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Revista Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología
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Vol. 45. Núm. 5.
Páginas 366-367 (octubre 2001)
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J M. Antuña Zapico
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Cuando en Junio de 1954, terminada la licenciatura de Medicina, me incorporé como médico interno del Sanatorio Adaro de Sama de Langreo, este hospital contaba con 200 camas: cien para el tratamiento y atención de los accidentes de trabajo en las minas y fábricas de Asturias, y 100 para los pacientes del Seguro Obligatorio de Enfermedad, que así se llamaba entonces la Seguridad Social. Desde 1950 era Cirujano Director el Dr. Vicente Vallina García, quien juntamente con el Dr. Luis Donate Vigón, atendía los accidentes de trabajo. Don Vicente había sustituido al Dr. Julio Jolín Daguerre como director del centro. El ritmo de trabajo era intenso, ya que el colectivo de mineros y metalúrgicos ascendía a 30 o 40.000 personas, con trabajos continuados de día y noche. De este modo, los dos cirujanos estaban sometidos a una intensa presión asistencial. Los accidentes de trabajo se atendían en la sala de San Ramón (lesiones de mano y miembro superior); San Luis (lesionados de rodilla, pierna y pie); San Antonio (fracturados de fémur, tibia, pelvis y columna vertebral) y Santa Barbara (politraumatizados, lesiones viscerales y quemaduras).

El trabajo que comento --«Tratamiento de los traumatismos abiertos de la mano en los mineros»-- demuestra la capacidad de observación y la técnica depurada que el Dr. Vallina García había impuesto desde los años 40, fecha en la que él asumió los heridos de la sala de San Ramón. Desde los primeros días de residencia en el Sanatorio Adaro pude comprobar la escrupulosidad de las técnicas que describe en este trabajo, las cuales --salvando las distancias del tiempo y la incorporación de técnicas nuevas para el tratamiento de la piel y del sistema tendinoso-- se basaban en la traumatología de Böhler. Una herida de la mano era un acto quirúrgico de primera y delicada atención; operada en el quirófano con todas las medidas de asepsia, y siguiendo los principios que se describen en el trabajo. La férula de abducción, el reposo en cama y del miembro para luchar contra la infección de las heridas, eran premisas que obligaban a cumplir con insistencia. Téngase en cuenta que por entonces contábamos exclusivamente con la Penicilina y las Sulfamidas como medicamentos preventivos y curativos de las heridas o infecciones de la mano. El reposo del miembro jugaba un papel fundamental.

En todo el trabajo resalta la lucha contra la infección y contra la rigidez de las articulaciones digitales, hasta tal punto que no se dudaba en sacrificar un dedo, con fracturas abiertas infectadas, para evitar la difusión de la infección o la dificultad para el normal movimiento del resto de los dedos. Llama la atención en este trabajo el caso de la fractura subcapital del dedo índice con secciones tendinosas, que se amputaba para evitar la rigidez de la articulación del dedo y la consecuencia nefasta para el resto de los movimientos de la mano. En todas las lesiones se busca lograr la óptima funcionalidad de la mano a expensas de sacrificar dedos o partes de dedos, excepto el pulgar que es prioritariamente conservado en todas las circunstancias.

Böhler y Watson-Jones fueron los orientadores de la traumatología de la mano que el Dr. Vallina describe con un detalle exquisito tanto en cuento a la asepsia como a la inmovilización. No describe la osteosíntesis porque no había llegado al sanatorio Adaro empezamos a utilizar las agujas de Kirschner como método de osteosíntesis en las fracturas abiertas. Nuevos antibióticos de más amplio espectro nos permitieron mayor agresividad en los traumatismos abiertos de la mano.

Otro detalle de gran interés en este trabajo es la descripción de las incisiones, su topografía y su extensión en los flemones e infecciones de los dedos, que entonces eran relativamente frecuentes, ya que al Dr. Vallina le llegaban lesionados de la mano tratados de forma poco ortodoxa en los botiquines de los diferentes pozos de las minas. Es interesante y de la más rabiosa actualidad el método de tratamiento de las heridas infectadas. Nos enseñó a no hacer presión sobre una herida infectada para la extracción del exudado (desgraciadamente aún hoy en día hay quien lo hace). Copio un párrafo concluyente: «con la presión en los alrededores de la herida se traumatizan y se desvitalizan los tejidos, se rompe la barrera defensiva de las granulaciones y la infección local se difunde».

Por los años cuarenta el método de inmovilización era casi exclusivamente el yeso con férulas digitales confeccionadas con alambres. Pero la técnica de reducción de las fracturas y de la inmovilización con yeso que describe el Dr. Vallina no ha cambiado. La batalla contra las rigideces articulares le llevó a vigilar y enseñar a vigilar los ángulos de inmovilización de los dedos y de la muñeca, y también programas unos ejercicios activos, constantes y periódicos que impidieran las limitaciones de movimientos, tan frecuentes entonces y ahora.

Un aspecto a resaltar sobre el texto comentado es que no se extiende en lo que se refiere a la patología de los tendones flexores. Sí abunda en las lesiones de los tendones extensores, sobre todo el extensor largo del pulgar. La solución de las lesiones de los tendones flexores me la encargaría el Dr. Vallina a mediados de los años 50. Para ello, pasé varios meses en la clínica del Sagrado Corazón de Barcelona, bajo las enseñanzas del Dr. Santos Palazzi Duarte, y también en la Cruz Roja con el Dr. Cañadell Carafi. Me he alegrado especialmente al leer el trabajo del Dr. Palazzi --comentado por sus hijos Santos, Carlos y José Luis-- publicado en el número de abril del presente año 2001 en esta Revista de Ortopedia y Traumatología. Hay que tener en cuenta que la cirugía de los flexores de la mano surge impetuosa en los años 40, con el libro de Sterling Bunnel «Surgery of the Hand», publicado en 1944.

Los avances espectaculares en la cirugía de urgencia de la mano --representados por mejores métodos de osteosíntesis, un manejo más preciso de las lesiones tendinosas y el progreso de la microcirugía-- han mejorado sustancialmente los resultados. No obstante, el Dr. Vallina García nos deja unos postulados que hoy hacemos propios y que aún siendo bien conocidos por los cirujanos de mano, no lo son tanto por los que sólo ocasionalmente se enfrentan a estas lesiones:

1. Las heridas de la mano, y máxime las fracturas abiertas y lesiones tendinosas, son lesiones graves que precisan un tratamiento de urgencia con la máxima garantía de asepsia en quirófano convencional.

2. Nunca las heridas deben de suturarse a tensión; es preferible dejarlas abiertas o utilizar diferentes variedades de injertos de piel.

3. Así mismo, en las amputaciones o desarticulaciones la piel se suturará con puntos ligeramente alejados unos de otros para que exista suficiente drenaje del edema que inevitablemente se instaurará.

4. Si se emplea el yeso como método de inmovilización, en la férula digital hay que guardar escrupulosamente los límites distales y palmares para no impedir los ejercicios del resto de los dedos, fundamentalmente los movimientos de flexión de la metacarpofalángica e interfalángica.

5. Las lesiones infectadas deben de inmovilizarse rigurosamente con las normas que cita en el artículo y mantener el miembro superior en la máxima elevación posible.

6. Cuando tratamos las infecciones de la mano y precisamos desbridamientos, guardaremos las normas descritas en cuanto a las incisiones de drenaje, evitando siempre atravesar un pliegue palmar de flexión.

Finalmente diré que he gozado mucho leyendo y pensando sobre estas lesiones, reviviendo tiempos pasados en los que tanto aprendí de mi maestro el Dr. Vicente Vallina García a lo largo de casi 20 años de trabajar a su lado.

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