La actual psiquiatría parece estar enfocada más en los datos objetivables que en las vivencias y experiencias subjetivas de los pacientes. En ocasiones, se centra en la sintomatología y olvida que tratamos con personas con problemáticas. Por eso, constantemente se solicita un cambio de paradigma que vaya del «enfermo» a la «persona». Sin pretensión de obviar y descalificar al modelo biomédico y reduccionista, sino simplemente con el objetivo de incorporar temáticas adicionales para entender y comprender mejor a las personas con problemas de salud mental, analizaremos 2 conceptos, a saber: person centered-care y recovery.
En efecto, debido a esa petición de cambio de paradigma, han comenzado a reivindicarse enfoques centrados en la persona, person centered-care, y enfatizar así las necesidades y deseos de la persona más que las cuestiones médicas o clínicas. Aunque se trata de un concepto difícil de definir y es complicado especificar qué variables debería contener, algunos autores han querido delimitarlo y definirlo para poder llevarlo a la praxis médica1–3, e incluso incorporarlo al campo de la salud mental. Para ello, se han presentado unos fundamentos específicos4:
- 1.
Ha de ser un constructo multidimensional.
- 2.
Tiene que estar focalizado en la persona.
- 3.
Ha de ser conducido por la propia persona, de modo que el consentimiento informado resulta imprescindible para cualquier acto clínico.
- 4.
La persona ha de tener derecho a anticipar sus decisiones en relación con las cuestiones sobre su salud.
- 5.
Hay que concebirlo como un enfoque contextualizado en la historia y circunstancias de la persona.
Un buen ejemplo de su aplicabilidad, y con buenos resultados clínicos, lo podemos hallar en personas con demencias, como es el caso del modelo VIPS –valores, individualizado, perspectiva y social– propuesto por Brooker5:
- •
Valores que reivindican el valor absoluto de toda vida humana.
- •
Enfoque individualizado que reconoce la singularidad de la persona.
- •
Interpretar el mundo desde la perspectiva de la persona.
- •
Proporcionar un marco social que satisfaga las necesidades psicológicas.
Ahora bien, resulta sensato considerar que si ponemos la atención en la persona debemos reflexionar sobre cuál es la finalidad de la praxis psiquiátrica, pues el eje de atención ya no son tanto las variables biomédicas, sino también –y en gran medida– qué deseos, valores, etc., tiene el paciente en relación con su situación clínica. Esto nos permitirá un mayor respeto por la persona y una mejor comprensión de la situación.
Teniendo en cuenta que una parte de los pacientes con trastornos mentales tienen pluripatología, que son personas vulnerables, dependientes y con necesidades biopsicosociales, y con limitaciones en su funcionamiento (dificultades en su vida cotidiana, en las relaciones interpersonales, etc.), quizás valga la pena incorporar, como un elemento más a valorar en los planes de cuidado, el concepto recovery para considerar qué es lo más valorado por estos pacientes6. La finalidad reside, pues, en conocer y valorar la manera de entender la vida de las personas con enfermedades mentales que han de convivir con su propia enfermedad7.
Leamy et al.6 han propuesto un marco teórico-práctico que engloba ese concepto enmarcándolo en 5 categorías: 1) satisfacción (en las relaciones interpersonales y en el papel que tienen en la comunidad); 2) esperanza y optimismo hacia el futuro; 3) identidad (reconstrucción del yo y superación del estigma); 4) significado de su vida (calidad de vida, roles, etc.), y 5) empoderamiento.
Todos estos componentes denotan la reivindicación de centrarnos más en la reinserción y la autoestima de la persona que en la reducción de la sintomatología psiquiátrica únicamente. Hemos de procurar dotarles de una vida de calidad, una vida digna de ser llevada, en la que los valores de la persona sean los pilares de la atención sanitaria. Huelga decir que para conocer con mayor profundidad este concepto es preciso preguntar a los propios pacientes qué entienden por recuperación8. Esto puede darse adoptando modelos centrados en las personas, en procurar tomar decisiones compartidas9 o incluso que puedan anticipar sus decisiones sobre cualquier asunto relacionado con su salud10.
Se trata, en definitiva, de aspirar a una asistencia sanitaria más humana, de calidad, basándonos también en cuestiones éticas que orienten el proceso asistencial. Que aluda a las cuestiones biomédicas, sin olvidar los valores y deseos de las personas. Que cure –o intente curar– a las personas, pero que también las cuide.