En el artículo del Profesor Sanchís-Olmos publicado hace más de 50 años, se destaca la necesidad de utilizar injertos óseos en cantidades que superaban las que habitualmente se obtenían del propio paciente. De hecho, se anticipó a los recambios protésicos, que actualmente son una de las principales indicaciones de aloinjertos en grandes cantidades, y mostró las ventajas de los mismos, entre las que destacó la menor agresividad de la intervención y las posibles complicaciones en la obtención del injerto.
En el siglo XXI es difícil entender cómo una de las opciones para obtener «hueso extra» era operar a otro paciente, al que se le debía realizar una «excisión de hueso aprovechable», simultáneamente. Ignoramos si previamente se obtenía su autorización. Actualmente, cuando el objetivo de los bancos de tejidos es obtener injertos de calidad, con seguridad microbiológica1,2, en un entorno ético, la obtención de injertos sin el consentimiento informado3 y sin los estudios regulados, tanto del donante como del receptor4,5, son absolutamente inviables.
En cuanto a los donantes vivos, los huesos procedían fundamentalmente de amputaciones y toracoplastias, mientras que ahora las fuentes de hueso esponjoso son las cabezas femorales procedentes de pacientes tributarios de artroplastias totales de cadera6.
La conservación se realizaba mediante refrigeración o líquido antiséptico. Está claro que la función de la conservación es almacenar los tejidos en las condiciones adecuadas hasta su implante. Actualmente entendemos que el objetivo es evitar la degradación del colágeno7, que se logra mediante la congelación8,9 o mediante la liofilización10, permitiendo que la desmineralización libere la capacidad osteoinductiva del injerto11. Sorprende la utilización de antisépticos como el mertiolato con la finalidad fundamental de conservación. Es de gran importancia la esterilidad de todo el proceso, con controles bacteriológicos repetidos, para evitar la contaminación de los injertos12.
En referencia a la casuística presentada por el Profesor Sanchís-Olmos destaca que durante un año implantó aloinjertos a 40 pacientes, con un predominio de artrodesis en el 50% de los casos. También hizo injertos en casos de osteomielitis, de relleno de quistes óseos, de osteotomías de adición y de pseudoartrosis. Sus resultados fueron realmente espectaculares, con un 83% de excelentes resultados biológicos tras un seguimiento mínimo de 5 meses. Ahora las indicaciones más frecuentes de los aloinjertos esqueléticos son la cirugía de revisión protésica, las artrodesis axiales, la cirugía ligamentosa, las osteotomías de adición, la traumatología (fracturas metafisarias), la cirugía tumoral y los implantes de tejidos blandos (fascias, meniscos).
Casi todas las conclusiones del artículo de Sanchís-Olmos, excepto la primera, son absolutamente válidas tras el paso de medio siglo. Además, el tema es aún más vigente dada la próxima aparición de una Directiva Europea que se centrará en la manipulación de células y tejidos.