Y la mañana de primavera se hizo de invierno….
El frío, el peor de los fríos, se fue apoderando de cada uno de nosotros cuando «uno de los suyos», «uno de los nuestros», entre lágrimas y profundo dolor, nos daba la noticia. Se nos ha ido Fernando.
El amigo, el compañero, el científico, el médico en el más amplio sentido, la persona, la gran persona nos deja y al irse queda un vacío doloroso, enorme, como su personalidad.
Relatar lo que ha sido Fernando Veiga en la Medicina, en la Geriatría, en la SEGG, en la SGXX, en Galicia, en Lugo, su altura científica… en tantos lugares y circunstancias, está dicho y muy bien escrito.
Querido Fernando, has sido amigo y compañero por encima de todo; jefe natural, líder, antes que jefe administrativo. En tu diccionario faltaba, bendita falta, el «no». En tus sentimientos siempre ausente lo negativo, siempre el hacia delante, siempre con ánimo y buen humor, incluso en los momentos familiares más duros.
Ayudaste a cuantos llamamos a tu puerta, a los MIR, a los MESTHOS, a «tu gente», a ese magnífico grupo de compañeros que hoy llora con desconsuelo, con los que formaste equipo, un equipazo, que hoy se queda sin capitán pero que a buen seguro, y más que nunca, seguirá en la entrega y en la ayuda de las personas mayores para que su jefe siga muy orgulloso de ellos.
Cuando recibimos la noticia, un grupo de tus amigos nos disponíamos a participar en una acto científico, dudamos de poder hacerlo, no había ánimo, ni palabras, tan solo dolor. Pensamos en el Fernando vitalista, animoso, en el de «nunca no», e hicimos un «conxuro». ¡Por Fernando! Los 5 amigos que allí estábamos hicimos lo que tú habrías hecho, cumplir con el deber y superarnos, por ti.
Los que tuvimos el privilegio de conocerte más allá de lo estrictamente científico siempre viviremos con el recuerdo de tu afabilidad, del respeto por todo y por todos que siempre mostrabas, de tu sentido de la familia y la amistad, de la amable expresión, de tu cordialidad, del compromiso con los pacientes y los compañeros.
Tengo entrañables recuerdos de algunas veladas, de reuniones entre amigos en las que siempre te pedíamos nos contases cosas, como la divertida historia del que tú llamabas «Pepe afortunado», con tu profundo y melódico acento gallego. Los realmente, como tú decías, «afortunados», somos los que te hemos conocido y tenido como amigo.
El mayor de los abrazos de consuelo a María, a tus hijos, a tus padres.
El mayor de los cariños a tus otros huérfanos, Ana, Mar, Rocío, Sonia, Casiano, José Ramón, Manolo, Javier… a todos y nuestra solidaridad, porque la Geriatría también se siente huérfana.
Desde la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, tu sociedad, el mejor de los recuerdos, el mayor de los reconocimientos a tu persona y a tu labor en pro de las personas mayores. Gracias por todo lo que nos has dado y por todo lo que nos has enseñado.
Allí donde estás, en el cielo, con D. Fernando, con Paco, con Joaquín, con «Buji», con otros que se han ido… seguro que sigues formando un gran equipo.
Y la mañana de primavera se hizo de invierno…