La novela Pantaleón y las visitadoras (1973) del premio Nobel de las letras del año 2012 Mario Vargas Llosa, es según su autor una recreación de hechos reales ocurridos unos años antes en la Amazonia peruana, una truculenta y delirante sátira sobre la vida militar y sobre la percepción y los usos sociales de la prostitución1. El personaje, Pantaleón Pantoja, recientemente ascendido a capitán de las fuerzas armadas peruanas, es encargado por sus mandos de la milicia, de organizar un servicio de prostitutas («visitadoras») para los militares de las zonas selváticas del país, con objeto de hacer frente a las agresiones sexuales que por parte de la soldadesca ocurren entre la población. Con grandes dotes organizativas, el eficaz y obsesivo Pantaleón recluta y adiestra al personal, que debe ir aumentando a medida que la demanda va creciendo, implementa el servicio sin dejar resquicios, planifica los viajes a los centros militares y da cuenta a sus superiores de sus progresos en cartas e informes confidenciales.
Como parte de esta planificación, el protagonista estudia los afrodisiacos que se usan en el área de la Amazonia peruana y comenta en un informe las observaciones del uso personal de varios de ellos. En su investigación, el militar señala que en la región «la preocupación por todo lo que se refiere al sexo es tan acuciosa y múltiple, que hay literalmente, millares de compuestos…» que la sabiduría popular propone «para el retorno o el refuerzo de la virilidad, vulgarmente llamadas, con perdón de la expresión, levantamuertos o, peor todavía, parapinga».
Los resultados de las observaciones de Pantaleón Pantoja tienen limitado valor como evidencias científicas, pues no cumplen los criterios de los estudios experimentales con un solo sujeto de experimentación (estudios n de 1)2. El mismo Pantoja sopesa los sesgos, señalando la influencia de factores externos, pues ya con el cambio de domicilio desde su anterior destino de teniente, «el suscrito había registrado un aumento del impulso seminal», con un aumento en la frecuencia de las relaciones coitales, desde una vez cada 10 días, a una vez cada 3 días. Sin embargo, vale la pena recordar las sustancias y los resultados obtenidos, expresados con parámetros unas veces subjetivos (aumento de la libido) y otros objetivos (tiempo hasta la aparición de erección, número de coitos por fracción de tiempo):
La creencia popular de que la variedad colorada del bufeo, curioso delfín de los ríos amazónicos (fig. 1), puede adoptar forma humana y raptar a mujeres para satisfacer sus deseos sexuales, dio lugar a otra convicción: que la manteca de bufeo «incrementa el ímpetu viril y hace al varón irresistible a la hembra». La experiencia consistió en elaborar en su domicilio durante una semana todas las comidas con esta manteca. Como resultado, desde el segundo día «experimentó un aumento brusco del apetito sexual», requiriendo de su esposa «un promedio de dos veces diarias de relaciones íntimas». El uso de recetas a base de cortezas empleadas para preparar cocimientos que se beben con alcohol: el chuchuhuasi, el cocobolo, la clabohuasca y la huacapuruna, «producen un escozor viril instantáneo e interminable que nada, salvo el acto mismo de la hombría, puede aplacar». La mezcla de ipururo con aguardiente observa que es «particularmente efectivo, por la velocidad casi aeronáutica con que opera sobre el centro generador». La prueba con el bebedizo llamado viborachado, aguardiente en el que se macera una víbora venenosa, de preferencia la llamada jergón, la califica «de efectos más cataclísmicos que los anteriores, porque… le comunicó un ardor y endurecimiento de tal ferocidad y urgencia…que tuvo que recurrir… al vicio solitario…».
Finalmente, como resultado de estas autoexperiencias, propone al mando militar y consigue que esos ingredientes, bebedizos y especies sean eliminados de la confección del rancho de la tropa y prohibido su uso, con vistas a no aumentar la demanda del servicio de «visitadoras» que estaba organizando.
Un estudio de fuentes disponibles, muestra que los preparados anteriores no son de la inventiva de Vargas Llosa, por otra parte prodigiosa, sino que corresponden a la tradición popular de la selva peruana3, que el autor debía conocer muy bien por haber nacido en Arequipa (Perú) y haber hechos sus estudios en la vecina Cochabamba boliviana primero y luego de nuevo en Perú. En los últimos años, se ha comercializado para la indicación de disfunción sexual un extracto de la raíz de maca andina o maca peruana (L. meyenii), con escasa documentación disponible sobre su eficacia basada en estudios con suficiente nivel de evidencia4. En el futuro podría promoverse el uso de otras sustancias, como las probadas por el protagonista de la novela del Vargas Llosa o procedentes de otras tradicionales y culturas, que habrán de ser validadas científicamente5.