Sr. Editor:
Hemos leído con interés el original de González-Guerrero et al1 y aportamos los datos de la Sección de Geriatría del Hospital Perpetuo Socorro de Albacete del año 2004 que confirman sus conclusiones con algún matiz. La edad media de nuestros pacientes es también de 85 años, con un 60% de mujeres. En el año 2004 tuvimos 1.563 ingresos en la Unidad Geriátrica de Agudos, con un índice de ocupación del 121,5% y con una estancia media de 8,33 (bruta) y 7,70 (neta). La mortalidad fue del 16% y los reingresos en 30 días representaron el 8,68% de las altas. La media de diagnósticos por paciente fue de 8,3, con un peso medio bruto de 1,8851 y neto de 1,8924. Los 12 grupos relacionados con el diagnóstico (GRD) más frecuentes, así como la estancia media por GRD y las estancias evitadas, se muestran en la tabla 1.
El índice de funcionamiento fue de 0,8597 (mejor que la media) y el índice de casuística 1,0483 (mayor que la media), lo que indica un buen rendimiento de la sección con una mejor eficiencia que la norma.
Al comparar los GRD comunes con más de 7 casos, se obtiene una estancia media de 7,68 días (0,54 respecto de la norma) con un índice de funcionamiento de 0,8948 y una casuística de 1,0444. La estancia media ajustada por casuística fue de 7,2094 y por funcionamiento, de 8,5850.
Aunque no se aportan, los datos de estancia media y funcionamiento son mejores que los de otros servicios médicos de nuestro hospital con similar tipología de pacientes, al igual que ocurre en el Hospital de Cáceres. No nos cabe ninguna duda que ello se debe a una mejor gestión de los procesos basada principalmente en un mejor conocimiento de la patología del anciano, así como del empleo de las herramientas propias de nuestra especialidad, en concreto la valoración geriátrica, los niveles asistenciales y el trabajo interdisciplinario.
El modelo de atención sanitaria a los mayores basado en la geriatría está sobradamente demostrado que es mejor y más eficiente que el convencional2,3. A pesar de ello, nuestra especialidad sigue encontrando barreras para su desarrollo. Sólo si mantenemos una atención «excelente» tendremos datos propios para respaldar esa evidencia en nuestro medio. Y ello implica una excelencia de conocimientos médicos en las enfermedades de los mayores, en biología y psicosociología del envejecimiento, así como una excelencia en la gestión de nuestros recursos. Aunque está demostrado que los GRD no son la herramienta más apropiada ni para clasificar ancianos, ni para medir el producto hospitalario en geriatría4, actualmente siguen midiendo nuestra eficiencia con ellos. Estamos totalmente de acuerdo con García-Navarro4 en que los GRD deben pasar a formar parte de nuestra práctica clínica habitual, y exigir normas de comparación adecuadas, por lo que si queremos ser competitivos, todos tendremos que esforzarnos en mejorar nuestros indicadores de manera global en España. «No sólo hay que ser bueno, sino también parecerlo.»