Agradezco el interés tomado sobre el tema de terapias alternativas (TA) por los Dres. Arboleya y Duró.
Las TA están suscitando un gran debate internacional, y reflejo de ello son las comunicaciones en congresos y editoriales en revistas de prestigio1.
El enfoque del tema puede ser hecho desde muchos ángulos: análisis de los ingredientes, eficacia, seguridad, estandarización del producto, etc. Por ello, estoy plenamente de acuerdo con el Dr. Arboleya en que debemos profundizar en la historia clínica para obtener una información lo más completa posible sobre si el paciente ha tomado o asocia otros tipos de tratamientos que él no considera como tales por ubicarlos bajo el nombre de «naturales».
En cuanto a la segunda tabla que sugiere, «Instrucciones para el paciente», es, en mi opinión, demasiado abierta al uso de la TA.
Recientemente, un editorial de Arthritis & Rheumatism1 plantea, con razón, que la medicina alternativa es justo lo opuesto a la medicina basada en la evidencia que nosotros perseguimos.
Hay un gran desconocimiento del riesgo de las TA. Algunas de ellas llevan contaminantes muy tóxicos, incluso metales pesados; el 32% de las hierbas medicinales chinas está adulterada, muchas de ellas interfieren con los fármacos habituales, o tienen acciones de riesgo por sí mismas (p. ej., antiagregante); otras, como la Aristolochia fangi, pueden desarrollar carcinomas ureteroidales.
La mayoría de los efectos adversos que ocasionan las TA no es comunicada, por lo que nuestra información es escasa. Los pacientes tienen gran acceso a estos productos; por ejemplo, si buscamos en Internet tratamientos para la artritis reumatoide encontramos que el 44% son terapias alternativas y otro 51% son comerciales. Los médicos deberíamos tener más formación para poder proporcionar una información seria y honesta.
Por ello, creo que no es conveniente dar unas instrucciones de uso sino únicamente alertar a los pacientes de su posible riesgo y su eficacia no demostrada.