El pasado sábado día 31 de mayo de 2014, se nos fue el Profesor Don Francisco José Flórez Tascón, casi sin enterarnos y sin poder acercarnos a él para darle nuestro último abrazo. Fue todo muy rápido, le sobrevino una enfermedad aguda de muy corta duración, y con la que afortunadamente apenas ha sufrido, mejor así.
Nos reconforta en cambio, saber que el profesor ha tenido una calidad de vida excelente ya que ha seguido en activo, trabajando y estudiando como él ha hecho durante toda su vida, hasta hace prácticamente un año. Solo este último año se lo había tomado merecidamente como sabático.
Cuántas veces, nuestra querida Lolita o Curro, le regañaban para que se dedicase a descansar más y disminuyese la consulta, pero él se sentía profundamente feliz estudiando, viendo pacientes y, sobre todo, ayudándoles. En este sentido, merece recordar que cuando de forma cómplice con Lolita y Curro le insistíamos que debía descansar y reducir la consulta, él nos cambiaba rápidamente de conversación, y por ejemplo nos preguntaba de pronto «¿hijo, has leído el último artículo tan interesante que acaban de publicar en el JAMA sobre el riesgo cardiovascular?», a la vez, que te daba una fotocopia del artículo para que lo leyeses y te decía «el próximo día que vengas a verme lo comentamos».
También nos sorprendía cuando nos enseñaba la pila de libros y revistas que estaba leyendo, y que tenía pendiente de clasificar para colocarlas adecuadamente en su vasta biblioteca. Ciertamente era inagotable.
Este ritmo frenético de trabajo, lo ha llevado durante toda su vida, y pese a ello, aún le quedaba tiempo para preparar conferencias y charlas, revisando los últimos hitos científicos con los que ilustrarnos en las mismas.
De Don Francisco o Don Paco o simplemente Paco, como le llamaban cariñosamente sus amigos y seres queridos, los que le tratamos sabíamos a los pocos días de conocerle que era una persona entrañable, sin dobleces, frontal e incapaz de engañar a nadie, amigo de sus amigos, leal, y con unas profundas convicciones morales y religiosas.
No le conocimos enemigos, ya que él no se dedicó a competir ni a entrañar rivalidades con nadie, tenía su parcela vital totalmente cubierta y era inmensamente feliz con ello. Se consideraba un agraciado de la vida por disponer de una familia a la que adoraba y colmaba con sus afectos, con Lolita, Curro, María José, y luego sus encantadores nietos Santi y Anita, y como no, la abuela Felisa y la tía Charo.
Don Francisco tenía siempre una preocupación, que era lograr el bienestar para todos ellos, que a ninguno les faltase de nada, o que algo les inquietase, siempre protegiéndolos; y evidentemente, esa relación era correspondida recíprocamente, todos le adoraban y admiraban.
Después, para Don Francisco estaban sus entrañables y leales amigos, con los que compartía tertulias, futbol, política, economía, cultura, etc. Y cómo no, sus queridos colegas de profesión y sus queridos alumnos con los que compartía e intercambiaba los avances científicos, además de mostrarnos siempre su cariño.
Respecto a sus alumnos podemos decir que está llena la geografía española y fundamentalmente Sudamérica por sus estrechos lazos con la Escuela Iberoamericana de Endocrinología y Nutrición Geriátrica, en la que fueron buenos testigos de sus esfuerzos docentes.
Sus alumnos guardamos entrañables y emotivos recuerdos, como son las colecciones de fotocopias, diapositivas, libros o monografías, cursos, etc., en los que tuvimos el placer de colaborar y ser dirigidos por él.
Con nosotros, cuando la situación así lo requería, también ejercía las funciones de «padre», sabía orientarnos y sacarnos lo mejor como personas y como profesionales, sobre todo en esa etapa vital en la que te asaltan otras inquietudes más placenteras que los estudios y el trabajo. A cada uno nos asignaba un rol bien definido, a uno la clínica, a otro las consultas externas, a otro las revisiones y sesiones clínicas, a otro la organización de cursos, a otro las relaciones sociales, etc., y además, tenemos que confesar, que cuando luego las analizábamos entre nosotros mismos, concluíamos que «el jefe» no se había equivocado.
Este afecto y cariño hacia Don Francisco, no solo era compartido por su familia, amigos y por nosotros, sus alumnos, sino que los que le hemos rodeado hemos tenido la oportunidad de comprobar la adoración y afecto que por él sentían sus pacientes, se fidelizaban a él eternamente. Era una relación médico-paciente que adquiría una dimensión más allá de las que convencionalmente podemos contemplar, ya que los lazos afectivos, le llevaban incluso a actuar como consejero de sus familias cuando pasaban por alguna situación vital comprometida, más allá de los aspectos puramente médicos.
Finalmente profesor, algunos tuvimos la suerte de poder acompañarte por deseo expreso tuyo, de Lolita y de Curro, en esta última etapa, para llevar el seguimiento de tus dolencias y coordinar con los restantes compañeros a los que habías tenido que visitar en alguna ocasión y contigo mismo, el régimen terapéutico, los cuidados y la rehabilitación funcional, necesarios para mantener la máxima autonomía y prevenir el deterioro.
Por todo ello, por todo lo que disfrutamos contigo, nos orientaste y enseñaste, querido Profesor Flórez Tascón, te estamos profundamente agradecidos y te recordaremos siempre con todo nuestro cariño, junto a Lolita, Curro, María José, Santi y Anita.