Mucho os agradezco las amables palabras que dedicáis a mi artículo. Creo que vuestra carta al editor es muy oportuna pues complementa una información que si bien no estaba explícita si formaba parte del espíritu con que fue escrito. Tanto vuestro programa como aquellos de calidad que puedan desarrollar otras entidades públicas o privadas, merecen la máxima difusión y apoyo; todavía más en vuestro caso cuando está dirigido a profesionales que se encuentran en primera línea asistencial.
Es cierto, como señaláis, que la jubilación suele superarse, al menos aparentemente, sin grandes desajustes personales ni familiares y no suele acudirse a los servicios sanitarios en busca de ayuda. Nada más lejos de mi intención propugnar una psicologización o psiquiatrización de los jubilados. Aún así, las prejubilaciones, los despidos, los accidentes laborales, las minusvalías y parte de las jubilaciones forzosas por edad, pueden incrementar la vulnerabilidad de las personas y hacer necesaria, en algunos casos, la intervención de los profesionales sanitarios de primer y/o segundo nivel.
A mi juicio, el reciente debate sobre el alargamiento de la edad de jubilación ha puesto de relieve que nos hallamos muy lejos de conseguir una fórmula capaz de combinar las necesidades individuales y sociales y hacer innecesaria, excepto en casos excepcionales, la intervención preventiva o compensatoria de los sanitarios. La jubilación flexible y personalizada de la que habláis, unida a una actividad y un entorno satisfactorios, enmarcados en la aceptación cultural serena de un curso de vida que, de forma natural, evoluciona hacia un deterioro progresivo de funciones y el término de la vida, no son objetivos fáciles de conseguir pero creo que, como ciudadanos, debemos trabajar para tratar de alcanzarlos.
Estamos en el mismo barco en una difícil travesía.