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Revista de la Sociedad Andaluza de Traumatología y Ortopedia
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Inicio Revista de la Sociedad Andaluza de Traumatología y Ortopedia La SATO del siglo Xxi
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Vol. 23. Núm. 1.
Páginas 46-47 (julio 2003)
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La SATO del siglo Xxi
The SATO of the Xxi Century
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Enrique Guerado Parraa
a Hospital Costa del Sol. Profesor Asociado de la Universidad de Málaga.
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Durante los últimos veinticinco años hemos asistido en España a un cambio importante, no sólo en el desarrollo de las ciencias biomédicas, sino también en el de la propia sociedad, tanto económicamente como en participación de los ciudadanos en la vida pública, esencia fundamental de las sociedades democráticas occidentales.

Este desarrollo obliga, necesariamente, a contemplar diversos cambios estratégicos en la prospección de lo que una sociedad científica ha de ser: Por un lado, la participación en los dos campos fundamentales de la biomedicina: las ciencias básicas y las clínicas, articuladas de forma mediata hacia líneas productivas; por otro, en aceptar que el cambio social implica que los proveedores del servicio trabajen al dictado de las expectativas y derechos de los ciudadanos, tanto en lo que a calidad de las prestaciones se refiere, como en participación e información sobre eficacia y seguridad del servicio que se provee.

La Sociedad Andaluza de Traumatología y Ortopedia (SATO) indudablemente deberá abordar ese cambio estratégico como sociedad científica, pero también como entidad que debe liderar la participación y representatividad social de un colectivo de profesionales en el contexto social autonómico y nacional. Mantener el modelo de lo que era una sociedad profesional de hace veinte años, referente científico de la comunidad autónoma y económicamente saneada, ha llevado a la actual SATO a tener poca representatividad dentro de las Instituciones andaluzas, escaso peso científico, salvo muy limitadas individualidades, en el contexto nacional e internacional de la especialidad y de la ciencia en general y, además, un pobre calado dentro de los propios profesionales, llegando, en fin, a una situación económica difícil. Su peso científico y social no se aproxima ni siquiera al de otras sociedades científicas de la Comunidad y ello se refleja en el reparto de poderes dentro de los hospitales e instituciones sanitarias.

No quisiera que este editorial se tratara con acritud. Azorín, en un comentario sobre un libro tan crítico como Las cosas de España de Richard Ford publicado en Inglaterra en el siglo XIX, observó que «no ha sido escrito en el extranjero un libro más minucioso, más exacto, más sagaz, más analizador sobre España: pero tampoco más acre, más tremendo... No protestemos. El verdadero patriotismo debe desear estos libros». Debo decir, no obstante, que ni mi modesta capacidad de análisis pretende acercarse a la de Ford ni existe, por mi parte, la pretensión de que este editorial deba ser deseado; soy consciente de que, probablemente, ocurra lo contrario. Cumple, sin embargo, un deseo constructivo personal, aun cuando sea conocedor de que apartarse de la opinión «racionalista» siempre haya suscitado, cuanto menos, el debate.

Ciertamente, el cambio social ha llevado a que el desplazarse para beber de fuentes originales no sea un problema económico. La contribución de la industria médica ha sido determinante en este hecho, llevando a disminuir el interés científico local por el de dichas fuentes. Viajar hasta cualquier parte del mundo es actualmente fácil, así como recibir a firmas de reconocido prestigio; también las nuevas tecnologías han permitido que el acceso a la bibliografía no represente el más mínimo problema, a diferencia de hace dos décadas. No obstante, siempre ha existido un deseo científico coexistiendo con el lúdico y, por ello, subsisten, no nos engañemos, algunos eventos científicos. Ello también lo conoce la industria.

La asistencia y participación a los Congresos y reuniones de la SATO es aún numerosa. Pero, a decir verdad, la contribución científica a estos eventos muestra una gran profusión de carteles científicos y comunicaciones que, empero, están escritas, en la mayoría de los casos, de forma apresurada y que, en cualquier caso, contrasta con el de la producción científica de calidad en forma de publicaciones impresas, no ya en revistas internacionales, sino al menos en el ámbito nacional; fue concluyente el informe del Director de la Revista en la Asamblea celebrada en el Congreso Nacional de la SECOT de Bilbao en 2001 sobre la participación por comunidades autónomas. Más aún la propia revista de la SATO se nutre, en gran parte, de artículos recibidos gracias al indiscutible esfuerzo personal del Redactor.

No cabe duda de que la SATO debe asumir el protagonismo del tirón de la productividad científica de nuestros profesionales a través de un programa sensato, a medio plazo, de formación en metodología de investigación, reconociendo que la situación actual de nuestros jóvenes de producir varias decenas de carteles científicos sin soporte de publicaciones impresas, posee, además de escaso peso curricular, una nula contribución andaluza a la ciencia en general y, por supuesto, al desarrollo de nuestra Comunidad. Paralelamente a ello, una bocanada de aire fresco en las ponencias de los congresos sembraría indudablemente un nuevo cuño en lo que a «experiencia basada en la experiencia» se refiere. La propia estrategia de la Revista, que supone una partida económica importante de la Sociedad, debe cambiar, abandonando la situación actual de declive científico e ineficiencia y moverse hacia concepciones más modernas con funcionamiento de un sistema de revisión por pares y un cuerpo editorial que trabaje hacia ese objetivo. Probablemente sea ése el único camino hacia la posibilidad futura de poder rechazar artículos de mala calidad. Por último, queda pendiente un plan de saneamiento económico que garantice la viabilidad futura de una sociedad científica fuerte, partiendo de situaciones realistas asumidas por todos y que, necesariamente, entre otros elementos, debe aparecer el de la austeridad, al menos durante el plazo de unos años.

La representatividad social de la SATO también debe modificarse, concentrándose en establecer relaciones fructíferas con las Instituciones formales e informales de Andalucía. Análisis de procesos, asesorías de política científica y estrategias gestoras, participación conjunta en tomas de decisiones de política sanitaria y relaciones con asociaciones ciudadanas deben tener el liderazgo de la SATO, más que el de las actuales contribuciones individuales.

Las Instituciones representan legítimamente a los ciudadanos y la voz de los profesionales le es necesaria al legislador para defender los intereses de todos los colectivos. Situarse al otro lado del problema es autoexcluirse del debate, algo que ha sido tónica habitual hasta ahora.

Queda mucho por hacer, tanto en la parcela científica como en la social y es de esperar que la SATO a lo largo de los próximos años llegue a ser una sociedad científica del siglo XXI. Los jóvenes tienen en su mano el empujar hacia un camino de progreso que marcará su papel futuro en el contexto de la ciencia y la sociedad civil en los ámbitos regional, nacional y de la Unión Europea. Deberán trabajar en el sentido apuntado, aplicándose en el aprendizaje de nuevas tecnologías, produciendo científicamente con el objetivo de la calidad más que de la cantidad y procurando volver a salir fuera de nuestro país a cargarse de experiencias que proyectar aquí; los mayores en la suya el reflexionar sobre la oportunidad de dejarles en herencia una sociedad fuerte científica y socialmente que no sólo recupere el papel profesional dentro de la sociedad civil, sino que además propicie su desarrollo.

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