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Vol. 59. Núm. 222.
Páginas 161-185 (septiembre - diciembre 2014)
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Vol. 59. Núm. 222.
Páginas 161-185 (septiembre - diciembre 2014)
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Rebeldía en Calama: desafío al orden centralista chileno en un contexto de boom minero1
Rebellion in Calama: Challenging the Chilean Centralist Order in the Context of the Mining Boom
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Francesco Emmanuel Penaglia Vásquez
, Esteban Valenzuela Van Treek**
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Anexo 1. Datos macro de Calama comparados con la región de Antofagasta y promedio del país. Nota: el ingreso por personas debiese disminuir 20% debido al mayor costo de la vida en el norte del país (alimentos, agua, vivienda).
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Resumen

En el año 2011, las protestas en la ciudad minera de Calama marcaron un hito en la historia de los movimientos chilenos de protesta territorial. Al exigir autonomía, 5% de las utilidades generadas por el cobre (la recuperación de los royaltiesregionales alcanzados entre 1955 y 1973 luego derogadas en la dictadura militar), y la nacionalización de los recursos, el movimiento social de Calama se diferencia de otras acciones colectivas locales y regionales ligadas a fenómenos de representación contenciosa y nimby (“no en mi patio trasero”); todas ellas acciones motivadas por razones económicas puntuales, en contra de las externalidades negativas ambientales o construidas sobre el peticionismo al Estado. El presente artículo es un estudio de caso sobre el movimiento de Calama en el que se reflexiona en torno a tres elementos: la presencia de un liderazgo personalista; la existencia de dos identidades históricas: minera y atacameña; y el desarrollo de mecanismos de agregación y solidaridad.

Palabras claves:
acción colectiva
movimientos sociales
representación contenciosa
Calama
minería
Abstract

Protests in the mining city of Calama in 2011 represent a milestone in the history of Chilean territorial protest mobilizations. Considering their claims, namely, 5 percent of copper generated profits –the recovery of regional royalties gained in 1955 and 1973 and later revoked by the military dictatorship–, and the nationalization of resources, the Calama's social movement differs from other local and regional collective actions related to contentious representation and nimby (not in my backyard) phenomena. All of these actions were motivated by specific economic reasons, against environmental negative externalities or based on a State-claiming approach (peticionismo). This article is a case study of the Calama movement revolving around three issues: the presence of an individualistic leadership; the existence of two historical identities –the mining and the “ata-cameña” identities–; and the development of inclusion and solidarity mechanisms.

Keywords:
collective action
social movements
contentious representation
Calama
mining
Texto completo
Introducción

En Chile ha ocurrido un proceso de inflexión sociopolítica similar a la sucedida a comienzos del siglo xxi en Latinoamérica.2 Con ello, desde el año 2011 comenzó a manifestarse un descontento social que, si bien a la fecha no se ha traducido en un cambio en el orden político, ha implicado una activación de las acciones colectivas. De este modo, si en el estudio sobre “Conflictividad Social en América Latina” se detectaron en toda la región, entre octubre de 2009 y septiembre de 2010, 2,318 conflictos (y 4,724 episodios conflictivos) (Calderón, 2011: 38), sólo en Chile según el Ministro del Interior, en el año 2011 hubo más de 5,000 manifestaciones categorizadas en el estudio como episodios conflictivos (Hinzpeter, El Mostrador, 28 de diciembre 2011).

En este contexto, surge una pluralidad de conflictos que se constituyen tanto desde proyectos ideológicos subalternos, autonómicos o transformadores, hasta matrices conflictuales demandantes del Estado por la reproducción social, integración y/o cambio institucional. De este modo, se constatan conflictos estudiantiles (2006, 2011, 2013), mapuches (2010–2013) y conflictos territoriales-ambientales (Pascualama, 2005–2006 y 2013; Mehuin, 2006; Caimanes, 2010; Castilla, 2010; Hidroaysén, 2011; Freirina 2012).

También se han reactivado conflictos regionales (Magallanes, 2011; Aysén, 2012; Tocopilla, 2013; Quellón, 2013), los que en un gran número poseen una matriz conflictual orientada a la defensa de subsidios y regalías o a la búsqueda de mayores recursos y apoyo del Estado central, es decir, son acciones que, aunque legítimas, tienen una inspiración principalmente local y particularista que no se enmarcan directamente con discursos contrahegemónicos y con proyectos colectivos de transformación social.

Sin embargo, el movimiento regional de la ciudad de Calama posee ciertas particularidades. En primer lugar, si bien pide recursos al Estado central, establece demandas de carácter estructural como transformaciones del sistema impositivo e incluso la nacionalización de recursos. En segundo lugar, a diferencia de otros movimientos de corta duración, el movimiento supera los cuatro años de existencia. Finalmente, cohabitan dos identidades históricas de base social junto con un líder personalista (carismático y legal), que aunque utiliza el conflicto como mecanismo de legitimación, también hace uso del gobierno local para articular a distintas ciudades mineras.

El presente artículo se sustenta en una investigación cualitativa3 en la que se busca delimitar la acción colectiva de Calama, reparando en sus particularidades, reconstruyendo su formación y caracterizando su identidad y tensiones

Aproximación conceptual al fenómeno

Los análisis sobre revoluciones, revueltas, alzamientos y movimientos sociales tienden a aproximarse al fenómeno desde una aparente unidad tanto en el sujeto, como en el proyecto político. Sin embargo, la unidad al interior de los grupos subalternos, en ocasiones es más aparente, coyuntural, contextual y espontánea, que racional, estratégica y táctica. Los espacios de unidad relativa se producen habitualmente en el tránsito desde lo privado, microsocial y comunitario (generalmente heterogéneo), hacia la lucha en lo público (Penaglia, 2013). Es decir, es en las disputas por la trasformación del sentido común4 o, en términos gramscianos, en la guerra de posiciones en la sociedad civil (Pereira, 1988) en donde se van produciendo alianzas entre los actores que disputan el orden (Retamozo, 2009). De este modo, la “unidad” dentro de los actores colectivos sería el resultado de análisis intelectuales-desde afuera o en la lejanía histórica– o de estrategias tanto de los opositores que forman un “otro” en oposición, o de los militantes-incluidos intelectuales orgánicos– que muestran al fenómeno como un bloque.

Melucci (1999) sostiene que los fenómenos colectivos se diferenciarían entre los que generan solidaridad –que implica un reconocimiento como unidad social–, y los que producen agregación de intereses diversos. Otra separación es establecida por Deleuze y Guattari entre lo que denominan “lo uno y lo múltiple”. El primero caracterizado por el centralismo y la representatividad, y el segundo, conformado por multiplicidad. Para Faletti y García (2011:307):

la multiplicidad se sostiene en lo rizomático (…) no tener una raíz central a partir de la cual se bifurcan raíces, sino que éstas se entremezclan sin poder identificar un eje organizador, son raíces de raíces. En cambio, en el caso de la lógica centralizadora se hace referencia a saberes arborificados pues remiten a un “tronco” central.

Esto naturalmente no refiere únicamente a la organización de los actores sociales en redes o en espacios de mayor centralización, sino que se relaciona con la existencia o no de discursos hegemónicos internos. Al respecto:

La forma hegemónica de articulación tiene lugar cuando un nombre –que generalmente surge de un particular– adquiere valor universal (…). La unidad asegura la proyección del movimiento y cierta homogeneidad en los sujetos e identidades colectivas producidas, que contribuyen a la pertenencia a un grupo o clase social: ser obrero, ser indígena, ser feminista. Por otro lado, las formas de producción rizomáticas que caracterizan a la multitud generan condiciones de posibilidad para que aparezcan singularidades que introducen creación y pluralidad permanente al movimiento

(Faletti y García, 2011: 308–309).

De este modo, si se asume que el elemento distintivo es la existencia o no de un determinado valor universal y la pertenencia a una identidad, las acciones vinculadas a la solidaridad poseerían correspondencia con la centralidad en cuanto a la existencia de un imaginario colectivo o pertenencia común; mientras que la agregación –pluralidad de actores– se vincularía con las acciones colectivas múltiples o rizomáticas.

Estas dos formas constituyen una divisoria de aguas epistemológica en la aproximación a los fenómenos colectivos. Así, la solidaridad tiene correspondencia con la noción weberiana de “comunidad” (Zibechi, 2011), también con el paradigma de la “identidad” de autores como Touraine y Melucci y, finalmente, con la centralidad –en cuanto universalidad– vinculándose mayormente con la noción europea de movimiento social.

Por su parte, la agregación se relaciona más con la idea weberiana de asociación, vinculándose principalmente al paradigma de la movilización de recursos (Gamson, Tilly, McCarthy), a una noción más rizomática y a la vez, a la idea norteamericana de movimiento social –más asociada a la idea de grupos de interés y presión–.

No obstante, si bien existen fenómenos colectivos como el indigenista (mayoritariamente de solidaridad), el estudiantil o las protestas brasileñas (mayoritariamente de agregación), existen otros fenómenos de difícil clasificación como los regionales. En ellos cohabitan componentes identitarios territoriales –centralistas y rizomáticos–, con intereses y demandas gremiales, peticionismos particulares y diversos.

Por otro lado, al interior de un movimiento social regional se pueden observar otros actores colectivos como grupos de presión y grupos de interés. A su vez, se dificulta la diferenciación entre lo que autores como McAvoy, Dear y Rabe han denominado nimby (not in my back yard), caracterizados por ser acciones colectivas locales o regionales realizadas contra intervenciones externas (construcción de vertederos, centrales hídricas, etc.). Para Amézaga y Martí (2012: 4), estos últimos “se han analizado como plataformas egoístas que niegan la construcción de infraestructuras de riesgo cerca de su localidad, pero que probablemente no se opondrían si se ejecutaran en otro lado”.

Haubert (2011) siguiendo a Capdeville, Kaplan y Minard, sostiene que las demandas de carácter “egoísta” o con tendencia gremial-organizacional (corporativa) como pudieran ser los nimby, se deben a que “los actores se sienten desorientados en el marco de la mundialización (…). La dificultad (en el caso francés) estaría en conjugar principios universalistas republicanos, con un sistema pluralista de representación de los intereses” (2011: 649). Este elemento vuelve a poner en el centro del análisis las matrices conflictivas, la ideología, los valores universales y la identidad como factor diferenciador de las acciones colectivas.

Otro elemento de análisis propio del debate sobre movimientos regionales es que la cohesión, identidad y autorepresentación que favorece la construcción de sujetos (o actores sociales), también podría posibilitar el surgimiento de una “representación contenciosa”.

Para Aldo Panfichi (2011), este tipo de acción “colectiva” estaría caracterizada por: 1) rechazo al Estado central y legitimidad del espacio local como lugar constitutivo de la acción política; 2) desconfianza hacia quienes forman parte de un discurso político nacional; 3) ausencia –o baja presencia– de proyectos políticos “de sociedad”; 4) inexistencia de un ciclo de protestas (es decir, cada conflicto local actúa de manera aislada con dificultades para generar mecanismos de agregación más allá de lo local); 5) liderazgos locales y regionales personalistas que se legitiman por medio de los conflictos; 6) predominio de demandas locales, aun cuando en períodos aparecen demandas “maximalistas”, “antisistémicas” y discursos amplios (ecologistas, étnicos), finalmente se imponen las demandas pragmáticas negociadas con el poder central.

En este marco, la “representación contenciosa” no se relaciona con que las demandas sean exclusivamente locales, pues por ejemplo corrientes como el “autonomismo” (Holloway, 2002) o el “municipalismo libertario” (Biehl y Boockchin, 2009) relevan la importancia de lo local como espacio de emancipación, con un alto contenido ideológico y estableciendo mecanismos de integración. La representación contenciosa en cambio, tiene mayor vinculación con una construcción local asilada, mayoritariamente despolitizada y con líderes que utilizan un descontento local para legitimarse y mejorar su posición de negociación –generalmente sobre recursos– con el poder central. Respecto a los liderazgos locales, como señala Panfichi (2011: 11) analizando el caso peruano:

Muchos de los líderes que encabezan las movilizaciones tienen experiencia partidaria previa, pero con la ruptura de la izquierda en los años ochenta y la lucha antisubversiva de los noventa, que canceló la actividad política legal en muchas regiones del país, quedaron libres de toda estructura política centralizada refugiándose en organizaciones sociales de base. Se trata de operadores con experiencia, discurso reivindicativo y habilidades que ahora se sienten libres para construir o apoyar liderazgos personalistas de distinta índole al servicio de demandas locales y eventualmente como candidatos a alcaldes, concejales, e incluso presidentes regionales.

Antecedentes: abandono y postergación calameña5

Tenemos tantos recursos y vemos que se van en el tren por tantos años

(Entrevista a Eloísa Galleguillos)

Desde un enfoque heterogéneo sobre movimientos sociales es posible identificar causales tanto externas como internas de su surgimiento y desarrollo. Desde lo externo, para Tarrow la estructura de oportunidades6 es un elemento central. Para Martí (2012), parte de esas oportunidades se gatillan a través de experiencias internacionales, las que generan una bola de nieve o efecto en cadena que potencian un contexto de movilizaciones. En esta línea, el período de inflexión latinoamericana (Calderón, 2008) iniciado hacia fines del siglo xx, además de la experiencia de nacionalización o reforma en la distribución de recursos en países vecinos,7 son elementos que pudieron haber incidido en la agenda de algunos de los participantes de Calama.

Desde el punto de vista nacional, el clima de movilizaciones también es un factor que retroalimenta la generación de nuevas acciones colectivas, elemento al que se suma un cambio en la estructura relacional de poder. Al respecto, como han estudiado algunos politólogos, la derrota política de la Concertación en el gobierno (coalición de centro izquierda que gobernó por 20 años) y el ascenso de Sebastián Piñera (coalición de derecha Alianza por Chile), se condice con el agotamiento del consenso transicional y del “relato concertacionista”, manifestándose en conflicto social (Hidalgo, 2011).

En esta línea, serían numerosos los indicios para establecer una crisis –o agotamiento–del sistema político, sea por los “enclaves autoritarios” mantenidos desde la dictadura militar (Garretón, 2002), por el deterioro de un relato o por la emergencia de una sociedad más empoderada. Estos factores habrían generado que el sistema político perdiera la capacidad para generar constructivismo político (Calderón, 2008) y los partidos políticos dejaran de canalizar –si es que antes lo hacían– las demandas ciudadanas, provocando una escisión entre lo político y lo social.

En este escenario, el agotamiento del consenso hegemónico postpinochetista posee como contracara el renacer de los movimientos sociales y la fragmentación de los partidos políticos junto con una paulatina y creciente aparición de “díscolos”, “descolgados”, “caudillos” y nuevos referentes políticos. Por ello, no es casual que ni la Concertación, ni la Alianza (las dos coaliciones políticas) posean alcaldes en las grandes ciudades al norte de Vallenar.

Por otro lado, como señalan Gamson y Meyer, los movimientos sociales no son sólo el resultado de oportunidades políticas (Martí, 2012); es decir, no son únicamente variables dependientes del contexto, adquiriendo relevancia los aspectos que inciden en la capacidad activa de generar oportunidades: identidad, histórica, cultura, etc. Con ello, los agravios adquieren una relevancia explicativa central.

Así, en un país que sustenta su economía en la exportación de cobre –siendo el mayor productor mundial–, Calama es la comuna donde más cobre se extrae. Estos elementos sumados al desarrollo de otras ciudades como Antofagasta y al asfixiante centralismo de Santiago, han incubado durante décadas un sentimiento de abandono. En este marco, el cohesionador y motor de las movilizaciones en Calama es la postergación y frustración que sienten sus habitantes,8 quienes manifiestan ser una comuna que mantiene un bajo desarrollo económico pese a sus riquezas naturales.9

Sin embargo, tal como muestran los datos del anexo 1, al comparar los indicadores de Calama con datos regionales y nacionales, no se evidencia una situación particularmente vulnerable. Es decir, la conflictividad social guardaría relación con aspectos subjetivos que han permitido la creación de significados compartidos, producción simbólica y marcos de acción cognitivos (Martí, 2012) que derivarían de la escisión entre progreso y crecimiento macroeconómico vs. bienestar social, o entre la realidad mediática y el contexto social y económico de la población (Blofield, 2011). Así, como sostiene Kuri (2010), los agravios se sustentan principalmente en factores histórico-interpretativos, “de la gente deriva la percepción de vivir o no en un orden social justo, donde las oportunidades son percibidas como razonablemente iguales para todos” (Solimano, 2010:9).

Anexo 1.

Datos macro de Calama comparados con la región de Antofagasta y promedio del país. Nota: el ingreso por personas debiese disminuir 20% debido al mayor costo de la vida en el norte del país (alimentos, agua, vivienda).

Indicadores  Calama  Región de Antofagasta  País 
Número de habitantes (ine 2012)  149,016  547,463  16,572,475 
Expectativa de vida al nacer  75.6–76.2 (rango)  74.31  75.53 
Índice de equidad en salud (0 completa inequidad, 1 completa equidad)  0.65–0.70 (rango)  0.67  S/I 
Mortalidad general ambos sexos  4.5  4.6  5.4 
Mortalidad infantil  11.1  8.3  7.9 
Tasa de desnutrición menores de 5 años  4.9  2.6 
Ingreso autónomo promedio por hogar  1,119,327  1,091,445  782,953 
Índice de hacinamiento medio y crítico  14 y 1.8  11.9 y 1.6  9 y 1.1 
Ingreso per cápita por hogar (mideplan, 2011)       
Unipersonal  185,538  166,827  113,527 
Biparental  119,988  107,338  70,842 
Monoparental  86,724  81,016  56,985 
Extenso  99,347  92,274  60,491 
Índice de Pobreza (casen, 2011)  6.8  7,5  14.4 
Tasa de ocupación  54  52,7  51.6 
Tasa de desocupación  5,9  6,9  7.7 
Índice de Desarrollo Humano (pnud, 2003)  0.7570  0,729  0.725 
Años de escolaridad promedio  11.2  11.3  10.5 
Porcentaje de Puntajes PSU Igual o Superior a 450 Puntos en Establecimientos Municipales de Educación  55.27  38.84(promediosimple)  38.07 
Porcentaje de Puntajes PSU Igual o Superior a 450 Puntos en Establecimientos Particulares Subvencionados de Educación  86.25  83.28(promediosimple)  57.65 
Tasa de denuncias delitos de mayor connotación social  4.174  3,567,6  2,720.4 
Tasa de denuncias de violencia intrafamiliar  681.1  607.3  650.1 
Fuentes: Reportes comunales Biblioteca del Congreso Nacional (2013), ine (2012), casen (2011), sinim (2013), pnud (2003), mideplan (2011), Diagnóstico regional con enfoque dss minsal (2009).

En este marco, pese a que el cobre ha aumentado su precio de 70,647 centavos de dólar la libra en el año 2002 a 305,295 en el 2006, manteniéndose en promedio de 332 durante el 2013 (anexo 2); y que la producción de cobre se incrementó de 1,932,7 (miles de toneladas) a 5,776 el 2013 (anexo 3), Calama no ha tenido un desarrollo económico acorde a sus riquezas naturales. Así, el contexto de abundancia sumado al aislamiento, postergación y dependencia financiera con Santiago, favorece la rebeldía. Por ello, en Calama, pese a existir una situación menos desfavorable que otras ciudades de Chile, el boom minero deja como narrativa social que el cobre no reporta beneficios y al contrario, es generador de problemas como la contaminación, un gran número de población flotante y el aumento de problemas sociales como drogadicción, delincuencia y prostitución.

Anexo 2.

Precios del cobre refinado. Centavos de dólar por Libra, 1992–2013

(0.12MB).
Fuente: cochilco (2014)
Anexo 3.

Producción de cobre en Chile, 1992–2013

(0.09MB).
Fuente: cochilco (2014).

Por ello, Esteban Velásquez sostiene:

(…) en los últimos cinco años Codelco norte Calama ha generado 18 000 millones de dólares de utilidades, y de eso cero peso queda en la comuna de Calama (…) No queremos quedarnos con todo por supuesto, ni con la mitad, sino un pequeño porcentaje porque las externalidades y todas las cosas negativas las vivimos aquí en Calama.

El aspecto psicosocial de la privación relativa adquiere contenido político desde un proyecto histórico descentralizador. Sobre este punto, si bien el centralismo chileno y el abandono de las regiones fueron impuestos en el régimen portaliano sostenido inicialmente (1830), son numerosas las rebeliones regionalistas que por vía armada o a través de protestas lograron obtener victorias estratégicas para la descentralización. Una de ellas fue la iniciada en 1946 en el gobierno de Gabriel González Videla, cuando se gestaron cabildos en Anto-fagasta liderados por Gonzalo Castro Toro y otros regionalistas radicales inspirados en los viejos planteamientos de León Gallo (uno de los líderes de la Revolución de 1859). Esto dio origen a la creación de “Centros para el Progreso” luego de la primera convención de provincias en Chile denominada “un paso hacia la descentralización (Valparaíso, septiembre de 1946). Posteriormente, como señala Jonás Gómez Gallo (s/f), en el gobierno de Ibáñez se despachó la Ley 11.828, con impactos fundamentales en el desarrollo regional.10 Sin embargo, la situación duró hasta 1974 cuando durante la dictadura se derogó la Ley 11.828 dejando malas condiciones para la región por décadas. En este contexto e inspirados en las históricas reivindicaciones, como señala Esteba Velásquez, “en agosto de 2008 se inician las movilizaciones y la llamamos ‘¿Qué sería de Chile sin Calama?’, luego en agosto de 2009 le damos forma a este movimiento” (Esteban Velásquez entrevista para cnn el 19–03–12).

Desde entonces, el movimiento de Calama puede resumirse en los siguientes hitos:

  • 1)

    Fase de sensibilización y socialización: el 29 de agosto de 2009 se realizó un cabildo con la participación de 200 ciudadanos y gremios, en el que se crearon 13 comisiones para redactar un petitorio para el gobierno. En la reunión se acordó la realización semanal de reuniones, espacio que derivaría en el funcionamiento permanente de la asamblea ciudadana de Calama.

    Posteriormente, bajo el eslogan “¿Qué sería de Chile sin Calama?”, comenzaron a desarrollarse actividades simbólicas como la utilización de banderas negras, la manifestación de camioneros el 17 de septiembre del 2009 y la instalación de una caseta en el paseo peatonal para la recolección de firmas de apoyo. Finalmente, luego de obtener 40 mil firmas, se envió una comitiva a la Moneda entregando un petitorio de 5 puntos, los que a diferencia de otros movimientos regionales no buscaron sólo subsidios, ayudas y proyectos, sino algunas reformas de fondo:

    • La recuperación de 5% de las utilidades del cobre en zonas productoras.

    • Compensación por el traslado del campamento de Chuquicamata a Calama.

    • Declarar a Calama Zona Extrema.

    • Compensar con 400 millones de dólares por los 34 años durante los cuales la ciudad no contó con las utilidades del cobre.

    • Renacionalización del cobre y agua.

  • 2)

    Fase de conflicto: luego de 2 años de socialización, acumulación de fuerzas y negociaciones fallidas con el gobierno, comenzó la fase de conflicto. El primer paro comunal se realizó el 29 de junio del 2011, posteriormente el 29 de agosto de ese año se hizo uno de los paros comunales de mayor reconocimiento público, en el que según cifras municipales se concentraron 18 mil personas (Diario de Antofagasta, 29–08–11).

  • 3)

    Fase de negociación: luego de la masividad y el apoyo que concitó el movimiento social se produjo una larga fase de negociación, diálogo y constitución de mesas técnicas y políticas. Durante este proceso, el gobierno logró dilatar el conflicto hasta abril de 2012, fecha en la que entregó su propuesta de Fondo de Desarrollo del Norte (fondenor).

  • 4)

    Fase de frustración, confusión e indefinición: el fondenor no cumplió las expectativas de la ciudadanía. Ante ello, el movimiento entró en una fase de meseta, en la que, si bien se realizaron nuevas marchas y concentraciones (20 de marzo, 18 de mayo y 29 de agosto de 2012), éstas no lograron congregar el apoyo de movilizaciones anteriores. Paralelamente se generó un ultimátum en rechazo al fondenor, sin embargo, sin la capacidad y/o decisión para generar presión. Esto llevó a una notoria diferencia entre las dos mayores identidades del movimiento, quienes se debatieron entre una radicalización vs el diálogo pacífico.

En la actualidad, el movimiento aún está presente y vivo aunque se encuentra en una fase de indefinición. El 26 de junio de 2013 se llevó a cabo un nuevo paro comunal. Así, se ve una continuidad de marchas y paros que, más que generar una presión constante, se han transformado en una estrategia con bajo impacto.

Un liderazgo fuerte

Una de las particularidades del movimiento de Calama es la presencia de un liderazgo indiscutido centrado en el alcalde Esteban Velásquez. Su figura comenzó a tener relevancia desde el año 2000 cuando se presentó a las elecciones locales por el Partido por la Democracia obteniendo 2,69% de los votos (siendo elegido concejal). Posteriormente, ya como independiente, obtuvo el segundo lugar en el año 2004 alcanzando 14.7%. En el 2008 ganó la elección obteniendo 43.3% de los votos, mientras que en el 2012 fue reelegido con 58.1% de los votos.

El dato eleccionario no deja de ser importante ya que –además del abrumador apoyo electoral que concita–, es en la campaña electoral que lo llevó a la victoria cuando comenzó a gestarse el movimiento ciudadano. En sus palabras:

Cuando se da la posibilidad de llegar (a la alcaldía), a inicios del 2009 cumplimos con un compromiso que teníamos en nuestro programa de gobierno comunal que era crear plataformas sociales para conseguir recursos extraordinarios producto de la riqueza minera que se produce aquí en Calama. Conformamos el 29 de agosto del 2009 el primer movimiento ciudadano, cuyo nombre era “¿Qué sería del cobre sin Calama?”. Esto con el objetivo de crear una cierta identidad (…) Hemos tratado de ser facilitadores, articuladores dentro del movimiento, somos una voz más dentro de la asamblea ciudadana que rige los destinos del movimiento

(Esteban Velásquez).

Aun cuando Esteban Velásquez declara ser uno más, es reconocido por ser el líder principal y el articulador del movimiento, incluso por sus detractores. Por ejemplo, José Astudillo (Concejal de Renovación Nacional), declara tener un pensamiento contrario al Alcalde pero coincidente en torno al movimiento. En sus palabras, “ha tenido reconocimiento con sus pares, uniendo a otros alcaldes contra el centralismo”. A su vez, Darío Quiroga (Concejal del Partido Comunista), señala que ha cometido errores en las negociaciones actuando con ingenuidad, pero reconoce su liderazgo y la existencia de “un genuino e infinito amor por Calama”.

Entre la frustración y la falta de radicalización: dos identidades en pugna

El movimiento de Calama, desde el punto de vista teórico, puede analizarse desde una doble perspectiva. En primer lugar, hay un espacio de agregación en el que convergen distintos actores locales principalmente en la asamblea ciudadana; a su vez, es posible identificar espacios de solidaridad e identidad, los que si bien no son unitarios, son clasificables en torno a dos grandes grupos.

Según sostiene una entrevistada, desde el fin de la dictadura11 el sacerdote Cornelio, fundador del Centro de Apoyo Popular y Sicológico (cepas), decidió seguir sólo con el trabajo de rehabilitación, dejando de lado el trabajo popular-comunitario ya que:

Debía ser labor del gobierno (…) Esto generó una ruptura del tejido social, se entregó el poder sin el tejido para poder retirar el poder, se acabaron los talleres, las ollas comunes y todo. El Estado creó redes insípidas y despolitizadas como la Fundación para la Promoción y Desarrollo de la Mujer (prodemu), donde llegaban mujeres a hacer talleres con taco y maquillaje

(Sandra Pastenes).

Con esto, a su juicio, los jóvenes emigraron a los partidos políticos dejando de lado el trabajo sociocomunitario, provocando un deterioro del tejido social. En este contexto, se creó con dificultades una mesa de mujeres, lo que derivó con el tiempo en la constitución de la “Red de Mujeres del Loa”.

En torno a la Red de Mujeres, es posible identificar una identidad ciudadana-calameña que, además de temas de género, ha promovido temáticas sectoriales relacionadas con el medioambiente, la educación, la salud y el trabajo. Como señala Eloísa Galleguillos, la Red de Mujeres fue gestora del posterior movimiento social, siendo promotoras de temáticas como el hospital y otras demandas que posteriormente fueron incorporadas al primer cabildo.

Por otro lado, como una derivada de la identidad ciudadana es posible identificar una fuerte presencia de valores étnicos.12 Para Eloísa Galleguillos: “algunos valores atacameños que están en el movimiento son el respeto, la no violencia, el dialogar”.

La otra identidad presente es la obrera-gremial-sindical, asociada a las históricas luchas de los trabajadores de la Central Unitaria de Trabajadores (cut), y más particularmente al conflicto del 2007 y 2008 cuando se movilizaron los trabajadores contratistas de la Corporación Nacional del Cobre (codelco) adherida a la Confederación de Trabajadores del Cobre (ctc). Como señala Jeldry Velis:

En el año 2007 comenzamos demandas propias de los contratistas (…) Fue sumamente complejo puesto que la Organización Internacional del Trabajo reconoce las negociaciones con contratistas pero las leyes chilenas no, entonces la estrategia del gobierno fue no conversar y amenazar con despidos. Luego de 37 días de huelga, en un complejo escenario por el intento de dividirnos y despedirnos, se iniciaron las mesas de negociación llegando posteriormente a acuerdos.

Sin embargo, los acuerdos no fueron cumplidos razón por la que en 2008 se produjeron nuevas movilización con 29 días de huelga.

En el marco de estas movilizaciones emergieron demandas no sólo vinculadas con lo laboral, instalándose necesidades como la vivienda. De esta manera, según Jeldry Velis “se fueron generando demandas comunes con la ciudadanía ya que los trabajadores también viven en Calama. Por ello el año 2009 nos incorporamos al movimiento ciudadano”.

Estas dos identidades, con historias y recorridos distintos, se tensionan en diferentes aspectos. Desde el punto de vista político, aun cuando el movimiento es heterogéneo y las identidades no son encasillables completamente, se podría establecer una mayor vinculación de la identidad sindical con el Partido Comunista, los concejales Darío Quiroga y José Mardones y la candidatura a diputado de Cristian Cuevas; mientras que la identidad ciudadana se vincula mayormente al Partido Progresista, al alcalde y a la precandidatura de diputado de Miguel Ballesteros. A su vez, ello marca diferencias respecto a las lecturas del conflicto y la propuesta de estrategias de acción. De acuerdo a Sandra Pastenes:

Hay una base cultural de no radicalizar el movimiento, lo que se vincula al atacameño que es muy pacífico. Se impone esa herencia cultural de guardar lo que se piensa, ver la realidad circular, tener una cosmovisión, etc. Por ello, la gente participa en la medida que el movimiento no sea violento, si se radicaliza se sale, pues el propio líder del movimiento se declara pacifista.

Con ello, se ha generado en algunos sectores un sentimiento de impotencia y frustración, puesto que, luego de desgastantes años de movilizaciones y marchas pacíficas, son pocos los logros conseguidos. Por ello, para algunos de los actores del movimiento es necesario avanzar hacia otras acciones que generen mayor presión. Sandra Pastenes manifestó “llevamos rato marchando (…) y quienes querían otras acciones no lo lograron instalar”. Por su parte, Darío Quiroga declaró que:

El alcalde le ha puesto freno de mano al movimiento, tuvimos la posibilidad de radicalizar el movimiento, pero faltó más unidad política. Ya se nos pasó el momento, hay que esperar un nuevo proceso de acumulación de fuerzas y partir desde cero.

Para Jedry Velis, la radicalización no se ha producido por diversos factores. En primer lugar por la fuerte represión sobre las movilizaciones del 2007 y 2008 y el alto número de fuerzas especiales concentradas en la zona (por la importancia del cobre); por otro lado, hay varios sectores que aún se sienten afuerinos pese a vivir hace más de diez años en Calama; también geográficamente la ciudad tiene seis o siete accesos, por lo que se necesita mucha gente para paralizarla completamente; finalmente, faltaría solidaridad de algunos sectores y gremios. Además, sostuvo que “existe afán por pensar en pacifismo, han bajado la intensidad de acciones sin entender que al gobierno le da lo mismo las marchas mientras se mantenga la producción. Es necesario bloqueos”.

Por otro lado, la visión ciudadana es mesurada tanto por convicciones pacifistas, como estratégicas. Por ejemplo, Eloísa Galleguillos muestra un claro compromiso con el pacifismo, declarando que jamás estará por la violencia puesto que “si le va bien al presidente, le va bien a Chile. Entre todos se debe llegar a acuerdos para ver cómo mejorar a Calama. Si hubiese violencia, me restaría”.

Para otros entrevistados, la estrategia pacífica se relaciona con la complejidad de las demandas. Como señaló Jaqueline Echeverría: “a diferencia de Aysén, es una lucha de David contra Goliat, es un problema de gran escala (…) por eso hemos ido sumando más gente con una perspectiva más ciudadana”. A similares conclusiones llega el alcalde Esteban Velásquez, quien sin descartar la radicalización, declara:

Hemos ido quemando etapas porque sabemos que lo que estamos pidiendo son cuestiones de fondo, tenemos compromisos con parlamentarios de distintas regiones, candidatos a la Presidencia, hemos optado por una dinámica distinta de manera ascendente, de tal forma que no se nos descalifique cuando golpeemos duro y se nos diga que no hemos propiciado el diálogo. Ya llegarán esos instantes en que no salga una libra de cobre de nuestro territorio

(Esteban Velásquez).

En síntesis los nudos tensionales entre ambas identidades se establecen en torno a 5 aspectos:

Eje de tensión  Identidad de trabajadores  Identidad ciudadanista 
Militancia política  Asociada al Partido Comunista, Partido Socialista y otros sectores de izquierda tradicional  Asociada al Partido Progresista y sectores ciudadanos descolgados de los partidos de izquierda tradicional 
Visión de los Partidos  Favorable y militante  Crítica a los partidos tradicionales, con discursos “pro independientes” 
Lecturas sobre la radicalización  Necesaria como un mecanismo de presión del movimiento  Crítica a la violencia, favorable a la negociación con el Estado 
Estructura de organización  Jerárquica, visión de la Asamblea Ciudadana como un espacio de convergencia de organizaciones sociales  Horizontal, visión de la Asamblea Ciudadana como un espacio de ciudadanos individuales 
Visión sobre el liderazgo del Alcalde  Apoyo crítico  Apoyo adherente 
Fuente: elaboración propia.

Reflexiones finales

En torno a los ejes analizados es posible sostener algunas reflexiones. En cuanto a la particularidad de un liderazgo indiscutido, se puede observar que el Alcalde ha cumplido un rol fundamental a la hora de convocar y utilizar la plataforma institucional como una herramienta de movilización. Esto marca un quiebre respecto al tradicional rol de los gobiernos locales y sus autoridades, pues principalmente los municipios han sido la ventanilla de atención del Estado y, ante la insuficiencia de recursos y el alto número de necesidades, han operado como un primer dique de contención de las demandas ciudadanas. Esto ha generado que los mecanismos de participación en algunos municipios sean protegidos y caute-losos-cuando no inexistentes–, marcados por una baja dispersión de poder, con temor al empoderamiento ciudadano y un profundo miedo a “despertar al pueblo” y ser incapaces de darle solución a sus demandas.

A diferencia de ello, en el caso de Calama se observa un discurso hacia la ciudadanía y una orientación del empoderamiento “popular” a la presión sobre otras estructuras institucionales (gobernación, intendencia, gobierno central). Esto construye un espacio sociopolítico que marca la sintonía entre un poder social convocante y movilizante, con un poder político institucional aliado. Por ello, no es casual que el líder del movimiento sea el Alcalde y que en las últimas elecciones cuatro de los ocho concejales electos hayan sido figuras vinculadas al movimiento social. Naturalmente, si bien este hecho tiene aspectos positivos, marca dudas respecto a la autonomía relativa del movimiento, pudiendo generar la instrumentalización o supeditación de lo social a lo político institucional, más aún ante un liderazgo que conjuga lo carismático y lo legal. Sobre este último punto, movimientos con un líder tan fuerte pueden presentar mayores riesgos de cooptación, clientelismo, caudillismo, dependencia o ruptura. En esta línea, son numerosas las corrientes de pensamiento que realizan críticas a las estructuras de organización piramidal y la construcción política en torno a líderes y vanguardias.

Desde esta reflexión, el eje central sería determinar hasta qué punto el movimiento social de Calama podría existir sin la figura de su líder, tema en el que los entrevistados no mostraron una posición común.

Respecto a la representación contenciosa, si bien Esteban Velásquez posee algunas características como conseguir su legitimidad a partir de su actuación en el movimiento social, existen tres elementos que no permiten constatar la existencia de este fenómeno:

  • 1.

    Existe una vocación del propio Alcalde por ampliar el movimiento social más allá de la comuna de Calama, articulando a municipios mineros a través de una red.

  • 2.

    Si bien existe demanda por mayores recursos –tema que ha centrado en muchas ocasiones la discusión– también existen demandas de carácter estructural, político e ideológico.

  • 3.

    Más allá de su inserción en el sistema político-electoral, la presencia del Partido Comunista con fuerte representación nacional a nivel sindical-gremial, además de la participación de organizaciones y actores ambientalistas, colectivos y partidos políticos portadores de matrices ideológicas estructurales, facilita que las demandas se inserten en proyectos de transformación social que garantizan la presencia de valores “universales” en el movimiento. Por esta razón se descarta que la acción de Calama encuadre en la tipología de nimby.

En relación a las identidades, la tensión existente entre el espacio ciudadano y el sindical se encuentra en correspondencia con la hipótesis inicial de este artículo: los movimientos sociales generan espacios de agregación en los que la unidad es mayoritariamente un resultado conflictivo, coyuntural y contextual. De este modo, en el movimiento de Calama se constatan tensiones entre grupos con ideologías, proyectos y estrategias distintas. Sin embargo, hasta la fecha, aun cuando los logros pueden ser insuficientes provocando frustración –lo que tiende a acrecentar las diferencias y tensiones– el movimiento ha logrado mantener unión externa, teniendo estabilidad y objetivos claros durante años.

Por otro lado, si bien es cierta la masividad del movimiento y las características de Calama, poseedora de suficientes recursos como para ejercer distintas estrategias de presión (cortes, paralización de la producción, etc.), también es cierto que las reivindicaciones proponen cambios estructurales (reforma tributaria y de distribución, regionalismo, nacionalización de recursos y apoyo y solidaridad con gran parte de los movimientos sociales de Chile), lo que dificulta una rápida solución a las demandas como ha ocurrido con otros movimientos con demandas exclusivamente locales. Por ello el desafío se encuentra en, sin perder de vista la lucha por las trasformaciones estructurales, lograr victorias estratégicas que permitan manejar la frustración y mantener elevadas las expectativas y el apoyo social, de lo contrario se puede imponer el sentimiento de derrota, desconfianza e imposibilidad.

También resulta complejo para los movimientos sociales que proponen –de manera manifiesta o implícita– quiebres contrahegemónicos y modificaciones del sentido común, la presencia de discursos dominantes. Como señala, Foucault (2008: 57), gran parte de la “victoria” de los grupos dominantes se encuentra en la capacidad de “introducir contradicciones en el seno del pueblo”, sea entre “plebe proletarizada y plebe no proletarizada”, o para este caso, entre ciudadanos y obreros, calameños y afuerinos, clase media y clase trabajadora, entre otras. En este marco, una de las contradicciones que el movimiento debe superar –y que es implícita a la tensión entre ambas identidades– es la presencia de discursos divisionistas. Para Sandra Pastenes:

Se instaló el discurso de “somos un grupo de amigos” y aparecieron los fantasmas de la dictadura Todos tenemos en alguna parte a Pinochet, él nos dejó el temor al comunismo, a los partidos, a la política. Sentimiento anticomunista muy fuerte.

En este sentido, son naturales las tensiones dentro de los movimientos, es necesario superar algunos quiebres y discursos hegemónicos que dificultan la construcción de una sociedad nueva.

Finalmente, como contraparte del movimiento social, el gobierno ha mostrado gran capacidad para: 1) mantener la discusión en un lenguaje técnico y centrada en recursos y proyectos; 2) dilatar el conflicto a través de extensas negociaciones sin resultados; 3) establecer la idea de que el camino es el diálogo, evitando la radicalización del movimiento y 4) aislar a Calama.

Sobre este último punto, el conflicto se ha centrado en Calama y se ha inducido a la búsqueda de un trato preferencial. Este elemento es difícil de revertir puesto que más allá de la genuina vocación regionalista del Alcalde y sus acciones concretas por la unión de los municipios del norte, o las redes que ha establecido la ciudadanía con otros actores y movimientos, es difícil no aceptar tratos preferenciales y recursos que ayuden a mejorar la calidad de vida en su comuna. En esta línea, más allá del caso de la vecina ciudad de Tocopilla que generó jornadas de protesta en agosto de 2013 (aunque sin demandas estructurales) y los diversos apoyos entre las ciudades del norte, aún no se observa un proyecto común. Sobre ello, el tiempo dirá si se trata de una incipiente rebelión refundacional desde las postergadas ciudades del norte, o de la genuina pero aislada búsqueda de algunos alcaldes bien intencionados para conseguir mayores recursos para sus desamparadas comunas. Gran parte de eso dependerá de la capacidad de los actores tanto institucionales (alcaldes) y principalmente de las bases sociales, para establecer acciones conjuntas y articuladas.

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Este artículo se enmarca en la investigación financiada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico fondecyt 11121286 “Cooptación de movimientos regionalistas”.

Coordinador Académico de la Carrera de Administración Pública, Universidad Alberto Hurtado, (Chile). Licenciado en Ciencias de la Administración Pública, Universidad de Santiago de Chile; Magister en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos, Universidad Alberto Hurtado. Sus líneas de investigación son: acción colectiva, conflicto social y participación ciudadana. Entre sus últimas publicaciones destacan: “Desde la matriz Estado-céntrica al autonomismo: una perspectiva histórica de lo político, social e identitario” (2013); “Strengths and Weaknesses of Chilean Cooperatism: Case Studies from three Socio-Economic Sector” en coautoría (2012) y “La paradoja del poder: ¿elitización o empoderamiento colectivo?”.

Director del Departamento de Ciencia Pol#x00ED;tica y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado(Chile). Periodista. Máster en Ciencias Políticas por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Máster en Desarrollo, Universidad de Wisconsin-Madison. Doctor en Historia, Universidad de Valencia. Sus líneas de investigación son: descentralización, cooptación, calidad de la democracia, cristianismo social. Entre sus últimas publicaciones destacan: Utopistas Indianos (2013); Aproximaciones a la nueva Constitución (2014) “Persistencia Portaliana, opción presicrática-cooptadora de la Concertación/Alianza y fractura pro autonomía territorial” en coautoría (2013).

Para varios teóricos, el resurgimiento de movilizaciones y protestas generaron una crisis del consenso neoliberal ante la emergencia de nuevos relatos y acciones (Svampa, 2008). En este contexto –al menos desde el ámbito discursivo-las movilizaciones sociales terminaron con “el imperio del pensamiento único”, generando una crisis en la legitimidad del modelo (Seoane, Taddei y Algranati, 2008: 3) y redefiniendo la correlación de fuerzas políticas en algunos países (Calderón, 2008). Este nuevo período, si bien tiene su génesis en hitos como el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994, los cortes piqueteros en Argentina en 1996 y las movilizaciones indígenas y campesinas en Ecuador en 1997; tuvo su mayor auge en el período 2000–2005 con la caída de los gobiernos de Fujimori en Perú el año 2000, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez el 2000 y el 2005 en Ecuador, de La Rúa en Argentina el 2001 y Sánchez de Losada y Mesa en Bolivia el 2003 y el 2005 respectivamente (Seoane, Taddei y Algranati, 2008: 6). Así, aun cuando no se constata una transformación estructural, sí surgieron proyectos discursivamente diferentes al “consenso de Washington” como: el Chavismo y el socialismo del siglo xxi, el Kirchnerismo, el frente amplio en Uruguay, el PT en Brasil, el MAS en Bolivia y Alianza PAIS en Ecuador; a la vez que, desde el punto de vista social, se produjo una rearticulación del tejido social en la construcción y/o consolidación de espacios en movimientos como Movimiento Indigenista en Bolivia y Ecuador, el Movimiento Piquetero, en Argentina, MST en Brasil, entre otras experiencias colectivas regionales.

Realizada entre mayo y julio de 2013 con técnicas documentales y trabajo de campo. Se llevaron a cabo entrevistas a diez actores clave del movimiento: Carlos Ardiles (dirigente social), Luis Rosas (ex vocero Asamblea Ciudadana, dirigente de colectiveros y dirigente vecinal), Darío Quiroga (concejal por el Partido Comunista de Chile), Jedy Velis (Secretario General de la Confederación de Trabajadores del Cobre CTC), Sandra Pastenes (consejera regional de Antofagasta y ex gobernadora de la Provincia del Loa), Jaqueline Echeverría (vocera de la Asamblea Ciudadana), René Carvajal (vocero de la Asamblea Ciudadana y comunicador de Canal de René Víctor), Eloísa Galleguillos (atacameña, miembro de la Red de Mujeres del Loa, artesana y participante del Movimiento de Calama), José Astudillo (concejal de Renovación Nacional, presidente del Consejo Comunal de la Discapacidad de Calama), Esteban Velásquez (alcalde de Calama)

Entendido por Vico como “un juicio sin reflexión, universalmente experimentado por todo un grupo, por todo un pueblo, por el conjunto de una Nación o por el conjunto de la raza humana“ (Nun, 1987: 203)

Calama es ciudad capital de la Provincia del Loa, ubicada en la II región de Antofagasta en el Norte Grande de Chile. Inicialmente era una ciudad boliviana que fue anexada a Chile después de la Guerra del Pacífico. La actividad económica principal de la ciudad es la minería, siendo el principal productor de cobre de Chile.

Entendida como dimensiones congruentes (aunque no necesariamente formales o permanentes) del entorno político que ofrecen incentivos para que la gente participe en acciones colectivas al afectar a sus expectativas de éxito o fracaso” (Tarrow, 1994 en Huete 2002: 193).

Además de las experiencias bolivianas luego de la Guerra del Gas y el Agua, en Perú el año 2001 se aprobó la nueva Ley 27.506 de Canon Minero que reparte 20% a municipalidades de la provincia donde está el recurso otorgando 60% para las municipalidades del departamento y 20% para gobiernos regionales

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas 2012, en Calama viven 149.016 personas, 93,6% de la población de la Provincia del Loa (compuesta por Ollague y San Pedro).

Entre las principales problemáticas esgrimidas se encuentra la desigualdad socioeconómica entre quienes viven y no de la minería (y dependiendo de su régimen como planta o contratistas); la mala calidad de vida, principalmente debido a la falta de bienes y servicios (educación, salud, vivienda); la existencia de numerosas externalidades negativas por la minería como por ejemplo contaminación de arsénico y alta población flotante; considerables problemas de seguridad pública como delincuencia, prostitución, drogadicción, entre otros

En primer lugar establecía un impuesto al 50% de las utilidades aplicado sobre el total de la producción y una tasa variable de 25%. En caso de que la producción bajara de 80% de la producción básica, el impuesto aumentaba a 80%. Por otro lado, generaba un particular sistema de reparto: de 10% de las utilidades del cobre se depositaba 75% en el Banco Central, el 5% a la Universidad Técnica del Estado, 2% a la Universidad Austral de Chile, y de1 8% restante, 75% para fomento y progreso de las provincias productoras y 25% incluido al presupuesto municipal. Además, 4% de las utilidades del cobre se destinaba desde 1955 “para la reconstrucción de Calama y drenajes, desecación y regadío de las vegas de Calama, en el río Loa; para el plan agrícola del Loa y de un plan racional de prospección de aguas subterráneas y perforaciones en la Pampa del Tamarugal, a cargo del Departamento de Riego dependiente del Ministerio de Obras Públicas“ (José Antonio Gómez, Proyecto de Ley fondenor)

Desde una perspectiva histórica, describiendo parte del fenómeno vivido en Chile en la dictadura y en la transición, Sandra Pastenes señala que, si bien durante la dictadura existía un fuerte tejido social de jóvenes y mujeres asociadas al Centro de Apoyo Popular y Sicológico (cepas), entre los años 1990 y 2000 se vivió una desarticulación. “Se ganó el plebiscito y celebramos, hubo marchas por Calama, luego había que votar por Aylwin, lo que trajo conflicto (…) después empezaron a volver los políticos (del exilio), aparecieron todos los que antes no estaban y la gente comenzó a sentir desconfianza” (Sandra Pastenes).

9,6% de población atacameña (casen, 2011)

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