Sr. Editor:
La diarrea es uno de los síntomas de consulta más frecuentes. Se considera diarrea crónica a la que dura más de 6 semanas y diarrea intermitente a la que aparece y desaparece a lo largo de varias semanas. Puede tener múltiples etiologías, tanto infecciosas (bacterias, virus o parásitos) como no infecciosas, cuadros de mala digestión/mala absorción, síndrome del intestino irritable, seudodiarrea por estenosis de colon distal o recto, enfermedad inflamatoria intestinal y colitis microscópicas, fármacos, hipermotilidad por hipertiroidismo o neuropatía autonómica, tumores o diverticulosis1.
Se presenta el caso de una mujer de 80 años que ingresó desde el servicio de urgencias por un cuadro de diarrea intermitente de meses de evolución. Entre sus antecedentes personales destacaban hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, hipertiroidismo y colecistectomía. Seguía tratamiento con valsartán, indapamida, tirosina, metformina e insulina.
Acudió por cuadro de 8 días de evolución de 3-4 deposiciones líquidas al día, sin productos patológicos, asociadas a dolor abdominal tipo cólico y náuseas sin vómitos. No había presentado fiebre. Había estado en tratamiento con loperamida sin mejoría. Refería un cuadro similar hacía 4 meses, que había cedido con tratamiento sintomático, pero desde entonces presentaba episodios de 2-3 días de diarrea alternando con la normalidad. Había perdido unos 4-5kg en los últimos meses. No presentaba astenia ni anorexia, no había otros convivientes afectados y vivía en un piso en un hábitat urbano sin contacto con animales.
En la exploración física destacaba la estabilidad hemodinámica y la ausencia de fiebre. La paciente estaba obesa, con leve deshidratación de mucosas. El abdomen era globuloso, distendido, timpánico pero no doloroso a la palpación, con ruidos hidroaéreos aumentados, no se palpaban masas ni megalias. En el tacto rectal se apreciaban heces líquidas amarillentas en la ampolla rectal.
Los datos de laboratorio únicamente revelaban macrocitosis sin datos de anemia. Tanto el electrocardiograma como las radiografías de tórax y abdomen no presentaban alteraciones significativas.
Al ingreso en la planta se solicitaron exploraciones complementarias teniendo en cuenta los diagnósticos diferenciales planteados ante el cuadro de diarrea intermitente.
Se inició tratamiento sintomático, pero a las pocas horas presentó varios picos febriles de 38° C y comenzó con signos inflamatorios en la muñeca derecha. Se inició tratamiento con un antibiótico de amplio espectro (amoxicilina/ácido clavulánico), antipiréticos y antiinflamatorios no esteroideos. A las pocas horas el ritmo intestinal se normalizó, no presentó nuevos picos febriles y mejoró el cuadro inflamatorio de la muñeca.
En los coprocultivos se aisló Campylobacter jejuni; se llegó al diagnóstico de diarrea crónica por Campylobacter jejuni con monoartritis reactiva.
Esta bacteria es una importante causa de diarrea aguda en todo el mundo, pero su cronificación es muy poco frecuente. En España representa el 64% de los casos de diarrea aguda de etiología bacteriana2. Es el antecedente más común del síndrome de Guillain-Barré (30-40% de los casos) y se estima una incidencia de 1,17 por 1.000 personas-año3. Puede cronificarse en pacientes inmunodeprimidos, con enfermedades crónicas y en edades extremas de la vida. La duración del cuadro es mayor en pacientes infectados por gérmenes resistentes a fluoroquinolonas4 como lo fue en nuestro caso.
La transmisión indirecta es la más importante; la bacteria habita en el tracto gastrointestinal, por lo que el contagio se produce a través de alimentos poco cocinados (aves), leche o agua contaminadas.
Entre las complicaciones en la fase tardía figuran, además del síndrome de Guillain-Barré, la artritis reactiva. Su incidencia es < 3% y no se correlaciona con la gravedad de la diarrea. Aparece varias semanas después de la diarrea aguda. Las localizaciones más frecuentes son los tobillos, las rodillas, las muñecas y las manos, y causa una considerable limitación funcional. También puede asociarse a conjuntivitis o síndrome de Reiter.
El diagnóstico se establece por el hallazgo de coprocultivos positivos. El tratamiento es sintomático; sólo se usan antibióticos con pacientes gravemente enfermos, ancianos, embarazadas, inmumodeprimidos, fiebre elevada o en diarreas de más de 7 días de evolución. El antibiótico de elección es la eritromicina y como tratamiento alternativo figura la amoxicilina/ácido clavulánico. El ciprofloxacino en España no es de elección porque la tasa de resistencias observadas en los últimos años alcanza el 50%5.
Finalmente, nos gustaría insistir una vez más en las peculiaridades del paciente anciano, en el que una diarrea aguda por Campylobacter jejuni puede, en ocasiones, cronificarse, dificultar el diagnóstico y prolongar una enfermedad fácilmente tratable.