Mientras escribo el primer editorial como responsable de nuestra revista, me viene a la cabeza la idea de cuántas horas robadas a la familia y a la vida propia habrán empleado los que me han precedido en este cargo dedicadas a la gestión y mejoría de la misma, y justo al mismo tiempo me llegan recuerdos de otros tiempos diferentes, que compartí junto a alguna de las personas que más han hecho por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), como el Dr. Guillén Llera o el Profesor Ribera Casado. Y mentalmente establezco un diálogo con ellos en el que comentamos los profundos cambios que ha tenido la SEGG y la propia REVISTA ESPAÑOLA DE GERIATRÍA Y GERONTOLOGÍA (REGG). Me imagino un diálogo entrañable, con la visión de aquellos que han creado y plantado una semilla y pueden intuir la trascendencia de la misma con el paso del tiempo, y me imagino también una conversación llena de consejos, ideas, sugerencias y por qué no, también alguna crítica constructiva.
Y es que, repasando la historia de la SEGG y de la REGG, no puedo menos que sentir un profundo orgullo por coger el testigo y poner un poco de mi vida en esta empresa. Como comentaba el Dr. Guillén Llera en el editorial que escribió con motivo de los 25 años de historia de la REGG1, he tenido la tremenda fortuna, primero como lector, y luego desde numerosos puestos del escalafón, de ver crecer la REGG fuerte y sana, mejorando su aspecto e integrando a numerosos profesionales de la geriatría y gerontología que son referentes a nivel nacional e internacional. A través de sus líneas hemos gozado de los éxitos de nuestros colegas, de las alegrías y emociones de nuestra especialidad, y en ocasiones también hemos recordado con tristeza a aquellos que nos han ido dejando, quedándonos una alegría y orgullo hacia ellos muy superiores a la melancolía que generó su partida.
La historia de la SEGG y la REGG van intrínsecamente unidas de la mano, y cuando reviso los documentos que atestiguan su nacimiento es como si viera una película en blanco y negro, de esas que te enganchan desde el primer momento y que a pesar de la incertidumbre lógica e inherente a cualquier aventura sabes que va a acabar bien. Me imagino la reunión que tuvieron nuestros predecesores el 21 de enero de 1948 en el Colegio de Médicos de Madrid y en la que había figuras como el profesor Gregorio Marañón, y en la que siguiendo los consejos del Dr. Korenchevsky, secretario de la British Society for Research on Aging del Reino Unido, se constituía la denominada «Sociedad Española de Gerontología». Me emociono también al imaginar situaciones como la que se produjo el 31 de enero de 1998 en un ambiente «casi familiar» y siendo el sexto presidente el profesor José Manuel Ribera Casado, en la que un local recién adquirido por la SEGG pasó a ser la sede de la propia sociedad2. Y la verdad es que en ocasiones sí que me he sentido formar parte de una familia especial. Desde mis primeros años bajo la supervisión del Dr. Guillén, el Dr. Rodríguez Mañas o el Dr. Manzarbeitia, entre otros excelentes profesionales, he disfrutado de los pases de planta, de las consultas, de los desplazamientos con el Dr. Petidier al medio residencial y a los centros de salud de atención primaria, de la amistad sincera de mis compañeros de residencia, de los congresos con su lado científico y su lado más humano, de las duras guardias, de los conflictos existenciales de nuestra especialidad que tanto refuerzan la integridad de la misma, de los retos científicos3, he disfrutado de tantas cosas que me han hecho ser quien soy ahora que solo puedo expresar mi más sincero agradecimiento a toda la familia de la geriatría.
Creo que una de las cosas más importantes cuando asumes una responsabilidad es agradecer el trabajo de los que nos han precedido, empezando por el profesor Beltrán Báguena en 1966 y finalizando con el Dr. Francesc Formiga actualmente, siendo imposible para un humilde editorial reflejar los nombres de tantas personas que han contribuido a su desarrollo4. En los años que he colaborado en el Comité Editorial he observado el importante esfuerzo del mismo, y no puedo evitar sonreír al pensar en una persona que desde la más profunda sencillez me ha permitido saborear su extraordinaria humanidad y saber científico como es el Dr. Juan José Baztán. He ido conociendo las necesidades de los miembros de la SEGG, su afán por conseguir el ansiado «Impact Factor», los altibajos y transformaciones progresivas, las dificultades transitorias, lo difícil que es rechazar un artículo que un autor ha preparado con tanto cariño e invirtiendo tanto tiempo... En definitiva, me he ido haciendo parte de todos vosotros.
Y es así como empezamos una nueva andadura con un estupendo Comité Editorial parcialmente renovado que releva al Dr. Francesc Formiga y al Dr. Reynald Pamplona tras su tremendo esfuerzo, e incluye a los doctores Jordi Amblás y Chelo Borrás. Comité que además ha sabido torear la devastadora pandemia de COVID-195, y ha salido reforzada y con ganas de trabajar por SEGG y REGG, y que va a modificar el Consejo Asesor para dar cabida a tantos excelentes profesionales de los que disfruta la geriatría en España para que con ese afán renovador e inclusivo podáis percibir que esta revista es vuestra. La Junta Directiva actual de la SEGG, con el Dr. Jose Augusto García Navarro a la cabeza, apuesta por esta transición en nuestra revista y va a facilitar la poco reconocida labor del revisor, se van a facilitar las publicaciones en inglés y español6, y vamos a intentar que todos los profesionales de la geriatría y la gerontología se involucren, aumentando la ya considerable calidad científica de la REGG.
Gracias Francesc por todos estos años de dedicación. En otros tiempos se solía realizar algún tipo de obsequio por Navidad, como una botella de vino o cava, o incluso algún roscón de Reyes o una cena con algún regalo sorpresa. En este caso la situación epidemiológica ha condicionado todo tipo de celebraciones, pero seguro que encontramos el momento de agradecerte todo el esfuerzo que has hecho por la REGG durante tanto tiempo.
Poco más me queda por deciros en este editorial que he escrito una soleada tarde de domingo en Pamplona. Queda escrito mi compromiso por la REGG, por la SEGG y por vosotros, y espero que cuando deje este cargo y mire hacia atrás podamos decir que ha merecido la pena. Gracias a los compañeros del Comité Editorial que me acompañáis, espero que tengáis paciencia conmigo y sepáis ponderar mis propuestas, ideas y decisiones. Muchas gracias Eli e Isabel, Chelo, Jordi, Andrés y Lourdes, y por supuesto a Eva y Clara de Elsevier, por facilitarnos tanto nuestra labor.