Sr. Director: Tras lectura del editorial de Alegre1 quisiera realizar los siguientes comentarios:
1. El concepto de terapias alternativas que emplea el autor es obsoleto. Los colegas que practican las medicinas alternativas no se consideran médicos «alternativos», son simplemente médicos que en su práctica diaria integran unos conocimientos llamados medicinas no convencionales (MNC). Este problema semántico fue debatido en el seno de la Comisión Europea hace 4 años y se llegó al acuerdo de utilizar para estas medicinas el término MNC2. Recientemente, los miembros del Colegio Médico de Barcelona que practican este tipo de medicina han dejado clara su posición al respecto3.
2. Un factor que el autor no comenta en su artículo es el efecto placebo de las MNC, insuficientemente conocido desde el punto de vista biológico y que interviene en los beneficios de las MNC. Se sabe que algunas sustancias inertes, sin actividad biológica, influyen sobre los receptores hormonales a través del ácido gammaaminobutírico y de los opiáceos y originan, entre otros efectos, analgesia. Es indudable que el efecto placebo constituye un importante mecanismo de acción de las MNC.
3. El autor no hace, a nuestro criterio, el suficiente énfasis acerca de los riesgos potenciales de las MNC: la transmisión de la hepatitis viral mediante las agujas de la acupuntura; la fitoterapia, el tratamiento de las enfermedades por plantas o sus extractos, de las que desconocemos en ocasiones su composición exacta y a menudo contaminadas o adulteradas con el peligro que ello conlleva4.
El éxito de la medicina natural (dieta vegetariana porque, ya se sabe, la carne y los medicamentos «intoxican» el organismo) se puede deber a la eliminación de los efectos iatrogénicos de los fármacos que sistemáticamente son eliminados por el naturópata. Hemos vivido casos de artritis reumatoide a los que se les suprimió bruscamente toda la medicación y los pacientes fueron sometidos a una dieta vegetariana estricta. No es difícil imaginar las consecuencias.
Más peligroso puede ser el retraso del diagnóstico y la omisión de una terapia eficaz. Todos recordamos los métodos no convencionales del tristemente famoso Dr. Hammer en pacientes neoplásicos. Con todo, el perjuicio más grande es la creación de falsas expectativas acompañadas con frecuencia de auténticos fraudes (homeopatía, ozonoterapia, pulseras de cobre, magnetoterapia, magnesio, reflexología podal, auriculoterapia, etc.). Muchas de estas MNC son empleadas para la «curación» de enfermedades tan diversas como la gota, la obesidad, la migraña, la adicción tabáquica o el estreñimiento. Un editorial de hace unos años5 afirmaba que un 40% de los pacientes que acudían a las consultas de reumatología de los hospitales británicos usaba MNC. Este hecho no debe extrañarnos, pues nuestra especialidad es terreno abonado a las MNC. El dolor es el síntoma más influible por la sugestión. En España según un informe de la Fundación BBVA, un 15% de la población admite haber acudido alguna vez al curandero (persona que se dedica al «arte de «curar», sin ser médico). El problema de las MNC es la falta de estudios metodológicamente correctos que demuestren su eficacia.
Aquellas que lo demuestren deben ser incorporadas a la medicina clásica, tradicional, oficial o convencional con una base científica sólida. De todos modos, esta medicina ortodoxa que venimos practicando desde hace 30 años tiene garantizado el fracaso en dos de sus vertientes: no poder evitar la muerte ni la infelicidad intrínseca al género humano.