Hemos leído con gran interés el artículo de los doctores Ramos-Pascua et al. titulado «Lipomas intramusculares: bultos grandes y profundos que no hay que menospreciar. Revisión de una serie de 51 casos» publicado en la Revista Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología1. El artículo revisa un gran número de lipomas intra e intermusculares, una patología relativamente rara. En esta carta al editor nos gustaría subrayar algunos puntos en relación con el artículo en particular y con los lipomas intramusculares en general.
En primer lugar, creemos que los lipomas intra e intermusculares no deberían incluirse en el mismo grupo. Si bien estos lipomas tienen histopatología similar, tienen sus propias características clínicas, histológicas y de imagen. Aunque los autores claramente diferencian las dos entidades en partes del texto, usan el término «lipoma intramuscular» para referirse a toda la muestra, lo que crea confusión al lector. Quizás «lipomas de asiento profundo» es un término mejor para referirse a la variedad de diferentes subtipos de lipomas localizados debajo de la fascia. Además, los lipomas intramusculares pueden ser subclasificados en subtipos infiltrativos (no capsulados), bien definidos (capsulados) y mixtos (con áreas de infiltración y áreas de encapsulación). Excepto el lipoma intramuscular capsulado, que es el menos común, los lipomas intramusculares presentan histológicamente adipocitos maduros que infiltran los músculos circundantes. Esto se corresponde con las características imágenes en las que se observan vetas de diferente espesor (representando fibras musculares y tejido fibroso) con interrupciones ocasionales2. Esto puede diferenciarse de los lipomas intermusculares, donde normalmente no hay fibras musculares en la masa y las vetas son delgadas y continuas, representando tejido fibroso intermuscular.
En segundo lugar, un hallazgo interesante de la muestra es la mayor prevalencia de hombres frente a mujeres. Esto contrasta con otros estudios que describen que los lipomas intramusculares fueron todos, o en su mayoría, mujeres2–4. Adicionalmente, Nishida et al. encontraron una mayor prevalencia de hombres en un grupo de 27 lipomas intermusculares. Uno puede preguntarse si la combinación de lipomas intramusculares e intermusculares en el estudio de Ramos-Pascua et al. habría cambiado la prevalencia hacia hombres. Sería bueno saber el dato epidemiológico del género de los pacientes en cada subtipo de lipomas de asiento profundo.
En tercer lugar, el porcentaje de recidiva de lipomas intra e intermusculares puede depender de diferentes factores. Por ejemplo, en el caso de los lipomas intramusculares que recidivan puede depender de una resección inadecuada del tumor debido a su naturaleza infiltrativa y a menudo a la falta de una cápsula bien definida. Su et al. sugirieron que se hiciera una cuidadosa planificación preoperatoria y secciones congeladas para asegurar márgenes sanos3. Contrariamente a esto, los lipomas intermusculares están habitualmente bien definidos sin infiltración local del tejido adyacente, del que se separan con facilidad. Por otra parte, para definir el porcentaje correcto de recidiva, se requiere un periodo más largo de seguimiento. Esto es por lo que algunas de estas lesiones tienden a recidivar más de 10 años después de la resección inicial. Estamos de acuerdo con Ramos-Pascua et al. en que su seguimiento fue corto para sacar conclusiones exactas sobre las recidivas.
En cuarto lugar, pensamos que los tests citogenéticos serían un abordaje común en el diagnóstico de los lipomas intramusculares5. Su utilidad se ha demostrado e incluirá lesiones lipoma-like que previamente se consideraban como lipomas intramusculares. Quizás con un mayor conocimiento de la citogenética de los lipomas intramusculares podremos diferenciar mejor y conocer esta patología.
En conclusión, pensamos que lipomas intra e intermusculares deberían ser abordados como dos subtipos diferentes en el grupo de los lipomas de asiento profundo.
Nivel de evidenciaNivel de evidencia V.