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Revista Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología
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Vol. 42. Núm. 6.
Páginas 409-410 (noviembre 1998)
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J. González del Pino
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REVISTA DE ORTOPEDIA Y TRAUMATOLOGIA

Volumen 42, pp 409-410


Editorial

Queridos amigos:

En éste mi último editorial como Director de la Revista de Ortopedia y Traumatología, además de despedirme de todos vosotros, deseo haceros llegar algunas reflexiones sobre los 4 años en los que he tenido el gran honor y placer de dirigir la publicación científica oficial de la SECOT. Hoy no quiero aburriros con cifras y datos concretos de una actividad que a la vista de todos está, pues todos recibís la Revista y podéis juzgar por vosotros mismos su trayectoria actual. Sin embargo, cuando me otorgasteis vuestra confianza para la difícil y a veces no bien valorada o entendida labor de dirigir la Revista os planteé algunos proyectos y retos que ahora es el momento de analizar.

El doctor Fernando Gómez Castresana, nuestro actual vicepresidente, y a quien desde aquí quiero hacer llegar mi felicitación por este cargo, me entregó una revista moderna, competitiva y con alto prestigio nacional. La tarea de mejorar este «producto», en el sentido empresarial de la palabra, no era fácil, pues el listón de calidad ya venía muy alto. Sin embargo, todo es y debe de ser mejorado en aras de un progreso al que ninguno debe renunciar. Uno de los hechos más relevantes que ha lastrado la Revista desde su fundación ha sido su falta de indexación internacional. Por fin, desde Febrero de 1995 nuestra Revista ha sido incluida en Excerpta Medica-EMBASE, el segundo repertorio internacional tras Index Medicus-MEDLINE. Excerpta Medica se recibe en las bibliotecas de más de 110 países del mundo, lo que garantiza la difusión universal de los conocimientos de los cirujanos ortopédicos españoles. Pero la siguiente pregunta es obvia: ¿por qué no se incluye en Index Medicus? Porque la National Library of Medicine considera que la Revista no publica suficiente cantidad de material científico original, entendiendo por ello inédito, que no aparezca en otras revistas ya incluidas. El razonamiento es de peso: ¿para qué indexar otra revista más si ésta no aporta nada especial sobre lo publicado en otras ya indexadas? La National Library of Medicine valora cada 2 años las revistas y siempre ha concluido que la nuestra se edita correctamente y que sigue los parámetros estándares aceptados internacionalmente para la valoración de artículos. La primera reflexión que se me ocurre es aquella sobre «los buenos y los malos artículos», y que podría tener una relación directa con el fenómeno que estamos analizando. La segunda reflexión, a la que no tengo respuesta, es si quizá la edición de la Revista en inglés, idioma científico por excelencia en los albores del tercer milenio, sería un factor importante a tener en cuenta. El tiempo lo dirá.

Analizando los artículos publicados en las últimas décadas en la Revista pude darme cuenta que existía un vicio de publicación que no estaba presente en otras publicaciones. Me refiero al excesivo número de artículos sobre casos clínicos, las notas clínicas, que en algún momento llegó a superar el 40% del total de artículos publicados. Desde un primer momento se instauró una política impopular, pero racional, de reducción del número de estos artículos de limitado valor y así acelerar la publicación de los originales, verdadero núcleo intelectual de una revista de ciencias biomédicas. En la actualidad esta tasa se ha limitado a aproximadamente el 15%, aunque su ideal es inferior al 10%. Creo que todos habéis entendido el fundamento de esta política, que sin duda ha hecho desaparecer lo anecdótico y animado a todos vosotros a la remisión de originales en vez de notas clínicas.

Otra importante reflexión que se impuso como directriz inexcusable era la basada en un proceso de valoración científico-técnico de los artículos que se recibían para publicar. Desde un primer momento este Director no rechazó ni aceptó ningún trabajo; lo hizo un Comité de Expertos en todas las ramas del saber de la Cirugía Ortopédica y Traumatología, quien valoraba los manuscritos sin conocer sus autores. Tras el informe de dos de sus miembros y una tercera valoración por el Comité de Redacción se emitía un dictamen que, eso sí, el Director tenía que refrendar. En los casos dudosos o de discrepancia entre los expertos se enviaba a un tercero o se analizaba en el seno del Comité de Redacción. Este proceso se profesionalizó hasta tal extremo que normalmente en menos de 4 meses el autor tenía ya el resultado final de la valoración de su trabajo: si se había aceptado o se solicitaban correcciones o si, por el contrario, se había rechazado, con lo que podía disponer del material para enviarlo a otra revista sin que se hubiera desfasado en el tiempo.

La existencia de un Comité de Expertos y el consiguiente proceso racional y objetivo de valoración generó un incremento muy significativo de rechazo de artículos para publicación. Analizando las cifras someramente, a principios de 1995 se rechazaba aproximadamente el 20%, y a finales de 1998 se rechaza alrededor de la mitad de los artículos enviados. Esta realidad no es otra que la del universalmente aceptado sistema de valoración de expertos, implantado por primera vez por el British Medical Journal en 1873 y seguido por Lancet y Surgery, Gynecology and Obstetrics entre 1900 y 1905. Sin embargo, los antecedentes de este sistema denominado «peer review» datan de 1731, año en que la Royal Society of Edinburgh confeccionó un manual de observaciones y ensayos clínicos, en cuyo prólogo se decía textualmente que «los artículos serán distribuidos entre aquellas personas versadas en la materia» y que «nada se imprimirá sin su sello de aprobación». En 1752, su homónima londinense creó un comité de artículos, en todo similar a los actuales comités de expertos. No quiero dejar pasar esta oportunidad para agradecer a todos los miembros del Comité de Expertos su desinteresada y anónima colaboración, pues sin ella no hubiera sido posible la definitiva modernización de nuestra revista.

Como puede verse no hemos inventado nada, sino implantado en la Revista un método de trabajo de casi 200 años de vida que ha sobrevivido al paso del tiempo y que sigue aún en vigor, pues todas las revistas que se precien lo utilizan de forma habitual. Sin embargo, no quiero ser dogmático, puesto que las decisiones no son infalibles y se pueden aceptar trabajos que no lo merecen y rechazar otros que debían haberse publicado. Lamentablemente estoy seguro que esto ha podido ocurrir durante mi gestión, por lo que ruego me disculpéis si os habeis visto perjudicados por una supuesta decisión errónea. No obstante, y aunque el margen de error existe, éste es el menos malo de los sistemas de valoración científica.

Uno de los aspectos que más deseo destacar es el actual grado de profesionalización del Comité de Redacción de la Revista y que ha hecho posible la consecución de la mayoría de los objetivos que me propuse para el pasado cuatrienio. Dada la complejidad del proceso editorial y los conocimientos de toda índole que deben tenerse para confeccionar una revista biomédica, ya no valen los entusiastas, son necesarios los técnicos, como los que yo he tenido la suerte de tener en mi equipo durante este tiempo. Quiero expresamente que los nombres de las personas integrantes del mismo aparezcan en éste mi último editorial como director y lo hago con todo el cariño y reconocimiento que se merecen: Rafael Canosa Sevillano, Carlos Rodríguez Merchán, Alberto Díez Ulloa, Alejandro Fernández Domingo y Carlos Villas Tomé. Ellos han sido los verdaderos artífices de los logros conseguidos, pues en ellos ha recaído un ingente trabajo que, por otro lado, ha permitido demostrar su gran calidad profesional, intelectual, científica y humana. Para mí es motivo de satisfacción saber que uno de ellos, el doctor Carlos Villas Tomé, ha sido elegido por vosotros como próximo director de la Revista, en la seguridad de que desempeñará su papel de forma impecable y que dará un nuevo impulso de modernización y mejora a nuestra revista.

Sería de mal nacido, siguiendo el refrán, no agradecer a otras muchas personas que me han ayudado, animado o aconsejado a lo largo de estos 4 años o que con su trabajo han hecho posible la edición de la Revista. Sin duda, por su relevancia y trascendencia debo reconocer a los miembros del Senado de la SECOT y a los tres presidentes con los que he tenido la satisfacción de trabajar, los doctores Antonio Navarro Quilis, Antonio Herrera Rodríguez y Luis Ferrández Portal, y a sus Juntas Directivas su ayuda y apoyo incondicional a mi

gestión, pues en todo momento me he sentido respaldado y socorrido. Garsi, S. A., editora de la Revista y sus diferentes departamentos técnicos han contribuido siempre con un alto espíritu de perfeccionamiento, muy necesario para acometer con éxito proyectos de progreso; de ellos deseo mentar a la doctora Teresa Alarcos, directora adjunta, por su indiscutible valor profesional en este campo y a Ángeles Azpicueta, secretaria de la Revista, sin quien no hubiera sido posible trabajar y sobre todo ordenar en nuestras sobrecargadas cabezas la mucha documentación científica que ha sido necesario manejar. El período de mi vida que ahora finaliza ha podido concluir felizmente gracias al sustento personal de mi gran amigo y maestro Fernando Gómez Castresana, a quien agradezco sus enseñanzas y consejos.

Pero, sin duda, a quienes más debo agradecer son a mi mujer, la doctora Milagros Benito Aguado, y a mi hija Violeta, que han sobrellevado con estoicismo la enorme sobrecarga de trabajo que la Revista ha generado estos años y las largas y solitarias horas de despacho en las que su compañía no era posible. El tiempo libre que me quedará a partir de ahora me permitirá recuperarlas.

No quiero finalizar sin brindar mi ayuda al próximo director de la Revista de Ortopedia y Traumatología, doctor Carlos Villas Tomé, y sin agradeceros a todos vosotros, los legítimos propietarios de la misma, vuestra confianza.

Un fuerte abrazo,

Doctor Juan González del Pino

Director de la Revista de Ortopedia y Traumatología

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