LA LUMBALGIA Y SU PREVALENCIA
El dolor de espalda es muy prevalente, con porcentajes del 84 % de la población alguna vez en su vida. Es el problema de salud más común en nuestra sociedad y causa frecuente de absentismo laboral, utilización de los servicios de salud y origen de considerable discapacidad1.
En un estudio sobre la incidencia y curso de la lumbalgia, investigando una población de 1.110 adultos canadienses con edades comprendidas entre los 20 y los 69 años, Cassidy et al2 hallaron una prevalencia de la lumbalgia del 71 %, con intensidades de dolor y discapacidad variadas. Después de un año, el 18,6 % de los sujetos que no presentaban lumbalgia en la evaluación inicial la habían desarrollado. En España, según datos de un estudio realizado por Viejoa et al3, la lumbalgia alcanza una media de 55.338 casos por año en asegurados en alta laboral en la seguridad social.
En lo que se refiere a frecuencia de quejas en consultas de atención primaria, la lumbalgia es el proceso que genera más consulta en el sistema sanitario3,4, precedido solamente por el resfriado común4. Ante esta situación, no sorprende que los gastos que genera esta patología sean tan altos; por ejemplo, en Estados Unidos exceden los 100.000 millones de dólares por año, siendo dos terceras partes de estos gastos indirectos (bajas laborales, reducción de productividad, limitaciones en el trabajo, etc.)4. En España, la situación no se presenta muy diferente. El impacto económico que supone la inactividad por la lumbalgia inespecífica representó, durante el período comprendido entre 1993 y 1997, un coste anual por persona de 1.260,12 1, y en 1998, el coste medio fue de aproximadamente 67.762.831 1 al año. Comparando estos resultados, el coste por discapacidad transitoria proveniente de la lumbalgia es mayor en España que en otros países de la Unión Europea3.
Son muchos los autores que afirman que el dolor lumbar es un problema común entre niños y adolescentes (tabla 1)4-13. La prevalencia varía del 612 al 58,9 %11, dependiendo de factores como diferencia de edades, diferentes poblaciones estudiadas, diversas metodologías utilizadas, escasa representatividad de muestras en los estudios y también de la definición de qué es la lumbalgia. Para averiguar la prevalencia del dolor lumbar en niños con edades entre los 7 y los 16 años, Taimela et al12 utilizaron una muestra de 1.171 niños que fueron evaluados por medio de un cuestionario. Los autores identificaron una prevalecía relativamente baja (el 6 % entre los niños de 7 años), pero que aumentaba con la edad (el 18 % en los adolescentes de 14 años y el 18,4 % entre los de 16 años). En la misma línea, en el estudio realizado por Hestbaek el al13 y en el que participaron 9.567 individuos, con edades entre los 12 y los 22 años, que respondieron un cuestionario enviado por correo postal con preguntas sobre salud general y dolor de espalda, la prevalencia fue del 9 % para la franja de edad de los 12 a los 13 años, llegando al 56 % en individuos de 20 a 22 años. La mayoría de los estudios que revelan la prevalencia de la lumbalgia son transversales, proporcionando datos de un determinado momento, si bien algunos estudios longitudinales permiten obtener una prevalencia anual y confirmar que esta prevalencia aumenta con la edad. Un ejemplo de estos estudios longitudinales es el ejecutado por Burton et al5 con niños de 11 años y seguimiento de 4 años, en los que la prevalencia aumentó el 10 % por año, pasando del 11,6 % a los 11 años al 50,4 % a los 15 años.
El riesgo de desarrollar la lumbalgia parece depender de varios factores que pueden interferir tanto en el desarrollo como en el mantenimiento de dicha condición. Factores como edad, género, peso, tabaquismo, grado de actividad física, fuerza muscular, mobiliario escolar y manera de sentarse, el uso de mochila o factores psicosociales como el estrés y la depresión parecen estar relacionados con la lumbalgia en niños y adolescentes14-18. Burton19, por el contrario, en un artículo que revisa una guía europea sobre prevención de la lumbalgia respecto a la población general, la población trabajadora y los niños, afirma que no hay evidencias que estos factores (control de peso, campañas antitabaquismo, modificación de hábitos alimenticios, modificación de ingesta de alcohol, práctica de deportes o ser físicamente activo, entre otros) sean medidas preventivas de la lumbalgia en niños y adolescentes.
PREVENCION DE LA LUMBALGIA
Los esfuerzos para la prevención del dolor lumbar se dirigen principalmente a la población adulta, fundamentalmente por los gastos generados vinculados a ésta. No obstante, la implementación de programas educativos de prevención primaria en la etapa escolar se hace recomendable20,21. Para Limon et al22 hay una necesidad urgente de programas de promoción de la salud que traten de aumentar los conocimientos en el campo de la salud de la espalda dentro del sistema educativo, en el que han de participar tanto el profesorado como los padres y los propios estudiantes para que se puedan producir los cambios necesarios.
La escuela y la familia son los principales escenarios de socialización infantil y, por eso, son contextos relevantes para la enseñanza y aprendizaje de conductas de salud. La escuela, a su vez, ha demostrado ser el lugar idóneo en lo que a niños se refiere para la planificación de las actividades ergonómicas en el cuidado de la espalda23,24.
En este sentido, se han desarrollado programas de higiene postural y cuidado de la espalda con el objetivo de aumentar los conocimientos de los niños en este aspecto y relacionarlos con la prevención o el retraso de la aparición del primer episodio de dolor de espalda20,23,25-29. En general, estos programas se desarrollan en el ámbito escolar por la importancia que este contexto representa, si bien se diferencian en aspectos como contenidos, duración y número de sesiones, o la forma de evaluación (tabla 2).
Con el objetivo de investigar los efectos de un programa de educación para la espalda, Cardon et al25 efectuaron un programa con 120 niños belgas de 5.º curso de primaria divididos en tres grupos que posteriormente fueron comparados: un grupo de intervención sólo con fisioterapeuta (n = 38); un grupo de intervención sin guía extra para la profesora (n = 48), y un grupo control (n = 34), sin intervención. La intervención con ambos grupos experimentales consistió en 6 sesiones (de 60 min cada una) con información sobre el cuidado de la espalda aplicada por un fisioterapeuta. Además, el grupo experimental con participación de la profesora incluía sesiones de refuerzo sobre el mismo tema, realizadas por la misma. Los tres grupos fueron evaluados en idénticas condiciones, mediante un cuestionario, una evaluación práctica (de 7 conductas) y una evaluación con cámara (de 9 conductas). En la evaluación con el cuestionario, los resultados fueron estadísticamente significativos (p < 0,001) con aumento de los conocimientos de los dos grupos experimentales frente al grupo control, pero no hubo diferencias significativas entre los dos grupos experimentales. En el test práctico, el grupo control aumentó el 6 % los conocimientos entre el pretest y el postest; el grupo de intervención sólo con el fisioterapeuta aumentó el 32 %, y el grupo de prevención con el fisioterapeuta y la profesora aumentó el 46 % los conocimientos prácticos. Los resultados obtenidos en el test práctico y en la evaluación mediante la cámara fueron significativamente más altos tanto para los dos grupos experimentales frente al grupo control (p < 0,001) como para el grupo experimental con la profesora frente al otro grupo experimental, lo que demuestra la eficacia de estos dos programas de promoción de salud25.
Otro estudio realizado por el mismo equipo con 363 niños de 4.º y 5.º de primaria con edades entre los 9 y los 12 años consistió en la aplicación de un programa de higiene postural con un grupo experimental (n = 198) con 6 sesiones de 1 h por semana y quedando el grupo control (n = 165) sin intervención. Los alumnos del grupo experimental y control fueron evaluados mediante un test práctico, un cuestionario y una grabación con cámara de vídeo. Se efectuaron seguimientos a los 3 meses y al año. Entre los hallazgos, destaca que en el postest y en los seguimientos la puntuación obtenida por los niños del grupo experimental fue significativamente más alta (p < 0,001) que la del grupo control. El estudio pone de manifiesto que los escolares pueden aprender principios de cuidado de la espalda y retener esta información hasta un año después de seguir el programa de educación26.
En Australia, Robertson et al27 estudiaron los efectos de la intervención para el cuidado de la espalda en 91 niños con edades entre los 10 y los 12 años, sin utilización de grupo control. Llevaron a cabo 3 sesiones que incluían, en cada una de ellas, evaluación con recogida de datos, enseñanza de contenido teórico y práctico y nueva recogida de datos. Los contenidos prácticos se centraban en la enseñanza de dos conductas, la postura correcta de sentarse y técnica segura de levantar objetos. Los autores no especifican el tiempo de duración de las sesiones ni el intervalo de tiempo entre ellas. El seguimiento se hizo de 4 a 6 semanas después del pretest. En sus resultados pudieron observar que el porcentaje de estudiantes que se sentaban de manera correcta aumentó al final de la primera sesión, pero en las dos evaluaciones posteriores disminuyó, aunque sin llegar a los grados obtenidos antes de la intervención. Con relación a la conducta de recoger un objeto del suelo, todos los aspectos tratados en las sesiones aumentaron en la evaluación efectuada al final de la segunda sesión y se mantenían al final de la tercera sesión.
En el Reino Unido, Sheldon28 realizó un programa educacional para el cuidado de la espalda que consistía en informaciones sobre dolor de espalda y los factores de riego asociados a ella y en la demostración del movimiento de recogida de un objeto, vigilando algunos elementos posturales, como la espalda recta o la cadera y la rodilla flexionada, para la realización correcta de dicho movimiento. En este estudio participaron 55 niños de 6.º y 8.º curso de primaria, sin utilización de grupo control. El autor hizo las evaluaciones en tres tiempos: antes de las instrucciones, dos días después de las instrucciones y entre 6 y 7 semanas después de éstas. La evaluación se hizo a través de un cuestionario de 5 preguntas y de un test práctico sobre el movimiento aprendido. Los resultados obtenidos en la evaluación práctica y teórica a partir de los datos obtenidos en el pretest con los obtenidos en el postest y el seguimiento a las 6-7 semanas demostraron un aumento significativo tanto en los conocimientos sobre los factores de riesgo relacionados con el dolor lumbar (p < 0,05) como en la práctica de agacharse y levantarse para recoger un objeto del suelo (p < 0,05). Por el contrario, no hubo diferencias significativas entre el postest y el seguimiento tanto práctico como teórico, pues se evidenció que se habían retenido ambos contenidos en la evaluación efectuada a las 6 o 7 semanas.
En España, Méndez et al20 repartieron a 106 escolares españoles de 9 años de edad en tres grupos (control, control placebo y experimental) y les aplicaron un programa de higiene postural, desarrollado en 11 sesiones, que tenía como objetivo la enseñanza de ejercicios de fisioterapia y actividades posturales. El grupo control placebo realizaba diferentes actividades relacionadas con temas de salud general con la profesora, y el control seguía el plan de estudios normal del colegio. Al terminar el programa, las comparaciones entre los grupos de control y el experimental mostraron que los niños del grupo experimental habían aumentado de manera significativa (p = 0,000) sus conocimientos sobre anatomía, biomecánica, sistema respiratorio y cómo evitar la sobrecarga en la espalda. Asimismo, habían mejorado los hábitos posturales generales y la realización correcta de actividades diarias. Los resultados positivos se mantenían en los seguimientos realizados 6 y 12 meses después (p = 0,000).
En Brasil, recientemente, se efectuó un estudio con el propósito de ampliar el conocimiento de los niños respecto a la salud lumbar y el cuidado de la espalda. Se recurrió a 113 escolares divididos en dos grupos: experimental y control. Se realizó una intervención en 4 sesiones con información teórica, enseñanza y entrenamiento relacionados con conductas y posturas adecuadas para la realización de actividades de la vida diaria. La evaluación de los niños se efectuó a través de la aplicación de un cuestionario antes y después de la intervención. El programa resultó efectivo con un incremento de conocimientos sobre higiene postural a favor del grupo experimental (p = 0,000)29.
Estas investigaciones tienen por objetivo aumentar los conocimientos de los niños y adolescentes sobre la salud general y de la espalda a través de programas de educación postural y, con ello, evitar o retrasar la aparición de episodios de dolor. Se observó que, en mayor o menor medida, todas las acciones se mostraron efectivas en lo que se refiere al aumento de conocimientos y de hábitos saludables, y que estos aprendizajes se retuvieron en el bagaje personal incluso un año después de la intervención.
CONCLUSIONES
Los programas de educación postural se muestran efectivos aumentando los conocimientos de los niños y adolescentes sobre el cuidado de la espalda y la realización correcta de posturas y actividades de la vida diaria.
La planificación y el contenido de los programas revisados se muestran efectivos para los objetivos propuestos.
Los resultados a largo plazo demuestran que existe una retención de los contenidos aprendidos en la intervención.
En algunos programas se observa que la participación adicional de padres y profesores en el proceso de aprendizaje resulta más beneficioso.
Todos los programas se realizaron en el ámbito escolar demostrando ser el lugar adecuado para la administración de los mismos.