilizarov, tratándose del primer fijador externo circular que se conoce.

Con ello demuestra que mi padre no pudo plagiar este sistema, ya que lo inventó algunos años antes que el Dr. Ilizarov.

En esta biografía se comprueba que no sólo desarrolló los fijadores externos como único trabajo de investigación, puesto que, además de éste, en el año 1956, en Lisboa, en su trabajo «Biomecánica de la cadera», se estableció por primera vez la representación geométrica de los tres planos naturales y de los dos matemáticos, que plasmarán el funcionamiento mecánico de dicha articulación.

Entre este año y 1958 publicó algunos trabajos, como «La fractura de los injertos óseos en la columna vertebral» y «El tratamiento de los pies planos en el medio rural», entre otros.

También debo decir que mi padre no fue a la División Azul, por lo que no pudo conocer los trabajos del Dr. Ilizarov; es más, se ha comentado en diversas reuniones que han tratado sobre el tema que muy posiblemente el Dr. Ilizarov leyera el trabajo que había sido desarrollado más de seis años antes. De todos es conocido que en los países de occidente era muy difícil obtener información de lo publicado tras el extinto «telón de acero»; muy al contrario, ellos sí la podían obtener de todo lo publicado en el resto del mundo.

Yo sólo puedo afirmar, como hijo suyo y compañero de especialidad, que desarrolló su trabajo sin ayuda de nadie, a excepción del ingeniero Sr. Bouza y un buen artesano herrero y, por supuesto, después de estudiar una muy amplia bibliografía, de la cual aún conservo la mayoría.

Al contar sólo con un modelo, tras su estudio experimental en corderos lo trasladó a humanos (las figuras 1 y 2 muestran unas fotografías hechas en octubre de 1952), con la consiguiente dificultad. Esta dificultad estaba aumentada por no contar con el apoyo de la industria quirúrgica y de sus compañeros, por lo que el sistema quedó en reposo temporal.

Figura 1. Fotografía hecha en 1952 que muestra el fijador desarrollado por el Dr. Mendoza Fernández.

Figura 2. Fotografía hecha también en 1952, que muestra el uso del fijador del Dr. Mendoza Fernández en uno de sus pacientes.

Tras su nombramiento como Jefe de Servicio del Hospital Manuel Lois de Huelva en el año 1956 y empezar el Dr. Azcárate Prieto a colaborar con él, se inicia una segunda fase de experimentación a partir del año 1962 (todavía mucho antes de la venida del Dr. Ilizarov). Posteriormente, en el año 1973, el Dr. Azcárate ocuparía esta plaza al quedar vacante por enfermedad de mi padre. En esta segunda fase, hicieron una serie de casos en fracturas abiertas de tibia y en pseudoartrosis infectadas, con muy buenos resultados, siendo expuestos en varias reuniones, pero no publicados.

Pese a estos buenos resultados, como afirma el Dr. Forriol, al entrar en la práctica cotidiana otros sistemas de osteosíntesis y los amplificadores de imagen, el método fue abandonándose.

Tras la visita a España del Dr. Ilizarov, el método de fijación externa circular fue un sistema novedoso, divulgándose ampliamente.

Además de la réplica que le hizo el Dr. Vaquero al Dr. Ilizarov, fue el Dr. Azcárate quien en múltiples seminarios, reuniones y cursos que trataban sobre el tema iba con fotocopias del trabajo y exponía la originalidad y precursion del Dr. Mendoza. Una anécdota que me contó el Dr. Azcárate al respecto ocurrió en un curso de alargamientos óseos celebrado en Roma por el Dr. Monticelli, en el que le presentó el trabajo de mi padre, que él desconocía. Tras una amplia discusión, quedó convencido y a partir de ese momento lo mencionó en todas las reuniones, cursos y publicaciones en las que tomaba parte.

Igualmente este trabajo es ya un clásico en seminarios y congresos que tratan del tema, recordado por muchos autores entre los que destaco a los Dres. Lazo, Cañadell, Palacios Carvajal y al antes mencionado Vaquero, compañeros que, además de reconocer la bondad y originalidad del sistema, tenían una gran amistad con mi padre.

También quiero agradecer al Dr. Forriol los elogios que hace en su comentario sobre el tema publicado dos veces. No obstante, no puedo estar de acuerdo con la afirmación de que el sistema se quedara en sus inicios, afirmación coincidente con la del Dr. Monticelli, ya que fue probado primero en corderos, y posteriormente en humanos en dos fases, una primera en Játiva y una segunda a partir del año 1962, como ya he explicado antes. Así que el sistema presentaba buenos resultados, pero cayó en desuso por falta de ayuda de la industria médico-quirúrgica y la indiferencia de algunos compañeros, desistiendo por tanto de seguir adelante.

Tengo que resaltar el reconocimiento hacia mi padre de las sociedades científicas y sobre todo al Dr. Jorda por haberlo considerado uno de los pocos científicos del siglo XX digno de ser mencionado en «La Historia de la SECOT».

También agradecer al Dr. Azcárate, sin cuya ayuda y colaboración esta carta nunca hubiese visto la luz, los muchos años de trabajo que desarrolló junto a mi padre, durante los que siempre les unió un gran afecto, respeto y admiración mutua.

Sin más, y esperando la difusión de mi carta, reciba un entrañable saludo.

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