Este artículo analiza el partido político español Podemos a partir de su origen, de su categori- zación dentro de los modelos de partido, del sustento ideológico y la propuesta política de la organización, y de su estrategia de comunicación. La autora parte de la hipótesis de que existen dos contradicciones en el seno del Partido: una, entre la propuesta ideológica y la intención de asumir el poder a partir de las normas convencionales definidas en la legislación española y, la otra, entre la estructura formal del Partido, encabezada por una pequeña élite responsable de las decisiones fundamentales, y el discurso, en el que éste se proclama como un instrumento de cambio político apoyado en los vínculos que ha establecido con los mejores cuadros de la sociedad civil. En la reflexión final se incluyen notas sobre su comportamiento
This article aims to analyse the Spanish political party Podemos based on its origin, its classification within party models, the ideological perspective and political project of the party, and its communication strategy. The author's assumption is that there are two contradictions within the party: one between the ideological proposal and the intention to come to power through the conventional paths established by the Spanish legislation, and the second, between the formal party structure headed by a small decision-making elite, and a message in which the party declares itself an instrument of political change supported by leading groups of civil society. The final comments include notes on the electoral performance of the party.
En marzo de 2014 irrumpió de manera oficial en la escena política española un partido que encabezaba a un número considerable de ciudadanos que habían venido organizándose en grupos de apoyo y convocando a manifestaciones públicas en repudio a la situación económica y a las élites políticas. Podemos, como partido, y su dirigente Pablo Iglesias, han causado un fuerte impacto social y mediático y su avance en las urnas ha significado un quiebre en la lógica tradicional del reparto del poder en España entre el Partido Socialista Obrero Español (psoe) y el Partido Popular (pp).
En este artículo haré una categorización de Podemos como una organización política a partir de su origen, del sustento ideológico y propuesta política de organización, de su ubicación dentro de los modelos de partido, y de su estrategia de interlocución con los militantes y con la ciudadanía. El análisis se sitúa en los inicios del partido y en la reflexión final se incluyen algunas notas sobre su actuación electoral.
Parto de la hipótesis de que existen dos contradicciones en el seno del partido: una entre la propuesta ideológica y la intención de asumir el poder a partir de las normas convencionales definidas en la legislación española y, otra, entre la estructura formal del partido encabezada por una pequeña élite responsable de las decisiones fundamentales y el discurso, en el que éste se proclama como un instrumento de cambio político apoyado en los vínculos que ha establecido con los mejores cuadros de la sociedad civil.1
La formación de Podemos. Las contradicciones entre la ideología y las convenciones legalesDe acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, una persona indignada es alguien que se encuentra vehementemente enfadado. El movimiento que se inició el 15 de mayo de 2015 en España se conoció precisamente como el de los “Indignados” y fue así como un importante número de personas con muy distintos perfiles sociales y políticos decidieron expresar su irritación con respecto a los partidos convencionales, por la ineptitud de los políticos y, más en concreto, por la crítica situación económica que se vivía en el país.
Entre los años 2008 y 2009, el presidente Rodríguez Zapatero enfrentó importantes problemas: un considerable índice de desempleo que ya alcanzaba 2.3 millones en febrero y la desaceleración de la economía cuyas expectativas de crecimiento eran de 2.5% para ese año, en comparación con el 3.8% alcanzado en 2007. La propuesta política que había avanzado durante su primera legislatura desató reacciones públicas de la parte más conservadora de la sociedad española, pero la crisis económica vendría a ser un factor que ampliaría los niveles de rechazo hacia su gestión entre quienes por tradición apoyaban a la izquierda.
Uno de los momentos más álgidos fue el 9 de mayo de 2010, ante el anuncio de la debacle del mercado bursátil griego y el riesgo de que el hecho pudiera contagiar a España; días después se tuvieron que negociar una serie de compromisos a fin de cumplir con las exigencias del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea. España acordó un ahorro de 15 mil millones de euros adicional a lo previsto a inicios del año para devolver el déficit a un nivel de 3% antes de 2013.
Además de la debilidad de los indicadores macroeconómicos, el porcentaje de desempleo representaba el problema más desafiante para el gobierno. España era en ese momento el país de la Unión Europea con mayor tasa de desempleo (20%) y la situación se tornaba más grave si se atendía al porcentaje de desempleo juvenil (42.8%).2 Como preámbulo al movimiento del 15-M, los niveles de desacuerdo con la gestión socialista iban en aumento: según un sondeo de Metroscopía publicado por El Pa¡s el 5 de diciembre de 2010 (El País, 2010), 57% de los encuestados desaprobaba las medidas económicas encaminadas a reducir el déficit y 69% estaba en desacuerdo con la gestión de Rodríguez Zapatero como presidente de gobierno.3
Muchas de las crónicas sobre el surgimiento de Podemos hablan de que sus líderes vieron en el 15M una oportunidad histórica para articular toda esta inconformidad en una reforma radical en España. No obstante, esta propuesta tenía que pasar por dos filtros antes de concretarse en la transformación estructural que pretendían: el de ser una opción política que organizara y representara de manera útil a la multiplicidad de grupos que no compartían esta postura y visión de futuro, y la de constituirse en una organización política convencional a fin de competir por el poder en las urnas.
Los académicos de la Universidad Complutense de Madrid que concibieron al partido se habían ya planteado la posibilidad de un cambio político en España, a partir de la propuesta para una democracia radical,4 y vieron en Indignados la manifestación de una nueva forma de conlictividad social que podía hacer entrar en crisis los marcos políticos clásicos de la izquierda. Esto, a su vez provocaría la transformación de los agentes del cambio social y de la estructuración de los espacios políticos de construcción de hegemonía.
En el discurso de Podemos se encuentra esta interpelación: Hoy es una realidad nuestra exigencia de una política que regrese a las calles, que hable como la mayoría de la gente que est harta, es m s real que nunca nuestra exigencia de una mayor generosidad a los representantes, de una mayor horizontalidad y transparencia, de un regreso de los valores republicanos de la virtud pública y la justicia social, del reconocimiento de nuestra realidad plurinacional y pluricultural. Hacía décadas que no era tan real nuestro deseo de tomar nuestras propias decisiones y responder a nuestras propias preguntas... La movilización popular, la desobediencia civil y la confianza en nuestras propias fuerzas son imprescindibles, pero también lo es forjar llaves para abrir las puertas que hoy quieren cerrarnos: hacer llegar a las instituciones la voz y las demandas de esa mayoría social que ya no se reconoce en esta ue ni en un régimen corrupto sin regeneración posible (Podemos, 2014)
¿Qué es lo que lleva a este grupo de militantes de la izquierda radical a optar por la forma convencional de un partido como estrategia de cambio? Tal vez sean dos propuestas que se encuentran en la estrategia social planteada por Laclau y Mouffe, quienes hablan de la existencia de “significantes flotantes”5 y del partido como vehículo de articulación del descontento social. Sobre lo primero, la lectura de los líderes era que estaban dadas las condiciones políticas para el cambio, debido a que los significantes que otorgaron legitimidad a la construcción de la democracia en 1978 ya no podían apuntalar al régimen político existente y ese vacío tenía que ser llenado por otro discurso de poder (Fort Apache, 2014). Sobre lo segundo, es probable que suscribieran la idea de que: el partido como institución política puede, en ciertas circunstancias, ser una instancia de cristalización burocr tica que frene a los movimientos de masas; pero en otras, puede ser el organizador de masas dispersas y políticamente vírgenes, y constituirse, por tanto, en instrumento de expansión y profundización de las luchas democr ticas (Laclau y Mouffe, 1985: 298).
Podemos se registró como partido político ante el Ministerio del Interior el 11 de marzo de 2014 y su elección de emprender el cambio por la vía de la democracia tradicional le ha significado una puerta de acceso al poder, pero también el grillete que le impedirá transitar hacia la utopía de la democracia radical. Y aunque Pablo Iglesias les pueda decir a sus seguidores que en el partido “se sueña y se toma muy en serio los sueños”,6 el hecho es que las demandas de la política real han empatado poco con las expectativas de los grupos de activistas que constituyen la base social del partido. Esto me lleva a hablar de la segunda contradicción que se observa en esta organización política: la de un liderazgo centralizado dentro de una estructura de operación abierta.
Diversidad colectiva y liderazgo centralizado. Del 15M a la Asamblea de VistalegreEl movimiento del 15M se constituía a partir de grupos con intereses heterogéneos y trasversales que tenían en común su desprecio por los partidos convencionales, pero no proclamaban transformaciones políticas radicales. Y, conscientes de ello, los fundadores de Podemos decidieron sumarse al proceso e intentar ejercer un liderazgo basado en las coincidencias de intereses (Torreblanca, 2015a).
Una de las características del movimiento, que permite entender su relación con la fundación de Podemos, es que no fue sólo una expresión masiva de descontento, sino que se concibió como un compromiso permanente. En el ámbito simbólico, esto se mostró una vez finalizado el encuentro en Madrid y en otras ciudades, ya que los participantes decidieron continuar la protesta como una postura de largo aliento.7 Freire expone la razón de uno de los participantes para acudir a la cita: “la invasión pacífica de las plazas por los ciudadanos es el símbolo de la recuperación del espacio público, del deseo de hacer política profunda y real” (Freire, 2012: 53).
Pese a que las manifestaciones externas adquirieron un ritmo más esporádico, la indignación seguía ahí, lista para ser encausada, y esta disposición adoptó distintas estrategias comunitarias. En el caso de Podemos, la estrategia y el partido político que resultó de capitalizar estos sentimientos de enojo e impotencia muestran cierto desempate con la razón de ser, con la postura ideológica y con la concepción del liderazgo que se manifestaban en el 15M.
Tres cuestiones resultan interesantes: mientras que los participantes en el 15M no suscribían de manera manifiesta una posición ideológica definida y pese a la conciencia que había en los líderes de Podemos al respecto,8 algunas de las ideas que defienden estos últimos pueden considerarse propias de una corriente de izquierda radical. Un ejemplo de esto es la intención de “latinoamericanizar” Europa que manifiesta Íñigo Errejón en un artículo publicado a raíz de la muerte de Ernesto Laclau: la ofensiva de las oligarquías, el empobrecimiento y el desprecio de las élites por el pueblo que se están dando en Europa, dice, crean una coyuntura que permite traducir las experiencias de cambio político latinoamericano en un instrumento para convertir el sufrimiento y el descontento de la mayoría en nuevas hegemonías populares (Errejón, 2014). Las experiencias a las que Errejón alude son el “bolivarianismo” impulsado por Hugo Chávez en Venezuela y el gobierno del Movimiento al Socialismo, encabezado por Evo Morales en Bolivia. La postura radical se iba a mostrar también en el programa que el partido presentó para las elecciones al Parlamento Europeo en 2014, al que me referiré más adelante.
La segunda cuestión es que el del 15M no fue un movimiento social basado en líderes caris- máticos, más aún, según el estudio de Calvo, Gómez-Pastrana y Mena (2011), los participantes más activos no daban importancia a la motivación de los líderes. Por el contrario, Podemos ha basado su capacidad de convocatoria en una suerte de liderazgo carismático que recae en Pablo Iglesias, pero también en Íñigo Errejón y, en su momento, en Juan Carlos Monedero.
Otro punto de contraste es que, mientras los participantes en el 15M no lo hacen con el propósito de provocar la ruptura con el status político actual (Calvo, Gómez-Pastrana y Mena, 2011), el discurso de Podemos sí va en ese sentido. En el preámbulo de sus Principios organizativos se establece que: Podemos, como plataforma de empoderamiento popular y ciudadano, pretende ser la palanca del cambio político en este país, el instrumento para la recuperación de nuestra soberanía [...] no ha nacido para ser una fuerza testimonial más o menos influyente, sino para que los ciudadanos y las ciudadanas recuperemos de modo efectivo el control democrático sobre nuestras instituciones y nuestros destinos (Podemos, 2014b: 6).
En el ámbito de las coincidencias entre el Movimiento 15M y el partido están la motivación para la participación política y los métodos de interlocución. De acuerdo con el estudio hecho en Salamanca por Calvo, Gómez-Pastrana y Mena (2011), el disgusto con el poder de los mercados financieros y por la manipulación de los medios de comunicación era más importante que las políticas y los partidos políticos concretos. Ellos afirman que las preocupaciones de este movimiento no se dirigían sólo al poder político, sino que el enfado era con los bancos, la corrupción, el sistema electoral y también con el poder mediático. En consonancia con esto, a través de la consigna “combatir a ‘la casta”’, la dirección de Podemos invita a sus seguidores a pelear en contra de “la gentuza que nos ha declarado la guerra a los ciudadanos”, a “los banqueros responsables de los desahucios”, a “los poderes ocultos que han secuestrado la democracia” y a “los políticos podridos” (Carlin, 2015).
En cuanto a los métodos de interlocución, también existe un punto de acuerdo. Estudios acerca del movimiento indican que sus principales integrantes eran jóvenes entre 18 y 35 años y que pertenecían a una generación socializada como “nativos digitales” (Prenski, 2004), esto es, personas que se informan, se comunican y se relacionan con el mundo a través de la tecnología y los medios digitales. Con independencia de su participaron en la marcha del 15M, la información relativa a la convocatoria del 15 de mayo llegó a ellos, en la mayoría de los casos, por medios digitales. Y es a través de medios digitales como también fluyó la información posteriormente.
Si bien Podemos no pretendía apropiarse del capital político y social surgido del 15M, sí hizo uso de los pequeños movimientos que ya estaban operando antes del emplazamiento y de los que se formaron después del mismo. Torreblanca relata que el 15M nació de una convocatoria por parte de los integrantes de Juventud sin Futuro y que empató con estas iniciativas que ya estaban funcionando en el país (Torreblanca, 2015b: 119). La estructura de “círculos” a través de la cual Podemos construye su canal de interlocución con la sociedad aprovecha estas formas de deliberación y ayuda mutua surgidas del movimiento de Indignados y las orienta hacia su causa; más aún, ésta puede ser una de las explicaciones de la forma vertiginosa en la que Pablo Iglesias y los fundadores del partido logran constituirlo y colocarlo como una fuerza política capaz de aspirar a gobernar a los españoles.
Izquierda Unida (iu), considerada la alternativa para el electorado de izquierda radical, fue el partido de procedencia de los fundadores de Podemos. Tal como señalamos, Iglesias y Errejón vieron en el 15M la oportunidad que estaba esperando la izquierda radical para llegar al poder a través del liderazgo del descontento, por lo que en vísperas de las elecciones generales de noviembre de 2011 intentaron convencer a la dirigencia de iu de la posibilidad de un cambio político en España y de que modificaran los mensajes de campaña en un sentido que le permitiera al partido salir del cliché de ser la alternativa a la izquierda del psoe, pero no fueron escuchados (Torreblanca, 2015a).
Poco más de dos años después, ambos decidieron tomar el liderazgo por su cuenta, con una alternativa poco convencional a los partidos políticos tradicionales, en la que se pretendía explotar el potencial del conjunto de ideas y valores compartidos de manera transversal por los integrantes del 15M. Aquí de nuevo, pudiera existir una influencia gramcsiana en la concepción de “un liderazgo intelectual y moral que se constituye como la síntesis más alta, una voluntad colectiva” que, a través de la ideología, pasa a ser el cemento orgánico unifi- cador de un “bloque histórico”9 (Laclau y Mouffe, 1985:116).
El partido surge a raíz de la intención de transformar en poder político esta indignación espontánea que ya estaba organizada, por medio de un discurso que se centraría en vincular las principales dolencias de la sociedad y atribuirles un culpable, además de asociar la solución a los agravios sufridos por los españoles con los valores y las propuestas centrales de Podemos10 (Prieto, 2014).
La idea se presentó como un “método participative” en el Teatro del Barrio, en Lavapiés, el 17 de enero de 2014 y se replicó viralmente por las redes sociales, gracias a los contactos surgidos entre los participantes en la concentración de mayo (Ortega, 2014).
Si bien hay una coincidencia en considerar al 15M como el punto de inflexión que explica el éxito de Podemos, también es cierto que las iniciativas colectivas previas y posteriores a esta gran concentración allanaron el camino a la nueva organización política. Ortega Dolz (2014) relata como el barrio de Lavapiés se convirtió en el albergue de muchas iniciativas colectivas nacidas a raíz de la crisis que después se integraron al partido.11
Entre las previas, Izquierda Anticapitalista (ia)12 resulta determinante. Tremlett (2015) afirma que el plan de creación de Podemos se cimentó en una cena durante un curso de verano de este pequeño partido radical constituido en 2009 cuya estructura podía facilitar a Podemos una penetración territorial en distintas regiones del país. Otra de las organizaciones vinculadas al origen del partido es Juventud sin Futuro, creada en febrero de 2011 por iniciativa de diferentes colectivos universitarios madrileños sensibilizados con la situación de precariedad que afectaba a la juventud y con el agravamiento de la misma a raíz de las medidas emprendidas por el gobierno para gestionar la crisis económica que inició en 2008 (#15Mpedia, 2016).
En el nivel de las bases sociales, la virtud de Podemos es que ha construido una serie de instrumentos en línea para articular sus propuestas y demandas, así como los mecanismos de votación asambleísta. Se puede decir que el partido ha creado una esfera pública 2.0 que le permite mantener una comunicación activa y transversal con sus militantes y simpatizantes.
El partido emplea, además, una serie de plataformas que permiten ejercer una democracia digital directa, esto es, una comunicación política muy dinámica para la toma de decisiones. Entre ellas están Appgree, mediante la cual los participantes pueden elegir canales temáticos, formular preguntas, votar y contabilizar las opciones que han recibido mayor apoyo. Esta herramienta determina, con criterios de selección semántica y numérica, cuál de los cientos de opiniones y propuestas de los usuarios tiene más tasa de interacción, popularidad y redundancia dentro del colectivo. El uso generalizado de Appgree se dio en la asamblea ciudadana que celebró Podemos en octubre de 2014 en Vistalegre y permitió asignar tiempos de intervención entre 15 mil propuestas planteadas a los portavoces de cada área temática, después de 260 mil votaciones a través de teléfono celular (De Ser, 2014).
Agora Voting fue el software usado para la votación con el que fue electo el equipo directivo del partido, a través de la movilización de alrededor de 100 mil participantes (De Ser, 2014). Y para esa misma elección el equipo de redes sociales del partido resultó determinante en dotar de visibilidad a la candidatura de un outsider como Pablo Iglesias y demostró su experiencia para multiplicar el impacto de cada noticia sobre el partido. Los medios convencionales comprobaron que informar sobre el candidato de Podemos aumentaba sus visitas en la Red, así que una parte de ellos actuaron en consecuencia (Prieto, 2014).
Plaza Podemos, su instrumento más efectivo, constituye un sitio web en el que conviven propuestas, críticas, debates sobre documentos e información sobre votaciones de la estructura orgánica (De Ser, 2014). A través de Plaza Podemos se organizan diálogos en línea que atraen entre 10 mil y 20 mil visitantes diarios, una cifra inédita en el uso de este tipo de herramientas (Tremlett, 2015).
Es la formación política con más apoyos en Twitter; después de las elecciones al Parlamento Europeo contaba con 428 mil seguidores frente a 181 mil del psoe y los 177 mil del pp. En cuanto a Facebook, Podemos tenía 856 mil amigos, frente a los 77 mil del pp y los 73 mil del psoe. (De Ser, 2014). A mediados de 2015 la cifra de seguidores del partido en Twitter era ya de 726 mil y sus amigos en Facebook llegaban a 978 143 (Podemos, 2015).
En 2014 Podemos emprendió una convocatoria en línea para constituir el programa de acción del partido para las elecciones al Parlamento Europeo. El método que se utilizó para elaborarlo fue recoger en línea las propuestas de los miembros para hacer un primer documento que se sometería después a debate en los “círculos” de Podemos y sería votado a través de su ágora virtual. El partido ha replicado este método para diseñar el programa con el que se presentó a las elecciones generales de noviembre de 2015.
La recaudación de fondos en línea (crowdfunding) es otro de los ejemplos en donde las redes sociales han jugado un papel importante; para las elecciones al Parlamento Europeo el partido recaudó, a través de donaciones, 114 365.75 euros (Tribunal de Cuentas, 2014: 35). Podemos ha acudido también al crowdfunding para a impulsar iniciativas como “Ayúdanos a financiar la #RutaDelCambio”, que buscaba recorrer el país en busca de la unidad popular de cara a las elecciones generales de 2015, así como escuchar y conocer las propuestas y demandas de los ciudadanos y los colectivos sociales.
Si bien en el nivel de las bases existen todos estos vehículos de comunicación, en el nivel de la cúpula no hubo intención alguna de ejercer un liderazgo compartido. Del 15 de septiembre al 15 de noviembre de 2014 se convocó en el Palacio de Vistalegre, en Madrid, a una asamblea ciudadana cuyos propósitos eran fijar los principios éticos y organizativos de la formación y elegir a los candidatos que ocuparían los órganos de representación estatal. Las dos propuestas más importantes fueron la de Pablo Iglesias y su grupo, bajo el membrete “Claro que Podemos”, y la de Pablo Echenique, Dolores Sánchez y Teresa Rodríguez, llamada “Sumando Podemos”.
“Claro que Podemos” planteó centralizar la dirección en un secretario general y portavoz, que sería el encargado de designar a los responsables de las carteras del órgano de dirección. En contraste con esta intención centralizadora, existía una disposición plebiscitaria, tanto en las votaciones para elegir a la dirigencia, como en las decisiones importantes sobre la organización del partido, que los integrantes de la fórmula proponían someter a la votación de las personas que se inscribieron para participar en la asamblea a través de Internet.
En su propuesta de principios éticos se incorporó una clausula en la que se prohibía que los cargos de dirigencia del partido fueran ocupados por personas con militancia en otra organización. El debate sobre la doble militancia afectaba de manera especial a los militantes de Izquierda Anticapitalista, quienes habían compartido con los artífices del “método participativo” su estructura partidista en los inicios de Podemos. A su vez, la cláusula implicaba una descalificación de quienes provenían de otras organizaciones y participaban en este nuevo partido.
“Sumando Podemos” planteaba una estructura a partir de tres secretarías generales y la elección de un consejo ciudadano a partir de candidaturas individuales para formar el órgano de dirección. Sus integrantes mantenían la idea de dar un fuerte peso a la opinión y decisiones tomadas en los “círculos”, a los que consideraban la “unidad organizativa y parti- cipativa básica” del partido. La propuesta trataba de reflejar el espíritu asambleario del 15M y formar una plataforma organizativa más democrática (Lotito, 2014). Pablo Iglesias descartó cualquier negociación tendiente a una candidatura de unidad y “Claro que Podemos” ganó con 80% de los votos, al que presentaron a Pablo Iglesias. De ahí en adelante ésta sería la fórmula en el ejercicio del poder en el partido.
Modelo de partido. ¿Carismático, populista o leninista?Con todo lo expuesto, dedicaré esta parte del artículo a una reflexión del lugar que ocupa Podemos dentro de los esquemas que ofrece la literatura sobre modelos de partido. Esto con el propósito de ofrecer una explicación que vaya más allá de los adjetivos con los que se ha descrito a la organización y permita sumar elementos con los cuales evaluar su posible permanencia en el sistema de partidos español.
Al ser una organización política poco convencional, se le ha tratado de encasillar dentro de las definiciones clásicas de los partidos políticos, particularmente en dos de ellas: como un partido carismático, debido a que gran parte de su éxito se debe a la capacidad de atracción política de su líder, Pablo Iglesias, y como un partido populista por su intención de hacer partícipe al “pueblo” de su proyecto político y de la toma de decisiones. No obstante, si se atiende a la manera en que el secretario general ha ejercido el liderazgo, también podría hablarse de un partido de corte leninista.
Sobre la base de las características que Angelo Panebianco (1990: 271) otorga a los partidos carismáticos, podríamos decir que Podemos no lo es en un sentido puro, ya que uno de los requisitos que el autor considera indispensable para este tipo de organizaciones políticas es que “el líder realiza él solo [...] todas las operaciones cruciales en la fundación de la organización: la elaboración de sus fines ideológicos, la selección de la base social, etc. No sólo eso, sino que, dadas las peculiaridades del nacimiento de la organización, el líder se convierte tanto para los militantes como para los demás partidarios [...] en el único interprete de la doctrina, además de su símbolo viviente y en el único artífice de su realización en el futuro”. El autor nos dice que: “Una total compenetración entre el líder y la identidad organizativa del partido es la ‘conditio sine qua non’ del poder carismático” (Panebiano, 1990: 271). En el caso de Podemos, pese a que Pablo Iglesias es la figura pública con la que se asocia al partido, la concepción, la propuesta ideológica y la estructura institucional son producto del trabajo colectivo del grupo de jóvenes universitarios que decidieron constituirlo, en particular, de Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Rita Mestre.
Tampoco la elección de la base social de la organización le ha correspondido al líder. Al concebirse a sí mismo como un partido ciudadano, los requisitos de pertenencia distan mucho de la tendencia sectaria que se vincula con las organizaciones políticas carismáti- cas. En sus Principios organizativos se establece que: La participación ciudadana constituye una de las principales señas de identidad de Podemos [... esto] implica necesariamente una redefinición del político y de las organizaciones políticas, a saber: el político se convierte [...] en un agente de la participación de la ciudadanía, en un proceso permanente de empoderamiento progresivo. No cabe así la distinción entre militantes y ciudadanos, entre un adentro y un afuera de la política, aspirando así, cada vez más a sumar a un mayor número de ciudadanos al análisis, la decisión y la gestión de lo público (Podemos, 2014: 6).
En el artículo 12 del mismo documento se indica que para inscribirse a Podemos basta ser mayor de 14 años y mostrar disposición para participar en el proyecto y obtener un código permanente de votación. La inscripción se realiza a través de un enlace electrónico (https://podemos.info/). Los inscritos a Podemos adquieren derechos de participación y sufragio (activo-elegir y pasivo-ser elegido).
Hay, sin embargo, rasgos que permiten calificar a Podemos como un partido carismá- tico, como es el de considerarse la única verdadera fuente de cambio social y político, una fuente revolucionaria frente a las relaciones sociales predominantes (Panebianco, 1990: 268). Al parecer de Pablo Iglesias, la coyuntura en 2011 mostraba que España estaba en lo que él denominaba un “momento comunista”. ¿En qué consistía? “[L]os comunistas nunca ganarían unas elecciones en un momento de normalidad; sólo lo pueden hacer en momentos de excepcionalidad” No obstante, “[a]l hacer caer las bases materiales sobre las que se sostienen los conceptos dominantes, la crisis hace explotar los consensos existentes”. El líder sostenía que el poder no se gana jugando al juego existente, sino cambiándolo por otro en el que se pueda ganar (Torreblanca, 2015a.).
El liderazgo carismático de Pablo Iglesias abre la posibilidad de actualizar los atributos que Panebianco otorgaba en 1990 a los partidos de este corte. Uno de los factores más importantes es el de sus habilidades comunicativas; los análisis que se han hecho sobre el éxito de la nueva formación política (Prieto, 2014; Torreblanca, 2015a; 2015b; Tremlett, 2015) aluden a la experiencia y habilidad del líder de Podemos en el uso de los medios de comunicación convencionales y digitales.
Otra de las señas de identidad que se atribuye al partido es un carácter populista. Íñigo Errejón, el segundo en el liderazgo del partido afirma que el 15M era la “expresión y pre- cipitador de la quiebra de algunos consensos”, factor que hacía ver “la posibilidad de una interpelación populista” (Torreblanca, 2015a).
¿Y qué se considera una “interpelación populista”? Para dar respuesta a esta pregunta haré uso de algunos de los atributos que los estudiosos de este fenómeno político le otorgan al populismo. Di Tella (1965) lo considera un movimiento político que cuenta con el apoyo de la masa de la clase trabajadora urbana y/o del campesinado, pero que no resulta de un poder organizacional autónomo de ninguno de estos dos sectores. Afirma que un elemento necesario para que la masa se mueva en una dirección populista es la aparición de una élite comprometida con el proceso de movilización. Podemos vio en la movilización de los Indignados una ventana de oportunidad para un nuevo liderazgo político, encabezado por la izquierda radical, en este caso la de Izquierda Unida, y al no ser escuchados por la dirigencia de este partido decidieron emprender una nueva aventura política a través de la creación de un partido que permitiera articular a este heterogéneo grupo de españoles inconformes. Sin embargo, no lo hicieron mediante el discurso duro de izquierda, con el que estaban comprometidos académica y políticamente, sino a partir de elementos simbólicos que pudieran servir como referente general para sus seguidores.
La estrategia de articulación consistió en ubicar ciertos elementos discursivos dentro de un terreno ideológico que les dieran sentido en ese preciso momento político que estaba viviendo España (Laclau, 1979: 157). Esto se hizo a partir de una serie de principios que hicieron posible construir un discurso en el que la mayor parte de las personas movilizadas se sintiera representada y con ello traducir el populismo en un concepto que les permitiera ponerlo al día: el de “ciudadanismo”.13
Podemos parte de la existencia de un antagonismo de intereses que genera una serie de contradicciones en la sociedad y propone contemplar la arena política como la lucha de los muchos contra los pocos, siendo los primeros la ciudadanía o el pueblo y, los segundos, la élite o “la casta”. En su discurso en la Puerta del Sol, el 31 de enero de 2015, Pablo Iglesias fraseó esta distinción de muchas maneras: “los de abajo, los humildes, los de siempre, la gente valiente, los locos dignos” que se enfrentan a “los ricos, los de arriba, los poderosos”.
Otro de los elementos que articulan la postura populista/ciudadanista es extrapolar este antagonismo interno al entorno del europeísmo a partir de la enunciación de un problema: la pérdida de la soberanía de España y la búsqueda de culpables, como lo han hecho Angela Merkel y los integrantes del Foro Económico Mundial.
El tercer elemento es el de la lucha por la dignidad perdida debido a la crisis económica.
Un último elemento, y quizá el más importante, es el que Laclau llama la transformación del potencial antagonista de la democracia en la “espontaneidad concreta de la masa” (La- clau, 1979: 171). Los dirigentes de Podemos aluden a cuestiones como la “gente haciendo historia o la gente valiente” (Iglesias, 2015a) la “unidad de toda la gente indignada”, “somos muchos, sólo necesitamos unirnos” y la invitación a “desterrar el miedo” (Monedero, 2015), “la unidad con la que vamos a recuperar España” o “no nos fallemos, somos nosotros los que no nos tenemos que fallar” (Errejón, 2015).
En el nivel práctico, la propuesta de Podemos para las elecciones al Parlamento Europeo fue producto de la articulación de las ideas más votadas en línea por los miembros de los distintos “círculos”, que difícilmente podría cumplir con el requisito de ser la “síntesis más alta de una “voluntad colectiva”, a la que aspiran Laclau y Mouffe (1985), siendo apenas una amalgama de políticas difíciles de implementar, derivadas de un innovador experimento de democracia directa.14 Entre las que más podrían escandalizar a “la casta” estaban:
- 1.
Delimitar qué parte de la deuda puede ser considerada ilegítima para declarar su impago y actuar contra los responsables. Además, derogar el artículo 135 de la Constitución, que contempla el pago de esta deuda.
- 2.
Otorgar acceso al cobro de una renta básica para todos los ciudadanos por el hecho de serlo y para que puedan vivir por encima del umbral de pobreza.
- 3.
Someter a referéndum todas las decisiones sobre la forma del Estado, así como las relaciones entre pueblos, si se pide el derecho de autodeterminación.
- 4.
Poner un límite a la adjudicación de la gestión y ejecución de políticas públicas a las grandes empresas para priorizar la economía social y solidaria.
- 5.
Derogar el Tratado de Lisboa y suspender el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea.
- 6.
Crear mecanismos de control democrático y medidas anticorrupción centradas en aportar transparencia a los procesos de adjudicación de contratos públicos, la financiación de los partidos políticos, las cotizaciones, patrimonios y rentas de los cargos electos
- 7.
Atribuir una potestad permanente para revocar los cargos electos (eldiario.es, 2014).
Cordero y Montero (2015) otorgan a Podemos la mejor actuación en estas elecciones, ya que pese a su reciente creación fue capaz de atraer hacia su terreno a casi un tercio de los votantes habituales del psoe y a 16% de los de iu, sus dos más cercanos competidores en el eje ideológico. Como parte de su exitosa campaña, el partido fue también capaz de atraer a 16% del electorado de Unión Progreso y Democracia (upyd) y del pp, y el significativo voto de 17% de ciudadanos que no habían votado previamente. Otro de los éxitos de Podemos es que ha logrado constituir una imagen libre de corrupción que ha animado a los votantes escépticos a acudir a las urnas.
En la medida en que Podemos avanza en el terreno convencional de la política, el discurso cede paso a una postura más mesurada que le permita ir atrayendo a los ciudadanos a los que les disgustan los partidos tradicionales, pero que no apoyarían un cambio político drástico. En la conferencia de prensa convocada por el partido para analizar los resultados del 24M,15 Pablo Iglesias planteaba algunos giros que indican que, sin abandonar el matiz ciudadanista, optarán por seguir en una dirección que sume adeptos. Ahí dijo que Podemos se concibe como un espacio en el que puedan sentirse cómodas todas las expresiones ciudadanas que están llamadas a protagonizar el cambio en el país (El País, 2015a). En un artículo en New Left Review, Iglesias explica el porqué de esta idea: Cuando insistimos, por ejemplo, en hablar de desahucios, corrupción y desigualdad y nos resistimos a entrar en debates sobre la forma de Estado (monarquía-república), la memoria histórica o la política penitenciaria, no quiere decir que no tengamos una posición al respecto o que la hayamos moderado, sino que asumimos que, sin dispositivos de poder institucional, no tiene sentido buscar en estos momentos terrenos de enfrentamiento que nos alejan de la mayoría, que no es “de izquierdas”. Y sin ser mayoría no se accede a los dispositivos administrativos que permitirán librar las batallas discursivas en otras condiciones al tiempo que intervenir con políticas públicas” (Iglesias, 2015b: 23).
El programa del partido para las elecciones regionales de mayo de 2015 proponía una serie de medidas destinada a reducir la corrupción, aumentar el control de los ciudadanos sobre los políticos, proteger de la pobreza a las familias de bajos ingresos e incrementar los impuestos, en especial a las ganancias sobre capital (Rodon y Hierro, 2016).
La veta leninista del partido se expresa en la concepción que Pablo Iglesias tiene de la dirección que debe adoptar la organización política. La idea de Lenin era que, si el partido se consideraba sólo como un órgano del movimiento espontáneo de los trabajadores, jamás se convertiría en un instrumento de la revolución socialista. Debía ser la vanguardia y el líder e ideólogo a través de los cuales los trabajadores avanzaran más allá del horizonte de la revolución burguesa y socavar sus fundamentos. El partido de revolucionarios profesionales debía constituirse como el centro de todas las formas de protesta en contra de la opresión social (Kolakowski, 1978: 387).
En los documentos identitarios de Podemos se encuentran afirmaciones como ésta: Hoy es una realidad nuestra exigencia de una política que regrese a las calles, que hable como la mayoría de la gente que está harta, es más real que nunca nuestra exigencia de una mayor generosidad a los representantes, de una mayor horizontalidad y transparencia, de un regreso de los valores republicanos de la virtud pública y la justicia social, del reconocimiento de nuestra realidad plurinacional y pluricultural. Hacía décadas que no era tan real nuestro deseo de tomar nuestras propias decisiones y responder a nuestras propias preguntas [...] La movilización popular, la desobediencia civil y la confianza en nuestras propias fuerzas son imprescindibles, pero también lo es forjar llaves para abrir las puertas que hoy quieren cerrarnos: hacer llegar a las instituciones la voz y las demandas de esa mayoría social que ya no se reconoce en esta ue ni en un régimen corrupto sin regeneración posible (Podemos, 2014: 4).
No obstante, la manera en que la directiva del partido se hizo con el liderazgo en Vistalegre permite pensar que existe la convicción de que estos movimientos tienen que actuar bajo la dirección de una minoría selecta encargada de la organización, de la estrategia y de las decisiones políticas fundamentales.
El otro rasgo que comparte con la concepción leninista del partido es la de la importancia que otorga a los medios de comunicación como difusores de la ideología. Lenin consideraba al Iskra como un vínculo entre los grupos que, a pesar de la existencia formal del partido, no se encontraban unidos en torno a la ideología y la organización. Su idea era que “[u]n periódico no es sólo un propagandista y agitador colectivo, es también un organizador colectivo” (Kolakowski, 1978: 385).
De manera semejante, antes de ser el líder de un partido, Pablo Iglesias ya mostraba bien claro su interés por la acción política y defendía la idea de entender a la acción política y a la comunicativa como dos caras de la misma moneda. De ahí su intención de buscar dispositivos simbólicos y técnicos para esta acción colectiva comunicativa que le permitieran, en un principio, a él y a sus colegas de la Universidad Complutense, y después, a Podemos tener una voz en la arena pública (Torreblanca, 2015b: 62).
La Tuerka nació como un proyecto de profesores y estudiantes articulados a través de la asociación de estudiantes Contrapoder y de la red de investigadores La Promotora. Se pensó como una emisión vía Internet que presentara argumentos sobre la política nacional que sustentaba el grupo y que les diera a conocer como actores con una voz en la política española (La Tuerka, 2010).
Fieles a la línea de la democracia radical, propuesta por Laclau y Mouffe, veían en la emisión una oportunidad para competir por la estructura simbólica de posiciones. Para Iglesias la tarea discursiva más importante era luchar por los “términos de la conversación”, ya que creía que en política quienes deciden los términos de la contienda determinan en gran parte su resultado y que, a menos que ellos definieran el terreno de la lucha ideológica, el repertorio discursivo a su disposición sería limitado (Iglesias, 2015b).
En noviembre de 2012, él y su grupo participaron en otro proyecto televisivo en la cadena Hispan TV, Fort Apache, que se publicitaba como tertulia política de resistencia, con una producción más ambiciosa que la de La Tuerka y que, hasta la fecha, sigue siendo uno de los instrumentos del partido para dar a conocer sus posiciones políticas.
La Tuerka se concibió como “un partido”, en el entendido de que las personas ya no se comprometen políticamente a través de los partidos convencionales, sino a través de los medios: “La Tuerka y nuestro segundo programa, Fort Apache, eran ‘los partidos’ a través de los cuales podíamos librar nuestra batalla política en el terreno más fundamental de la producción ideológica: la televisión” (Iglesias, 2015b).
Reflexión finalCuando se emprende el análisis de un fenómeno tan nuevo y tan expansivo como es el del surgimiento de Podemos en España, sucede que uno se queda con más preguntas que respuestas y con el temor de que la interpretación que se hace de la información del presente resulte escaza con el paso del tiempo.
Es difícil encasillar al partido dentro de los modelos que nos ofrece la literatura académica, por lo que tal vez lo conveniente sea definirlo como un partido híbrido cuya trayectoria puede ser estudiada a partir de tres vertientes:
- 1.
La de una propuesta ideológica de izquierda que ha sido denostada desde finales del siglo pasado, pero que no por esto deja de ser defendida por los líderes de Podemos con rigor académico y a partir de un diagnóstico bien elaborado de los factores que han llevado a Europa, en su conjunto, y a España, en particular, a una situación de degradación de la política que invita a los ciudadanos a repensar su papel en la definición del poder. Los postulados con respecto a la quiebra de los consensos, la posibilidad de una interpelación populista, la idea de los significantes flotantes y la disputa por los sentidos comunes se ubican en esta vertiente.
- 2.
La de la política real que corresponde a la constitución de un partido político y a su funcionamiento día con día. Dentro de esta vertiente están la definición de órganos directivos, sistemas internos de garantías, líneas políticas y organizativas y la construcción territorial del partido y, además de esto, el ir y venir entre la dinámica micropolítica de los “círculos” y de las decisiones tomadas en el interior de la cúpula del partido y las responsabilidades macropolíticas que Podemos ha adquirido a partir del ejercicio de cargos de elección popular y de los resultados de su contienda en las elecciones generales.
- 3.
La de la construcción de una esfera pública 2.0, que se refiere al eficaz uso que el partido ha hecho del ciberespacio, gracias a que quienes han intervenido en el proyecto son nativos digitales. En esta vertiente se encuentra la capacidad de interlocución de líderes, militantes y simpatizantes entre sí, a partir del uso de ágoras virtuales, de convocar a procesos de deliberación y votación en la red mediante sofisticados softwares y de usar los medios de comunicación digitales para transmitir su visión político ideológica.
Podemos obtuvo el cuarto lugar electoral en su primera incursión formal en política, con 1 253 837 votos y cinco escaños con su participación en las elecciones al Parlamento Europeo,16 cifra que ha ido en acenso al alcanzar la tercera posición en las elecciones andaluzas, con 590 011 votos y 15 escaños, se convirtió en un partido bisagra que se tuvo que tomar en cuenta en las negociaciones en los comicios municipales y regionales del 24 de mayo de 2015 (Boletín Oficial del Estado, 2015).
En las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, Podemos se ubicó como tercera fuerza electoral, con 3 198 584 votos, que representaban a 12.69% de la participación electoral, y 42 diputados (Ministerio del Interior, 2015). En la segunda convocatoria a elecciones generales, el 26 de junio de 2016, Unidos Podemos, coalición electoral formada por Podemos, Izquierda Unida, Equo y otros ocho partidos menores de izquierda, liderada por Pablo Iglesias y Alberto Garzón, obtuvo 45 diputados y 13.42% de los votos, que sumado a las coaliciones autonómicas en las que participó, le dieron un total de 71 diputados y 21.15% de los votos. (Ministerio del Interior, 2016)
En los inicios de esta formación política Carolina Bescansa afirmaba: “hay un Podemos para ganar y un Podemos para protestar” (Manetto, 2015); lo que queda por ver es si el primero subsiste sin el segundo. La centralización del poder ha dejado la última palabra en las decisiones importantes a la élite y, si bien los “círculos”, provenientes en su mayoría de grupos constituidos a raíz del 15M, tienen voz en la definición de las plataformas y los programas, no cuentan mucho en lo que se negocia y se acuerda en el plano político dentro y fuera de la organización. Pese a que el partido ha mostrado algunas fisuras, los electores han mantenido a Podemos en el tercer lugar en las últimas elecciones generales. La pregunta es si lo seguirán haciendo cuando las exigencias de la política real propicien un distancia miento entre quienes pensaron en un partido distinto que podía desafiar al pp y al psoe con una propuesta fresca y cercana a las preocupaciones de los españoles y una organización que tiene que obedecer a la lógica del sistema político español, que demanda acuerdos entre partidos para formar gobiernos.
Sobre la autoraYolanda Meyenberg estudió Ciencia Política en la Universidad Autónoma Metropolitana y cursó una maestría en Política Comparada en la London School of Economics and Political Science; es además doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Es investigadora titular C de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la unam. Sus líneas de investigación son: comunicación política, cultura política, participación política, historia política de España. Tres de sus publicaciones más recientes son: (con Rubén Aguilar) La comunicación presidencial en México (2015); (con Phillip George, coords.) Let's Talk About Politics and Policies in Mexico (2015) y “La comunicación gubernamental. Gran Bretaña y México una visión comparada” (Revista Española de Ciencia Política, 2015).
Esta hipótesis resulta de profundizar en lo escrito por Tremlett (2015), quien afirma que el proyecto de Podemos nació con dos contradicciones que se van a hacer más evidentes con el tiempo. Primero, tiene que ser radical y pragmático en la persecución del poder. Segundo, promete otorgar el control a un grupo de activistas locales a pesar del hecho de que el partido depende de la popularidad de un solo hombre.
Entre las nueve medidas de recorte anunciadas el 12 de mayo de 2010 estaba la revalorización de muchas de las propuestas hechas durante la primera Legislatura para la consolidación del Estado de bienestar: las pensiones, la jubilación parcial, la prestación de 2 500 euros por nacimiento (el cheque bebé) y la retroactividad en el pago del apoyo para la atención a las personas en situación de dependencia.
Los autores sostienen que: “En el caso del pluralismo propio de una democracia radicalizada [...] la multiplicación de espacios y la diversificación institucional que la acompaña no consisten ya en un despliegue racional de funciones, ni obedecen a una lógica subterránea que constituiría el principio racional de todo cambio, sino que expresan exactamente lo contrario: a través del carácter irreductible de esta diversidad y pluralidad, la sociedad construye la imagen y gestión de su propia imposibilidad” (Laclau y Mouffe, 1985: 315).
Significantes flotantes son conceptos políticos que pueden tener significados distintos de acuerdo con la postura ideológica que se adopte. Las élites usan estos significantes como portadores de legitimidad, pero existe una batalla entre las diversas fuerzas políticas para adjudicarse el sentido hegemónico de los significantes o por resignificar el discurso político en la construcción de una legitimidad distinta.
Esta fue la anáfora usada por el líder de Podemos en su discurso en la Puerta del Sol, el 31 de enero de 2015.
En el caso de la capital, tras el desalojo de la policía, más de 3 mil personas volvieron a concentrarse al día siguiente en la Puerta del Sol. Además de que el ataque al movimiento provocó inmediatamente una reacción de resistencia en la forma de plantones pacíficos y se llegaron a contabilizar hasta 74 plantones durante los cinco días siguientes (El País, 2011b).
El 15M, dijo Pablo Iglesias, “no reveló la fuerza de la izquierda, sino nuestra maldita debilidad” (citado en Torre- blanca, 2015a).
El concepto de “bloque histórico” alude a una formación histórica determinada que hace inteligible la totalidad social. El “bloque histórico” es la construcción de un sistema hegemónico que instituye una visión del mundo correspondiente a la de la dirección de la clase social que ya es fundamental en el nivel económico: “El estudio de las relaciones entre estructura y superestructura es el aspecto esencial de la noción de bloque histórico [...] En realidad, el punto esencial de las relaciones estructura-superestructura reside en el estudio del vínculo que realiza su unidad [.] La vinculación orgánica entre estos dos elementos la efectúan ciertos grupos sociales cuya función es operar no en el nivel económico sino en el superestructural: los intelectuales” (Portelli, 1979: 9, citado en Errejón, 2012: 124). “En el pensamiento gramsciano, la creación de un ‘nuevo bloque histórico’ no puede subsumirse en una política de alianzas, sino que entraña la construcción de una nueva ‘totalidad’ social, en la que se revolucionen las fuerzas materiales y las superestructuras. Los intelectuales ocuparán papel de ‘soldadura’ de ese nuevo bloque, cuya configuración marca el inicio de un nuevo período histórico” (Campione, 2007: 50, citado en Errejón, 2012: 125).
De hecho, el liderazgo del malestar de los españoles con respecto a la ineptitud y corrupción de los políticos del pp y del psoe no le pertenece en exclusiva a Podemos, pues lo comparte con Ciudadanos, que se fundó antes. Nacido en julio de 2006, en Barcelona, Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (C's) tiene su origen en el partido regional Ciutadans de Catalunya -constituido en oposición a lo que denominaron “nacionalismo catalán obligatorio”-, del que toma su plataforma cívica. Sus fundadores son académicos, escritores y artistas, y desde su inicio Albert Rivera, electo por sorteo, es quien preside esta organización política.
En su reportaje, Patricia Ortega Dolz describe el funcionamiento de algunos “círculos” que se celebran en distintos barrios y distritos de Madrid, lo que permite ver cómo va emergiendo el partido: “Estamos navegando en un barco y construyéndolo al mismo tiempo”, decía Luis O'Shee, de unos 60 años, moderador de una de esas reuniones (55 personas) celebrada el pasado jueves en el Barrio Salamanca. “Debemos avanzar en los aspectos organizativos, aunque sean tediosos”, moderaba Geraldo Portela, economista y sociólogo de 33 años, en la sede primigenia del movimiento en Lavapiés (Zurita, 21), donde se reunieron el viernes por la tarde 15 de sus 30 componentes, de los que sólo 3 proceden del 15M. Detrás de unos tablones, pegado en una pared de ese viejo almacén, un mapa de Madrid lleno de chinchetas es la metáfora del desbordamiento: “Cada chincheta es un círculo [un grupo de trabaj o nuevo], pero llegó un momento en que no dábamos abasto para señalarlos, ahora tenemos que hacer una validación de los que han surgido, pero no tenemos tiempo”, dice Miguel Urbán uno de los líderes de Izquierda Anticapitalista. De esos encuentros semanales en locales prestados o alquilados por horas salen grupos de trabajo, “comisiones” (de municipal, de extensión [propagación del movimiento], de finanzas...), formados por gente (historiadores, periodistas, empleados de banca, profesores, abogados, asistentes, parados.) de edades dispares (entre los 23 y los 70 años)” (Ortega, 2014: 3).
Izquierda Anticapitalista fue fundada en 1995, con el nombre de Espacio Alternativo, por antiguos militantes de la Liga Comunista Revolucionaria que, tras su fallida unión con el Movimiento Comunista y de cambiar su nombre a Izquierda Alternativa, se integraron en Izquierda Unida (iu).
Como ya lo expuse, el método que se utilizó para elaborar este programa fue recoger en línea las aportaciones de los miembros para elaborar un primer documento, que se sometería después a debate en los “círculos” de Podemos y sería votado a través de un ágora virtual.
Además de Pablo Iglesias, los otros cuatro eurodiputados son: Teresa Rodríguez, de Cádiz, y Carlos Jiménez Villarejo, de Málaga, en representación de uno de los núcleos más importantes del partido: el andaluz; Pablo Echenique, de Zaragoza, en donde también se concentra una buena parte de la militancia de Podemos, y Dolores Sánchez, de Cartagena.