Querido amigo Juanjo:
Una vez más, la muerte, imperdonablemente cruel y arañando los sentimientos más profundos, me persigue, me destroza. Como un huracán brutal, que machaca vivencias y estalla corazones ensamblados, me llegó la noticia de que tú, el gran amigo de tus amigos, entusiasta, vital, generoso a borbotones y aceleradamente positivo, nos habías dejado para siempre. También supe que te fuiste sin incordiar, sin meter ruido, sin llamar la atención, como se van siempre los grandes hombres.
Hoy, 31 de diciembre, cuando agoniza el año 2010, quedará marcado en soledad infinita, en tristezas supremas y en rebeldías contra lo inevitable. A todos se nos ha rasgado el alma y hemos sentido la zozobra infinita de un trozo de corazón que se desgaja, de un amigo que abandona el mismo barco. Ríos salados de cariño han surcado los rostros de los más queridos, sobre todo de tus tres grandes amores, tus propias vidas (María, Pepe y Víctor). Te diré que han quedado desgarrados, sin tu necesaria y gran presencia, sin tu permanente apoyo. A todos se nos ha ido demasiado: el amor de toda una vida, el padre, el amigo, la persona, el gran profesional, el maestro, el líder...
Pero mañana, amigo Juanjo, tocará sonreír por tanto en lo que permaneces, por las numerosas huellas de tu vida, por tus obras. Disfrutar y sonreír con tu perpetuo recuerdo, tu imponente presencia, tu bondad a raudales, tu generosidad sin límite y hasta el final (donando tus chispas vitales para dar vida a otras criaturas), tus sabias enseñanzas, tus acertados consejos y valoradas opiniones, la plena ebullición de tus ilusionantes proyectos, tú mimo permanente a la amistad, tu dilatado amor para los tuyos (más unidos que nunca y de los que debes estar muy orgulloso), por tu himno inagotable al humanismo y por mucho, mucho más...
Con mi profundo agradecimiento por haberme permitido disfrutar de tu presencia algunos ratos de la vida y haberme dejado un espacio para ser tu amigo, recibe un fuerte y eterno abrazo.