En la coyuntura económica actual es de agradecer que alguna parcela de nuestro quehacer radie signos de fortaleza y esperanza. La psiquiatría española ha adquirido por primera vez en su historia un papel fundamental en la psiquiatría internacional. Lo ha hecho no a través de nombres concretos sino gracias al espíritu colaborativo de numerosos grupos de investigación que han decidido sumar esfuerzos. El que en el año 2012 se hable con toda naturalidad de que la mayor parte de las publicaciones en salud mental en este país proceden de colaboraciones entre distintos grupos era algo impensable hace tan solo unos años y que debe llenarnos a todos de orgullo1. El que además el producto de esta colaboración sean publicaciones traslacionales publicadas en las mejores revistas, patentes y guías clínicas nacionales e internacionales, debe ser aún motivo de mayor regocijo. Nunca la presencia de artículos firmados por autores españoles o ponentes en las mejores reuniones de nuestra extensa área de conocimiento había sido tan numerosa. Atrás quedan los personalismos que tanto daño han hecho a la historia de la psiquiatría de este país. La participación de grupos españoles liderando proyectos europeos o la elaboración de la hoja de ruta en investigación en salud mental para la Comisión Europea son ejemplos de nuestra creciente fortaleza2.
En los tiempos que nos está tocando vivir, palabras como competitividad o innovación han adquirido una relevancia que no tenían hace unos años. No basta con investigar, la investigación que hacemos debe traducirse en productos tangibles que hagan eficiente la investigación. En nuestro ámbito, el sentido que engloban estas palabras, es nuclear al proceso por el que se transforma aquello en lo que investigamos en conocimiento original que produce mejoras en la práctica clínica y, por lo tanto, en la salud mental de nuestra sociedad y sus ciudadanos. Si además ello comporta no solo patentes y propiedad intelectual sino cambios en la actividad clínica que pueda a la larga, en el contexto de trabajo de calidad y humanizado, generar retorno económico −o disminuir el coste sin poner en compromiso el resultado− estaremos entonces en el camino correcto.
La colaboración público-privada es capital en la situación actual para avanzar en la investigación de frontera. El binomio público-privado es la vía más eficiente para convertir ideas en patentes y obtener retorno con la investigación realizada. Así se ha entendido en otros países, que han aumentado su gasto presupuestario en investigación en situación de crisis económica con el convencimiento de que esa es la única forma de generar riqueza a medio plazo. El porcentaje de dependencia de fondos públicos nacionales es un buen criterio de la capacidad y calidad de un centro o grupo de investigación. A modo de ejemplo en el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM, www.cibersam.es) ha firmado con empresas privadas 25 desde su creación. Tan solo este consorcio ha generado 4 patentes, participado en 42 ensayos clínicos y realizado 22 guías clínicas. Deben ser estos números que hagan reflexionar a nuestros políticos a la hora de recortar gastos en investigación.
Los componentes de innovación, transmisión y transferencia, tanto de productos como de procesos, como es el caso de las nuevas dianas terapéuticas, deben orientarse no solo a la búsqueda de moléculas con nuevos mecanismos de acción sino también a la búsqueda de técnicas de diagnóstico, detección, evaluación y pronóstico, abordajes terapéuticos no farmacológicos o tecnología en imagen médica. No hace falta recordar que muchos de los resultados de nuestras investigaciones tienen que ver con estrategias terapéuticas más eficientes (tratamientos farmacológicos, intervenciones psicoterapéuticas) con estrategias preventivas (detección de casos de riesgo, intervenciones para evitar o retrasar la aparición de trastornos mentales en personas de riesgo, prevención de comorbilidad o aparición de patologías secundarias en personas que ya tienen un trastorno mental). La implementación en la clínica de estos resultados puede sin duda disminuir el gasto sanitario a través de una psiquiatría más eficiente y basada en las pruebas que nos proporciona nuestra investigación. Esa es la forma de ser competitivos y no malgastar dinero público en una asistencia centrada en los intereses de los profesionales de la salud mental que la ejercen sino en aquello que ha demostrado ser coste-eficiente y por lo tanto sostenible en una sanidad pública de calidad.
Hemos decidido dedicar nuestra vida profesional al mundo de las enfermedades mentales, paradigma de las enfermedades complejas por definición. No es posible encontrar una causa, un tratamiento, un mecanismo patógeno que sirva para las distintas personas que padecen una enfermedad compleja. Por ello debemos vivir siempre con la incertidumbre de que no llegaremos nunca a una causa última que pueda explicar la inmensa riqueza de las distintas formas de expresión de nuestro órgano más preciado. Debemos estar preparados para soportar la angustia del creciente conocimiento sobre nuestro desconocimiento. Para ello debemos armarnos de las mejores herramientas que estén a nuestra disposición y que hagan más liviano el que sea imposible saber de todo aquello que es relevante para la salud o enfermar mental. El trabajar codo con codo con expertos en epidemiología, genética, bioquímica, neurobiología, psicología, sociología, neuroimagen, aumentará nuestras posibilidades de éxito. Por ello no se puede concebir una investigación en salud mental que no sea multidisciplinaria. En una reciente editorial en esta revista se exponía magistralmente que solo acortando la distancia que separa los enfoques de investigación de ciencias sociales y ciencias naturales se puede avanzar en el conocimiento de los trastornos mentales3. El que jóvenes investigadores preclínicos dediquen el resto de sus vidas a investigar en enfermedades del cerebro o se dediquen a otras enfermedades va a depender en parte de que vean nuestro campo atrayente, con posibilidades, y seamos capaces de transmitirles no solo la gran necesidad de investigar en nuestra disciplina sino también el que van a contar con plataformas que les ayudarán en su camino. Uno de los mayores activos del CIBERSAM es contar con grupos de investigación preclínica. Debemos seguir trabajando para que la colaboración con estos grupos sea aún mayor y para atraer talento hacia nuestra área de conocimiento.
Si queremos hacer investigación de calidad debemos mirar hacia Europa. En una situación favorable para la psiquiatría española que se ha internacionalizado y está presente en todos los foros importantes de discusión y decisión que tienen que ver con la investigación en salud mental no podemos desaprovechar esta oportunidad. Por ello, estoy convencido de que se puede mejorar aún más el retorno en forma de participación y coordinación por parte de nuestros grupos en proyectos financiados por la Unión Europea. A las puertas de Horizon 2020 la investigación en salud mental de nuestro país tiene no tan solo mucho que ofrecer a nuestros colegas europeos sino mucho que decir sobre las prioridades en la inversión en este campo. El papel de liderazgo de nuestra psiquiatría en la investigación en Europa lo atestigua la coordinación que desde este país se hace de la hoja de ruta que se está redactando para la Comisión Europea de lo que debe ser la investigación en este campo los próximos 10 años (www.roamer-mh.org).
Un aspecto claramente mejorable es la formación de investigadores de talento. En la formación del médico especialista hay importantes carencias formativas en investigación en la carrera de medicina y en la especialidad. Una necesidad no cubierta en el momento actual es la de un máster en investigación en Salud Mental. En el momento actual el CIBERSAM está pendiente de la evaluación de la ANECA para la creación de dicho Máster. Estamos convencidos de que este Máster, en el que participan 5 de las mejores universidades del país, va a permitir acercar a la investigación de calidad a los futuros líderes de la investigación en salud mental de nuestro país.
No toda la investigación de calidad está en el CIBER de Salud Mental ni mucho menos. Existen excelentes grupos en otros CIBER y RETICS dedicados directa o indirectamente a la investigación en Salud Mental y también grupos que no pertenecen a estas estructuras estables de investigación colaborativa. Si realmente queremos tener un gran centro de excelencia en investigación en salud mental en este país debemos integrar a los mejores grupos de investigación en este campo en las distintas patologías. Ese centro debe ser dinámico y flexible y adaptarse a los cambios temporales con salida y entrada de grupos en base a sus resultados. El parecido a la mayoría de las estructuras estables de investigación en este país o al modelo funcionarial o universitario de investigación debe evitarse en su gran parte. No tiene sentido que fuera de esa estructura haya grupos de mayor excelencia científica que los que están dentro, solo porque en algún momento fueran mejores. Un sistema cerrado o un sistema unidireccional no tienen cabida en el momento actual. No hay sistema más ineficiente que aquél que permite al que entra en una institución quedarse en ella independientemente de su esfuerzo, capacidad y resultados. Eso debe formar parte de nuestra historia.
Debemos ser capaces de convertir la coyuntura económica actual en una oportunidad, algo que tenemos al alcance de nuestras manos gracias al talento atesorado en esta última década de investigación en salud mental en nuestro país. Los éxitos conseguidos deben servir de acicate para seguir por la misma senda, sin relajarnos, con espíritu de superación. Solo así podremos mirar algún día hacia atrás y sentirnos orgullosos por lo que entre todos estamos consiguiendo.