Editorial
Los cursos de formación de la Fundación SECOT
No hace muchos días se ha clausurado, como todos los años en primavera, un nuevo curso de formación de la Fundación SECOT dedicado especialmente a los residentes para quienes la Fundación SECOT concede un amplio número de becas. Es una iniciativa para agradecer y esperar que adquiera una larga tradición y sirva, ante todo, para profundizar, con calma y sin la masificación de los congresos nacionales e internacionales, en temas que por su actualidad o trascendencia requieran ser analizados y publicados periódicamente. Además estos cursos permiten una mejor relación entre los participantes evitando la profusión de aulas en funcionamiento simultáneamente.
Como organizador del último curso celebrado en la Universidad de Navarra los pasados días 10 a 12 de Junio con el título de «Ciencias básicas aplicadas a la Cirugía Ortopédica», me solicitan ocupe de nuevo la editorial de nuestra Revista para comentar lo que ha representado este curso. En primer lugar quisiera reiterar mi agradecimiento a la SECOT por la confianza depositada en nosotros y permitirnos elegir un tema que nos sigue pareciendo difícil pero a la vez de enorme trascendencia. Profundizar en lo básico es lo que permitirá resolver muchos de los problemas que hoy tenemos planteados; conocer y trabajar en lo básico nos coloca en la posición adecuada para que se pueda encender la luz de la inspiración. Además, la medicina del futuro tiene que aprovecharse de diagnósticos más seguros y precoces que permitan soluciones quirúrgicas más sencillas.
Las ciencias básicas aplicadas a la cirugía hacen referencia a la investigación, pero no es sólo investigación. Su objetivo es mucho más ambicioso, es el conocimiento de aspectos fundamentales que sirvan de base para edificar nuevas posibilidades quirúrgicas e intentar que la cirugía además de una técnica sea ciencia, huyendo del empirismo, para saber el porqué de las cosas.
La historia ofrece numerosos ejemplos de aplicación de lo básico a la cirugía, y quiero apoyarme en ella, con la benevolencia de los expertos, para presentar dos distintas formas de trabajar con lo básico. Es evidente que muchos investigadores de laboratorio han hecho más por la cirugía que los propios cirujanos. Pero también han sido muchos cirujanos los que han provocado auténticas revoluciones quirúrgicas aplicando sus conocimientos básicos. Theodor Kocher fue uno de los primeros en atreverse con el tratamiento quirúrgico del bocio extirpando las glándulas tiroides. Después de realizar un número considerable de intervenciones, con gran satisfacción por los resultados, descubrió casualmente que sus pacientes adquirían el aspecto de cretinos. Lejos de abandonar el tratamiento en el que creía, la investigación clínica le llevó a hipotetizar que dejando una porción de la glándula se podría evitar esta transformación. Sus ideas se confirmaron y posteriormente se descubrió la función de las glándulas tiroides y de las paratiroides. Otro ejemplo y otro enfoque. August Bier, un cirujano general al que la Cirugía Ortopédica le debe mucho, estaba preocupado en ofrecer anestesia a sus enfermos con problemas respiratorios. Se encontró con un caso. Un enfermo con una tuberculosis articular en el tobillo y un importante enfisema pulmonar, ¿qué hacer?, ¿por qué no dormir sólo la extremidad?, y probó, con éxito, la raquianestesia lumbar. La estudió consigo mismo y la perfeccionó con su ayudante. Ambos sufrieron importantes dolores de cabeza, pero la necesidad del cirujano le obligó a buscar una solución que no paró hasta encontrarla.
Como se puede ver el laboratorio, la investigación clínica o la idea que aparece para resolver un problema que se prueba clínica o experimentalmente son tres maneras históricas de progreso quirúrgico. Resulta difícil comprender el tratamiento de las infecciones del sistema musculoesquelético o de los implantes sin conocer los fundamentos de la microbiología o, todavía más sencillo, la consolidación de una fractura, la más simple y sencilla, sigue unos principios biológicos y mecánicos que siguen investigándose diariamente. Su conocimiento debe mejorar las soluciones y técnicas para su tratamiento.
Lo hemos visto en los últimos años, el cultivo de los condrocitos forma parte del arsenal quirúrgico con resultados e indicaciones discutibles, como también lo constituyen los biomateriales y los injertos óseos conservados en diferentes medios, ¿se puede realizar la técnica o mejorarla sin comprender su mecanismo de acción? Una señal incipiente de que la biología molecular puede ser un instrumento quirúrgico comparable al martillo o al escoplo.
Antes de finalizar quiero señalar otro aspecto que, aunque me gustaría dejarlo pasar, aprovecho la ocasión para plantearlo. La investigación y el interés por las ciencias básicas a la Cirugía Ortopédica es un planteamiento de y para minorías. Las causas son muchas y no es el momento de analizarlo, pero resulta extraño que personas recién salidas de las facultades de medicina no se interesen por los aspectos básicos de la biología, de la mecánica o de los materiales, muchos de los cuales formarán parte de su práctica diaria y que no se impliquen en la investigación cuando saben que una Ortopedia de calidad no se puede imaginar sin una investigación paralela que le ayude a resolver sus problemas.
Dr. F. Forriol Campos
Secretario de Redacción