La introducción de un tallo dentro de la cavidad medular de un hueso largo surgió al parecer en épocas remotas fruto de la necesidad y de la intuición. En el Archivo de Indias los conquistadores españoles del siglo XVI relatan observaciones de estas prácticas entre los incas y aztecas que utilizaban estacas de madera resinosa.
El siglo XIX supone un resurgir de nuevas técnicas quirúrgicas y en ese intento de abrir nuevas vías, tenemos los enclavamientos con tallos de marfil realizados por Bircher o con hueso como los realizados por König y Hoglund en Alemania. Nicolaysen de Noruega describe en 1987 los principios del enclavado y Watson-Jones lo señala como el padre del enclavamiento intramedular.
Hey Groves, en Gran Bretaña, inicia, ya en la primera década del siglo XX, los primeros enclavamientos metálicos aunque con problemas y fracasos debido a la utilización de materiales metálicos biológicamente inadecuados. El belga Lambotte es otro de los pioneros realizando enclavamientos de fémur próximal con tornillos largos a través del trocánter mayor y posteriormente utilizando agujas de Kirschner endomedulares para fracturas de antebrazo. Los Rush, en Norteamérica, utilizan clavos de Steinmann modificados de distintos grosores y longitudes para realizar osteosíntesis intramedulares de huesos largos diversos, práctica que ha llegado a nuestros días.
El éxito rotundo del enclavado intramedular ocurre en la Segunda Guerra Mundial con el trabajo de Küntscher cuya primera publicación aparece en 1940. El desarrollo de estos sistemas de osteosíntesis soportó duras críticas y controversias de la comunidad científica cuyas teorías apriorísticas en contra del método de enclavado y del fresado endomedular acabaron dándose de bruces con los excelentes resultados clínicos de un método que sentó unos principios y definió unas técnicas de enclavamiento seguras (retrógrado, anterógrado, con foco abierto, a "cielo cerrado") y desarrolló todo un sistema con un completo utillaje en colaboración con un equipo de ingenieros y médicos de sólidos conocimientos como eran Fisher, Maatz, Störr y Alvis. El sistema de fresado endomedular, el clavo para compresión del foco ("detensor"), la sierra de corte endomedular son muchos de los legados de este equipo genial.
El camino estaba ya abierto y transitado con seguridad por todo cirujano ortopédico que tuviese que tratar fracturas diafisarias. Toda una legión de diseños se han desarrollado en múltiples países y con la intención de mejorar o de poseer otras propiedades (colocación sin fresar, posibilidad de bloqueos, sistemas antirrotatorios...).
La síntesis de las fracturas de huesos largos mediante enclavado intramedular, es un método conceptualmente simple pero con engañosa sencillez en las vías de abordaje y menores exigencias en la reducción anatómica requiere precaución, rigor y experiencia y una buena dosis de prudencia como corresponde a una cirugía que utiliza elementos mecánicos progresando dentro de una cavidad medular. Un paso atrás a tiempo es muchas veces necesario y revela el error o el problema de otro modo no detectados.
El enclavado intramedular, sin ser una panacea, es uno de los principales métodos de osteosíntesis de fracturas de huesos largos y no se puede hablar ya de una técnica ni de una filosofía de tratamiento pues aunque es verdad que muchos cirujanos tienden a universalizar algunos métodos y a aplicarlos a todos los campos, el uso correcto de estas técnicas y de otros métodos de osteosíntesis aplicados con diagnósticos y entendimiento preciso de los problemas, con una mente abierta y actuando con técnicas correctas guiadas o avaladas por la experiencia, dará los mejores resultados y nos ayudará a lograr bienestar a los pacientes, progreso a nuestra ciencia y respeto y estima a nuestro trabajo.