Ampliar el análisis de la representación política y otras modalidades de intermediación vigentes desmarcando la reducción habitual de la primera a pura representación electoral y de las segundas a mero clientelismo, sin prescindir de ellos; explorar el fenómeno de la publicidad política encubierta en México a partir de su relación con el modelo de comunicación política existente en el país; clarificar las características centrales del Programa Fuerte de Sociología del Conocimiento, señalando algunas de sus virtudes y evaluando una de las críticas más añejas de las que ha sido objeto; aspirar a que los estudios del discurso se conviertan en algo más meritorio que el recogimiento académico o, en el mejor de los casos, a ser parte de las herramientas de la tecnocracia multiculturalista, esbozando un modelo de abordaje para la enunciación política que, a su vez, optimice el balizamiento y la organización del campo, piense la construcción de colectivos desde una política transformadora y resignifique la participación del analista; retomar el diálogo entre Laclau y Slavoj Žižek como una de las posibles formas de abordar el debate en torno a la proposición laclauliana de democracia radical, entendida como una propuesta que pretende ser una crítica en tiempos de crisis a la idea misma de crítica; explorar la importancia del análisis comparativo como instrumento de conocimiento de la realidad latinoamericana, a partir de la identificación de algunos ejes problemáticos que durante el siglo XIX y comienzos del XX predominaron en el pensamiento sociopolítico de América Latina; analizar el programa integracionista de Manuel Gamio en su obra Forjando Patria como un proyecto de nacionalidad surgido en el contexto histórico del México revolucionario, en el que la diversidad cultural se supeditaba a la idea de unidad; exponer y analizar críticamente el modelo igualitario de ciudadanía y el de ciudadanía diferenciada, entendidos como dos modelos teóricos disponibles para dar cuenta y hacer frente a la diversidad constitutiva de las sociedades contemporáneas, todas estos ejes temáticos son los objetivos analíticos y teóricos planteados por las y los autores de los artículos presentes en esta nueva publicación de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales.
Una vez más, cada una de estas páginas se convierten en caleidoscopio (kalós: bella / éidos: imagen / scopéo: observar); un contenedor de espejos que conforma un prisma triangular reflectante hacia el interior, al extremo de los cuales se encuentran láminas traslúcidas entre las cuales hay varios objetos de colores y formas diferentes, cuyas imágenes se ven multiplicadas al ir girando el tubo mientras se mira por el extremo opuesto.
Adrián Gurza Lavalle y Gisela Zaremberg –como resultado del Proyecto “Tras los hilos de Teseo: comparando circuitos de representación para el acceso a derechos ciudadanos en América Latina”, financiado en el 2013 por la Fundación Ford y la Latin American Studies Association (lasa)– se proponen iluminar los horizontes de estudio de la política indirecta, ofrecer un ejercicio analítico como un camino posible y tentativo no sólo para especificar un vocabulario más sensible a las demandas del presente, sino para permitir inicialmente la reinterpretación de los símbolos viejos de nuestro vocabulario político. Para ello, además de un recorrido lingüístico y conceptual del término “intermediación”, desarrollan cada una de las tres dimensiones analíticas de la política indirecta privilegiando el diálogo con las teorías de la representación, derivando así en un modelo analítico que denominan “cubo de la política indirecta”. Finalizan con un ejercicio de clasificación de casos con la intención de mostrar los desplazamientos producidos por el modelo en la comprensión de ciertas experiencias de política indirecta.
Rocío Araceli Galarza Molina presenta los resultados de una investigación cualitativa llevada a cabo en México en la que explora el fenómeno de la publicidad encubierta de los políticos de carrera en contenidos televisivos no comerciales, la cual tuvo su auge a partir de la reforma electoral de los años 2007–2008. La autora estudia la aparente prohibición de la compraventa de espacios en medios electrónicos para la promoción político-electoral. Por medio de entrevistas en profundidad recopila, sistematiza y presenta información que le permite comprobar la existencia de este tipo específico de publicidad, así como esbozar una definición de la misma y determinar sus características, causas y consecuencias. De esta forma concluye que, pese al cambio legal con el que se intentó introducir un nuevo modelo de comunicación política, esto no fue posible dadas las condiciones estructurales del sistema político mexicano y la relación existente entre medios y gobierno, la cual impacta sobre la comunicación política a la vez que rebasa la cuestión electoral y su marco regulatorio.
Por su parte, Clara Márquez Scotti e Ignacio Vilaró Luna defienden la plausibilidad de un Programa Fuerte en Sociología del Conocimiento: analizan críticamente varias objeciones de las que éste ha sido objeto y presentan la hipótesis mertoniana sobre la razón por la cual el pf, siendo un programa atractivo y en sintonía con la epistemología contemporánea, no deja de ser objeto de apasionados ataques y ridiculizaciones.
Nicolás Diego Bermúdez y Domín Choi discuten nociones fundamentales del análisis del discurso político a la luz de las propuestas teóricas de Jacques Rancière. Con este objetivo, revisan detalladamente el funcionamiento de definiciones y categorías con las que distintos autores contribuyeron a la disciplina. Sugestivamente, indican que esta lectura del análisis de la enunciación política puede optimizar la organización epistemológica de ese ámbito de estudios y volver a considerar cuestiones problemáticas de la política contemporánea, a la vez que –oportuna y necesariamente– nos invitan a reflexionar sobre el lugar de intervención del analista en el marco de un proyecto de emancipación.
Lucas Alberto Gascón Pérez plantea como hipótesis que la obra de Ernesto Laclau constituye una propuesta que pretende ser una crítica en tiempos de crisis a la idea misma de crítica. Según el autor, a lo largo de los años Laclau ha defendido su propuesta de democracia radical ante diferentes señalamientos y diatribas. Así, en estas páginas, nos propone retomar el diálogo entre Laclau y Slavoj Žižek como una de las posibles formas de abordar este debate.
Miguel Ángel Beltrán Villegas explora la importancia del análisis comparativo como instrumento de conocimiento de la realidad latinoamericana. Específicamente, centra su atención en la segunda mitad del siglo pasado cuando, desde una perspectiva histórica y sociológica, ejes y categorías de análisis aparecerán reformulados en la obra de autores como Sergio Bagú, Antonio García, y Fernando H. Cardoso, a través de conceptos como “capitalismo comercial”, “situaciones de dependencia” y “reforma agraria”.
Guillermo Castillo Ramírez analiza el programa integracionista de Manuel Gamio en su obra Forjando Patria como un proyecto de nacionalidad surgido en el contexto histórico del México revolucionario, en el que la diversidad cultural se supeditaba a la idea de unidad. Rastrea la relación del programa integracionista con sus antecedentes, las ideas de “mestizaje” y “mestizo” de fines del siglo XIX y principios del XX, a la vez que analiza la influencia que el integracionismo de Gamio recibió de algunos modelos europeos de nacionalidad y cambio sociocultural en el contexto de la heterogeneidad socio-étnica del México de 1916. Finalmente, hace visibles los vínculos entre las concepciones de diversidad cultural, nación y nacionalismo en la obra del autor.
Por último, Fernando Arlettaz encara una revisión crítica de dos modelos de ciudadanía frente a la diversidad cultural. Según el autor, las sociedades globalizadas contemporáneas son, cada día más, sociedades plurales y así, frente a esta diversidad, los Estados nacionales ensayan diferentes soluciones de regulación jurídica. En este marco, respuestas tales como la segregación o la asimilación total de los grupos minoritarios se muestran incompatibles con los estándares internacionales de derechos humanos. Sin embargo, dentro de las respuestas que sí son compatibles con esos estándares, el autor vislumbra dos líneas: un igualitarismo formal enraizado en la tradición liberal-republicana que resulta ciego a las particularidades identitarias en pos del mantenimiento de la igualdad formal; y las propuestas de reconocimiento de derechos en razón de la pertenencia a un determinado grupo identitario, ampliación que obliga sin embargo a renunciar a una parte del ideal de igualdad jurídica formal.
Hasta aquí, estas páginas presentan y analizan críticamente algunos de los diversos escenarios plurales de la política. De aquí en más, este nuevo número de la rmcpys, está oportunamente dedicado en su Dossier a los escenarios igualmente plurales de la memoria. En efecto, política y memoria configuran los tiempos y espacios de la acción colectiva en clave de diversidad. El presente, como tiempo histórico, reubica a la política y a la memoria en la historia. A su vez, la memoria, que se hace en el tiempo y marca su propia historia se amplía y diversifica y con ella, al igual que en la política, se pluralizan los escenarios del pasado y del presente. Pluralizar las memorias es acordar con Olick (1998) que las diferentes formas de recordar no sólo caracterizan diferentes épocas y mentalidades sino que se constituyen en un rasgo fundamental de la misma existencia de éstas. Memoria social, memoria cultural, memorias colectivas que se configuran y se hacen en los escenarios políticos. Por tanto, de allí nace la necesidad de pensarlas y entenderlas en su inserción en temporalidades y contextos sociales cambiantes.
Tiempo y memoria mediados, por cierto, por la conciencia histórica que aquélla construye. Mediación que Raymond Aron concibió como “la conciencia de una dialéctica entre tradición y libertad, el esfuerzo por captar la realidad o la verdad del pasado, el sentimiento de que la sucesión de organizaciones sociales y creaciones humanas a través de los tiempos no es cualquiera ni indiferente, que concierne al hombre en lo que éste tiene de esencial” (1983: 103). Hoy, sin embargo, el momento de la recuperación se tematiza desde la memoria misma, que confiere identidad como conciencia colectiva, grupal o nacional y que nutre la acción en el presente. La memoria emerge así como una preocupación cultural y política clave (Huyssen, 2003) y reclama su peso para definir el presente y el futuro. Es registro del pasado que se proyecta y perfila. Pluralizar las memorias es reconocer la diversidad de actores y de registros culturales que se despliegan desde un ángulo analítico que enfatiza el pluralismo imbricado en la diversidad mientras que simultáneamente, se distancia de su cabal relativización.
Memoria y cultura. Las memorias se insertan en el pluralismo que reconoce en las culturas la existencia de “muchos fines, valores últimos, algunos incompatibles con otros, buscados por diferentes sociedades en tiempos diferentes o por diferentes grupos (etnias, iglesias) en una sociedad o por una persona particular en ellos” (Berlin, 1991: 79). Las culturas, entonces, emergen como una conjunción de ideas, elementos, patrones y conductas distintivas de las cuales se nutre la memoria y, a la vez, por ella es influida. Y sin embargo, esta comprensión está lejos de un relativismo que nos conduce a renunciar a una ponderación o evaluación del presente o el pasado y el impacto de la memoria sobre éstos. Si bien sólo la inmersión en culturas específicas y diversas da el acceso a lo universal, sólo estándares universales pueden proveer los medios para evaluar aspectos específicos de las culturas desde fuera del marco de su propia exclusividad. Memorias particulares, memorias compartidas. Los modos en los que lo particular y lo universal se conjugan difieren. Y, de un modo más general, esta dicotomía no deja ver que muchas veces lo universal comporta un particular hegemónico que se construyó sobre otras memorias. Dilemas que hoy la memoria enfrenta con renovada fuerza. Y ello resulta fundamental de frente a la necesidad e importancia de dar cuenta del pasado, sobre todo de quienes fueron privados de definir su presente. Escritura de la historia, trabajos de la memoria, memoria cultural que se nutre de la conciencia de enseñar y trasmitir para conocer y conectar pasado y presente; quehacer de generaciones que construyen la memoria cultural con sus implicaciones institucionales, sus agentes, sus guardianes.
Los territorios de la memoria se demarcan, traslapan y nutren lo nacional en su afirmación convocante. Lo regional permanece por debajo y sobre los perímetros nacionales; lo local se refuerza como espacio/territorio articulador en un escenario crecientemente global, interconectado. Nación, región y ciudad se despliegan analíticamente en los trabajos que componen este Dossier.
El artículo de Jelin se inserta en la creciente atención prestada a las memorias del pasado reciente, especialmente en sociedades que han sufrido violencia política, dictaduras y guerras civiles. Analizando el momento de la instalación de las marcas institucionales, territoriales y simbólicas –expresiones producidas por actores y movimientos sociales diversos y por políticas estatales que responden a las demandas de estos actores sociales,–, la autora observa cómo las memorias del pasado reciente actúan como estímulo de un sinnúmero de rituales, producciones culturales y de búsquedas de interpretaciones y explicaciones. El artículo analiza y cuestiona presupuestos implicados en el “deber de memoria” y por tanto indaga en torno a la relación entre memoria y justicia, memoria y democracia, y preservación/conservación y transmisión. De sus aciertos destaca la inserción de la memoria en estructuras y procesos sociales amplios para de allí acceder a analizar procesos institucionales estatales, en el plano simbólico y en el ámbito de la educación y la transmisión. Si bien en principio el análisis está explícitamente enfocado en dilucidar los nexos entre memoria y democracia, al incorporar los procesos institucionales más amplios que ponen en marcha el plano simbólico y la educación y transmisión, el análisis implica de lleno los rituales que nutren la memoria, los lugares de la memoria y la Memoria cultural. En ese contexto la autora se plantea, a modo de disquisición, el interrogante del significado, sentido y alcance de los viajes de jóvenes generaciones a los campos de exterminio nazi en Auschwitz. Resulta pertinente destacar que el interrogante y las respuestas que se encuentran en la profusión de trabajos de investigación sobre este particular dan cuenta del reclamo de memoria frente a un evento dirigido a destruir un pueblo y una cultura y no dejar constancia del acto de destrucción. Evento fundacional de la emergencia de la memoria. En efecto, su memoria se entreteje en clave de singularidad. Por ello también la singularidad de estos viajes: el Holocausto se instala en el horizonte de los trabajos de la memoria. El viaje al lugar de la destrucción es también el viaje al pasado destruido. En el seno de la progresiva deshumanización que precedió al exterminio se afirmó e intensificó la cultura judía; los entramados de historia y memoria. Destaquemos que en el ghetto, paso previo a la destrucción y estación de la deshumanización, se consolidó un fuerte ámbito de reflexión sobre el presente, de reinterpretación del pasado y de visiones del futuro que nutrió un sentimiento de conciencia histórica. Esta encontró a su vez, en el testimonio escrito, una de sus más importantes fuentes de expresión. El historiador Emmanuel Ringelblum, organizador de los archivos clandestinos del ghetto de Varsovia y del diario que ha permitido reconstruir la vida en él, señalaba a principios de 1943, casi al final de su vida: “Todos escribían (…) periodistas y escritores por supuesto, pero también maestros, hombres públicos, jóvenes, incluso niños” (Roskies, 1989).
El compromiso con la memoria. La palabra dejó de pertenecer sólo al escriba encargado de copiar sin errores los textos sagrados, o al rabino erudito, o incluso al historiador profesional. En los ghettos, la palabra escrita se socializaba; la experiencia colectiva pasaba a través del testimonio individual y éste, sustentado sobre la vivencia personal, se transformaba en la vivencia de todo un pueblo. El testimonio fue, incuestionablemente, único y sus palabras fueron las de una época y contribuyeron a crear una memoria colectiva. La vivencia personal y la comunitaria se insertaron en la vasta tradición testimonial judía, que obedecía a un doble imperativo. El primero, el de dar testimonio para documentar un acontecimiento denunciando toda iniquidad y buscando la justicia; el segundo, plasmado desde de Deuteronomio bíblico y forjado por profetas y sacerdotes, el de recordar, componente central de la experiencia colectiva del pueblo judío. En este sentido, la palabra testimonial escrita en los ghettos constituyó un elemento de resistencia frente al olvido y la muerte; pero también fue una reescritura de la historia desde la perspectiva de los vencidos. El testimonio de los ghettos, escrito en un presente sin futuro, desafió el proyecto nazi de borrar de la faz del planeta al pueblo judío, como si éste no hubiera existido ni pudiera dejar herederos ni memoria; respondió a la necesidad de interpretar el significado de la experiencia (Bokser Liwerant y Waldman, 1989). En los ghettos, supervivencia y testimonio se volvieron ejes de una misma tensión: el testimonio literario fue un medio para combatir la desesperación, al tiempo que la supervivencia encontraba en el testimonio una forma para que la historia se narrase a sí misma. El hecho de estar aislados convertía a los escribas en víctimas a merced de sus perseguidores; su destino estaba fijado de antemano.
La experiencia personal se desarrollaba en el marco de una realidad sobredeterminada por el destino grupal sobre el cual se redujeron las posibilidades de incidencia. Estos trabajos de la memoria se insertan entre la historia y la memoria. Ante la cancelación de la historia, cuya dimensión referencial es el futuro, el compromiso con la construcción de la memoria adquirió un renovado significado. Frente el imperativo histórico de recordar –Zakhor–, la memoria y la historia parecieron separarse en el tiempo. La primera resultaría ser la expresión emotiva y participativa de la memoria colectiva que permeó y caracterizó a la vida judía hasta la llegada de la modernidad; la historia (historiografía) emergería como una empresa de crítica histórica, incorporando los elementos de cambio y agencia que definen al ejercicio histórico occidental en la modernidad (Yerushalmi, 1982). Sin embargo, de frente a esta dicotomía entre memoria e historia es factible incorporar un nuevo elemento, el de la conciencia histórica, como dimensión que los conjuga y relaciona (Funkenstein, 1989).
El Holocausto se construye como referente universal si renunciar ni diluir su singularidad. Memorias en plural. Genocidios en plural. La ampliación de Auschwitz como realidad y símbolo de exterminio hasta abarcar en él otros genocidios y otros campos, equivale a extender la categoría del Otro hasta el extremo de subsumir la diversidad que configura la alteridad, esto es, a equiparar a los grupos humanos que han sido o son objeto de persecución y, con ello, hacer semejantes los diferentes resortes de la discriminación y el exterminio.
La memoria frente a la represión. En su trabajo, Gilda Waldman analiza el por qué la conmemoración de los cuarenta años del golpe militar en Chile cobró en septiembre del 2013 una intensidad inusitada hasta someter a revisión crítica las últimas cuatro décadas de la historia chilena. Los tiempos de la memoria. Como en ninguna conmemoración anterior la memoria se instaló, de múltiples formas, como tema central del debate político-cultural en el espacio público, impulsando a la sociedad a realizar un examen de conciencia para enfrentar las responsabilidades individuales y colectivas en torno al golpe militar y la consecuente dictadura. Al explorar las razones que llevaron a esta explosión de la memoria que marcó un vuelco crucial en la historia chilena reciente, el análisis desemboca en la sociedad como espacio y actora. Allí surge la conmemoración como acto de memoria que necesariamente reinterpreta el pasado, por lo que –como la autora destaca– no existe una sola memoria social hegemónica sino memorias en disputa –sobre qué y cómo recordar–, las cuales con el transcurso del tiempo pueden modificarse e incluso revertir la relación entre lo que en un momento pudo haber sido la memoria hegemónica y las memorias alternativas que puedan existir en la sociedad, hasta cierto momento marginadas del ámbito público.
En el caso chileno, la memoria social puesta en acto en torno a cómo procesar y reinterpretar el golpe militar y sus consecuencias, ha cambiado a lo largo de cuarenta años acorde a las circunstancias históricas, el escenario sociopolítico, los debates historiográficos y los actores sociales en juego, sin excluir el debate sobre el proyecto de nación a construir. Los tiempos de la memoria conjugan pasado y presente y alimentan el futuro. Y en esa misma línea de indagación en la que las memorias plurales y las luchas por la memoria, la identidad, la verdad y la justicia generan una serie de prácticas, actores e instituciones viejos y nuevos, se relacionan con políticas estatales y agrupaciones sociales que delinean una amplia interacción social, a la vez regional y nacional.
La celebración y las políticas de la memoria son analizadas por Florencia Larralde Armas a la luz de la configuración de este campo y sus prácticas alrededor del vigésimo aniversario en la ciudad de La Plata, en Argentina. Veinte años de políticas de la memoria a partir de la configuración de instituciones y actores sociales, estilos, alcances y limitaciones de sus prácticas, con el fin de entender el actual momento de realización de los juicios a los represores de la última dictadura militar (1976–1983). El artículo analiza los procesos en torno al reclamo de justicia y su impacto en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, desde el momento de la “eclosión de la memoria”, iniciado a mediados de la década de los noventa. De este modo, el tiempo mismo define la memoria y son las víctimas y sus herederos quienes plantean una demanda de reparación y justicia a los responsables de persecuciones y crímenes en el pasado. La incorporación de esta nueva generación a los trabajos por la memoria la verdad y la justicia que tematiza Jelin es recuperado aquí en la reformulación de categorías tan arraigadas como la noción de víctima, la idea de justicia que se pretendía y en nuevos modos de recordar y transmitir memorias sobre los desaparecidos. Al igual que Waldman y Jelin, Larralde conjuga los sentidos pasados de la memoria con el futuro en la construcción del proyecto de nación que se busca. Las políticas de la memoria modifican la relación entre el Estado y la sociedad.
Memorias plurales. Disputas por la memoria. Batallas por su apropiación en contextos políticos cambiantes. Recursos ampliados. Pilar Álvarez analiza los modos de documentar la división de Corea en la contemporaneidad a través del cine documental de Corea del Sur. Si bien éste ha dado espacio a las secuelas de la Guerra de Corea (1950–1953), a los refugiados y prisioneros políticos norcoreanos en el Sur, la separación de familias, entre tantas otras huellas dolorosas de la división de Corea en 1945, no tomaron en cuenta cómo la violencia y el horror impactaron en los coreanos de la diáspora. La presencia de estas memorias diaspóricas en Nuestra escuela (2006) y La flor de mi abuela (2008), provocaron un nuevo desafío a los modos de ver y narrar la memoria histórica en imágenes audiovisuales. Comparar dos obras del Nuevo Cine Documental Independiente surcoreano le permite repensar los límites y controversias que los procesos de reapropiación del pasado plantean en términos de temporalidad, verdad y múltiples locaciones de las memorias históricas. El estudio se focaliza en los valores del pasado en términos de espacio de memorias a partir de una lectura hecha desde otros universos simbólicos que plantean formas de entender la violencia, la opresión y la discriminación.
Ciudades, contextos nacionales y regionales. La explicitación del vínculo entre memoria y lugar abre el estudio de la memoria a nuevas posibilidades. Berta Mendlovik, a través de un análisis del desarrollo terminológico y conceptual del campo de la memoria, nos ofrece un detallado panorama de los diferentes momentos –un primer y segundo período que se despliegan hacia principios y finales del siglo pasado y un tercer período, una ‘nueva época’ en el ‘hacer’ memoria y teorizar sobre ésta–. Es en este estadio que tienen lugar amplios procesos de globalización y flujos transnacionales que conforman formas, prácticas y espacios mnemónicos antes inéditos. El ‘tercer período’ de estudios de memoria se destacada por una reubicación del foco de la memoria social: globalización, universalización, cosmopolitización y transnacionalización de la memoria generan un nuevo marco de comprensión y construcción de sentidos. Mendlovick nos plantea que –siguiendo a Olick (1998) y a Olick, Vinitzky-Seroussi y Levy (2011)– a través de los distintos períodos históricos y los modos de comunicación cambiantes y mentalidades que éstos conllevan, no sólo cambia el contenido y la forma de la memoria –el qué y cómo se recuerda–, sino que surgen nuevos modos de conceptualizarla. Las diversas prácticas y formas mnemónicas, entonces, no son solamente síntoma de los tiempos. Más aún, la autora nos recuerda cómo los nuevos tiempos de la memoria han generado nuevas memorias y nuevas formas de recordar y ‘hacer’ memoria –en interdependencia con ámbitos morales y políticos– (Appadurai, 1996). En este escenario, procesos sociales, políticos, económicos y culturales se intersectan con las formas, prácticas y espacios de la memoria; entre ellos: el paso del Estado homogéneo al plural, la pérdida del monopolio estatal en la construcción de los imaginarios políticos, la legitimización del pluralismo cultural y la afirmación de la diversidad social, la universalidad del derecho y el particularismo de las pertenencias e identidades colectivas, la construcción democrática de la sociedad civil, la desterritorialización y la porosidad de las fronteras (Bokser Liwerant, 2009).
Nuestro Dossier concluye con el apartado de reseñas que incluye tres interesantes y agudas revisiones de la producción bibliográfica reciente sobre diversas dimensiones y campos en los que se despliega la memoria: “Memoria y cine documental en México”, de Monserrate Algarabel y Claudia Loredo; “Memorias del presente: vida, muerte y resistencia en Ciudad Juárez”, de Diana Silva Londoño e “Historia, política y memoria en Argentina. Ensayo sobre las especificidades de un problema global”, de Marta Philp.