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Inicio Seminarios de la Fundación Española de Reumatología In memóriam. Armando Laffón Roca (1949-2007)
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Vol. 8. Núm. 2.
Páginas 113-115 (abril 2007)
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In memóriam. Armando Laffón Roca (1949-2007)
In memoriam. Armando Laffón Roca (1949-2007)
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Pedro Sabando Suáreza
a Servicio de Reumatología. Hospital Universitario de la Princesa. Madrid. España.
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Al participar con estas letras en la despedida a Armando, nada mejor que una foto predominante de su juventud médica. De ese periodo de la vida que permite entrever el futuro y fija la personalidad. Conocí a Armando Laffón Roca en el entonces Gran Hospital del Estado, antes y hoy, Hospital de la Princesa, en el mes de junio de 1977.

El día primero de junio yo había tomado posesión como responsable de la Unidad de Reumatología del hospital, inmediatamente me encontré con Armando que, habiendo comenzado su formación en medicina interna, había obtenido por concurso oposición la plaza de MIR en reumatología y trabajaba, iniciándose en nuestra especialidad, con Carlos Ossorio, en el servicio del Dr. Federico García López. Desde el primer momento se incorporó Armando a la sección de reumatología con Ossorio y conmigo.

Era Armando el paradigma de médico residente entusiasmado con la medicina, con la posibilidad de hacer una especialidad correctamente y dispuesto, por tanto, a trabajar y estudiar sin límite de tiempo. Dichas características se mostraban explícitas en una persona simpática, jovial, con gran capacidad de trabajo, extrovertida, de tal suerte que no era necesario ser muy perspicaz para darse cuenta de que estábamos ante una persona singular, no había duda.

Carlos y yo nos propusimos como primer objetivo seducir a Armando acercándolo primero a las certezas, para hacerle ver después las incertidumbres y los espacios desconocidos de nuestra disciplina. Muy pronto Armando se sintió con suficiente motivación para hacerse plenamente responsable del área asistencial que en cada momento le correspondiera.

Se implicó totalmente en la tarea de construir una unidad de reumatología que mereciera tal nombre cuando ni siquiera teníamos un despacho. Un espacio anteriormente utilizado como ropero era nuestro único ámbito común. Todavía no se había incorporado Irene, pronto la encontramos.

En su ejercicio como médico residente, destacaba con espectacularidad. Pasaba visita a los pacientes ingresados todos los días, incluso los domingos. Hacía una visita pormenorizada que reflejaba con nitidez en sus hojas de evolución, en las que no sólo señalaba la situación de los enfermos, sino que establecía tras la realización de la historia clínica y la llegada de las primeras exploraciones complementarias un cuadro de diagnóstico diferencial, con lo que fijaba el diagnóstico de presunción sobre el que había de trabajar. Asimismo, reseñaba en dichas hojas de evolución las opiniones de Carlos Ossorio o mías, que le supervisábamos con entusiasmo.

Cada semana hacía una puesta al día de la situación del paciente, expresaba los criterios establecidos en las sesiones o indicaba los capítulos pendientes, bien para llegar al diagnóstico de certeza, bien para establecer el correspondiente tratamiento. Todo el mundo quedaba retratado en aquellas "evoluciones". La implementación de dicho método de trabajo le hacía crecer clínica y científicamente cada día, pero dicho método suponía, sobre todo, muchas horas de esfuerzo y de estudio. La mañana y la tarde se quedaban cortas, pues necesitaba confirmar desde el estudio sus observaciones clínicas, responder a nuestras, en ocasiones, impertinentes preguntas y, sobre todo, poder ofrecer a los pacientes un informe exhaustivo y un tratamiento pormenorizado, que muy pocas veces requería matices. Era también el signo de los tiempos.

Figura 1> Dr. Armando Laffón Roca, 1949-2007.

Estaba claro, aquella persona llegaría adonde quisiera o se propusiera. Armando trabajaba sin límites horarios, con o sin guardias, y lo que primero nos hacía decir "éste tiene madera" devenía en admiración no sólo por su modo de trabajar, sino también por su alegría, por su modo de hacer en definitiva.

Crecía clínicamente, exponía con brillantez, formulaba con precisión los espacios de nuestra especialidad poco claros o los modelos de enfermedad que permitieran despejar incógnitas y, en definitiva, entender mejor las patologías que ocupaban nuestras vidas.

Al cabo de 3 años había consolidado su capacidad asistencial; pero también mostraba grandes dotes para transmitir el conocimiento a los residentes de los cursos siguientes, Aurelio García Monforte y Rita Ortega.

Le interesaban las patogenias; pero siempre miraba hacia las etiologías, por eso cuando terminó su residencia decidió continuar su formación en México, al lado del Dr. Donato Alarcón Segovia, y allí se fue con su familia, durante dos años.

Con el Dr. Alarcón Segovia y su escuela encontró lo que buscaba: perfeccionamiento de su método de trabajo, desarrollo de conocimientos en el ámbito de la inmunología y publicaciones en revistas de máximo nivel.

Allí también encontró personas que han perdurado en su amistad toda la vida, incluido el propio Dr. Alarcón Segovia, a quien pasó de verlo como el maestro a tenerlo como su amigo. Armando, su modo de ser y de hacer también habían seducido a Donato, que llegó a plantearle la posibilidad de quedarse en aquel servicio de reumatología; pero Armando, feliz con la incorporación de conocimientos, se sentía en deuda con su país, con España. Era un español cabal y entendía que su obligación era "poner el hombro", colaborar en el desarrollo del servicio en el que había nacido a la reumatología.

A su vuelta desarrolló nuestro pequeño laboratorio en el área de inmunología, que pervive y del que han salido numerosos trabajos y las tesis doctorales de muchos de nosotros. En definitiva, aportaciones de distinto tenor e intensidad. Encontró primero su interlocución inmunológica en Manolo Ortiz de Landázuri y Paco Sánchez Madrid, después se configuró un grupo de personas de nuestro servicio que, tras ver a los enfermos durante la mañana, continuaban su trabajo de laboratorio durante toda la tarde. Jornadas de 16 horas; pero así han visto la luz muchos trabajos, no pocas tesinas y un buen número de tesis doctorales. Todo esto fue posible por el impulso vital y científico de Armando.

Su facilidad para el dibujo era portentosa y la utilizaba en todas sus actividades, sesiones, conferencias o clases, para hacerse comprender mejor, tanto en lo sencillo como en lo complejo, a la vez que se consagraba como un gran comunicador de su ciencia.

Impregnó este Servicio de Reumatología del Hospital de la Princesa, donde fue todo: residente, adjunto contratado, adjunto por oposición, jefe de sección en funciones, jefe de sección por oposición, jefe de servicio.

Recuerdo muy bien su tesina y su tesis doctoral. La tesina buscaba explicaciones a las infiltraciones tal vez inflamatorias que se observaban en los espacios porta de pacientes con artritis reumatoide (AR). Se preguntaba: ¿tendrán alguna relación con la inflamación reumatoide? Era la anatomía patológica. En la tesis doctoral, seguíamos con el infiltrado inflamatorio, también en la AR, pero sinovial, y entraban en danza ya las integrinas. Era la inmunología.

Dos momentos de su carrera y de su pensamiento científico que yo disfruté porque en el primero no me había ido a la política y en el segundo había vuelto. Instalado Armando en el Hospital de la Princesa, los colegas de toda España fueron descubriendo lo que quienes estábamos cerca de él habíamos conocido hacia ya muchos años. Fueron haciéndolo a través de sus publicaciones en libros, revistas o sus contribuciones y conferencias a Congresos Nacionales e Internacionales.

Fue elegido Presidente de la SER en 1999, de la que era actualmente Presidente Honorario. También presidía la Comisión Nacional de la Especialidad. Desde hace 19 años era Profesor Asociado de Reumatología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid.

No voy a pormenorizar su currículum vital; hoy sólo pretendo pergeñar unas líneas sobre esa vida, que va mucho más allá de su historia profesional, seducido yo también por todas esas características tan poco frecuentes, tan excepcionales que le hacían en ocasiones ser tan apasionado.

Fue Armando Laffon para mí una persona de referencia en el ámbito de la reumatología, en el ámbito de nuestro servicio, en el marco de nuestras peleas y de nuestras batallas, en el de mis salidas y mis vueltas de la política.

Cuando yo hablaba de reumatología y de Laffon, lo sentía y lo expresaba como algo mío, tal como era con sus virtudes y sus perfiles de ser humano muy inteligente y extraordinariamente emotivo.

Hoy he de decir que estas consideraciones sobre su persona y su significado para mí tuve la satisfacción de decírselas hace diez meses, el día de mí cumpleaños.

Querido Armando, allá donde estés, has de saber que tus compañeros del Servicio de Reumatología de la Princesa, del conjunto del hospital, de muchos servicios de reumatología de España, México, Cuba, de todas las personas, enfermos tuyos incluidos, que desde distintos lugares me han llamado para expresarme primero su dolor y después su solidaridad, te quisimos, y como tú recuerdo perdura, te queremos. Hasta luego.

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