Una constatación: la vitalidad del vitalismo homeopático
Aunque sea poco tratado de forma explícita, en artículos, comunicaciones de congresos o libros, la cuestión del vitalismo es muy importante para el presente y el futuro de la homeopatía. Efectivamente, un vitalismo más o menos explícito sostiene la práctica y los conceptos de muchos médicos homeópatas, algunos, como yo mismo, aunque seamos reticentes a esa forma de vitalismo que impide —y no nos damos suficiente cuenta— profundizar mejor en las relaciones de la homeopatía con los datos de la ciencia actual.
Así pues, no he dejado de interrogarme desde hace unos años acerca de las razones del arraigo de una gran parte del mundo homeopático al concepto de energía vital, presentado —sin decir nunca verdaderamente en qué— como un aspecto fundamental de la homeopatía.
La pregunta que tenemos que responder es: ¿es deseable, o incluso necesario, un vitalismo homeopático?, y si lo es ¿qué sentido y qué acepción le vamos a dar al inicio del siglo XXI?
Examen de la posición de Hahnemann en el recodo de los siglos XIX y XX
Empecemos por formularnos 2 preguntas: ¿qué intentó decir Hahnemann al evocar la fuerza y la energía vital? y ¿la formulación que finalmente retuvo se ajustaba a su objetivo? Se trata, a través de estas 2 preguntas, de captar el sentido del vitalismo de Hahnemann y si consiguió expresar lo que intentaba decir.
El primer punto que hay que tener en cuenta es que cuando Hahnemann dijo que la enfermedad era una perturbación de la energía vital, no hizo más que retomar una idea muy extendida y totalmente banal en su época. Convendría, pues, preguntarnos si algunos de nosotros no sobrevaloramos la importancia y el alcance del vitalismo de Hahnemann. Hace falta mucha ignorancia sobre el pensamiento médico y sobre la historia de la medicina para considerar el recurso al concepto de energía vital como algo tan original como el principio de similitud, la idea de cronicidad o la individualidad de la enfermedad que constituyen las indudables rupturas y novedades introducidas por Hahnemann en la medicina. No se trata, sin una reflexión crítica, de situar el recurso a la idea de fuerza vital al mismo nivel que estos otros pilares fundamentales de la homeopatía.
Con la evocación de la fuerza vital, ninguna novedad, ninguna innovación. Al contrario, es un simple recurso —tenemos que ser plenamente conscientes de ello— a un lugar común del pensamiento médico de finales del siglo XIX. Además, una gran parte del mundo científico "clásico" de la época, sobre todo el de la medicina y de la química, era ampliamente vitalista. Para decirlo de otra forma, Hahnemann era, de hecho, bastante "menos vitalista" que muchos de sus coetáneos (p. ej., Stahl), incluso alópatas.
¿Cuáles eran el papel y la función de este recurso común a la idea de fuerza o energía vital de finales del siglo XIX? En esta época, la idea de fuerza vital se sostenía ante todo como una explicación causal "ad hoc" de todo lo que los conocimientos de la época no conseguían explicar. Si bien los diversos progresos científicos habían desvelado mucha oscuridad, muchos otros fenómenos quedaban sin ser comprendidos, sin explicación, y era aquí donde el recurso a la fuerza o energía vital entraba en juego. Invocar la energía vital retrotraía a nombrar —y poca cosa más que nombrar, seamos conscientes de ello— una "causa" que paliaba el vacío explicativo de las ciencias de entonces. Por ejemplo, Barthez (1734-1806), de Montpellier, consideraba que la vida respondía a fenómenos específicos indefinibles. Según él, éstos no podían explicarse a través del animismo que no daba cuenta de los intercambios fisicoquímicos (fácilmente observables), ni por el puro mecanismo, demasiado simplista. Para él, el vitalismo, al reconocer a la vida un carácter irreducible, se presentaba como un término medio entre los 2 sistemas.
Un segundo factor explica la moda vitalista de entonces. Se trata de la fuerte corriente de resistencia al mecanicismo ambiental de las ciencias de este período. Este vitalismo se basa en la convicción y la intuición de la irreductibilidad de la vida a un mecanismo, sea cual fuere. Conviene situar este segundo factor dentro de una larga tradición en la historia de la medicina. Desde sus orígenes, se han yuxtapuesto, y a menudo enfrentado, una concepción ontológica de la enfermedad (la enfermedad en tanto que una entidad "exterior" al individuo, de la que la medicina "clásica" es la indiscutible heredera), y una concepción dinamista, que concibe la salud como un equilibrio (p. ej., de los humores, en Hipócrates) y la enfermedad como un desequilibrio. Está claro que la homeopatía es hija de la tradición dinamista. Desde este punto de vista, el vitalismo homeopático y el mecanicismo clásico se inscriben de forma natural en la larga historia del pensamiento médico.
La distinción necesaria entre vitalismo filosófico y vitalismo científico
Una clave esencial en el examen de la cuestión vitalista es la toma de conciencia de 2 tipos de vitalismo, o si se quiere, de 2 registros distintos de vitalismo, uno el científico y otro el filosófico.
En biología, en medicina y en lo referente a la vida en general, conviene distinguir 2 planos distintos: el de la comprensión de las cosas —incluso diría aprehensión— y el de su explicación. Comprender y explicar son 2 cosas distintas. El término comprensión nos remite a la esfera filosófica, a la idea de comprensión general, de concepción, de cuadro de aprehensión de los fenómenos, y también de la atribución de valor. El término explicación, nos remite a la puesta al día en cuanto a los fenómenos causales, al descubrimiento de los mecanismos y los factores que dan cuenta de los hechos, lo que depende de la esfera científica.
La distinción comprensión/explicación es el corolario de la distinción filosofía biológica (cuyo representante podría ser Georges Canguilhem1)/racionalismo.
La filosofía biológica se opone al reduccionismo racionalista, que de hecho es una tentativa de neutralización de la vida. El racionalismo pretende reducirla a los mecanismos que la ciencia descubra, mientras que para la filosofía biológica conviene defender la originalidad de la vida y su dimensión como creadora de lo nuevo. Las relaciones entre vida y ciencia se invierten entre el punto de vista racionalista y el punto de vista de la filosofía biológica, pues por mucho que la ciencia explique los mecanismos que están en el origen de tal o cual fenómeno vital, la vida posee un valor en sí misma y para el ser humano que va más allá, y de lejos, de estos elementos explicativos. Se trata pues, desde la posición filosófica, de integrar el orden de la razón en el orden de la vida, y no de pretender —como hace la posición racionalista— de reducir todas las originalidades y singularidades de la vida a los descubrimientos de la razón científica. Lo anterior, bien entendido, legitima la posición vitalista frente a la posición racionalista.
Se podría decir también que para el vitalismo filosófico, lo vivo no es el objeto de la biología sino el sujeto. Señalemos que el mismo Auguste Comte, fundador del positivismo, distinguió muy bien la biología, es decir, la vida, de la física, la química y la astronomía. Separaba, de esta manera, la naturaleza organizada de la naturaleza bruta, sugiriendo de esta forma la irreductibilidad de la vida a los datos científicos "fundamentales". Georges Canguilhen, filósofo y médico, y uno de los grandes pensadores de la medicina y la biología del siglo XX, definía, desde 1943, la biología como una ciencia de los individuos y excluía, de esta forma, cualquier posibilidad de alinear la biología en las ciencias de la naturaleza. Insistía, así, acerca de la importancia de la autorregulación. La individualización, a la que tan unida está la homeopatía, no contradice en nada ciertas corrientes del pensamiento médico moderno y epistemológico.
El vitalismo, desde el punto de vista filosófico, es una exigencia humana. Es la afirmación del valor de la vida, de su apertura contra las tentativas de cerrar y de poder explicarlo todo del racionalismo. "El vitalismo recuerda de este modo a la ciencia, tentada demasiado rápidamente de explicar su legitimidad por las prestaciones de sus operaciones, que sus actividades tienen también su raíz en la vida misma, al igual que las otras actividades humanas." Permite también un vuelco de la relación ciencia/vida, dado que "si la razón, según la actitud racionalista, es juez de la vida, es la vida quien, según la filosofía biológica, se vuelve juez de la razón"2.
Si ahora entendemos bien qué es el vitalismo filosófico, ¿qué pasa con el vitalismo científico? Es la pretensión de explicar la vida, su especificidad, a través del recurso a la fuerza o energía vital, en tanto que causas de la vida y explicación de los fenómenos vivientes. El vitalismo científico se apoya pues en la invocación —sin dar jamás el mínimo argumento, por lo que se asemeja a una creencia— de una fuerza vital —siempre indefinida— como causa universal que da cuenta de la especificidad de la vida.
Sin embargo, todas las explicaciones vitalistas del pasado han dejado paso, con el tiempo, a explicaciones científicas cada vez más afinadas. Y si hace 2 siglos, vitalismo filosófico y vitalismo científico cohabitaban e iban de la mano en numerosas disciplinas, desde hace mucho tiempo esto ya no es así. Debemos, pues, distinguir bien los 2. Para expresar la postura vitalista moderna, nada mejor que retomar una frase de Georges Canguilhem que dice: "No se trata de defender al vitalismo desde un punto de vista científico, se trata de comprenderlo desde un punto de vista filosófico."
Ahora bien, la homeopatía, a lo largo de toda su historia, ha confundido constantemente estos 2 planos. Lo que en su origen era inevitable y comprensible, es una pena que ocurra en lo sucesivo, pues se debe, en gran parte, a esta confusión que nuestra búsqueda de identidad se ha vuelto tan difícil y nos ha arrastrado a algunos callejones sin salida. Es también esta creencia de que conocemos la causa esencial de la salud y de la enfermedad, lo que nos impide verdaderamente explorar todos los tesoros de conocimiento que contiene la homeopatía.
Legitimidad del vitalismo filosófico homeopático
No voy a desarrollar este aspecto. Todo lo que acabamos de ver acerca del vitalismo filosófico puede ser, y debería ser, retomado a su vez por la homeopatía. Es así como hay que comprender el aforismo 1 de Organón. Cómo no ver en la afirmación "la única misión del médico es la de curar" el valor fundamental acordado a la vida por Hahnemann, la subordinación de todas las actividades del conocimiento a este servicio a la vida, que es para él, el valor primero, fundamental y fundador.
La legitimidad del vitalismo filosófico homeopático es, pues, total. Y con una puesta al día con una dimensión biológica nueva, dobla su legitimidad. Es todo el sentido de mi trabajo sobre el establecimiento de la dimensión fenomenológica de la homeopatía, y de mis esfuerzos para hacer del cuerpo vivido "el objeto" de la homeopatía. No pretendo explicar las causas de la salud y la enfermedad, sino precisar y definir de forma útil nuestro cuadro de comprensión y de aprehensión de éstas. Deseo que la dimensión biológica del cuerpo vivido que transmite la homeopatía pueda imponerse como incontrovertible en el universo médico y científico moderno. Pues en cierta forma, tanto el vitalismo filosófico como el concepto del cuerpo vivido, rechazan la reducción del individuo a las condiciones físicas y materiales de la existencia
La pobreza del vitalismo explicativo
Hemos visto como el vitalismo científico es una posición que en lugar de intentar comprender la esencia de la vida, pretende explicarla invocando la idea de fuerza o energía vital, para dar cuenta de la especificidad de la vida. Esta posición es en la que Hahnemann hizo bascular la homeopatía, deslizándose desde un vitalismo filosófico legítimo a un vitalismo "científico", haciendo del desarreglo de la energía vital la causa de todas las enfermedades.
Fuerza y energía vital son 2 nociones adecuadas y útiles en la comprensión de la vida, pues la vida manifiesta su fuerza y se expresa, entre otras cosas, por un registro energético. El vitalismo filosófico homeopático no es incompatible con la utilización de términos como fuerza y energía vital. Con la condición de precisar qué entendemos con estas palabras, a saber, que fuerza y energía vital son, en ellas mismas, una manifestación de la vida, una de sus expresiones, una de sus producciones.
No obstante, el pasaje al vitalismo científico invierte las cosas y quiere hacer de la fuerza y energía vitales las causas eficientes de la vida, los motores de su desarrollo y de su expresión. Pero la energía, la fuerza vital de un ser humano, no debe ser entendida como algo misterioso que hay en él, le precede, lo "dirige" o lo "manda". Podríamos decir que son la resultante energética, la expresión global de todos los fenómenos vitales, los actualmente conocidos y los que están por descubrir. No su causa. Sin embargo, la mayor parte de homeópatas vitalistas contemporáneos confunde la manifestación de la vida con la causa de la vida e invierte las relaciones entre fuerza vital y vida.
Por lo tanto, nadie negará que la energía juega un papel importante en homeopatía. Especialmente en la "naturaleza" de nuestras dinamizaciones. Sabemos muy bien que no contienen moléculas de la sustancia original, y también sabemos de la importancia de las sucesiones. Pero ahí también conviene no confundir comprender (aprehender) y explicar. Estos datos sugieren fuertemente que el medicamento homeopático pueda ser de naturaleza energética (comprensión de un cuadro de inteligibilidad). Pero no que su acción se ejecute en un plano energético (pretensión explicativa).
Esta energía podría, por ejemplo, tener valor de información. Me explico, una luz verde en un semáforo significa para un automovilista el permiso para arrancar; esta luz verde se corresponde, desde el punto de vista de su naturaleza con una longitud de onda determinada, a una energía determinada. Y sin embargo, el modo de acción y el valor funcional de la luz verde para el automovilista no son de naturaleza energética, sino que derivan de su valor como información.
En la enfermedad, todo el dinamismo de la vida, todo el dinamismo vital anterior del paciente, está modificado y perturbado. Eso es totalmente cierto. Esta constatación es del orden de la comprensión de las cosas. Conviene no confundir el hecho de situarse en el plano vital, el de la vida —mientras que la medicina clásica se sitúa en el plano de los datos numerables y de las representaciones que puede sacar de la vida—, con el postulado de una perturbación, de un desacuerdo de la energía vital en el origen de las enfermedades, que es la posición del vitalismo explicativo tradicional homeopático. El campo vital, el plano vital en el que se sitúa la homeopatía, es en el ámbito de la aprehensión de la enfermedad, en el ámbito de experiencia de la enfermedad por el sujeto, su nivel de comprensión para nosotros. Al revés, decir que la enfermedad se debe a un desequilibrio de la fuerza vital equivale a pasar de una posición descriptiva, de una posición de observación a una posición con pretensiones explicativas. Lo que es totalmente infundado.
La enfermedad es pues una perturbación vital que se puede, entre otras cosas, observar a través de perturbaciones como resultante de todos los fenómenos vitales del individuo, es decir de su fuerza vital. Pero debemos tener en mente que la perturbación, bien real de su fuerza vital, es una consecuencia de la enfermedad, pues la fuerza vital es una manifestación de la vida. Por tanto, la enfermedad no se debe a una perturbación de la fuerza vital. Pensar de esa forma equivaldría a invertir los hechos y los datos. Los que quieran mantener este punto de vista deben cesar de afirmar su creencia y empezar a exponer sus argumentos.
Fuerza vital y energía vital deben entenderse, pues, como expresiones de lo vivo, manifestaciones globales resultantes de todos sus mecanismos y fenómenos biológicos, fisicoquímicos, psíquicos, energéticos, informacionales, etc.
La enfermedad no se debe a la perturbación de una energía particular, más o menos misteriosa. Por el contrario, se expresa, entre otras, por una alteración de la fuerza vital del individuo, entendida como una alteración de su capacidad creadora de sus propias normas, de restricción de su poder de acción y de su capacidad de vivir.
Bases científicas del campo vital biológico: complejidad, información, cibernética, física cuántica, etc.
Lo que yo llamo la pobreza del vitalismo explicativo se observa igualmente por su dimensión esterilizante, a saber, todos los conocimientos de los que se desvía el mundo homeopático, todo lo que le impide interesarse de una forma útil. Creyendo tener una explicación de los fenómenos vivos a toda prueba, el mundo homeopático ha perdido el gusto de la articulación de su práctica y de su visión filosófica vitalista con los datos científicos más recientes.
Y, sin embargo, son numerosos los datos científicos que convergen con el saber y la intuición de los médicos homeópatas. Las teorías de la complejidad, del caos, de la información, la cibernética, la física cuántica, todas podrían ayudarnos a apoyar el contenido concreto de nuestro objeto, el cuerpo vivido, para construir una dimensión biológica incontrovertible. Y si la energía tiene que jugar un papel muy importante en homeopatía, y pienso que sí, su papel no debe buscarse fuera de los conocimientos científicos actuales sino articulado con éstos. Todo no se puede reducir a la energía, o en ese caso, solamente en el sentido de equivalencia energía-materia. Pero, haciendo esto, nos quedaremos en las generalidades. El aspecto energético de lo vivo debe articularse con su componente informacional, su dimensión cuántica, cibernética, etc., así como todos los aspectos biológicos, fisicoquímicos y mecánicos actualmente conocidos.
Para un neovitalismo homeopático
Sólo una clara distinción del plano filosófico —o ético o axiológico— y del plano científico —explicativo—, permite aclarar de forma sana la cuestión vitalista. El vitalismo homeopático tradicional ha confundido estas 2 dimensiones. Ello no tenía nada de extraño en la época de Hahnemann, pero, por lo que se refiere a nosotros, seríamos culpables de perseverar en esta confusión.
Ha llegado el momento para la homeopatía de afirmar y defender su vitalismo filosófico. Éste es totalmente legítimo y tiene su lugar en el pensamiento médico y biológico moderno. De la misma manera, me parece llegado el momento para la homeopatía de saber renunciar, de forma clara y firme, a su vitalismo científico. Este último no solamente está desfasado, sino que es esterilizante para el propio pensamiento homeopático.
Una vez que nos hayamos quitado de encima la ilusión de disponer de la explicación de los fenómenos de la salud y de la enfermedad, la homeopatía podrá entonces, fuerte en sus conceptos, en su experiencia, en su práctica y en su mirada original sobre lo vivo, investir este campo y afrontarlo de forma serena, junto con todos los demás conocimientos disponibles sobre lo vivo, para aportar su contribución original y fecunda. Lo que llamamos energía vital, deberá entenderse de forma metafórica, como una caja negra a la cual se trataría de dotarla, en lo sucesivo, de un contenido concreto.
Correo electrónico:phimarchat@aol.com
Recibido el 14 de diciembre de 2008;
aceptado el 4 de junio de 2009