¿Qué es lo que puede aportar hoy la filosofía a la medicina? Lo primero que hay que subrayar es que tanto la una como la otra se nombran de muchas maneras, por lo que hay que clarificar desde el principio de qué estamos hablando. Mi planteamiento de la filosofía no es metafísico, sino crítico, por lo que no pretendo construir una teoría metafísica desde la que fundamentar la medicina o una determinada medicina. La filosofía, como actividad crítica, quiere pensar las cosas de otra manera que como ellas mismas se presentan. Sócrates, fundador de la filosofía, no es un nuevo sabio, sino aquel que cuestiona el supuesto saber de su época, es decir, las creencias sociales dominantes. Lo que, por tanto, puede aportar la filosofía es una problematización de los discursos de las diferentes medicinas existentes en nuestra sociedad, lo cual puede relativizar los diferentes planteamientos, ver si son o no son compatibles entre sí y en qué medida. Si la respuesta es positiva, pueden ser complementarias unas con respecto a las otras o, en caso contrario, deben plantearse como opciones alternativas. En cualquier caso, hay que evitar también el relativismo del todo vale buscando criterios consistentes, a la vez racionales y empíricos, que cuestionen prejuicios encubiertos pero que dejan cada cosa en su lugar.
Mi definición de medicina es que es un conjunto de prácticas con eficacia curativa que se justifican a través de un determinado discurso. Esta eficacia curativa la defino de una manera operativa y, por tanto, cualquier práctica que se mantiene la tiene necesariamente. El antropólogo Lévi-Strauss definía la eficacia simbólica para describir la situación de una práctica que genera unos efectos por la confianza que la sostiene, aunque se derive exclusivamente de la fe que se tiene en ellos. En este sentido, cualquier práctica que cure, independientemente de por qué, es en principio medicina. La medicina es históricamente una práctica social necesaria que se ha desarrollado de manera empírica y que a partir de esta experiencia ha ido elaborando un discurso teórico más o menos estructurado para fundamentarla. Es una construcción social que está relacionada con otras muchas prácticas sociales y que, por ello, no es independiente de ellas.
En el mundo occidental (y con él en todo el planeta a través de la globalización actual), domina una determinada medicina, que es la que llamaré cientificotecnológica. Esta medicina tiene un carácter hegemónico, pero no único, porque coexiste con otras prácticas médicas que, dependiendo del lugar, tienen un carácter más o menos marginal, pero siempre secundario con respecto a aquélla (exceptuando, por supuesto, sociedades tradicionales en las que todavía no domina la globalización). Esta medicina tiene relación en una primera etapa con la revolución científica que se da en Europa en los siglos XVII-XVIII y con el dominio del sistema capitalista que se inicia en esta época. En una segunda época se corresponde con lo que se llama el capitalismo globalizador, que se inició en el siglo XX y se vuelve a desarrollar ahora a comienzos del siglo XXI. La historia de la medicina1 construida por la propia sociedad occidental tiene también, como casi todas las historias, algo de mítico. El mito es considerar a Hipócrates2 como su fundador, cuando Hipócrates tiene seguramente más que ver con las medicinas tradicionales, como la naturista, o con otras modernas, como la homeopatía. Pero la función que tiene este mito fundacional es que se utiliza a Hipócrates como padre fundador que constituye un orden médico3 que da a sus representantes una posición de poder y un estatus elitista. A partir de aquí, se va constituyendo una medicina tradicional cuyo guía teórico era Galeno y que no tiene nada que ver con la medicina hegemónica de la actualidad, pero a la que se le da artificialmente una continuidad. Por supuesto, hay un proceso de transformación que va de la una a la otra pero quizás, al igual que en la ciencia moderna, acaba convirtiéndose en algo estructuralmente diferente.
En todo caso, pienso que en la constitución de la medicina cientificotecnológica hay que señalar los siguientes pasos fundamentales:
— La victoria teórica del mecanicismo y la matematización introducida por Galileo y, sobre todo, por Descartes4 en el siglo XVII, que se consolidará por Newton en el siglo XVIII. El alma siempre se había entendido como un principio vital y a partir de Descartes se identificará con la mente, sustancia pensante. La vida forma parte entonces de la sustancia extensa que es el cuerpo y se entenderá como producto de mecanismos específicos que operan en él. A partir de aquí hay toda una serie de estudios basados en la comprensión del cuerpo y de la enfermedad como mecanismos. El mecanicismo derrotó al vitalismo. De la matematización ha surgido el dominio de la estadística y de la cuantificación.
— El triunfo de la mirada anatómica de Bichat (siglos XVIII-XIX). La comprensión de los tejidos del cuerpo como la base para la anatomía, la fisiología y la patología. La conclusión es que no hace falta una concepción orgánica de tipo global para entender la enfermedad, sino un estudio individual de cada tejido. El cuerpo se descompone así en piezas y mecanismos que pueden ser estudiados aisladamente. Combinado con el descubrimiento de la anestesia en 1840, tiene como consecuencia una valoración progresiva de los cirujanos, cuya labor pasa de considerarse un trabajo subordinado al médico al de un especialista del cuerpo, que adquiere un estatus muy elevado. El cirujano no sólo repara, sino que también sustituye o incluso, muchas veces, transforma, guiado exclusivamente por el deseo del paciente de mejorar su aspecto (cirugía estética).
— La formulación del paradigma5 cientificista de la medicina moderna con Claude Bernard6 (siglo XIX). Es el momento de constitución de la medicina experimental: la medicina tenía que tener una base científica y ésta sólo se podía adquirir en el laboratorio como interacción de la fisiología, la patología y la farmacología. El hospital va adquiriendo el lugar central para la medicina y sus investigaciones.
— El entusiasmo despertado por la teoría de la enfermedad como infección a partir de las investigaciones de Pasteur (Francia) y Koch (Alemania) durante la segunda mitad del siglo XIX. Es la concepción de la enfermedad entendida desde la teoría microbiana de los gérmenes como agresores externos. Pero la consecuencia no deriva en un interés por la inmunología como teoría sobre las defensas naturales, sino que es capitalizado por las empresas farmacéuticas para promocionar las vacunas y los antibióticos.
— El descubrimiento de la genética como predisposición interna a la enfermedad y el desarrollo de toda la investigación orientada a la adquisición de patentes y la creación de unas expectativas desmesuradas respecto a sus posibilidades.
— El cambio en la concepción de la enfermedad mental y la confianza en los fármacos como los medios adecuados para curarla o paliar sus efectos. Este giro lleva a una medicalización progresiva de la sociedad en la medida en que cuestiones que hasta entonces se consideraban intrínsecas al ser humano (dolor, desánimo) pasan a ser consideradas formas de malestar que se pueden tratar médicamente (antidepresivos, estimulantes, etc.). Y la medicalización progresiva de la infancia al generalizar de manera indiscriminada diagnósticos, como el de hiperactividad o déficit de la atención. Estamos aquí, por supuesto, con uno de los mayores negocios de las multinacionales farmacéuticas.
Éstos son unos aspectos, entre otros muchos, que creo que vale la pena destacar para ver un proceso que nos ha conducido a un determinado lugar, en el que nos encontramos hoy. Y de esta situación actual marcaría los siguientes aspectos:
— Desarrollo de una medicina tecnológica centrada en un espectacular desarrollo de la cirugía y la microcirugía. Éste es el aspecto en el que hay que celebrar el éxito, siendo el único peligro su utilización injustificada (que la hay).
— Proliferación progresiva de fármacos. Podemos considerar que algunos de estos fármacos juegan un papel positivo, que otros son discutibles (vacunas) y que unos terceros son negativos, siguiendo el popular refrán es peor el remedio que la enfermedad. Los efectos negativos de los fármacos, vistos en su totalidad, son importantes, ya que la iatrogenia se convierte en una causa importante de enfermedad.
— Pérdida de la subjetividad del enfermo. En la medicina cientificotecnológica no hay un sujeto enfermo (con una biografía y una situación actual directamente relacionadas con la aparición de la enfermedad), sino enfermedades objetivas que se concretan en individuos (que sólo valen como ejemplos). Esto no sólo nos hace olvidar la singularidad del enfermo, sino también el medio social que como tal puede generar las patologías (forma de vida, condiciones laborales, hábitat, etc.). Esto lleva a una deshumanización de la medicina y también a una despolitización del tema de la salud, en el sentido que no nos preguntamos por el tipo de sociedad en que vivimos y cómo podría transformarse en una sociedad mejor.
— Instauración de la biopolítica como administración de la vida de los ciudadanos por parte del Estado a través de una medicalización progresiva de todos los ámbitos de la vida personal. Sistema universal de salud (en algunos países). El Estado controla al ciudadano y sus hábitos pero sin cuestionar nunca las estructuras sociales. Las multinacionales farmacéuticas buscan soluciones hasta el punto de "inventarse" enfermedades para un determinado fármaco. Aquí hay muchas cuestiones para tratar, unas positivas pero la mayoría negativas.
Este proceso ha generado un malestar que ya hace décadas denunció Ivan Illich7 en un análisis discutible, pero radical e interesante. Paralelamente, Michel Foucault8,9 también aportaría una reflexión crítica (y diferente a la anterior) sobre la medicina moderan en la sociedad capitalista. Pero son los ciudadanos los que cada vez más han buscado alternativas delante de los límites y efectos negativos de la medicina cientificotecnológica. Esto ha provocado la aparición de medicinas que se han presentado como opción alternativa a esta medicina cientificotecnológica. Entre este amplio espectro creo que podemos recoger 3 grandes grupos:
— Las medicinas tradicionales de otras civilizaciones (china, india, etc.).
— Las medicinas occidentales marginadas por la hegemónica: naturista, homeopatía.
— La medicina cuántica, como intento de integrar las medicinas tradicionales y una medicina científica basada en nuevos conceptos científicos que supuestamente no integraría la medicina hegemónica (como la física cuántica).
Creo que aquí tendríamos que entrar en la noción de paradigma (entendido como la matriz conceptual de las que surgen los conceptos y las prácticas de cada discurso) para ver en qué se fundamenta cada medicina: el paradigma de la medicina convencional, el de la medicina china como muestra de las tradicionales, el de la homeopatía, el de la medicina naturista y el de la medicina cuántica. A partir de esto, podremos sacar las consecuencias y ver, por lo tanto, si son compatibles o incompatibles. En la segunda parte lo trataremos.
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Recibido el 23 de enero de 2009;
aceptado el 15 de mayo de 2009