Desde hace tres décadas, la discusión pública en México sobre el modelo de desarrollo económico y de organización social se ha expresado, más o menos, en forma de disputa ideológica entre los partidarios del neoliberalismo y los del Estado de bienestar. Además de los profundos cambios institucionales que trajeron a nuestro país la implementación de las políticas neoliberales a partir de los años ochenta -asunto bien conocido-, hubo uno en la esfera de las ideas y las creencias que merece resaltarse: el rompimiento del consenso en torno a las cuestiones centrales de la Revolución mexicana: la intervención del Estado en la economía, la industrialización, las reformas sociales, el nacionalismo. A riesgo de simplificar, lo que actualmente tenemos en la vida pública son dos bandos conformados por políticos, intelectuales y periodistas; unos, adeptos a las reformas estructurales en clave neoliberal, y otros, que pugnan por reivindicar el nacionalismo revolucionario. En un sentido gramsciano, estos bandos se disputan la hegemonía diariamente.
Suele ocurrir que la discusión pública sobre cualquier temática esté plagada de imprecisiones, prejuicios, malos entendidos y descalificaciones. Lo mismo pasa con el debate en torno a la oposición neoliberalismo/ bienestarismo. En nuestro medio, la palabra neoliberal se utiliza con frecuencia para descalificar cualquier cosa, mientras que quien profiere el calificativo es mirado con sospecha -cuando no se le considera un comunista trasnochado-. En este marco, y considerando la siempre presente necesidad de aclarar las aguas, Historia mínima del neoliberalismo es una herramienta muy bien lograda. Su autor, Fernando Escalante Gonzalbo, es académico de El Colegio de México y sus líneas de investigación abarcan un amplio espectro -historia mexicana del siglo xix, crimen, cultura del libro y teoría política-. Entre todas ellas hay un hilo conductor: el afán por explicar la vida pública a partir de una sociología de las representaciones sociales desde una voz autorizada que da cuenta de las características constitutivas de la cultura política y la deliberación en el espacio público.
En este marco, no es casualidad que Escalante inicie su estudio aclarando que el neoliberalismo, tan nebuloso como suele presentarse, existe: es un programa intelectual y político bien definido que prevalece hasta nuestros días.
La Historia que nos ofrece a lo largo de sus páginas es una historia intelectual e institucional, un análisis de cómo las ideas aterrizaron en instituciones, políticas públicas y formas de concebir la vida práctica: inicia con la realización del Coloquio Lippmann -en agosto de 1938- y la fundación de la Mont Pelerin Society -en abril de 1947-, evento fundacional en el que un grupo de académicos, políticos e intelectuales plantearon la reivindicación del liberalismo como proyecto, así como la restauración del mercado y el combate al “colectivismo” en un momento en el que se vivía un movimiento hacia el estatalismo a nivel mundial bajo las consecuencias de la Gran Depresión, el ascenso del fascismo, el comunismo, el establecimiento del New Deal y la difusión del consenso keynesiano. A luz de este contexto, Escalante pasa revista a los textos seminales en que se apoyó el programa neoliberal, desentrañando sus tópicos, argumentos y su tono apocalíptico: Socialismo, de Ludwig Von Mises; Camino de servidumbre, de Friedrich Von Hayek; Capitalismo y libertad, de Milton Friedman; La libertad y la ley, de Bruno Leoni, entre muchos otros. En estas obras está expuesta, como nos muestra el autor, toda una concepción de la naturaleza humana de la que se derivan la teoría económica neoclásica y el programa político neoliberal. La primera supone que todo ser humano es por naturaleza un individuo egoísta, racional, calculador, que siempre está buscando maximizar utilidades. De ahí se sigue que el único ámbito en el que puede desarrollar todas sus capacidades es el mercado, porque en él se desenvuelve la libertad económica, fundamento de cualquier clase de libertad. El mercado es el mecanismo que permite a los individuos organizar su vida de acuerdo con su propio juicio e interés. Pero no solo eso; también es el más eficiente para generar riqueza y bienestar social, dado que el sistema de precios es capaz de procesar la información sobre los deseos e intereses de las personas y facilitar su satisfacción -a quien puede pagar, se entiende-. Por lo tanto, el Estado debe mantener como propósito el sostenimiento y la expansión del mercado, al punto de organizarse internamente incluso de acuerdo con los criterios de la empresa privada. La ideología neoliberal postula la supremacía de “lo privado” -que se identifica con la eficiencia y la racionalidad- respecto de “lo público” -que se asocia con ineficacia, burocratismo y corrupción-.
En la historia institucional, Fernando Escalante precisa que el neoliberalismo adquiere prestigio en la década de los setenta, período aciago en el que se sucedieron crisis económicas, guerras civiles y escándalos de corrupción, todo atribuible -según la opinión que se hizo dominante- a lo público, y más concretamente, al Estado de Bienestar. El neoliberalismo se alimentó del aire de rebeldía juvenil de los sesenta y eso le permitió configurarse como la alternativa que defendía la libertad individual frente al poder opresivo del Estado; finalmente logró imponerse porque ofreció un diagnóstico verosímil de la crisis y propuso recetas simples y terminantes en un contexto donde todo era incertidumbre. Respecto a la década de los ochenta, Escalante reconstruye los episodios emblemáticos que expresan el afianzamiento del neoliberalismo: la dictadura de Pinochet en Chile -que demostró que no había ninguna afinidad entre neoliberalismo y democracia-; y los golpes que Margaret Thatcher y Ronald Reagan propinaron, respectivamente, al Sindicato de Mineros del Carbón de Inglaterra y al Sindicato de Controladores Aéreos de Estados Unidos. La historia que traza el autor se extiende por la década de los noventa, dando cuenta del crecimiento del capitalismo financiero, hasta la explicación puntual de la crisis del año 2008 y sus secuelas, entre las cuales -acaso la más funesta- destaca la imposición de las actuales políticas de austeridad en la Unión Europea.
La revisión de los acontecimientos es clara y suficiente para una Historia mínima, pero el verdadero valor de este libro se encuentra en la profundidad de las reflexiones que ofrece. En sus páginas puede encontrarse una crítica general, lúcida, incisiva y muy reveladora de la manera en que la concepción neoliberal de la vida humana ha penetrado en las sociedades contemporáneas, privatizando muchas de sus esferas e imponiendo su lenguaje en el sentido común. El programa neoliberal no solamente ha estructurado a las instituciones contemporáneas, también -y ello es más grave aún- ha invadido la conversación pública, moldeado nuestro modo de evaluar la vida práctica. Hoy en día se habla, como si fuera incuestionable, de eficiencia, racionalidad, incentivos, utilidad. Todo esto -nos dice el autor- no es obvio ni natural; es una manera de mirar y organizar la vida humana en común de acuerdo con una ideología. El problema es que cuando las instituciones sociales y políticas se organizan de acuerdo con el credo neoliberal, entonces los individuos efectivamente se tornan egoístas, calculadores y miran solo su propio interés, aunque esta no sea la especificidad de la naturaleza humana.
Cabe anotar dos cuestiones relevantes de las muchas que reflexiona Escalante con agudeza. La primera se ha constituido como idea actualmente dominante en las ciencias sociales: la economía y la ciencia política actuales, por ejemplo, suponen que el sujeto de análisis es el individuo racional, egoísta, que tiene perfecta claridad sobre sus preferencias y cuenta con la información necesaria para actuar. Luego, se plantean una serie de premisas, se construye un modelo y se postula que el comportamiento de los actores puede calcularse a partir de fórmulas matemáticas. Casualmente, los resultados siempre coinciden con las premisas, porque se trata de una operación puramente formal que no tiene nada que ver con la realidad. Actualmente, este tipo de especulaciones conforman el estándar de cientificidad de las disciplinas sociales.
El segundo tema se refiere a cómo se ha privatizado nuestra concepción de la educación. No se trata solamente del obvio intento de transformar la escuela pública en escuela privada, sino sobre todo de entender en automático a la educación como una “inversión” en tanto que su objetivo primordial es formar individuos para tener éxito en el mercado. Tal como se plantea actualmente el modelo educativo -nos dice Escalante-, si hay desempleo, empleo de mala calidad o mal remunerado, significa que hay un desajuste entre la escuela y el mercado; que la escuela no está formando el “capital humano” que demanda el mercado de trabajo. De ahí se deriva la discusión sobre la calidad educa- tiva, de la cual se concluye que la principal responsabilidad la tiene el magisterio. En esta idea se encuentra el origen de la así llamada “reforma educativa” implementada en México y otras partes del mundo.
Son este tipo de discusiones las que aborda Fernando Escalante en su libro; para elaborarlas, acude tanto a los clásicos -La gran transformación, de Karl Polanyi- como a trabajos recientes surgidos de la sociología y la antropología -La bureaucratisation du monde a l’ére neolibérale, de Beatrice Hibou; o La ilusión occidental de la naturaleza humana, de Marshall Sahlins-. No deja de sorprender que Escalante haga críticas severas y muy inteligentes a Milton Friedman, James Buchanan o John Rawls; desmenuza sus argumentos, encuentra sus debilidades y los baja del pedestal. Esto es algo poco frecuente de encontrar, y por eso se agradece.
Licenciado en ciencias políticas y administración pública por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, (México). Asistente de investigación académica en el Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam. Sus líneas de investigación son: poder legislativo, elecciones y opinión pública. Entre sus últimas publicaciones destaca: "La transición democrática a la mexicana" (2006).