La homeopatía nació ya con la polémica servida desde sus orígenes.
Por el año mil ochocientos y pico ya había partidarios de sólo homeopatía o de integrar la homeopatía en las Facultades de Medicina. Fueron épocas prolíficas en revistas, textos, libros, etc. y de aquello nos seguimos alimentando hoy.
Han pasado 2 siglos y seguimos casi con las mismas polémicas: no en cuanto a integrar la homeopatía en las Facultades de Medicina o en los sistemas sanitarios estatales, en lo que se ha avanzado mucho gracias a los éxitos conseguidos en terapéutica y en investigación.
Pero los médicos seguimos inmersos en la duda; son muchos los años en los que hemos mirado la terapéutica al uso (o alopatía) de reojo, principalmente porque nos han ignorado, cuando no denostado abiertamente.
Quizá sea porque nuestro lenguaje es incomprensible para estos tiempos, entre otras cosas, claro. Pero si empezamos a pensar en esto, para ir despejando escollos, fijaros: Miasmas, diátesis, tipo sensible, remedio: ¿qué veis de científico en esto?
¿No sería más fácil y entendible decir: herencia genética, enfermedad adquirida o resultado de su tipo de vida, farmacología homeopática, etc.?
Más fácil no lo sé, porque cuesta desprenderse de ciertas cosas, pero evidentemente nos daría un resultado infalible: se nos entendería cuando hablamos; cuando escribimos.
Y es que, reconozcámoslo, nuestro lenguaje raya en el ostracismo.
Han pasado 2 siglos y seguimos sin hacernos una autocrítica a este respecto.
Han salido a la luz 9 revistas, hemos conseguido respetarnos. Nuevos proyectos darán empuje a este trabajo. La elaboramos con ilusión, no os quepa duda.
Pero, personalmente, sigo echando a faltar un lenguaje más científico.
Dejo abierta esta polémica desde la Editorial porque, a veces, la heterogeneidad de artículos —cada uno con su casuística particular— también hace parecer que tenemos una cierta dispersión.
Un adestramiento en un cambio de lenguaje es lo que os propongo ahora.