Introducción
El dolor neuropático es aquel iniciado o causado por una lesión primaria o disfunción del sistema nervioso1. Su fisiopatología incluye mecanismos periféricos, como la presencia de focos ectópicos en las aferentes primarias, parches de desmielinización, la distribución alterada de canales de sodio en nociceptores lesionados y ganglios de la raíz dorsal y la disminución del umbral de nociceptores, y mecanismos centrales, como los cambios plásticos en el asta dorsal, con la acción sostenida de neurotransmisores y neuropéptidos sobre receptores específicos, dentro de los cuales resalta el papel del receptor de N-metil-D-Aspartato (NMDA), implicado en el desarrollo de sensibilización central, y la alteración en las vías inhibitorias descendentes2,3. Típicamente, se clasifica, según el sitio de afección del sistema nervioso, como central y periférico, aunque muchos pacientes pueden tener ambos tipos de dolor. En la Clínica del Dolor del Hospital General de México, los síndromes de dolor neuropático representan cerca de un 50% del total de consultas atendidas por año4.
La base del tratamiento del dolor neuropático es farmacológica. Los fármacos utilizados con más frecuencia para su manejo son los antidepresivos tricíclicos y los anticonvulsivantes. Los opioides ocupan un lugar discutido en el alivio de dolor neuropático5,6. Entre estos últimos, el tramadol es el más comúnmente utilizado en este tipo de patologías; además de su acción sobre receptores mu tiene la propiedad de inhibir la recaptura de serotonina y norepinefrina7.
La metadona es un opioide sintético mejor conocido por su uso en el tratamiento de la dependencia de opioides. Es también efectivo como agente analgésico, probablemente con importante efecto en el tratamiento del dolor neuropático8-10. Los pacientes con inadecuada analgesia o efectos adversos por el uso de otros opioides pueden beneficiarse del uso de metadona8-13. Adicionalmente, algunas propiedades farmacológicas únicas lo hacen un agente importante en el tratamiento analgésico. El perfil farmacológico de la metadona es bien conocido10,14-18.
La metadona consta de un enantiómero R y un enantiómero S; prácticamente, toda su actividad se debe al enantiómero R. Ejerce su actividad a través de la unión y activación de receptores mu a nivel central y periférico. Esta actividad produce los efectos comunes al uso de todos los opioides agonistas mu: analgesia, euforia, estreñimiento, sedación, depresión respiratoria, náuseas y miosis. Además, la metadona antagoniza los receptores NMDA e inhibe la recaptación de serotonina y norepinefrina, lo que puede incrementar su efectividad en el tratamiento del dolor neuropático, comparado con otros opioides14.
Pocos estudios han evaluado la eficacia de la metadona en el tratamiento de dolor neuropático. Morley et al19 analizaron, en un estudio aleatorizado y doble ciego, la eficacia de 10 y 20 mg de metadona en 18 pacientes con dolor neuropático de diferentes etiologías con pobre respuesta a tratamientos convencionales, y pudieron demostrar el efecto analgésico de metadona en este tipo de afecciones. Yoram et al20 analizaron el uso de metadona en un hospital de Jerusalén durante un período de 5 años, con un total de 3.954 pacientes, entre quienes se incluyó a pacientes con dolor por neuropatías periféricas; encontraron buen efecto analgésico, con pocos y bien tolerados efectos adversos. En un estudio aleatorizado, doble ciego, cruzado, se comparó la eficacia de opioides (metadona y morfina) y de antidepresivos tricíclicos (nortriptilina y desipramina) en el tratamiento de 66 pacientes con neuralgia postherpética; se encontró una eficacia analgésica similar entre los dos grupos de fármacos21.
Los efectos adversos secundarios a la administración de metadona generalmente son menos comunes y menos severos que cuando se presentan por otros opioides. Si el efecto adverso es menor, puede resolverse espontáneamente en pocos días. La constipación, presente en el 65% de los pacientes en tratamiento con metadona, es el efecto adverso más común de todos los opioides y requiere de un manejo agresivo. Otros efectos adversos asociados al uso de metadona incluyen náuseas, vómitos, sudoración, prurito y, rara vez, depresión respiratoria22.
El objetivo de este estudio fue evaluar el efecto de la metadona en la intensidad del dolor y la presencia de efectos adversos en pacientes con dolor neuropático.
Material y métodos
Se llevó a cabo un estudio retrospectivo, transversal. Se revisaron los recetarios de narcóticos de los médicos adscritos a la Clínica del Dolor del Hospital General de México utilizados durante el período comprendido entre el 1 de enero y 31 de julio de 2006, tomando los datos de los pacientes que reciben recetas de metadona y que tienen diagnóstico de dolor neuropático de cualquier etiología, excluidos los pacientes con dolor mixto y dolor por cáncer. Se revisaron los expedientes clínicos de dichos pacientes, tomando de ellos sus datos demográficos, diagnóstico, tiempo de evolución del cuadro doloroso, las características del dolor y la intensidad del dolor existente antes del inicio del opioide, por medio de la puntuación de la escala analógica visual (EVA). Durante cita de control se pidió a los pacientes su consentimiento informado; se realizó un interrogatorio directo para determinar la dosis actual de metadona, el número de fármacos utilizados de manera concomitante, la intensidad del dolor según la puntuación en la EVA y los efectos adversos atribuidos a su uso. Se realizó un análisis estadístico cuantitativo, con medidas de tendencia central y de dispersión, y se determinó el efecto en la intensidad del dolor y la incidencia de efectos adversos.
Resultados
Se incluyó a 31 pacientes con diagnóstico de dolor neuropático de diferente etiología, a quienes se les inició manejo con metadona por vía oral después de haber tenido una pobre respuesta a tratamiento con tres o más fármacos. El promedio ± desviación estándar de edad de los pacientes fue de 58 ± 14,5 años; 18 (58,1%) eran varones y 13 (41,9%) mujeres. Diez (32,3%) pacientes tenían diagnóstico de dolor central, 8 (25,8%) de neuralgia postherpética, 6 (19,4%) de canal lumbar estrecho, 3 (9,7%) de síndrome poslaminectomía, 3 (9,7%) de neuropatía diabética y 1 (3,2%) de polineuropatía por citomegalovirus. La mediana del tiempo de evolución del cuadro doloroso fue 18 meses, con un máximo de 260 meses y un mínimo de 3 meses. Veintitrés (74,3%) pacientes describieron el dolor como predominantemente tipo urente, 5 (16,1%) como tipo piquete, 2 (6,5%) como tipo toque eléctrico y 1 (3,2%) como lancinante; el 45% de los pacientes refirió dolor tipo toque eléctrico además del predominante. Todos los pacientes habían recibido algún opioide durante su tratamiento previo al inicio del tratamiento con metadona; en 26 (83,9%) casos se trató de tramadol, en 2 (6,5%) de codeína, en 1 (3,2%) de dextropropoxifeno y 2 (6,5%) habían recibido dos opioides (un paciente recibió inicialmente dextropropoxifeno y otro codeína, y posteriormente ambos recibieron tramadol); en todos los casos, los pacientes refirieron mínima o nula mejoría con el opioide administrado previamente.
La mediana de tiempo de tratamiento con metadona fue 3 meses, con un mínimo de 1 y un máximo de 18 meses. La moda de la dosis de metadona fue 10 mg/día (29% de pacientes), con una dosis máxima de 60 y una dosis mínima de 2,5 mg/día. La puntuación promedio en la EVA de dolor referido por los pacientes como previo al inicio de tratamiento con metadona fue de 8,7 ± 1,2, y la actual de 4,3 ± 1,8, con una disminución promedio del 49,5%. Los pacientes con diagnóstico de neuralgia postherpética mostraron una disminución promedio del 58% en la intensidad del dolor en la puntuación de la EVA después del tratamiento con metadona, los de dolor central del 47,2% y los de canal lumbar estrecho del 32,7%. Los pacientes con dolor tipo urente mostraron una disminución promedio de la puntuación de la EVA del dolor en el 50% y los de tipo piquete, en el 31,8%.
El número de fármacos administrados de manera concomitante a la metadona fue, en promedio, de 2,2 ± 0,6; 30 (96,8%) pacientes recibieron anticonvulsivantes, 4 de ellos como único fármaco además de la metadona (2 gabapentina y 2 pregabalina), 5 pacientes recibieron una combinación de dos anticonvulsivantes (gabapentina o pregabalina + carbamazepina o lamotrigina) y 21 pacientes recibieron uno o dos anticonvulsivantes en combinación con un antidepresivo tricíclico, clonazepam o un antiinflamatorio no esteroideo. Los detalles sobre el consumo de estos fármacos se muestran en la tabla 1.
Veintisiete (87,1%) pacientes presentaban por lo menos un efecto adverso en el momento de la entrevista; un paciente presentó únicamente efectos adversos transitorios (estreñimiento, sedación y retención urinaria), que se resolvieron en pocos días; 3 (9,7%) pacientes refirieron no haber presentado ningún efecto adverso durante el tiempo de tratamiento con metadona. El 32,2% de los pacientes (10) referían presentar un efecto adverso, el 45% (14 pacientes) dos efectos adversos y el 9,7% (3 pacientes) tenían más de dos efectos adversos. El estreñimiento fue el efecto adverso más común; se presentó en 20 pacientes (64,5%), con buena respuesta a tratamiento habitual; 15 (48,4%) pacientes refirieron presentar sedación y 5 (16,1%) pacientes, náuseas. Otros efectos adversos, poco frecuentes, incluyeron disminución de apetito, insomnio, hipoglucemia, sudoración y pesadillas, presentes en un paciente cada uno de ellos, y retención urinaria en dos pacientes.
Discusión
Se han realizado pocos estudios para valorar el uso de la metadona en el tratamiento de dolor neuropático. En los pacientes de nuestro estudio, la disminución promedio en la puntuación de dolor mediante la EVA fue, en promedio, del 49,5%, la mayoría de ellos tomaban una dosis diaria de 10 mg (29%). Este resultado es comparable con el de Morley et al19, quienes evaluaron la respuesta de 18 pacientes con dolor neuropático crónico de diferentes etiologías, que habían tenido una pobre respuesta a regímenes analgésicos tradicionales, a la administración de una dosis de 10 y de 20 mg de metadona, y encontraron un efecto analgésico importante, con una disminución en la intensidad del dolor después de ambos esquemas, aunque sólo la dosis de 20 mg mostró diferencias estadísticamente significativas, con extensión del efecto analgésico hasta 48 h después de su administración; el efecto analgésico no se limitó a un tipo específico de afección.
En nuestro estudio, los pacientes con diagnóstico de neuralgia postherpética (25,8%) fueron los que mostraron mayor mejoría, con una disminución promedio en la intensidad del dolor del 58%. Raja et al21 compararon la eficacia analgésica de antidepresivos tricíclicos y opioides en 44 pacientes con neuralgia postherpética, a quienes se les administró, de forma cruzada, dosis promedio diaria de 91 mg de morfina o 15 mg de metadona, o 89 mg de nortriptilina o 63 mg de desipramina, que encontraron alivio significativo del dolor con los 4 esquemas, comparados con placebo, con tendencia a una mejor respuesta con los opioides; la mayoría de los pacientes que terminaron el estudio prefirieron los opioides a los antidepresivos (el 54 frente al 30%). De los pacientes con neuralgia postherpética, en nuestro estudio, 5 (62,5%) reciben un antidepresivo tricíclico como parte de su manejo farmacológico, cuatro de ellos amitripitlina y uno clomipramina.
Los efectos adversos asociados al uso de metadona son similares a los encontrados con otros opioides agonistas mu. En nuestro estudio el efecto adverso más común fue el estreñimiento, presente en el 64,5% de los pacientes; este hallazgo es similar al referido por otros autores, que señalan que este efecto se encuentra en aproximadamente el 65% de los pacientes en tratamiento crónico con metadona9,22. El 48,4% de los pacientes de nuestro estudio refirió presentar sedación, una cifra mayor que la reportada por Nicholson23, quien encontró una incidencia del 25% en los estudios revisados en su metanálisis. La presencia de náuseas se refirió en el 16,1% de nuestros pacientes, acorde con la cifra reportada por Nicholson23, del 12,5 al 20% en los pacientes en tratamiento con metadona23. Toombs y Kral24 refieren que la sudoración y los bochornos son comunes con el uso de metadona, y Nicholson23 encontró sudoración en el 6,6 al 15% de los pacientes de algunos de los estudios analizados. En nuestro estudio, un solo paciente (3,2%) reportó la presencia de sudoración. Otros efectos adversos reportados por Nicholson23 incluyen vómito, en el 6,6 al 20% de los pacientes, presente de forma transitoria en solo un paciente de nuestro estudio, y mareo, en el 10 al 15% de los pacientes, no referido por ninguno de los de nuestro estudio. Uno de nuestros pacientes presentó episodios de hipoglucemia, efecto esperado teniendo en cuenta la amplia unión a proteínas de la metadona, a diferencia de otros opioides, y que se resolvió tras el ajuste de la dosis administrada. Un paciente más refirió la presencia de pesadillas.
La mayoría de los estudios referentes a metadona, y de los cuales tomamos datos comparativos, se han realizado con este fármaco como único tratamiento. Es importante señalar que ninguno de nuestros pacientes recibe metadona como monoterapia y que en todos estos casos constituye parte coadyuvante del tratamiento farmacológico, lo que puede explicar la buena respuesta de los pacientes, aun en dosis menores de 10 mg (35,5% de los pacientes recibían 2,5, 5 o 7,5 mg/día). Sólo 4 de los 31 pacientes recibe un solo fármaco además de la metadona; en los 4 casos se trata de anticonvulsivantes, gabapentina en 2 casos y pregabalina en los otros dos, todos ellos con diferentes diagnósticos, tipos de dolor y grado de alivio con el tratamiento. Dieciséis (51,6%) pacientes reciben un antidepresivo tricíclico; 12 de ellos reciben amitriptilina, 2 reciben imipramina y 2 reciben clomipramina, en dosis de 25 a 75 mg al día; 15 de estos pacientes reciben además uno o dos anticonvulsivantes. Nueve (29%) pacientes reciben un antidepresivo tricíclico y dos anticonvulsivantes, además de metadona, más de la mitad de ellos con diagnóstico de dolor central y con intensidad de dolor en la EVA de 8 a 10, previo al tratamiento con metadona, lo que resalta la dificultad en el manejo médico de este tipo de patología, y el 88% de ellos refiere disminución de la intensidad del dolor mayor de un 50% después del inicio de tratamiento con metadona.
Con estos hallazgos consideramos que la metadona representa una opción farmacológica útil como coadyuvante en el tratamiento de dolor neuropático en pacientes con pobre respuesta al tratamiento farmacológico habitual. En la mayoría de los pacientes de nuestro estudio fue bien tolerado, con pocos efectos adversos. Hacen falta estudios de mejor diseño metodológico para determinar el verdadero valor del fármaco en el manejo de esta difícil afección.
Conflicto de intereses
Los autores han declarado no tener ningún conflicto de intereses.
* Autor para correspondencia.
Correo electrónico:eduinyadir@hotmail.com (E.Y. Cardona Aristizabal).
Recibido el 8 de diciembre de 2007;
aceptado el 14 de mayo de 2009